Deshaciendo parte de la mÃtica travesÃa Matagalls – Montserrat, Alba y yo ascendemos al Turó de Tagamanent (1059m) partiendo desde el pueblo de Aiguafreda (450m), situado al pie del macizo del Montseny. Pasando por Bellver y l´ Agustà alcanzamos el siempre solitario Pla de la Calma, unos 700 metros más elevado que el punto de partida.
Entre las 8 y las 9 de la mañana partimos del pueblo de Aiguafreda, situado a unos 450m de altitud, al pie del Montseny. Hoy no pretendemos visitar unas minas abandonadas como hiciéramos la semana pasada en Sant Marçal. En el presente día no regresaremos a casa cargados con especímenes de fluorita, amatista, calcita o cuarzo. Nuestro objetivo de hoy es ascender a una cumbre de excelentes vistas: el Tagamanent. Según me han dicho, y tal como me imagino, desde lo alto de esa montaña se puede disfrutar de una panorámica excepcional, desde el mar hasta los Pirineos.
Desde la C-17 (antigua N-152), tres son los pueblos desde los cuales se puede acometer el ascenso: Figaró, Tagamanent y Aiguafreda. Sobre el mapa, el más cercano es Tagamanent, pero cuenta con un gran inconveniente: se trata de una pista por la cual se puede llegar en coche al Pla de la Calma, por lo que queda descartada ante tal falta de atractivo. ¿Por qué elegimos Aiguafreda en lugar de el Figaró? Sencillamente, porque desde el primero el camino se encuentra señalizado, ayuda nada despreciable si no se es un conocedor de la zona.
Así, partimos de Aiguafreda siguiendo las marcas blancas y rojas del GR5, que a su vez presenta las marcas verdes y rojas de la Matagalls – Montserrat. Llevamos el mapa igualmente, pero el seguimiento de las marcas facilita en gran medida la labor de llegar a buen puerto.
Del día se podría decir que, aunque estamos en primavera, es bastante veraniego. Un resplandeciente sol, unido a las altas temperaturas, logran que el friolero que cuenta esta historia acabe en pantalón corto y sin camiseta, cosa que le costará un notable enrojecimiento de la piel provocado por la radiación ultravioleta emitida por nuestro querido astro rey. Diríase que cada año nos azota con más fuerza, quizá porque no tratamos demasiado bien a su compañera Tierra.
En constante subida, a veces por pista y a tramos por sendero, nos plantamos en el collet de Sant Martí, no sin haber echado unas risas y algunas fotos durante el camino. En ese punto hay un aparcamiento, al cual se accede por la pista de Tagamanent, la cual atraviesa el Pla de la Calma hasta morir en los brazos de Collformic, donde también murieron más de un centenar de pobladores de la zona en el interior de un pozo en el transcurso de una guerra hace un par de siglos.
Sant Martí es un muro de piedras; lo que queda de una antigua ermita o iglesia. A su lado se haya uno de esos marcadores que forman el circuito permanente de orientación de Tagamanent. En el punto de información de Bellver, a cinco minutos, te venden el mapa por dos euros para que lo realices. Durante el tramo final de nuestro ascenso llama la atención las enormes rocas que forman el turó de Tagamanent.
Damos gracias al cielo por haber venido acompañados de los prismáticos. A través de sus lentos, diviso notablemente aumentadas las nieves del Puigmal, Bastiments, e incluso asoma el Pic de l´ Infern, el cual sin prismáticos resultaría algo difícil de ver al estar en gran parte eclipsado por el Pic del Freser. En cambio, el Canigó presenta poca nieve. También son visibles la plana de Vic, la plana del Vallès, la Garriga, los Cingles d´ en Bertí, el Pic del Vent, Sant Llorenç de Munt, les cingleres de Sau, Centelles, el Puigsagordi e incluso se asoma débilmente Montserrat por encima de Sant Llorenç. Después de una caminata, bien se merece un pícnic sobre la hierba bajo un sol radiante mientras con los prismáticos uno se deja llevar por la imaginación.
Bajamos del turó hasta el coll de Sant Martí, y desde ahí vamos hasta el punto de información y restaurante, llamado Bellver. Hay un par de gatos que hacen las delicias de Alba pues le encantan los felinos. Acariciados bajo el sol, cierran los ojos mientras yo tomo alguna fotografía de ella con los animales. De mayor quiero ser gato.
Dejamos atrás el Bellver pasar inspeccionar por fuera l´ Agustí, una masia – museo que recibe puede ser visitada a las 16:30 los fines de semana (es una visita guiada, cuesta 4,50 euros, y venden los tickets en el Bellver). Caminamos por un sendero hasta un bosque, y posteriormente continuamos por la pista hasta alcanzar la Calma propiamente dicha. Son unos prados bastante llanos normalmente solitarios, pues los visitantes del Montseny se decantan por el Matagalls, el Turó de l´ Home-Les Agudes o el Tagamanent.
De regreso, simplemente deshacemos lo hecho hasta ahora, pero soportando una temperatura mayor. La Alba tiene la cara rojiza y yo los hombros y el cuello; ¡nos ha pegado bien el sol y aún estamos en abril! Si bien es cierto que el Pla de la Calma sólo se encuentra a 1150m de altitud, también lo es el hecho de que hemos ascendido más que si hubiésemos ido a ascender al Matagalls, al Turó de l´ Home o a les Agudes. El motivo es que para hacer esas cumbres de 1700m se parte desde los 1100-1200m de Collformic, Santa Fe o Sant Marçal, por lo que el desnivel no llega en ningún caso a los 600m. En cambio, nosotros hemos superado los 700m gracias a que hemos partido en el pie de la montaña, a tan sólo 450m de altitud.
En conclusión, ha sido un feliz y caluroso día de excursión. No hemos ascendido a una de las cumbres más altas de la zona, pero sí que hemos hecho un desnivel no despreciable teniendo en cuenta de que se trata del Montseny. Aunque no lo desee, poco a poco Alba va haciéndose montañera. Quien sabe si algún día acabará disfrutando de ello. Si se acometían ochomiles con traje, paraguas y pipa, todo es posible…
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