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Sunday 26 de July de 2009, 12:55:15
22-07-09 : GR-92 : Blanes – Lloret – Tossa – Sant Feliu de Guíxols
Tipo de Entrada: RELATO | 4 Comentarios | 8502 visitas

Caminata junto al mar a través de la masificada Costa Brava bajo un sol de infarto. El fuerte viento provoca un intenso oleaje que rompe con furia en los acantilados de la abrupta costa. Los últimos veinte kilómetros transcurren por el interior de la sierra de l´Ardenya, donde hoy está prohibido entrar incluso caminando por el extremo riesgo de incendios, pero no lo sé hasta que una vez en la mitad del trayecto me topo con una patrulla de los forestales y me invitan a abandonar el lugar, cosa que hago siguiendo hacia delante, hasta llegar a mi destino, Sant Feliu de Guíxols, tras unos 41km de recorrido y dos etapas y media teóricas del sendero de largo recorrido que une Portbou y Ulldecona a través del litoral catalán, desde Francia hasta Castellón.

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Una vez acabado el Camino de Santiago, proyecto que me ocupó desde octubre de 2005 hasta enero de 2008, me propuse que el siguiente objetivo sería realizar el sendero GR-92 entre Portbou y Ulldecona, también mediante escapadas de unos cuantos días aprovechando diferentes puentes o períodos vacacionales. Dado que el verano pasado llegué en bicicleta desde Badalona hasta Blanes a través de los paseos marítimos o junto a la vía del tren, me parece una buena idea proseguir con la exploración de la costa desde la citada ciudad, que por otro lado ostenta el honor de ser el inicio, o final, de la célebre Costa Brava, una región costera de gran belleza y salvaje hasta la llegada de los primeros turistas en los años 30 y 40 del siglo XX, cuando se inicia una transformación brutal de los pequeños pueblecitos pesqueros que pasan de vivir de la pesca, la agricultura y el corcho, a salir de una importante miseria gracias a las oleadas de turistas extranjeros, los famosos “guiris” que vienen en busca del sol y la playa que estas tierras ofrecen, apareciendo una explosión urbanística nunca vista que afectará enormemente a los parajes naturales de pinares y alcornoques, aquí llamados alzines sureres, la fuente del corcho que exportaban al resto de europa las decenas de fábricas que salpicaban la geografía de la zona.

 

A las 5:50 de la mañana parto de casa ligero de equipaje, el justo para regresar mañana después de dos días de caminata, y unas tres etapas del GR-92, intentando aprovechar al máximo mi escapada en términos espaciales. Dicen que en la vida, como en la montaña, no hay que cargar con cosas innecesarias, por lo que llevo sólo algo de ropa, de comida, el saco de dormir y poco más. He optado por dejar la tienda de campaña en casa porque me supone llevar una mochila más grande y pesada. Tampoco es mala idea pasar la noche sobre la arena de una perdida cala bajo el cielo estrellado de verano. El infortunio que me suele caracterizar comienza con un primer obstáculo, y es que a pesar de que no llueve desde hace mil años, al salir de casa lo está haciendo, y está a punto de caer fuerte. De camino a la estación de Renfe de Badalona, durante los veinte minutos de caminar intento sacar provecho de la fiebre constructora – especuladora, siguiendo las oscuras calles que albergan obra nueva, cuyas grandes terrazas, a diferencia de las viejas casas, me protegen de la intensa lluvia. En el cielo aparecen bellos relámpagos de un intenso color, muestra del poderío de la naturaleza en estos tiempos tan humanizados, como queriendo llamar la atención ante unos humanos que le dieron la espalda, cambiando la caza, la hoguera, el cultivo o la cueva por el futbol, la telenovela, el coche último modelo o el celular de última generación con tropecientas mil  inútiles funciones integradas a nivel existencial.

 

Al llegar a la estación de Renfe aún es temprano, por lo que no hay ningún taquillero. Me dirijo a la máquina expendedora de billetes y, tras adquirir el ticket a cambio de 4,35 euros de una manera tan impersonal, me dirijo al andén correcto por el paso subterráneo aún no adaptado a personas de movilidad reducida. En algunos aspectos no parece que estemos en el primer mundo, y mucho menos ya entrado el siglo XXI. Estoy observando el aún adormecido mar cuando el tren hace acto de presencia tan puntual como si funcionase gracias a un entresijo de mecanismos suizos. A través de la mojada ventana, dificultado por las gotitas de agua adheridas al vidrio, observo las extensas playas del Maresme por las que llegué en su día hasta Blanes haciendo uso de mi vieja bicicleta. También pasé por aquí caminando cuando fui a pie desde casa hasta el santuario de Lourdes del merendero de Arenys de Munt, algo que mi padre dijo que hará si algún día le toca la lotería, algo que aún no ha sucedido. Dejando atrás la costa, el tren finalmente se dirige hacia el interior, haciendo su primera parada en Blanes. La mayoría de pasajeros toman el autobús municipal hasta el pueblo, pero yo y algunos pocos nos dirigimos desde las afueras hasta el corazón de la villa mediante el medio de transporte más antiguo, que no es otro que el caminar. Una mujer de aspecto ruso o del norte se nos cruza en sentido contrario, y uno de los caminantes, originario de la América del Sur, le comenta a un compañero: “si todas las mujeres fueran así este mundo sería un paraíso”. Admirado por la inspiración de un sencillo hombre en el arte de las citas, tomo nota de sus palabras para citarlas en el relato que escribiré al llegar a casa con mi visión de las vivencias vividas durante la excursión.

 

Aunque no me queda de camino, me desvío a la zona de campings y apartamentos de la Avenida Madrid por motivos nostálgicos. Aquí pasé numerosos veranos, tres semanas de agosto, en compañía de mis padres y mis dos hermanas. Nunca lo pasé bien porque siempre he aborrecido la playa, el sol, la sal y la masificación. La afición por la montaña ya me viene de pequeño, aunque no comencé a practicar el excursionismo hasta el año 2004, con mis excursiones al Matagalls y al Valle de Núria en compañía de mi hermana pequeña o en solitario. Una vez vistos los campings La Masia y el Sol Mar tuerzo hacia la aún vacía playa a la altura del minigolf. Durante quince minutos camino sobre la arena acariciado por las aguas que vienen y van al romper las olas, hasta las proximidades de Sa Palomera, una gran roca que hay en el mar, de unos cincuenta metros de altitud, que para los puristas representa el auténtico inicio de la Costa Brava. A partir de aquí, la tranquila costa del Maresme, de arenosas y largas playas, da paso a la irregularidad, la verticalidad, la rocosidad, las calas inaccesibles por tierra, pero también al turismo de masas de bajo presupuesto. En realidad, la Costa Brava empieza un kilómetro antes, en la desenvocadura del río Tordera, que tuve que rodear en su día con la bicicleta metiéndome al interior para pode cruzar al otro lado del río y llegar hasta Sa Palomera, donde di por concluida mi escapada bicicletera. Como mañana o pasado es el festival pirotécnico, famoso a nivel europeo, el acceso a Sa Palomera está cerrado por obras de adecuación e instalación de los fuegos artificiales, así que me quedo con las ganas de ascenderla.

 

Después de lavarme los pies y las piernas, llenas de sal tras el paseo por el rompiente de las olas, me dirijo hacia el Castillo de Sant Joan a través del Passeig de Dintre (Paseo de Dentro), que como indica su nombre está en el interior, paralelo al paseo marítimo. Aún están montando las paradas del mercado de fruta. Al inicio de la ascensión al castillo hay grabado un texto en verso sobre unos azulejos de Triana que paso a transcribir en prosa:

 

Pasajero:

Tú, que pasas y levantas contra mí tu brazo, antes de que me hagas daño, óyeme bien: Yo soy el calor de tu hogar en las frías noches de invierno, soy la sombra amiga que te encuentras cuando caminas bajo el sol de agosto y mis frutos son la frescura apetecida que te sacia la sed en los caminos. Yo soy la armazón amiga de tu casa,la tabla de tu mesa, la cama en que tú descansas y la madera de tu barco. Soy el mango de tu azada, la puerta de tu morada, la madera de tu cuna y la envoltura de tu ataúd. Soy el pan dela bondad y la flor de la belleza. Tú que pasas, óyeme bien y … no me hagas daño. “Jardines del Beso”. (Játiva).

 

Durante los veinte minutos de ascensión hasta lo alto de la montaña, donde debe estar ubicado un castillo según los cánones, hay tiempo suficiente para meditar sobre la gran verdad que esconden las palabras de los azulejos andaluces, pero no por obvias respetadas por el hombre, cuyo legado en estas tierras ha sido la destrucción de bosques a costa de construir cientos de urbanizaciones. Sólo en Lloret de Mar, según he leído, hay más de sesenta. Hay muchísimos chalets de lujo propiedad de empresarios, tanto nacionales como extranjeros, muchos de los cuales a pie de costa, de dudosa legalidad teniendo en cuenta lo que dice la Ley de Costas, pero de todos es sabido que no hay nada como tener grandes cantidades de dinero para poder infringir la ley impunemente mediante diversos chanchullos. Desde lo alto del castillo, a través de un famoso agujero reproducido en numerosas postales en venta en las tiendas de souvenirs de Blanes, se observa toda la ciudad, a estas horas aún dormida y cuya playa sigue desierta. Hasta Lloret de Mar camino a través de diferentes urbanizaciones, una tras otra, algo que no me gusta para nada. Una cosa es leerlo en las reseñas; te lo esperas, pero cuando hay que vivirlo es cuando te llevas la gran decepción. Tomo un desvío a la cala de Santa Cristina porque de pequeño veníamos con el barquito turístico desde Blanes a pasar el día. Esta semana vendrán hasta aquí en procesión por mar desde Lloret de Mar con la virgen o la Santa, en el día de Santa Cristina, un acto que se lleva a cabo desde hace siglos. Dado que aún no hay turistas, puedo tomar estupendas fotos llenas de coloridos contrastes donde sólo se muestra la naturaleza: el azul oscuro del mar, el claro del cielo, el blanco de las olas, el verde de los pinos y la arena de la playa. Regreso al GR-92 y prosigo hasta Fenals pasando junto a la cala Sa Boadella, con vistas aéreas desde el sendero. Aquí puedo tomar mejores fotos porque la naturaleza se muestra más intacta, además de que como aún es temprano está desprovista de bañistas y de sus coloridas toallas o sombrillas en un humano mundo munticolor, como sucesor del inca, maya o azteca.

 

Lloret de Mar es una ciudad costera caracterizada por el llamado “turismo de borrachera”, que a la vez ostenta la virtud de ser la segunda ciudad más visitada de Cataluña, sólo superada por la ciudad condal. Es un turismo de presupuesto escaso, en su mayoría jóvenes de unos veinte años procedentes del resto de Europa, que vienen con la idea de tomar el sol, beber alcohol, salir de fiesta, y algunos de armar follón. Camino por el largo paseo marítimo todo lo rápido que puedo para dejar atrás la ciudad cuanto antes. Numerosos extranjeros ya comienzan a aparecer en una curiosa procesión, con inicio en los enormes apartamentos y final en la playa. Son más blancos que yo y su piel también se quema más fácilmente. El GR continúa por un camino de ronda, aquellos que en los siglos XV y XVI se utilizaban para vigilar la llegada de los piratas, cuyos ataques y saqueos eran muy frecuentes en estos parajes, como los del temible Barba Rosa. Pero pronto de nuevo hay que meterse en urbanizaciones. Lo más penoso es cuando se llega a la ya célebre finca Can Juncadella, protagonista de noticias en los diarios, foros de internet y vídeos denuncia en Youtube. Resulta que ha sido comprada por una importante persona del Kazajistán, y como el GR-92 pasa por su finca, ha cortado el sendero público a la entrada y la salida, algo completamente ilegal. Algunos optan por llamar a la policía local, puesto que hay hombres oriundos de Europa del este en ambos lugares vigilando que nadie entre en la finca, pero lo más razonable es aceptar que el dinero todo lo puede, desviarse por la urbanización y buscarse la vida, pues no hay nada alternativo señalizado. Yo encuentro a un señor francés que me dice por donde dar el rodeo a través de la urbanización.

 

Asqueado de tanta urbanización y de tanto chalet de superlujo en este mundo de miserias y hambre, llego bajo un calor de infarto a la graciosa localidad de Tossa de Mar. Mañana va a ser, según los periódicos de pasado mañana, uno de los días más calurosos de los últimos cien años, y hoy no estamos muy alejados. Me siento a la sombre junto a la riera, una zona de discotecas donde por las noches hay altercados, para descansar, hidratarme y comer algo, las dos últimas cosas gracias a un supermercado de una cadena local. Tres señoras de avanzada edad que conversan de sus cosas cerca de mí me informan de que “antes sí que habían fuentes, pero las quitaron”. Me dicen que fueron extras en la película de 1951, “Pandora y el holandés errante”, rodada en la localidad, con Ava Gardner como principal actriz, y con Frank Sinatra por aquí debido a temas amorosos con la misma actriz que tanto revolucionó la zona. Me comentan con nostalgia que cobraron 25 pesetas, que “había mucha miseria” y que esa película supuso el inicio del turismo de masas en Tossa de Mar. El director, Albert Lewin, es en cierta manera el culpable de que ahora se vendan “Calippos” a tres euros, sangría y paella a doquier, y souvenirs a toneladas, incluyendo toros o flamenco que nada tienen que ver con esta zona. El recuerdo estrella de la región, como en Barcelona, es el sombrero mexicano. Aunque de todas formas, la tan inaccesible Tossa de Mar, rodeada de montañas y cerrada por el Mediterráneo, hubiese seguido el destino de sus villas pesqueras vecinas: Lloret de Mar y Sant Feliu de Guíxols. Tossa es más coqueta, más pequeña e incluso es, a diferencia de Lloret, bastante bonita, con un núcleo antiguo fotogénico e incluso un castillo junto al mar al que no ascendiendo por el tremendo calor y sol que hace.

 

Después de zamparme una bolsa de ruedas de patatas muy ricas y de beberme una lata fría de Coca Cola Zero, me dirijo esta vez al Maxi Dia a por la cena, el desayuno y el agua que no puedo conseguir en las inexistentes fuentes de Tossa. No hay que olvidar que el negocio en la restauración está, sobre todo, en las bebidas, sobre todo en los días tan calurosos. Una vez proveído de todo lo necesario dejo atrás la costa y me dirijo a las montañas, en concreto a la sierra de l´Ardenya. Serán unos veinte kilómetros de subida y posterior bajada por unos parajes boscosos muy verdes, con el mar no muy lejano, en lo que representa una tortura dado el calor y las quemaduras que ya me están saliendo del sol. La ascensión parece no acabar nunca; es a través de una ancha pista señalizada como ruta 1 de BTT que no hace más que subir y subir en ligero pero continuo ascenso, hasta unos quinientos metros de altitud, a lo largo de unos seis kilómetros. Hay un mirador llamado de la Cadireta que luego en casa leo que está situado a unos 600 metros del GR y con excelentes vistas, pero como aún no lo sé pues no me desvío. Debido al calor añoro mi casa de la misma manera que cuando estoy en ella echo en falta la montaña. Quizá ha sido una locura ponerse a hacer el GR-92 en verano; ni siquiera me topo con una sola persona haciéndolo. Tras varias horas de caminata, en plena sierra, aparece una patrula de los agentes forestales que hacen la ronda en un vehículo 4X4. Me dicen si no he visto los carteles que prohiben el acceso a la sierra, pero les informo que por donde he accedido no había ninguno, pues no vengo de la carretera asfaltada. Me aconsejan que tengo que abandonar el macizo y que no realice ninguna actividad de riesgo. Les contesto que me queda al destino menos que de donde vengo, que es lo que creo, pero realmente no es así. Me dicen que si veo a algún coche circular por la pista que les informe del “riesgo extremo de incendios” pero la verdad es que no me topo ni con coche ni con persona alguna.

 

Hay más distancia de la que creía. Los kilómetros pasan más lentos cuando de la pista paso a un sendero en el que abundan las piedras y la fatiga se acumula. Voy tomando referencias de tiempo en cuanto puedo, como Perico Delgado en la retransmisión del Tour de Francia, comparando el tiempo marcado en los postes con el que voy haciendo yo. Voy ganando tiempo, pero aún el cálculo me deja en Sant Feliu a las 21:40, cuando será de noche. Con vistas aéreas y algo lejanas de Sant Feliu me equivoco y sigo las señales blancas y rojas de la variante GR-92.2 o algo parecido, que me alejan de la ciudad. Primero pienso que debe de ser un rodeo tonto como los que hace a veces el Camino de Santiago antes de entrar a una ciudad, pero cada vez me alejo más y finalmente me encuentro con un poste indicador donde veo que estoy siguiendo la variante, y hay una carretera que va hacia Sant Feliu. Maldiciéndome por todo y arrepentido de haber salido de casa camino sobre el duro asfalto para dolencia de mis ya cansados pies, sobre los cuarenta kilómetros de etapas más algún desvío que he tomado. Llego a Sant Feliu de Guíxols hecho polvo al borde de caer la noche, hacia las 21:20, más de trece horas después de haber partido de la estación de Renfe de Blanes. A las 21:30 el termómetro de una farmacia marca 28ºC, con el sol desaparecido. Mañana van a rondar los 40ºC pero me retiraré sabiamente a las ocho de la mañana. Hoy ya sólo falta encontrar un lugar donde pasar la noche junto al mar; en concreto instalo mi lecho en unas rocas donde los pescadores prueban suerte; que lejos que está aquel ideal de pasar la noche sobre la cómoda arena de una cala recóndita entre pinares. Mañana será otro día.

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito


4 Comentarios
Enviado por Joaquín Carbajo el Friday 9 de September de 2011

“Buenas! Me alegra saber que aún queda gente a la que le gusta caminar. Yo caminé hace un par de años desde sagrada familia (barcelona) hasta cadaqués (cap de creus) siguiendo el gr-92 la mayoría del tiempo. Tardé 6 días en llegar, el séptimo descansé (como Dios). Luego caminé hasta puigcerdá por el gr-11. En total caminé unos 14 días, iba solo y tengo que decir que fue una experiencia realmente maravillosa. Cuando llevaba 13 horas caminando me daba tal subidón de energía que se me saltaban las lágrimas de la felicidad.Y es que no hay que olvidar que el ser humano está diseñado para esto. No hay nada más humano que caminar, y creedme que cuando se anda así uno se encuentra con su naturaleza más íntima.Saludos”
Enviado por Zodiaco el Wednesday 14 de September de 2011

“Hola Joaquín, menuda aventura la tuya. Sin duda estamos diseñados para caminar, y hacerlo nos acerca a nuestros orígenes de los que nuestra época nos ha separado. Eso sí, siempre podremos hacer una escapada como la que comentas y desprendernos de ataduras varias. Buen camino.”
Enviado por Eskilo el Sunday 29 de January de 2012

“Lo primero: Bravo, bravísimo por tus caminatas.Lo segundo: que siendo de Blanes, te doy la razón en cuanto a tus comentarios de urbanizaciones y caminos que desaparecen o se cortan ilegalmente (quizá habría que buscar otra palabra, ya que ilegal a efectos prácticos, viene a significar "y qué, yo hago lo que me sale de los webs"Lo tercero: Que sólo a trocitos es posible disfrutar de estos caminos de ronda, ya que continuamente hay que tirar por medio de calles asfaltadas de urbanizaciones o carreteras, rompiendo todo el encanto del sendero.Lo cuarto y último: Que precioso y espectacular sería que los que tanto critican ese turismo de borrachera y atasco permanente, los que de verdad tienen el poder de tomar decisiones, limpiaran, acondicionaran y señalizaran de verdad ese GR. que gran cosa sería para el turismo de calidad, el del respeto al medio, el de los amantes de la naturaleza y unificar las continuas referencias a la espectacular naturaleza de los parajes con la triste realidad actual.Saludos”
Enviado por Mou el Tuesday 7 de May de 2013

“Hola, gracias por la publicación y menuda aventura la Joaquín. Yo lo máximo que hice fue de Blanes a Begur. Acabé con molestias y no pude seguir más allá. Pero lo que dice Joaquín: mucha alegría y felicidad! Quisiera preguntarle a Joaquín y a los demás donde dormían? Si hacían acampada libre y por donde exactamente. Queremos hacer las etapas de Blanes a Sant Feliu y las queremos hacer en dos días, acampando por la zona de Tossa de Mar. en el tramo final, antes de llegar a tossa de mar, seguiremos la variante más difícil, no la que va por le interior, sino que por los acantilados. Allí es menos señalizado y con desprendimientos (más aventura aún). Quisiera saber si por la zona hay un lugar con bastante espacio y aislado para montar un par de tiendas, sea entes de llegar a Tossa de MAr o pasándola. Sé que las publicaciones son de hace años; pero he pensado preguntar igualmente!Un saludo”


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