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Sunday 14 de December de 2008, 12:06:28
16-11-08 : subida al Puigsagordi a través del sendero
Tipo de Entrada: RELATO | 2245 visitas

Cómodo ascenso a la bonita montaña de Centelles, un excelente mirador sobre la plana de Vic, el Montseny y sobre todo de la población de Osona donde nos encontramos. También es buena zona para la búsqueda de fósiles marinos o contemplar de cerca las peripecias de la gente en el transcurso de una vía ferrata.

 

 

Como ya va siendo habitual últimamente, partimos a media mañana cuando el Sol lleva haciendo acto de presencia hace rato, para así no sufrir el frío que aún pueda quedar a primera hora fruto de la noche anterior, como un residuo de ésta. Cuando llegamos a la pista donde se deja estacionado el coche, hay un buen número de ellos aparcados a ambos lados de la misma. Sin necesidad de equiparnos con nada especial, nos disponemos a acometer la ascensión al Puigsagordi de una manera intermedia: ni a través de la vía ferrata Baumes Corcades, ni gracias a la carretera que te lleva hasta la cima, sino simplemente caminando, como siempre ha hecho nuestra especie hasta la aparición de la vida sedentaria y el auge de las enfermedades cardiovasculares.

 

No debe sorprender a nadie que a Alba no le apetezca en absoluto abandonar su hogar, pues para nada se siente atraída por ascender a cumbre alguna para instantes después bajar. Fiel a sus principios, comienza a observar por la zona una gran concentración de locos, esta vez provistos de casco, arnés y disipador, así como alguna cinta exprés para descansar de una grapa en momentos de apuro o como ayuda frente a los extraplomos. Llegados a la base del promontorio rocoso donde comienza la ferrata, un grupo de unas quince personas paradas en el estrecho sendero nos dificultan algo el paso. Detecto sobre el casco de uno de ellos, seguramente un profesional, una webcam que debe servir para reír un rato en casa rememorando los momentos vividos aquí. Con unas lazadas que intentan superar el desnivel poco a poco, nos situamos sobre el primer promontorio, tratándose de una especie de prado, aunque con presencia de árboles. Sentados sobre un tronco caído observamos como atraviesan el famoso puente, no recuerdo si tibetano o nepalí. Por cada persona son más de diez minutos, y hay más de una decena a la cola esperando que llegue su turno. Si uno desea realizar el puente, no hay mejor cosa que madrugar, pues a estas horas, un soleado domingo suele estar a tope.

 

De nuevo el sendero va de aquí para allá intentando subir poco a poco, hasta que llegamos al final del segundo tramo, lugar donde comienza la última subida hasta la cima. Como no vamos en plan ferratero, cosa que Alba no podría soportar, no vamos a tener que sudar los dos extraplomos ni trepar sobre una escalera metálica para llegar al mástil donde ondea la bandera catalana acariciada por el viento a casi mil metros de altitud. A mi compañera le cuesta superar algún pequeño obstáculo final, pero acabamos llegando a la cima sobre las dos del mediodía, donde pasaremos un par de horas comiendo, observando el paisaje, meditando y leyendo. Ella, para variar, tiene una novela de Agatha Christie, de la cual pronto se habrá leído toda su obra traducida al castellano o catalán. Yo tengo el “Viaje por Sudamérica” de Enrique Granado y Ernesto Guevara, donde narran sus aventuras de mochileros desde su Argentina natal hasta Venezuela, pisando territorio Chileno, Peruano, Brasileño y Boliviano sin apenas dinero, pasando hambre y calamidades varias, aunque ayudados por los pobres indígenas de la región.

 

En un momento dado, dejo a Alba inmersa en sus detectivescas lecturas para acercarme a un depósito de agua que marca la cumbre real, pues es más elevado que donde está el mástil. Desde allí me sorprende ver algunas agujas de Montserrat, no pudiendo evitar recordar la sufrida Matagalls Montserrat, aún no muy lejana en el tiempo ni en la memoria. Regreso junto a Alba pero en tan idílica ubicación, al borde de la “cinglera” con todo el Montseny enfrente y la plana abajo, me pierdo mirando una y otra vez el paisaje. Una de las cosas que más sorprende es la cantidad de nieve que parece haber en el Puigmal en esta época del año. Incluso el Canigó se muestra nevado, pero en cantidad menor. Quizá también valga la pena comentar que, cosa sorprendente en mí, hoy he comido de fiambrera, siendo habitual que me alimente de bollería y patatas varias, o de bocadillos en su defecto, cuando salgo a la montaña. Con razón me pesaba tanto la mochila.

 

Hay un chico que lleva mucho rato aquí sentado, como nosotros, por lo que en un primer momento me hago la idea de que ha subido hasta aquí para meditar, pero nada más lejos de la realidad. Unos noventa minutos después aparecen dos compañeros suyos, que deben haber preferido hacer cola en el puente de la vía ferrata. Abandonan el lugar mientras Alba y yo continuamos con nuestra tranquila tarde en la cima del Puigsagordi, bajo un sol que se agradece y ante un grandioso panorama. La hora de la partida es dolorosa, porque uno es siempre reticente a renunciar a algo bueno, pero es el momento de regresar a la civilización. Una piedra de forma sospechosa me llama la atención, y la alegría me embriaga al percatarme de que es un fósil en la mismísima cima, que después de millones de años de existencia ha ido a parar a mis manos. Para colmo, no es una concha como las que encontramos el pasado verano en Teruel, sino que tiene el dibujo de una estrella de mar; un tipo de fósil que vi ayer en el Expominer pero del cual aún no tenía ningún ejemplar. Se trata de un erizo marino ya extinguido, y debajo tiene un agujero por donde comía, a través del cual entró la arena antes de fosilizar. Una prueba más de que por aquí antiguamente no estaba el Montseny, Cingles d´ en Bertí o Montserrat, sino un mar del cual emergieron.

 

La bajada es lenta, y numerosas personas nos adelantan. Me llama la atención que, debido a la presencia de la vía ferrata, las personas son más jóvenes de lo habitual, y se escucha más el castellano que el catalán. En otras regiones todo el mundo que te encuentras caminando por la montaña te saluda en catalán, y son de una edad media superior. En cuanto vemos la carretera, sobre el segundo tramo, Alba me propone bajar por ella, aún advertida de que seguramente sea larga y de que no sabemos a donde iremos a parar. Pero no tiene ganas de continuar por el sendero, cosa que le parece dificultosa y cansina, así que optamos por continuar sobre asfalto alejándonos en gran medida de la zona de la vía ferrata. Echamos unas carreras pues la pendiente siempre es en bajada, no vaya a ser que se nos haga de noche, pero se cansa muy pronto o bien la hago reír y según ella en ese momento no puede continuar. Aunque parezca mentira, quizá hayamos ahorrado tiempo bajando por la misma, debido a que Alba avanza muy lentamente por sendero cuando éste presenta la más mínima complicación. En todo caso, del coche nos vamos a dar un pequeño paseo a Centelles, donde se ha hecho medio de noche porque el sol ya queda escondido por la “cinglera”, lo que hace que se sienta un gran frío. En el siguiente pueblo, Aiguafreda, también damos un pequeño paseo, pero vuelve a ser triste ver que tampoco da el sol. De regreso a Granollers pasamos por la termal villa de La Garriga, donde aún hace sol, por lo que pienso que debe ser triste vivir tanto en Centelles como en Aiguafreda en cuanto a horas de sol se refiere. En definitiva, ha sido más una experiencia meditativa y contemplativa, que excursionista, aunque a veces se puede ser más féliz deteniéndose un poco y meditando, que actuando por inercia como en la propia vida, con el riesgo de que cuando uno se de cuenta ésta ya haya llegado a su fin.

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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