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Monday 29 de December de 2008, 18:41:37
29-12-08: Paseando por la playa tras el temporal
Tipo de Entrada: RELATO | 2026 visitas

Debido al viento y la lluvia de los últimos días, el litoral catalán ha sufrido diferentes daños en función de la zona en cuestión. Imaginando la multitud de almejas que deben haber sido arrastradas por el mar hasta la arena de las playas de Badalona, me decido a emprender un paseo con la intención de ampliar mi colección de conchas, y ver que ha sido del litoral donde tantos soleados días de verano he estado pedaleando, apeándome de la bicicleta en busca de conchas de variopintas formas y colores.

 

 

 

A las nueve y cuarto de la mañana dejo la comodidad del dulce hogar, tras lo cual me veo en la calle caminando bajo un destartalado paraguas negro que me protege de la llovizna. Diríase que no llueve, sino  que chispea de un modo gracioso para nada molesto, que le da un toque de adversidad a mi empresa. El termómetro digital del plafón publicitario que hay en la estación del tranvía marca ocho grados centígrados, una temperatura realmente baja en mi ciudad, donde la presencia del mar ayuda a que gocemos de un clima benigno en invierno, con unas temperaturas superiores a ciudades cercanas pero situadas hacia el interior. Compruebo que el coche sigue aparcado en su sitio, intacto, algo que en Badalona no siempre es así, y me dirijo a pie hacia el puerto deportivo , al cual llego después de cruzar las vías del tren.

En la playa contigua al puerto deportivo – desconozco su nombre – comienza mi búsqueda, que voy a llevar a cabo hasta la siguiente población, Montgat, situada a unos cuatro quilómetros de distancia. Aún no me atrevo a pisar la arena porque hay dos galgos extremadamente delgados corriendo alegremente, así que espero hasta que el dueño se retira con sus perros, quedando la playa desierta de vida, aunque repleta de basura que ha sido arrastrada desde el mar; el agua nos devuelve lo que le hemos echado y no le pertenece, no aceptando tales regalos de nuestra parte.

Bajo el paraguas, protegido de las pocas gotas de agua que caen del cielo, escruto las diferentes marcas blancas dispersas por la arena, que no son más que agrupaciones de centenares de conchas diminutas que han abandonado su hogar por deseo y voluntad del viento.  Continuamente, las ensordecedoras olas rompen en la arena impidiéndome sentir la calma de la soledad del lugar, además de avisarme de que no me acerque hasta su dominio pues como todo viejo de mar sabe, no hay que fiarse de él. No sería el primero que por un descuido es arrancado de la tierra y engullido por las olas, en sentido contrario al de las almejas sobre las que camino. 

Llama la atención que la basura no está dispersada homogéneamente, si no que hay una especie de bolas donde se acumulan multitud de deshechos, a modo de fardos de algún tipo de planta acuática de color marrón que atrapa papeles, plásticos, envases o cosas irreconocibles e inidentificables. Un llamativo cono de los utilizados en las carreteras es el objeto más grande que hay de origen humano. Si tuviese algún tipo de escoba – rastrillo sería divertido comenzar a hacer una pila de basura,  acometiendo el rol de voluntario como en su día los hubo con el chapapote en Galicia. Pero la patrulla de limpieza de las playas sólo trabaja en verano, y hoy no hay nadie para dejar en un estado decente las playas de Badalona, aunque supongo que harán algún tipo de actuación extraordinaria para que todo quede bien.

Caminando hacia las playas del centro de Badalona me encuentro junto al Pont del Petroli, un puentecillo ahora en rehabilitación a través del cual se comunicaban la empresa CAMPSA y los barcos petroleros. Una boya roja de medio metro de diámetro va y viene con el agua a modo de vistosa pelota de gran tamaño, siendo un gran hechizo bajo el cual mi mirada queda atrapada durante unos instantes. Me olvidaba de dejar constancia de que en la playa anterior encontré a un señor pez, de unos quince centímetros, mirando hacia su hábitat, el mar, distante unos treinta metros más allá. El pobrecillo ha muerto víctima del temporal aunque no haya aparecido en ningún telediario. Antes de llegar a las playas más masificadas del verano, admiro el valor de unos surfistas que desafían al mar con la ayuda de sus tablas, cabalgando sobre espumosas olas que mueren a mis pies.

En las playas del paseo marítimo, frente a La Rambla, un señor de un organismo provincial ha bajado de su vehículo para tomar fotos de los desperfectos. Iremos avanzando hacia Montgat casi en paralelo, yo caminando sobre la arena y el por la carretera con su coche, haciendo paradas y bajando a hacer fotos, en las cuales debo de aparecer a menudo al ser el único que hay sobre la arena. En el aspecto material, la excursión es un estrepitoso fracaso, pues imaginaba encontrar multitud de conchas y apenas albergo media docena en el bolsillo. Quizá la gran acumulación de arena, que ha enterrado alguna fuente, ha sepultado las conchas que en un primer momento hubieran escapado del mar. De todas formas, siempre es grato y saludable dar un paseo aunque las expectativas psicológicas se vean truncadas.

Conforme mis huellas sobre la arena van quedando atrás, se desvanecen mis esperanzas de hallan un pequeño tesoro; una moneda antigua escupida por el mar; una botella de vidrio con un mensaje en el interior  llegada de un lejano lugar; algún objeto interesante que haya permanecido en el mar los últimos siglos. Es verdad que en este punto no he venido con mucha esperanza, pero en el subconsciente siempre se halla vivo este deseo. El padre de Alba me explicó que en un lugar, creo que Peñíscola, vio como una grande moneda se acercaba y alejaba, hasta que finalmente desapareció engullida por el agua. Quizá si tuviera un detector de metales, bajo esta acumulación de arena rescatara algún pequeño tesoro, pero no es el caso. Creo haber encontrado una moneda pero, al agacharme, lo que sujeto no es más que la pieza circular de goma que hay en el interior de las chapas: los tapones de botellas de vidrio.

Pasada la zona central de Badalona, me veo obligado a dejar la arena en algunas ocasiones por la presencia de instalaciones a pie de playa, hasta las cuales hoy llegan las olas del mar. Creo que son clubs relacionados con las actividades del mar, que seguramente se encuentran al margen de la Ley de Costas, además de haber sufrido inundaciones en su interior. Una vez llegado al paso subterráneo de la polémica zona de ocio Can Ribó, ya puedo regresar a la arena, teniendo ante mí una extensa playa carente de construcciones, ya en las afueras de Badalona, que me lleva hasta prácticamente la estación de Renfe de Montgat, donde doy por finalizada “la ida”. El botín final consiste en diez conchas y media que ampliarán la colección que he iniciado recientemente, compuesta de ejemplares recogidos por aquí en paseos con la bicicleta después de las lluvias, cuando se acumulan estos restos de organismos vivos. No hace mucho le regalé a Alba un collar de conchas que fabriqué con las que hallé con un agujero, el cual desconozco como se forma pero parece haber sido expresamente creado con una aguja en el lugar correcto.

Inicio el regreso por la arena, pues el espacio escrutado en la ida no tiene por qué coincidir; la superficie es inabarcable. Como telón de fondo están las Tres Chimeneas de la FECSA y las estructuras de captación solar del Fórum de las Culturas, mientras que al venir hasta aquí tenía el Turó de Montgat, lugar donde fue constituido el primer centro excursionista de la Península Ibérica, allá por el año 1876, actual Centre Excursionista de Catalunya. También alberga en su interior el primer túnel ferroviario de España, puesto que la línea férrea Barcelona – Mataró atraviesa sus entrañas desde el año 1848. Algo curioso es que en la actualidad, según un estudio, el tiempo de viaje entre ambas ciudades es el mismo que entonces, hace 160 años, dadas las peculiaridades de Cercanías.

Pronto abandono la arena porque de nuevo comienza a chispear, y ya es algo incómodo llevar tanto tiempo bajo el paraguas con algo de fresco, aún teniendo un largo camino hasta casa, en la otra punta de Badalona. Caminando junto a la vía del tren voy meditando sobre diferentes cuestiones, como por ejemplo si es mejor pasar a la Rambla o meterse de nuevo en la arena, pero de momento continúo junto a las vías del tren en el lado del mar. Un señor del Ayuntamiento de Badalona también baja de su coche para tomar unas fotos a la playa, por lo que deduzco que deben de estar tomando “pruebas” para solicitar las correspondientes ayudas económicas de cara a dejarlo todo decente. Según leí hace unos días en un libro sobre el Parc de la Serralada Litoral, Badalona tiene mayor antigüedad que Barcelona, aunque ahora sorprenda imaginar la Baetulo romana como la ciudad más importante de la zona. En el Turó de Montgat, como en Badalona, también había poblado ibérico, por lo que también debe ser más antigua que la actual capital.

Aún lloviendo, llego a casa bajo el destartalado paraguas (ahora un poco más) a las 11:35, habiendo partido a las 9:15 de aquí y a las 10:55 de las inmediaciones de la estación de Montgat. No he regresado con las manos vacías: tengo una decena de conchas – y media -  que dejo a secar sobre papel de diario, y la experiencia vivida guardada de alguna forma en las neuronas del encéfalo, como disco duro de ordenador, mágicamente. He conocido a un señor pez que añoraba su hogar, y un pezqueñín de rojos ojos no orientado hacia el mar pero que le ha llegado la muerte de forma prematura. He hecho algo de ejercicio y salud, y, lo más sorprendente, he llevado a cabo una caminata solitaria por mi Badalona natal que, aún siendo más de 220.000 habitantes, bastan unas pocas de gotas de agua para no toparte con nadie en la playa. Es el momento de reanudar la lectura de “Ruta 40” de Enric Soler i Raspall…

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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