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Tuesday 8 de September de 2009, 19:25:41
06-09-09 : Tagamanent desde Figaró
Tipo de Entrada: RELATO | 12030 visitas

Sencilla ascensión a uno de los mejores miradores del Montseny, el Tagamanent, una colina que domina un amplio paisaje, desde los Pirineos hasta el Mediterráneo. Está catalogada como de dificultad moderada únicamente por sus 730m de desnivel, que se vencen en su mayoría a través de una cómoda pista para el caminar, pero nada recomendable para un coche.

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A las nueve de la mañana partimos de la plaza Mayor de Figaró (330m) David, Eli, Xavi, Sonia, Rebeca, la perra Lola y yo, con el objetivo de ascender hasta el Tagamanent (1059m), unos 730m más cercano a los reinados del cielo. El primer obstáculo ha sido, debido a la proliferación de la zona roja, estacionar los vehículos en el pueblo sin pagar por ello. Xavi no ha tenido ese problema pero, en cambio, ha necesitado tres medios de transporte para llegar hasta aquí, incluyendo la anticuada línea de la Renfe, más propia del siglo XIX que del XXI. Al regreso le acercaremos hasta la línea de Granollers Centre, técnicamente más avanzada– o menos retrasada–.

 

Caminamos por la calle principal, prácticamente carente de vida humana a una hora tan temprana para ser domingo. Antes de salir del pueblo, a mano derecha, tomamos una senda señalizada, “Vallcàrquera”, que forma parte del sendero de pequeño recorrido PR-C33. A través del valle de Vallcàrquera, pararelos a la Riereta, nos adentramos en los misterios del Montseny. La riera se muestra como tal: prácticamente seca. Parece un lugar encantador, sombrío, ideal para llevar a cabo una merienda en el campo a la fresca. Incluso en algún punto concreto es posible el baño.

 

Tras unos momentos de indecisión, Xavi nos guía, o quizá deberíamos decir su GPS. Como soy reacio a que un aparato incida sobre mi futuro, consulto el mapa de la zona; ambas informaciones nos llevan al mismo lugar, pero una es más propia del romanticismo; la otra, de la llamada de las nuevas tecnologías y, en concreto, de los satélites estadounidenses. Definitivamente, es más nostálgico –y más cercano– confiar en el legado del geógrafo Salvador Llobet que no en el fruto de la desproporcinada inversión en investigación militar.

 

Diríase que Lola, la perra de Rebeca, no ha visto el agua en los últimos tiempos. Se refresca en las frías aguas una y otra vez. Haciendo gala de su mojado pelaje, viene y va de aquí para allá, mostrando no saber nada del cansancio físico ni del ahorro de fuerzas de cara al resto de la excursión. La pasión por el baño debe haberla heredado de su dueña y de la amiga, quienes me cuentan que no pierden oportunidad en cuanto ven la posibilidad de refrescarse en cualquier acumulación de agua que conste de un volumen suficiente.

 

A la sombra de un olivo desprovisto de sus frutos nos reagrupamos. Tan sólo hay algunas olivas en la parte superior, donde son difícilmente alcanzables. Cerca hay varias higueras con tentadores higos que respetamos, pues se trata de árboles con dueño, cercanos a las fincas. No merece quedar fuera de este escrito un aspecto logísticamente importante: la Font del Molí es el único punto en el que el sufrido excursionista puede proveerse de la preciada agua, antes de adentrarse en el seco terreno que le llevará hasta la cima.

 

Una vez dejadas atrás las últimas masías, comienza la auténtica ascensión, con pendientes a menudo importantes, de esas que te hacen sudar la gota gorda en un día de verano como hoy. La tierra de la pista es rojiza, como queriendo remitir a las calores de ciertos parajes del oeste norteamericano. Las lazadas son la norma, y el terreno llano brilla por su auencia. Sonia, Rebeca y Xavi nos han tomado varios minutos de ventaja; también el GPS y Lola, la perra. Yo camino junto a mi tocayo, David, y su novia, Eli, para quien hoy es su primera excursión. Fruto de haber llevado el ritmo del resto de caminantes, ahora está pagando el exceso, por lo que los tres caminamos sin prisa y con breves pausas.

 

Llama la atención el paraje de bosques que nos rodea, a primera vista vírgenes. No es una zona típicamente montañera, ni tampoco muy frecuentada; lejos quedan las alturas, el Matagalls, el Turó de l´Home; se antoja como una región del Montseny más auténtica, más propensa a ser recorrida por quien sienta su llamada, por quien quiera descubrir sus secretos y desvelar sus misterios. El paraíso con el que sueñan los pirómanos no debe diferir mucho del entorno que nos rodea, con bosques que invitan a perder la vista y a disfrutar del verde no a mucha distancia de Barcelona, a unos pasos del tren. En este entorno cualquier persona se encuentra más cerca de sus orígenes que en su propia casa. Podemos evocar a los tiempos en que nuestros antepasados ni hacían intensas jornadas laborales, ni pagaban costosas hipotecas. Eran tiempos de superviviencia y del más puro contacto con la naturaleza, perdidos para siempre en algún baúl cerrado con llave, seguramente abandonado en el fondo del océano del espacio-tiempo.

 

En las cercanías de Can Coll (847m) divisamos por primera vez Santa Maria de Tagamanent, construida en lo alto de la colina que nos disponemos a subir hoy. Un amistoso perro, de considerable tamaño y ciudado aspecto, nos huele y nos persique durante un rato. Quizá si tuviera libertad absoluta por parte de su dueño, nos acompañara hasta la mismísima cima y a la vuelta regresara a su vida en la masía, vigilando sus terrenos y espantando a los pajarillos. Pero de todos es sabido que los canes, normalmente, son dóciles, y sus mentes han sido lavadas para que respondan a nuestros intereses, y no a sus impulsos biológicos, como la libertad; lo mismo que la sociedad hace con los individuos, incluidos nosotros.

 

La parte más entretenida de toda la ascensión es cuando llega el momento de abandonar la monotonía de la pista y tomar un sendero señalizado. Siguiendo los hitos, precarias pilas de piedras que se mantienen unidas gracias a la fuerza de la gravedad, nos adentramos en un terreno de arbustos propicio para la vida del jabalí. Hay multitud de agujeros excavados en su afán de revolcarse, embarrarse o de encontrar gusanos y otros pequeños invertebrados. Se agradece lo sombrío del lugar en un momento del día en el que el calor aprieta, sobre todo al caminar por una ancha pista forestal. Escuchamos algún sonido que parece venir de nuestros compañeros. Finalmente nos encontramos con Xavi, que nos está esperando con su inseparable GPS.

 

Gracias a una nueva pista llegamos al Collet de Sant Martí, cercano al restaurante Bellver, en la mismísima entrada al bello Pla de la Calma. Tomamos el sendero que lleva a lo alto del Tagamanent, donde por primera vez en toda la excursión encontramos a gente. No es de extrañar, dado que en el collado mencionado anteriormente se puede estacionar el coche, y el camino hasta la cima no llega a los diez minutos. Arriba, donde continuar subiendo no es posible, nos encontramos con Sonia, Rebeca y la perra Lola, que comen a la sombra de un árbol. <> me dicen. Pueden comprovar que no ha sido así.

 

En lo alto de la cima, un magnífico mirador del Montseny, lo mejor que se puede hacer es disfrutar del paisaje a la vez que se recuperan las fuerzas de cara al descenso. Hoy la visivilidad no es buena; es de esos días que sí te dejan apreciar unas decenas de kilómetros a la redonda, pero el horizonte se presenta difuso. Pueden intuirse los Pirineos y el mar; sabes que están ahí, pero no se ven. Sí que podemos apreciar diversas ciudades, como Vic, La Garriga o Sabadell, e incluso varias cumbres y una vía ferrata. Con la mirada perdida en el horizonte uno puede soñar en los tiempos en que desde aquí, en lo alto de un castillo, se vigilaban tanto la plana de Osona como la plana del Vallès, y su natural conexión en el Congost, desde donde hemos partido, con los municipios Figaró, Tagamanent y Aiguafreda. En el medievo tampoco había oficinas, hipotecas ni “vuelva usted mañana”; pero sí que había que pagar impuestos. Definitivamente, la libertad queda más atrás, antes de la aparición de la sociedad.

 

Pasan unos minutos de la una del mediodía cuando reiniciamos la marcha bajo el sol. Descartamos la ruta circular que en principio tenemos prevista porque sería demasiado tiempo, y no queremos que se haga muy tarde. Es cierto que regresar por el camino de subida denota una falta de recursos, como bien dice Avi Jordi; pero no es menos cierto que la perspectiva cambia, y el paisaje se antoja algo diferente. Al deshacer el camino es cuando apreciamos lo abrupto de la pista; una señal de tráfico advierte de que está prohibido circular a causa del mal estado de la misma; no es suficiente para impedir que un señor, a manos de una berlingo, nos adelante mientras su mujer nos muestra una sonrisa pícara; por lo visto, no quieren demasiado a su coche. Nos tememos que si falla el motor, el vehículo va a pasar a formar parte del paisaje ante la imposibilidad de que pueda llegar algna grúa al lugar. Quizá habría que escribir un correo electrónico al parque natural para que se deshaciese de semejante residuo por medios aéreos.

 

Hacia las tres de la tarde estamos de nuevo en la Riereta. Unos minutos antes la mayoría ha repuesto sus reservas de agua en la Font del Molí, donde la perra Lola se ha revolcado en el barro y ha saciado su sed. En un desvío, Sonia, Rebeca y Lola toman rumbo a la riera para tomar un baño –la perra lo necesita para quitarse el barro y entrar en el coche– mientras que David, Eli, Xavi y yo regresamos al pueblo. En la despedida exponemos nuestro deseo de volver a encontrarnos en el futuro próximo.

 

El aire acondicionado del coche sabe a poco para el calor que llevamos en el cuerpo, que pide a gritos un descanso y un lavado a fondo. David nos deja en la estación de tren de Granollers, como quien se quita un peso de encima y toma rumbo a su casa, o a la de su novia. Es el momento de que cada uno tome su camino hasta el lugar que la sociedad le reserva, ya sea en la capital catalana, en Sabadell, en Hospitalet o en Badalona. Algún día abandonaremos dichas ciudades, nos volveremos a reunir, y huiremos a nuevas montañas que nos hagan olvidar por un día –o una mañana–, el mundo –o la jungla– en el que vivimos.

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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