Tuesday 23 de December de 2008, 12:55:55

En busca de las nieves del Matagalls en compañía de Juanjo, aunque después del caluroso día de ayer la cantidad ha menguado hasta cubrir tan sólo una pequeña parte del recorrido. Multitud de gente y un descenso aventuresco dan el toque de color a una ascensión que debo de haber realizado en más de una decena de ocasiones.

Si me preguntaran por qué pretendo ascender hoy al Matagalls, respondería sin duda “porque está nevado”, algo poco habitual en este siglo XXI aunque no en tiempos pretéritos, cuando el Montseny presentaba “nieves perpetuas” unos siglos atrás. Resulta que ayer, en un pequeño paseo a través del bosque en Alella, en territorio de jabalíes, llegué hasta una pequeña cumbre coronada por una torre de alta tensión desde donde observé la inmaculada blancura de la nieve que cubría la cúpula del Matagalls. En el fondo, seguramente ascendí hasta dicho lugar con una idea en el subconsciente: divisar el Matagalls y vislumbrar la presencia o ausencia de nieve, pues mucho tiempo llevo soñando ascenderlo con raquetas de nieve. Hoy no es el día adecuado puesto que su presencia es insignificante, de modo que continuaré acechando a la montaña hasta que un día, después de una copiosa nevada, logre cumplir mi sueño. El problema radica en que la presencia de nieve, en cuanto deja de nevar, disminuye estrepitosamente hasta desaparecer por completo en uno o dos días.

Sobre las diez y media, Juanjo y yo dejamos atrás el coche, los abrigos, los guantes y gorros de lana, ante la perspectiva del soleado y cálido día que pronosticamos. El vehículo está estacionado en el margen de la carretera porque los dos aparcamientos están al completo, el primer síntoma de lo que se avecina. No viene de nuevo el hecho de que cuando en el Montseny hay nieve acude multitud de gente, pero quizá con la susodicha crisis económica uno sigue tirando al monte, pero a lugares más cercanos de casa ante el riesgo de salir con los bolsillos vacíos de la gasolinera, más aún en tiempos de compras navideñas. Juanjo, el padre de Alba, me dice que una vez ascendió al Matagalls desde este lugar, así que deduzco que Alba subió al Matagalls cuando era pequeña aunque no lo recuerde. En aquella época de viajes con sus padres, cada vez que llegaba a una cumbre era premiada con un huevo Kinder.

A través del pequeño bosque nos alejamos de Collformic, apareciendo en la ya despejada zona donde el sol aprieta fuerte en verano. Sólo una vegetación baja de forma esférica que me recuerda a la sabana africana ha logrado resistir a las inclemencias del viento, y quizá también de la temperatura. Adelantamos a diferentes tipologías de excursionistas, a priori ocasionales, puesto que ya desde el coche parten con los voluminosos abrigos bajo el brazo bajo un sol de infarto. Al llegar a los pastos llanos donde hay un antiguo pozo de hielo, la nieve comienza a hacer acto de presencia. En el horizonte tenemos el Puigmal, junto a otras montañas pirenaicas de menor altitud, todas ellas nevadas. La plana de Vic se halla inmersa en su habitual niebla, por encima de la cual vuelan caprichosamente dos globos aerostáticos impulsados libremente por el viento. Quizá lo más romántico de dicha actividad sea el hecho de no poder elegir un destino, y dejarse llevar por lo que la naturaleza te depare.

Afrontamos la ascensión del Turó Gros sin pérdida de tiempo, pues hemos de estar para comer en casa de Juanjo. Alba, en vez de venir con nosotros, ha preferido quedar con una amiga en su ciudad, pero luego habrá tiempo de contarle las aventuras y desventuras acontecidas en la excursión. El acceso a la parte superior del Turó Gros sería una dura subida si se llevase a cabo frontalmente, pero por suerte el camino avanza en diagonal haciendo que la pendiente sea menor. Juanjo cree que una pendiente del 100% es vertical, pero acabo convenciéndole de que se trata de una pendiente de 45º, ya que al recorrer cien metros en horizontal habrás ganado cien metros de altura. Me explica aquella vez en que se bañó en el Ibón Superior de Coronas, en los tiempos en que su familia viajaba por el Pirineo. Desde hace muchísimos años que no hace ninguna excursión, pero hoy responde a la perfección. Desde el Turó Gros hasta la Font de la Rosa y la Font del Llibre el sendero está cubierto por hielo resbaladizo, a la sombra y compactado por la multitud de personas que lo han pisado, por lo que extremamos las precauciones. Entre ambas fuentes hay medio centenar de personas, algo realmente sorprendente pues es toda la gente que te puedes encontrar entre subir y bajar normalmente.

Una sencilla subida final nos lleva a la cruz del Matagalls, donde un grupo de más de veinte personas se está fotografiando junto a ella. Juanjo me toma unas fotografías en la nieve, observamos las panorámicas con los prismáticos, me deleito como siempre con el perfil de la cresta de los Castellets en Les Agudes y reconocemos el Tibidabo, punto culminante de la Serra de Collserola y lugar donde está el parque de atracciones de la capital catalana. Me como unas galletas de Dinosaurios Lu, contemplamos por última vez el paisaje e iniciamos el descenso por la ruta normal, puesto que ya son las doce y así sobre las dos podremos estar en casa gracias a no haber hecho paradas, las cuales tampoco son necesarias por la baja dificultad de la ruta. Esta vez el acceso al Turó Gros parece ser más resbaladizo y estoy a punto de estamparme varias veces, pero llegamos indemnes a las cercanías del Turó Gros. Abajo vemos la diminuta carretera donde estamos aparcados, fruto de la distancia a la que está situada, cuando Juanjo propone dejar el sendero y bajar directamente a ella en un terreno incierto donde no hay senderos ni gente. Aún no hemos llegado al inicio del descenso del Turó Gros de la ruta normal.

En un primer momento aparecen unas paredes de piedra que evito por terreno con gran presencia de baja vegetación, cosa que retarda el avance siempre en descenso, mientras que Juanjo se ha puesto a destrepar las rocas pese a mi consejo de optar por el camino más seguro. Como no es una zona de paso de gente, podría ser que al agarrarte a una roca ésta cediera y suceder alguna desgracia. Después de dar el rodeo entre vegetación, aquella que me recuerda a la sabana africana, e incluso helechos secos y zarzas punzantes, me reencuentro con él y continuamos la aventura con la incertidumbre de si llegaremos a buen puerto. En un terreno de zarzas Juanjo se va al suelo aparatosamente, y se levanta con el brazo magullado; tiene arañazos con sangre. Como él sí es un hombre de campo, en concreto de Mérida, dice que no ha sido nada y sigue tan pancho, mientras que yo, nacido y vivido siempre en Badalona, tendría para tres semanas de quejas y lamentaciones por las heridas. Es lo que tiene ser hombre de ciudad.

El terreno parece no acabar nunca, nos vamos acercando a los cultivos de Sant Andreu de la Castanya, la masía habitada a mayor altitud del Montseny, por cuyos alrededores tenemos un encuentro con cabras. En el interior de un bosque, echando en falta un detector de metales y soñando toparme con algo olvidado hace unos siglos por alguien, vamos perdiendo altura sobre un manto de hojas secas que en cualquier momento puede esconder una piedra que te lastime el tobillo. La incierta empresa acaba gratamente en el aparcamiento donde comienza la Matagalls – Montserrat, desde donde a través de la carretera llegamos al coche hacia la una. Juanjo se ha encontrado enla cuneta una botella de vidrio antigua de Coca Cola, la ha recogido y se la lleva para casa, a donde llegamos a las dos del mediodía. Ya sólo queda contarle a la Alba y su hermana por donde me ha metido su padre, enseñarle las heridas que se ha hecho, comer las migas extremeñas y perder con Alba y su amiga al juego de mesa “Saber y Ganar”, aunque visto de otro modo he quedado medalla de bronce, posición bastante mediocre teniendo en cuenta que sólo somos tres jugadores…

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito