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Estas en ExCuRSiONiSmO RoMáNTiCo FoReVeR Archivo de Relatos April 2011 20-03-11 : Ruta De Las 4 Caras Del Farell
Monday 4 de April de 2011, 23:47:50
20-03-11 : Ruta de las 4 caras del Farell
Tipo de Entrada: RELATO | 2208 visitas

Participación en la caminata popular que tiene lugar cada año por los alrededores de Caldes de Montbui, en la zona del Pic del Vent y la Serra del Farell, organizada por la asociación “Amics del Sender” (amigos del sendero) y con patrocinadores tales como Panrico Donuts y Cola Cao. En total, 18 kilómetros divididos en dos partes: los de antes de la butifarrada, y los de después.

 

 

Estando ayer con Alba paseando por las afueras de Caldes, en las inmediaciones de la fuente llamada Font de les Escales, me encontré con unos carteles de una asociación que acababa de señalizar una ruta que con toda seguridad iba a realizarse al día siguiente, es decir, hoy. Tras buscar un poco por la red de redes di con la caminata popular, y claro, es difícil resistirse al ver que Panrico Donuts y Cola Cao forman parte de los patrocinadores. Vale, sí, también lo son el ayuntamiento, la FEEC, el centro excursionista local y la Generalitat, entre otros, pero un par de Donuts tiran más que tantos organismos oficiales en el caminar del marchante, y desde el día en que hice la Matagalls – Montserrat tengo en buena estima a esos productos de bollería industrial cual Homer Simpson ante unas apetitosas rosquillas del “badulaque” más cercano. Otro motivo que me ha empujado a madrugar es el poder conocer los senderos de la zona menos conocidos, pues imagino que los de la asociación nos llevarán por lugares bastante perdidos al ser los que mejor conocen la zona, y puede ser una buena manera de aprender nuevos lugares montañeros.

 

La asociación se constituyó formalmente en 1997 y actualmente cuenta con diecisiete miembros. ¿Qué a qué dedican el tiempo libre? Basta echar un vistazo en su sitio web para percatarse de que su loable tarea consiste en señalizar, limpiar, conservar y promover los senderos de las afueras de Caldes de Montbui, y además organizan anualmente esta caminata popular, variando cada año su trazado. La primera tuvo lugar en el año 2002, por lo que la de hoy es su décima edición. Para quien no conozca Caldes, decir que se trata de una villa termal de unos pocos miles de habitantes, situada en la comarca del Vallès Oriental a unos quince kilómetros de Granollers, la capital. Suelen hacer bastantes celebraciones populares y cuentan con un lema bastante ingenioso unido a una olla que dice “Caldes de Montbui, el poble que vull”, que significa el pueblo que quiero pero que suena como el pueblo que hierve (el poble que bull). Su principal museo tiene el nombre de Thermalia.

 

Son las ocho y media cuando llego al Parc de Can Rius, un precioso parque público que antiguamente estaba en el interior del balneario del mismo nombre. Se trata de una zona verde de esparcimiento situado a las afueras, con numerosos árboles, bancos, parque infantil, zona de barbacoa y campo de fútbol tierra para echar unos chutes. He llegado apurado: la salida tiene lugar entre las 07:30 y las 08:30. Como no me he apuntado anticipadamente, la inscripción me cuesta diez euros en vez de ocho, pero sigue siendo un precio razonable, más aún teniendo en cuenta los avituallamientos y el obsequio final, una camiseta que utilizaré dentro de dos semanas en La Cursa de El Corte Inglés, en cuya salida de Plaza Cataluña charlaré con una pareja que también la porta por haberla conseguido hoy aquí como premio a sus diecisiete o dieciocho kilómetros de caminata. En cuanto a desnivel se refiere, comienza a unos doscientos metros de altura sobre el nivel del mar y llega a superar ligeramente los setecientos, por lo que ni es despreciable ni tampoco es importante. Mi hoja de ruta tiene asignado el número 508 de un total de 520 participantes, lo que indica que solo doce personas van a salir por detrás de mí. Y el último va a tener premio. Si lo sé llego un poco más tarde...

 

Los primeros pasos de caminata me llevan hacia la Font de les Escales, por donde ayer paseé con Alba tras asistir a un espectáculo de marionetas, que a ella le gustan mucho. Una señora de las que toman los datos en el tinglado de salida me ha dicho que son unas cinco horas, por lo que le echo a ojo un duración aproximada de cuatro horas, por eso de que en estos acontecimientos el tiempo medio suele ser mayor al empleado por un montañero. En la hoja de ruta puedo leer que la caminata transcurre por las cuatro caras de la Serra del Farell, con el Pic del Vent en el centro y que por tanto rodearemos sin pasar por él. Si bien es una lástima no alcanzar su cima estando a solo diez minutos, no lo es tanto gracias a que ya lo culminé una vez. En aquella ocasión engañé a Alba y saliendo desde Caldes se nos hizo eterno, en especial el regreso. Lástima que no nos acompañara Avi Jordi, que me dijo a posteriori que él se conoce los atajos para no dar los grandes rodeos de la pista forestal. Hoy, en cambio, de pista poca. Otros lugares por los que pasaremos hoy son la Serra Llisa, Sant Sebastià de Montmajor o el Turó del Casuc, que a mí me suenan a chino.

 

Diez minutos es el tiempo que tardo en llegar a la citada Font de les Escales. Y sí, tiene escaleras, en concreto cuento sesenta y nueve. Una vez dejada atrás tan erótica escalinata de peldaños de piedra que se abren paso entre una intensa vegetación aparezco en una zona más abierta, en la que un señor recolecta espárragos, a no ser que los haya comprado en la tienda y a sabiendas de nuestro paso haya querido tener su pequeño día de gloria y quedar bien ante poco más de medio millar de caminantes que se aproximan al avituallamiento de Donuts y chocolate. En un cruce de pistas de tierra caracterizado por la presencia de una gran torre de alta tensión nos desviamos a la derecha y pasada las ruinas de una antigua ermita llamada Sant Miquel de l´Arn, bastante oculta por la vegetación, tomamos una senda que nos llevará en fuerte subida a la Torre Roja. Un cartel de la organización dice: “Atención, 0,500km de subida fuerte, ir haciendo poco a poco” (a poc a poc i anar fent). Y lo mejor es hacerle caso, ni que sea con la excusa de contemplar el paisaje que se va abriendo bajo nuestros pies o para tomarle una fotografía. Se trata de campos de cultivo y de la ciudad, con la Serralada Litoral y Barcelona al fondo. En concreto, son visibles las Torres Mapfre de la Villa Olímpica resaltadas sobre el mar ¡a 25km!

 

Una vez sufrida la cuesta, la gratificación de encaramarse en la Torre Roja con todo bajo nuestros pies es indescriptible, pero tampoco es plan de dejar de escribir. Sobre sus rojas piedras descansan tanto autóctonos como ciudadanos de origen latinoamericano, lo que me alegra sobremanera, pues parece que a la montaña solo vamos los de aquí y difícilmente te encuentras que otros que sí abundan en la ciudad. Junto a la citada torre de guaita (vigilancia) se encuentra el poblado ibérico, que si no me equivoco aún está en fase de excavación. Tras tomarle alguna fotografía tiro para adelante a sabiendas de que hay ciertas horas que es mejor evitar en cuanto a caminatas se refiere, de manera que poco a poco voy rebasando a gente, que atendiendo a cuando me sacaba el carné de conducir, se diferenciaba de adelantar en que avanzas a alguien parado o detenido, no en movimiento. Pronto aparezco en una pista forestal que me es familiar por la ascensión al Pic del Vent antes citada. Estoy en el Collet de la Torre Roja. En un poste de señalización de senderos marca Sant Sebastià de Montmajor 7km, y un hombre me comenta que es ahí donde nos darán de almorzar. Así, sin esperar nada hasta entonces, la sorpresa es mayúscula cuando tras una curva, en el Collet del Català, no me encuentro a un catalán, sino a un avituallamiento de Donuts y de porciones de chocolate riquísimo. ¡Qué difícil va a ser que repita la Matagalls – Montserrat! Aquí no hacen falta tantas horas para llegar hasta el mítico avituallamiento de Donuts.

 

Con el hambre saciado y mi vaso amarillo de las fiestas de Caldes de esos de un euro mojado me alejo del avituallamiento por una pista, pero pronto hay que inmiscuirse por mil y un senderos perdedores e imposibles de recordar y de repetición alguna, a no ser de ir acompañado por algún conocedor de la zona, como Avi Jordi. Aunque no lo he comentado aún, la primera mitad de la ruta es de subida, mientras que la segunda es de bajada. Al haber gente nada habituada a la montaña y ser la senda estrecha, a veces el ritmo a seguir está marcado por el que va delante, que puede ser un pequeñuelo al borde del agotamiento. Uno así me encuentro en una curva del sendero. Los adultos, por su parte, comentan cosas del estilo “no es como se sale, sino como se llega” o “quien tuvo mantuvo”, en referencia a alguien que no salía hace muchos años pero que aguanta como un campeón. “Debe de ser el Donuts” –dice otra.

 

Tras un tiempo de seguir marcas azules, ahora son amarillas y blancas, lo que indica que estamos en algún sendero de pequeño recorrido (PR). Acabamos de pasar junto a una gran encina llamada Alzina de les Tuies y vuelve a aparecer uno de esos carteles colocados para la ocasión que anuncian una subida fuerte de 500m e invitan a tomárselo con calma. De repente, la vegetación desaparece, quedamos al descubierto. Se trata de la Serra Llisa, que recuerdo de mi única excursión por estos lares, la citada ascensión al Pic del Vent. Las vistas son espléndidas, en especial sobre el parque natural de Sant Llorenç de Munt i Serra de l´Obac, cuya cumbre característica es La Mola. Diríase que está a un tiro de piedra, si bien uno es consciente de que hasta allá hay unas cuantas horas bien buenas de sufrimientos en los pies. En un cartel indica que el Pic del Vent está a 1,5km yendo hacia la derecha, pero nosotros tiramos rectos, pues vamos a rodearlo por completo. Se trata de ir siguiendo una ancha pista, cuyo principal inconveniente es hoy la presencia de charcos y barro que intento esquivar con más esmero que fortuna. Al cabo de un rato, junto a unos arbustos, observo una hoja de papel protegida por una funda de plástico en la que se puede leer: “Un pequeño esfuerzo… para una gran recompensa. Almuerzo a 10 minutos”. Isofacto pongo en marcha mi cronómetro, pero marca los seis minutos y pico cuando me planto ante la butifarrada, las patatas fritas y el porrón. A vivir, que son dos días y uno lo pasamos durmiendo.

 

En el avituallamiento, la distribución de la gente está muy polarizada. O bien están sentados en la hierba, o bien se agolpan en torno al porrón a la espera de su turno. Como siempre va bien combinar la montaña con la cultura, la etnografía y el folklore, me siento con la obligación moral de no pasar de largo y comerme la butifarra por el camino, sino de pasar un rato sentado hincándole el diente a la butifarra con periodos de aproximación a la zona del porrón y de las patatas fritas. Tras varias alternaciones me quedo finalmente sin butifarra y el vino empieza a ponerme un poco contentillo, así que opto por reiniciar la marcha. Mi reloj marca las once menos cuarto y si mis ojos no me engañan, antes de atravesar la carretera que lleva a Sant Sebastià de Montmajor me encuentro con un nuevo cartel de la organización. Esta vez reza: “Peligro, animales de hierro con ruedas”. Pero lo que me hace gracia de verdad es un paso de peatones que han dibujado con una tiza. “Por un día tenemos preferencia” –me espeta el voluntario ubicado en ese peligroso punto.

 

Cuando pienso en la hora que es y en que sólo llevo ocho kilómetros, me acuerdo de que Alba me espera en Caldes porque hoy también hay fiestas populares, y en el calor que va a hacer de aquí en adelante. Intento de ganarle tiempo al tiempo, pero pronto me veo frenado por una cola que hay ante un tramo de bajada algo complicado en el que los organizadores han colocado algunas cuerdas y en el que se ha formado un buen tapón de caminantes. Unos cinco minutos después supero el paso y no encuentro quién ha podido formar tal caravana, menudo misterio; lo mismo ocurre conduciendo, cuando estás parado y de golpe todo echa a circular y te preguntas por qué diantres diez segundos antes estaba colapsado. Una pista forestal nos lleva re regreso a Caldes por el otro lado del Pic del Vent, con vistas a la zona de Gallifa, Sant Feliu de Codines y, más distante, Riells del Fai y el Puiggraciós. Al llegar al Turó del Casoc, además, comienza a verse Caldes de Montbui, algo distante y a nuestros pies. Haciendo sabiamente caso a mi experiencia en el Camino de Santiago, no me hago ilusiones: que lo vea cerca no implica que falte poco para alcanzar el pueblo.

 

A un matrimonio mayor le comento que aún nos queda un rato hasta llegar a allí. “Yo me tomo con calma, como no nos espera nadie en casa” – me contesta el señor. A mí en casa tampoco, pero en el pueblo anda Alba, aunque con el Cercavila, la feria y el “tastet” no creo que esté precisamente aburrida. En pocos sitios te dan a probar cuatro cosas por tres euros. Y hablando de comida: en una riera me vuelvo a encontrar con uno de esos carteles de “un pequeño esfuerzo para una gran recompensa. Avituallamiento a diez minutos”. El tiempo empleado vuelve a ser menor, y en esta ocasión no se trata de bollería, sino de fruta. Alguien cita un frase que anoto y que alberga una gran sabiduría, almenos para los montañeros: “Mira que son buenas las naranjas, y en casa no comemos nunca”. Sería un buen título para una tesis doctoral de psicología o de filosofía, pero claro, tendría que llevarla a cabo alguien metido en nuestro mundillo, pues para alguien de a pie una naranja siempre será una naranja, pues nunca ha tenido que sudar la camiseta para hacerse con una a parte del trabajo que le supone ganar esos céntimos de euro que le cuesta.

 

La caminata avanza y la novedad, antes las bajadas constantes de la segunda mitad, es repecho señalizado como de 200m, y que supongo que así será, pero a estas alturas la teoría de la relatividad hace mella y nunca doscientos metros fueron tanto. Un niño comenta que parece bastante más larga, mientras que la pareja que va delante de mí conversa sobre el vivir al día y lo que te puede pasar si haces proyectos a largo plazo y tu dejas de existir antes de lo esperado. Cansado de escucharlos hablar –tampoco me gusta estar oyendo conversas ajenas– aprovecho una oportunidad para adelantarlos en la senda y ganar tiempo. Pronto comenzamos a atravesar varias veces una carretera que va a El Farell. Supongo que hablo en plural porque es una caminata popular, porque voy más solo que la una. En todo caso, el final se intuye en el momento preciso, en ese instante en el que empiezas a maldecir tu condición de caminante y sólo deseas acabar. Últimamente ando algo falto de fuerzas, en este caso literalmente. Menos mal que en meta uno es recibido por coca, por carquiñolis, por unas galletas de la marca Cola Cao y por agua con limón. Lo que más ilusión hace es una camiseta azul con el logo de los Amics del Sender que está plagada de diminutos poros, por lo que podríamos llamarla técnica y que en varias semanas portaré por el estadio olímpico de Montjuich en la citada Cursa de El Corte Inglés, la más multitudinaria de Europa y segunda del mundo. Pero hoy es día de pueblo y, tras conocer su entorno natural durante cuatro horas y media, toca dirigirse a la plaza de la Font del Lleó, de la que mana el agua a 74ºC, y reencontrarse con Alba, coger unos platos del “tastet” e ir a tomárselos en un banco del parque de Can Rius a la sombra. ¡Hay que ver lo bien que sienta el descanso tras una buena caminata!

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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