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Monday 16 de March de 2009, 19:39:10
22-02-09 : Tavertet desde el pantano de Sau
Tipo de Entrada: RELATO | 4422 visitas

Ascensión al bonito pueblo de Tavertet, donde dicen que se respira el aire más puro de Cataluña, partiendo a orillas del pantano de Sau, junto a la sumergida iglesia románica de Sant Romà.

 

Ante el despertar de un nuevo día, por mi cabeza ronda la idea de salir de las sábanas y realizar alguna excursión, algo que no hago desde hace más de un mes. Después de barajar varias opciones, me viene a la memoria que tengo algo pendiente: la repetición de la ruta circular Tavertet – Sau que hiciera unos cuatro años atrás guiado por Xavier y compañía. Una vez definida la cuestión cerebral, es el momento de coger el equipo adecuado y esperar a una hora prudencial para presentarme en casa de Alba sin previo aviso, con el riesgo que ello comporta.

 

Hacia las once de la mañana llegamos al pantano de Sau, para lo que hemos tenido que dejar atrás las zonas soleadas y adentrarnos en las brumas osonencas. Enfriados por un débil viento que genera unas olitas en el agua, empezamos a degustar las patatas onduladas sabor jamón junto a la orilla, donde encuentro unos pequeños fósiles marinos. Visto el frío que produce estar parado en el lugar, retornamos hasta el coche, escogemos las cosas necesarias y nos disponemos a iniciar la excursión. Sin escrúpulo alguno, Alba me introduce una voluminosa novela de Agatha Christie, puesto que ella nunca porta mochila. Yo llevo el “Petjades de pedra” de Sergi Ramis, un libro sobre un enamorado del Nepal que incluye cuatro trekkings de altura en el país himaláyico, así como una descripción personal de Kathmandú.

 

Los primeros pasos son de incertidumbre, pues ni tengo mapa si sé por donde ascender hasta Tavertet, fruto de la espontaneidad con la que ha nacido la excursión del día. Vagamente recuerdo como Félix, mi hermana y yo ascendimos al pequeño pueblo, situado en lo alto de la “cinglera”, partiendo desde algún lugar cercano al club náutico. Caminamos por la pista en busca de alguna señal, pero pasamos el lugar y no aparece nada. Como no es plan continuar alejándose de los trescientos o cuatrocientos metros de paredes sobre las que se asienta la villa, giramos a la izquierda hacia una deteriorada pista utilizada para la extracción de leña, siempre en ascenso. Las dudas en cuanto al éxito de la ascensión son obvias, y me veo dentro de media hora de nuevo en el coche.

 

Por fortuna, o por merecimiento, nos topamos con un camino de gran recorrido, en el cual hay un poste con señales. Hacia la derecha hay tres kilómetros hasta Tavertet, mientras que tirando recto hacia las paredes hay cuatro, por lo que optamos por el camino más corto, que como veré luego es el que recorrí cuatro años atrás en diferente compañía, cuando Alba sólo caminaba desde casa a la Renfe, y desde el Metro hasta la facultad. Es ella quien va delante siguiendo las marcas rojas y blancas, mientras yo disfruto del sabor del caminar alejado de la civilización, donde la vida cotidiana me consume cada vez más. En mi próxima vida seré como Jesús Calleja, en vez de dar clase ante una jauría de adolescentes. Cada día será una nueva aventura, extrema o no.

 

El sendero transcurre íntegramente por el bosque, siendo en ocasiones una especie de riera erosinada por el agua, lo que suele denominarse trialera. No es hasta al cabo de un rato, cuando ya hemos ganado bastante altura, que aparece un diminuto claro con vistas aéreas, y arriba ya se adivinan varias casas con el abismo a sus pies. Junto a la blanca pared, por una especie de gran balma, avanzamos temerosos por el riesgo de desprendimientos, pero lentos por el cansancio que se va acumulando, especialmente el que porta la mochila. Desde el pueblo nos llegan las voces de turistas que con sus palabras rompen el silencio imperante en el resto de la excursión. Sólo nos hemos cruzado con un grupo de montañeros, quienes rondaban los sesenta años, edad a la que no llegamos Alba y yo ni de lejos sumando ambas existencias. Nuestra quinta debe de estar aún durmiendo después de la fiebre del sábado noche.

 

Aparecemos en los alrededores del mirador del pueblo, desde el cual se aprecian los extensos bosques y la presa del embalse que nos da de beber en nuestras ciudades. Ahora el Ter lleva bastante agua, pero en nuestra última visita pudimos fotografiar la iglesia, varias casas e incluso el cementerio del hoy sumergido pueblo. Más allá de los bosques tenemos las nieves del Matagalls, y les Agudes también nevada. Es curioso que lleve como dos meses nevado el Montseny de forma ininterrumpida, después de haber pasado varios siglos o milenios esperando para ascender el Matagalls en raquetas de nieve.

 

Caminando por el pueblo con la gorra como protección frente al sol, la chaqueta colgando de la mochila y la Alba junto a mí, compruebo como de nuevo somos los más jóvenes del lugar, a excepción de algún niño. Quizá nacimos en un período de poca procreación, dada la dificultad con que solemos coincidir con personas de edad similar, o bien nuestros pasos se alejan del camino predeterminado. Sea lo que fuere, ante nosotros la iglesia de San Cristòfol, románica del siglo XI. En su esbelta torre cuatro campanas, y en su interior unas arcadas de piedra y unas estrechas ventanas por donde la luz solar penetra con un misticismo inenarrable. En el exterior, un bello ábside y unas tumbas donde descansan literalmente en paz diferentes personas, entre ellas un mexicano que acabó aquí sus días.

 

La caminata por el pueblo, bajo un omnipresente sol, nos muestra que la mayoría de casas de piedra son recientes, fruto de algún tipo de especulación inmobiliaria. Alejados de las problemáticas que afligen al mundo mundial, comemos sin ningún tipo de prisa en los bancos que hay en el mirador, acariciados y atravesados por la estimada radiación electromagnética proveniente del astro rey que tanto se agradece en invierno. El bocadillo de la Alba es del jamón de Guijuelo que le venía en el lote de Navidad, por lo que le cambio un trozo de su bocadillo por un trozo del mío, de salami de procedencia desconocida sin denominación de origen alguna. Eso sí, de mis cuatro mandarinas le ofrezco generosamente dos, que casi no llegan a una por lo pequeñas que son. Se queda leyendo Agatha Christie mientras parto del banco en busca de agua, con la incertidumbre de si me habrá echado en falta en ese periodo. Pues va a ser que no. Apuro las últimas rufles sabor jamón de marca Dia antes de partir.

 

Fotografío a Alba en la puerta de una casa de 1800, según hay grabado en la fachada, y dejamos el idílico lugar, alejado del mundanal ruido, aunque hayan pasado varios jóvenes en unas motos que deben de haber sido escuchadas desde las últimas estrivaciones de las Guilleries. Uno siempre es reticente a dejar atrás algo que le gusta, pero el cielo se va cubriendo de nubes y tampoco es plan de pasarlas canutas en el descenso al pantano. Sentados frente al abismo, nos tomamos unas fotos donde aparecemos de espalda, al más puro estilo del marketing de productos montañeros, como quien reflexiona sobre el origen del hombre, el sentido de la vida o el adónde vamos. Nosotros hacia el Pla del Castell y el Puig de la Força.

 

Por una pista que me recuerda al páramo leonés del Camino de Santiago, pasamos junto a los restos de un viejo castillo, del cual prácticamente sólo quedan los cimientos. Junto a unos bancos de ciudad ubicados curiosamente en el bosque, está el mirador desde el cual apreciamos nuestro coche, el club náutico, y la punta del campanario de la iglesia emergiendo del agua. Hay una figura metálica donde aparece el nombre de las diferentes montañas visibles. Tomamos un sendero que indica Puig de la Força, 30minutos, 500m. Descendemos al borde del abismo con precaución, pues un mal paso te puede dejar centenares de metros más abajo en un estado bastante lamentable para ser velado a cara descubierta. Llegamos a una balma en la que algún día, si mi sueño se cumple, pasaré la noche y veré amanecer desde ahí, una especie de nido en plena cinglera bien visible desde el coche por la presencia de una gran roca. Por el sendero, inquietantemente cercano al abismo, llegamos hasta un pequeño collado rodeado de árboles desde el cual se accede en poco tiempo a la cumbre del Puig de la Força, donde subí en la excursión de cuatro años atrás. Recuerdo que habían restos de una especie de ritual satánico, quizá unas piedras haciendo espirales, no lo recuerdo bien.

 

Iniciamos una vertiginosa bajada por el bosque, a través de un sendero de tierras resbaladizo que paso tras paso intenta abatir nuestras rodillas y pies. El sol ya ha desaparecido y el mundo de golosinas, piruletas y casitas de chocolate ha quedado atrás, en aquellos momentos de reposo en el mirador de Tavertet. El sufrimiento hace mella en el subconsciente, y en el consciente, apareciendo el típico “cuánto falta” y “a ver si llegamos ya”. Con prudencia y buen hacer llegamos hasta una gran roca llana con vistas al pantano, donde estando sentado descansando me topo con unas piedras con más fósiles marinos diminutos con círculos concéntricos muy comunes por aquí. Piedra que veo, fósil que mete la Alba en la mochila, pues es difícil elegir con cual quedarte así que se me acumulan y opto por no mirar más ante el riesgo de bajar con exceso de carga.

 

El empinado sendero va a parar a una pista, desde la cual habríamos tenido que subir en las intentonas de días anteriores si hubiésemos encontrado el lugar. Una vez en la pista de recoger leña, los metros pasan más rápidamente, y en poco tiempo llegamos hasta el coche. A orillas del lago volvemos a mirar a la cinglera. Parece mentira que por allá arriba, en la pared, vaya el sendero. La balma donde algún día quizá pase la noche me mira desafiante sobre varios cientos de metros de pared. La Alba me mira como a un loco, pero yo ya tengo mi planificación. Un saco de dormir, esterilla, manta para el frío, linterna, comida, agua y ganas de aventura. Quizá algún día el sueño que nació cuatro años atrás en mis tiempos de romance montañero se haga realidad. Las locuras que más se lamentan en la vida son aquellas que no se cometieron cuando se tuvo la oportunidad.

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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