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Thursday 28 de August de 2008, 12:52:02
08-08-08:Ruta por las pinturas rupestres de Alacón ( Teruel )
Tipo de Entrada: RELATO | 2476 visitas

En esta mágica fecha realizamos la Ruta del Barranco del Mortero y Cerro Felío, uno de los Senderos del Parque Cultural del Río Martín. Desde el nacimiento del barranco avanzamos por su interior, un entorno inhóspito y abrupto, hasta llegar a los abrigos naturales de Cerro Felío. Alba completa la ruta hasta la balsa y ermita de San Miguel mientras que yo doy media vuelta en busca del coche para posteriormente recogerla en el punto final de esta solitaria ruta.

Hacia las ocho y cuarto de la mañana partimos desde el estacionamiento, situado en plenos campos de cultivo hasta donde la vista alcanza, a excepción de una brecha profunda llamada Barranco del Mortero, por donde hoy no fluyen las aguas. La sensación de soledad y el dilatado paisaje me traen a la memoria las experiencias vividas las pasadas navidades en el transcurso del Camino de Santiago. Junto al coche hay un cartel con dos señales de prohibición: en una sale una persona con un detector de metales, y en la otra un fósil con un pico. En definitiva, no está permitido expoliar el patrimonio tanto arqueológico como paleontológico.

 

Desde un mirador ubicado junto al coche comenzamos a descender hacia el interior del barranco, que en este punto surge de la nada. En realidad tiene principio con una cascada ahora seca y una zona de agua estancada donde en mejores épocas debe de ser parte del río que ha dado lugar a este cañón en pleno material jurásico. “Un escarpado circo rocoso cierra la cabecera del barranco y a sus pies se forma una balsa que recoge el agua que cae en época de lluvias”. Según he leído, era un lugar ideal para cazar en los tiempos en que aquellas personas plasmaron sus inquietudes en diferentes abrigos rocosos de la zona mediante pintura roja. Un animal en este lugar era presa fácil, prácticamente no tendría posibilidad de huir.

 

Muy cerca del aparcamiento, antes de llegar al fondo de la brecha, nos encontramos con unos tres o cuatro grupos de pinturas rupestres con su correspondiente panel de interpretación. En él aparece el dibujo que en teoría deberíamos observar en la roca, pero a la práctica se nos antoja una tarea sumamente difícil y sólo pocas cosas logramos ver en la pared. La pintura parece muy poco nítida, y es necesario gran tiempo para llegar a adivinar donde están realmente esos animales, plantas o cazadores. Estos abrigos son llamados Covacha Ahumada, Abrigo de los Trepadores, Abrigo de los Borriquitos y Abrigo de los Recolectores, en referencia al contenido hallado en los mismos.

 

Arriba, en los campos abiertos, hace un viento fortísimo, pero aquí dentro estamos resguardados. Bajamos hasta la base del Barranco del Mortero, donde iniciamos una travesía en suave descenso junto al secho lecho del río, que va a durar hasta las 11:20, es decir, una hora y media aproximadamente porque allá en las pinturas rupestres nos hemos entretenido otra hora y media. Subí al coche a por los prismáticos porque en algunas es posible utilizarlos debido a que la valla que protege las pinturas se encuentras a unos metros de las mismas. Durante la travesía nos encontramos con el cráneo de un animal parecido a una oveja, el cual debe haber sido carne de cañón para los numerosos buitres leonados presentes en la verticales paredes. Grabamos el vuelo de unos cuantos a los cuales parece haberles molestado nuestra presencia, pues han abandonado el lugar donde reposaban sobre el precipicio. No mueven mucho las alas porque aprovechan las corrientes térmicas para desplazarse sin apenas consumo de energía.

 

Un cartel nos informade que durante los próximos cuarenta minutos no hay una senda evidente, tenemos que avanzar por donde creamos conveniente. Es terreno de piedras y también hay dispersa baja vegetación que es mejor evitar. Aparecen barrancos secundarios y conforme avanzamos el principal va haciéndose menos imponente, pues se va abriendo progresivamente. Un sendero en ascenso nos lleva a los abrigos del Cerro Felío, situado en el lado izquierdo del barranco. Además de construcciones humanas basadas en muros de piedra que dejan un lugar habitable entre ellos y la cueva, tenemos las pinturas rupestres en el Covacho Ahumado, Abrigo de los Encebros, La Tía Mona, Covacho Eudoviges, Frontón de los Cápridos, el Abrigo de los Arqueros Negros y la Cueva del Tío Garroso, “entre otros abrigos con manchas y restos de pigmento de imprecisa significación o difícil interpretación”.

 

Aquí nos encontramos con una familia que ha aparcado abajo, pues es posible acceder por pista hasta este lugar y hasta un poco más arriba del barranco por donde venimos. Son los únicos humanos que hemos visto en la zona. Durante el descenso hasta el fondo del barranco nos da el mediodía y el calor se hace casi insoportable. Hace un sol radiante y aún nos queda regresar hasta el coche o bien llegar hasta el final de la ruta por pista, lugar donde está la ermita de San Miguel. Desde allí hasta el coche por carretera debe de haber unos seis kilómetros, por lo que decido deshacer los hecho hasta ahora a por el coche. Para Alba, en cambio, lo más fácil es ir hasta la ermita por la cómoda pista (por donde ha venido la familia) y esperar a que llegue allí con el coche.

 

Mi regreso es agotador y sólo pienso en llegar al coche, por lo que voy lo más rápido que puedo, incluso corriendo algunos tramos. Me siento tonto por ser el único aislado a esas horas del día bajo el sol abrasador, alejado de cualquier tipo de sombra a excepción de la que me proporciona mi sombrero de paja, el cual para más inri me debo quitar a causa del calor. Recorro los cuarenta minutos de tramo sin camino evidente en diecisiete minutos, con el cronómetro puesto en marcha con tal de retarme, darme prisa y distraerme. Sobre la una y media del mediodía, más de cinco horas después de haber partido, diviso de nuevo el coche, mi salvación. Sólo queda abandonar los campos para refugiarnos en el pueblo a la fresca sombra de alguna pared de piedra para comer. Más tarde, en Oliete, caminaremos pocos minutos hasta el Frontón de la Tía Chula, donde además de ver lo rupestre encontraré unos fósiles. Finalmente, a última hora de la tarde, en aproximadamente una hora de excursión, llegamos hasta la Sima de San Pedro, de 108 metros de profundidad y 100m de diámetro en su boca. En su interior hay un lago “cuya profundidad está calculada en 25 metros”. Cerca suyo impresiona la presencia de plantas. Un cartel indica que el inicio de la cadena trófica lo marca la caída de cadáveres a dicha cavidad, de cuyos restos se nutren algunos organismos acuáticos que no son peces.

 

Con esto doy por finalizado mi segundo escrito sobre las excursiones realizadas en tierras turolenses el presente mes. El tercero y último relato en el Parque Cultural del río Martín va a ser la Ruta de los Estrechos, en el término municipal de Albalate del Arzobispo, donde cierto tramo me recuerda a Les Gorges de Carançà. De nuevo, un profundo cañón y la visita de diferentes pinturas rupestres nos van a llevar a otro de estos parajes solitarios, donde por las noches, al salir de la tienda de campaña, se puede contemplar con anhelo ese esplendoroso cielo estrellado que nunca más podremos ver en nuestras queridas ciudades.

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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