Monday 23 de June de 2008, 13:09:03

Durante el primer fin de semana del verano, realizo con Alba la expléndida travesía Núria - Toes. Con inicio en el santuario de Núria, al cual llegamos mediante el tren cremallera, ascendemos hasta el collado de Noucreus y el Pic de la Fossa del Gegant (2808m), su primera cumbre pirenaica. Tras un prolongado descenso alcanzamos Toes, después de haber pasado por los estanys de Carançà, el refugio de montaña, las numerosas pasarelas y el camino excavado en la roca. Disfrutamos de un recorrido turístico por la Cerdanya con el tren groc hasta llegar a la Tor de Querol, donde gracias a la Renfe regresamos de nuevo a Ribes de Freser, donde hemos cogido el cremallera que sube a Núria.   

Duermo plácidamente cuando llega el momento de levantarse. He quedado con Alba a las 5:45 con la intención de coger el primer tren cremallera en Ribes Vila, exactamente a las 7:30. El segundo inicia su marcha a las 8:30 desde Ribes Enllaç, una hora después. Ambos convoys tienen un 30% de descuento debido a que son utilizados por excursionistas que sí pueden llegar a Núria caminando. Durante el resto del día predominan los turistas, que no suelen tener esa alternativa por lo que no disfrutan de ningún descuento sobre la tarifa (10,95 euros la ida). En el ticket aparece escrito:

"El cremallera Ribes-Queralbs-Núria fue inaugurado en 1931. Su recorrido tiene una longitud de 12,5km, de los cuales 5,5 son de adherencia y 7 con cremallera. Tiene un desnivel total de 1059m y una rampa máxima del 15%. La estación de Núria está situada a 1964m de altitud."

Aunque a priori espero que este primer convoy suba vacío, lo cierto es que no cabemos todos sentados. Además de excursionistas y de un grupo que se dispone a descender el río con trajes de neopreno, hay varios trabajadores del complejo Vall de Núria reconocibles sobre todo por su típica vestimenta. Vamos sentados frente a unos sacos de pan en el último vagón de viajeros, seguido de varios destinados al transporte de mercancías. El tren cremallera representa el único medio de abastecimiento del complejo de Núria, a donde se dirigía una carretera que nunca llegó debido a intereses "ferroviarios", muriendo hasta la fecha en Fontalba, por encima de la altura del Santuario de Núria. La llegada del asfalto a la zona conllevaría su degradación aumentando su masificación.

Hacia las ocho de la mañana nos ponemos las mochilas. En la mía, de unos 12kg de masa, llevo la tienda de campaña, los dos sacos de dormir, agua y material diverso de inferior peso. La Alba se encarga de llevar en su mochila la comida, como por ejemplo una tortilla de patatas, atún, paté, garbanzos, fuet, salchichón, pan de payés y galletas. Por la coma de Noucreus ascendemos hasta el collado del mismo nombre, donde se pueden contar un total de diez cruces. Durante dicha ascensión, siempre con el santuario y el Puigmal a nuestras espaldas, hacemos varias paradas cortas. Mi compañera desearía para más pero eso alargaría la subida, cosa que no interesa por la presencia de amenazantes nubes grises en el cielo. A unos cincuenta metros, coronado por una pequeña cruz metálica, se encuentra el Pic de la Fossa del Gegant (2808m). No parece una gran montaña pero desde Coma de Vaca si lo es. Después de haber conseguido su récord de altura la semana pasada en el Pedraforca (2497m), Alba acaba de batirlo a la par que pisa la cumbre de una montaña pirenaica por primera vez.

Filmamos con la videocámara el dilatado paisaje de alta montaña que nos rodea. Su grandiosidad nos hace sentir liliputienses que deben emplear grandes energías e invertir mucho tiempo en desplazarse de unos lugares a otros. Podría decirse que los Pirineos y sus cumbres están hechos para gigantes, no para humanos. Montañas como el Montseny, Montserrat o Pedraforca no producen esa sensación de inalcanzables; diríase que son más asequibles, más humanas. El viento fresco al que estamos expuestos aquí arriba nos incomoda de tal forma que desistimos en hacer una parada. Algo más abajo, resguardados del viento, nos comemos la tortilla de patatas sobre una hierba más marronosa que verde, típica de estas alturas. Nos hemos adentrado en una altura a la cual pocos seres vivos - animales o vegetales - pueden mantenerse con vida durante los fríos inviernos. Algunas flores aisladas han crecido después de que sus semillas hayan sida transportadas hasta este lugar, pero no son muchas. Las hay lilas, blancas, amarillas y azules, éstas últimas muy bonitas.

Un gran conocedor de la zona me informó de que el piolet emplazado en una elevación del terreno no está ubicado en la cumbre del Pic de la Fossa del Gegant como yo creía, pero de todas formas vamos al lugar. Desde ahí, a varios minutos de distancia, se llega al borde de un barranco desde donde aprecio a vista de pájaro el valle de Carançà, destacando el estany de les Truites (lago de las Truchas). Durante el descenso al estany Blau (Azul) hemos de pasar por incómodos terrenos nevados aún presentes en la zona. Están bastante duros y resbaladizos, pero por suerte hay numerosas huellas profundas que nos sirven de guía y ayuda. El lago ofrece un aspecto realmente bello; cautivador. Unas placas de nieve esparcidas por su superficie flotan sobre sus azules aguas formando una orgía de colores acentuada por la presencia de resplandeciente nieve en el fondo del agua. Esto último me llama la atención pues el hielo es menos denso que el agua y debería flotar.

La bajada hasta el estany Negre la llevamos a cabo con suma precaución porque no hemos sido capaces de encontrar el sendero. Destrepamos una zona de rocas sueltas que a cada paso produce el movimiento de diverentes piedras. La pendiente no es del todo pronunciada pero la inestabilidad del terreno nos hace sentir inseguros. Empleamos mucho tiempo en alcanzar el helado lago, nada comparable con la efímera belleza de los icebergs que aún sobreviven en el que dejamos arriba. Junto al río, a través de terreno rocoso, vamos perdiente altura lentamente. Cuando llegamos a los 2265m de altitud, a orillas del estany de les Truites, hacemos una larga parada. Introducimos nuestros pies en la gélida agua del lago, no pudiendo soportar mucho tiempo en su interior. Los pies y la parte baja de la pierna comienzan a insensibilizarse tras un breve dolor. Me viene a la memoria el último programa de Jesús Calleja, en el cual aparece en el Polo Norte en calzoncillos sobre la nieve y su compañera bañándose.

Conforme pasan las horas el cansancio acumulado es cada vez mayor, a la vez que también aumentan nuestras ganas de avistar el refugio de Ras de Carançà. El inerte paisaje de las altas cumbres y del circo de Carançà da paso a un paisaje con pinos negros, matorrales, numerosas flores amarillas y rebecos. Hemos divisado a lo lejos varios especímenes diminutos que deben de haber nacido la pasada primavera. Apenas son un punto en movimiento junto a un rebeco de tamaño medio que deben de ser las madres. A una altitud de 1831m está situado el refugio Ras de Carançà, que como su nombre indica está situado al raso, alejado del bosque. Se encuentra rodeado por numerosas vacas que pastan con sonoras campanas en el cuello. Diversas tiendas de campaña están montadas en los prados colindantes, mientras que el refugio ya se encuentra completo (30 plazas). Llegan cuatro personas que van a tener que dormir en el suelo del pequeño comedor, pues no quedan camas libres ni hay tiendas de campaña de alquiler (quizá se hayan agotado). Otra opción es el vivac pero en el cielo hay nubes grises y se escuchan truenos lejanos.

Mañana debemos coger el tren groc de las 9:39 o el de las 10:37 pues en esta época no hay ninguno más que enlace con la Renfe en la Tor de Querol. Ese es el motivo por el que continuamos la marcha pese a estar muy cansados después de haber subido desde los 1964m hasta los 2808m para luego bajar hasta los 1831m cargados con el material de travesía. No nos queremos exponer a llegar a Toes pasadas las 10:37, más aún teniendo en cuenta que hay entre tres y cuatro horas de descenso a las cuales habría que añadir la toma de fotografías y filmación en las pasarelas de las Gorges de Carançà. Descendemos por lugares de exhuberante vegetación, nada envidiables a diversas selvas tropicales, eso sí, sabiendo que aquí no hay fauna peligrosa de la cual tener miedo. El sendero, bastante incómodo por la presencia de piedras, constituye en diferentes momentos un riachuelo embarrado, teniendo que avanzar sobre las diferentes rocas cada vez más cansados, tanto física como psicológimanete. Después de once horas y cuarenta y cinco minutos de excursión, a las ocho menos cuarto, localizamos una zona donde tiene cabida una tienda. Está limpia de vegetación y acompañada de unas rocas que han sido de utilidad anteriormente para delimitar un fuego y arropar a alguna tienda de campaña. El lugar de la acampada está rodeado de la ya comentada expléndida vegetación, a orillas del sonoro río que se abre paso por el valle cayendo en numerosos saltos de agua. Nos vamos a dormir literalmente destrozados. Alba ha demostrado ser realmente resistente ante un larguísimo día de caminata con una mochila en su espalda. Es la primera excursión en la que tiene que llevar mochila, siempre lo acostumbro a llevar yo todo.

En el interior del sacode dormir no paso frío pese a ser propenso a ello. El haber estado expuesto al quemante sol durante todo el día me ayuda a no pasar frío, incluso a veces tengo la sensación de emitir calor a modo de estufa y he de abrir un poco el saco. La noche da paso al día como ocurre a diario en nuestra latitud. A las 5:45 suena el molesto despertador. Comemos unas galletas Tostarica y Dinosaurios, desmontamos la tienda y a las 6:20 nos ponemos en marcha por la solitaria senda. El fresco de la mañana unido a la humedad de la sombría zona nos permite avanzar con menos cansancio que si estuvieramos abrasados bajo el sol, aunque notamos el cansancio latente de la larga caminata de ayer. Aún tenemos que bajar hasta los 818m del pueblo francés de Toes, a 2.000 metros de desnivel por debajo del Pic de la Fossa del Gegant que coronamos ayer y a gran distancia sobre el mapa del Santuario de Nuria (ni siquiera aparece en el mapa, pues está más lejos). El camino continúa estando embarrado y constituyendo un riachuelo en numerosas ocasiones, lo que hace la marcha más lenta.

Hacia las siete de la mañana llegamos a la primera pasarela. Estos artilugios metálicos son la única manera de progresar por la encajonada valle. A veces entre dos verticales paredes sólo tenemos el caudaloso río y las pasarelas unidas a una de las dos paredes o cruzando el río a modo de puente colgante metálico. Tras la primera pasarela hay que caminar bastante rato por una senda. Me hallo impaciente por llegar a la siguiente instalación pues es muy entretenido avanzar por ellas, sobre todo cuando en vez de ir bien sujeta a la pared cruza al otro lado del río oscilante. La verdosa y densa vegetación, el río, el estrecho paso y las instalaciones son el escenario ideal para pasar una mañana de excursionismo en la naturaleza. Incluso ofrece una excelente protección frente al potente sol del verano, que no por estar más lejos de nuestro azul planeta nos irradia menos. A Alba no le hacen tanta gracia la pasarelas y no ve el momento de llegar a Toes, pues a ella no le gusta el excursionismo y mucho menos las largas y cansadas caminatas.

La guindilla a la completa travesía que iniciamos hace veinticuatro horas es un camino que avanza escavado en la roca en un gran acantilado desde el cual se puede divisar el río a unos cincuenta metros más debajo de nuestros pies. La senda hace aproximadamente un metro de ancho y presenta un pasamanos en el lado de la pared, lo que la hace bastante segura pese a la presencia de algunas piedras en el suelo que nos podrían hacer tropezar y tener una fatal caída. Es un lugar ideal para tomar fotografías y disfrutar del contacto con la naturaleza. La alegría nos invade cuando observamos desde dicha senda, bastante abajo, unas casas de piedra con el tejado de pizarra, que indudablemente constituyen la población de Toes, que en Francés es Thuès-entre-valls. Una sinuosa bajada de unos veinte minutos nos lleva al final de nuestra travesía a pie, tras un total de catorce horas de excursión sumando las 11h45min de ayer y las 2h10min de hoy.

A las ocho y media hemos llegado al pueblo, donde llenamos las botellas de agua en una fuente. A un lado tiene la N-116 y al otro lado la línea férrea del tren groc. Vamos a la parada del gracioso medio de transporte, donde a la sombra de su único equipamiento (una marquesina) desayunamos de nuevo a la espera de que den las 9:49. A esa hora subimos al primer tren del día junto a un francés con boina y otras dos parejas catalanas que vienen de Núria. El revisor vende los billetes a bordo, el importe del cual es de 13,90 euros hasta la Tor de Querol. En nuestro vagón una señora francesa de abuelos españoles pregunta las nacionalidades de los presentes. Hay un italiano, una estadounidense, un australiano, una pareja catalana y diversos ciudadanos franceses. En el ambiente se palpa que estamos en un tren turístico. En cada parada, un señor de un solo brazo baja a tomar fotografías con una gran cámara fotográfica. Nosotros bajamos a fotografiar un tren groc antiguo, con vagón descubierto incluido, ya que por desgracia a nosotros nos ha tocado el nuevo, donde hace frío debido al excesivo aire acondicionado.

Recorremos la verde Cerdanya entre varios macizos pirenaicos. A nuestra izquierda tenemos el macizo del Puigmal de donde venimos, mientras que a la derecha tenemos el del Carlit. Delante aparecen el Cadí y asoma el Pedraforca, donde estuvimos el fin de semana pasado. Extensos prados, pequeños pueblos, muchas vacas y coloridas flores distraen la vista durante el duradero recorrido de unos 50km a poca velocidad. A las 12:12 llegamos a la Tor de Querol y a las 12:30 parte el autobús de la Renfe. Si hubiésemos cogido el tren de las 10:37 habríamos tenido que esperar unas tres horas y media a la salida del siguiente autobús. La línea de tren se encuentra cortada por obras desde mayo por lo que Renfe ha fletado unos autobuses alternativos que te llevan a Ribes de Freser. El autobús es pequeño pero sólo nos lleva hasta Puigcerdà. Aquí es donde cogemos uno más grande tras abonar el importe del billete (2,60 euros). Pasando por La Molina llegamos a la collada de Toses, donde comienza un sinuoso descenso que pone los pelos de punta a la mayoría de los viajeros. Al ser más alto que un coche, parece balancearse más y en numerosas curvas parece que nos vamos a pespeñar al otro lado del quitamiedos, donde en todo momento hay una pronunciada pendiente. En todas las curvas el robusto autobús debe invadir el carril contrario para abrirse lo suficiente pues la carretera y los carriles no son precisamente anchos. Pasadas las dos del mediodía, mientras bajamos del autobús, algunos viajeros felicitan al conductor por haber logrado conducirnos hasta aquí por una carretera no apta para este medio de transporte. Desde la estación de Ribes Enllaç caminamos hacia el centro del pueblo, donde tenemos estacionado el coche. En un paseo arbolado comemos en un sombrío banco de piedra junto al río.

De la manera descrita ha acontecido la travesía Núria - Toes, en principio asequible para cualquier excursionista en dos días, y algo más dura si se prefiere realizar en un único día. Quizá lo ideal es tomárselo con calma y hacer numerosas paradas para tomar fotografías, contemplar el paisaje o reflexionar sobre aspectos varios de la vida, así como dormir en aquella verde valle de Carançà que tan buen cobijo nos puede ofrecer por la noche. Satisfechos de que todo haya salido bien pasamos página, esperando en el futuro poder seguir realizando empresas de tal belleza, que nos hagan sentir vivos en este mundo tan imperfecto, desigual e injusto, y nos alejen de la aburrida vida cotidiana y de la civilización, buscando en las montañas lo que en nuestras modernas ciudades no encontramos.

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