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Tuesday 28 de June de 2011, 23:15:59
24-06-11 : Cresteando por el Pirineo Oriental I (Núria – Carançà)
Tipo de Entrada: RELATO | 3118 visitas

Ruta circular desde el Santuario de Nuria que enlaza dos sencillas crestas de la zona: la Cresta d´Anyeller y la Cresta de l´Hereuet. Se trata de ascender desde el complejo turístico (1964m) hasta el Coll de Noufonts (2658m), flanquear la mole del Noufonts hasta el Coll d´en Bernat (2616m), realizar la cresta de Anyeller hasta el Pic Rodó (2645m) pasando por el Pic d´Anyeller (2633m), deshacerla hasta Coll Bernat, descender al lago llamado l´Estanyet (2325m), emprender el ascenso a la Agulla de l´Hereuet (2581m), realizar la cresta de l´Hereuet hasta el cordal Eina – Torre d´Eina, ascender al Pic d´Eina (2786m), bajar hasta el Coll d´Eina o de Núria (2684m) y llegar de nuevo al santuario con dos crestas y cuatro cumbres en el bolsillo. Altamente recomendable.

 

 

Son las seis de la mañana cuando me levanto y compruebo el estado precario de mi tienda de campaña, que ha sido azotada por el viento durante gran parte de la noche. Su posición, en lo alto de las gradas de la zona de acampada de Nuria, ha propiciado que se haya llevado la peor parte y opto por desmontarla y echármela a la espalda. Si bien mi plan no incluye portear ni con ella –es de cuatro plazas–, ni con dos esterillas, ni con el saco de dormir de invierno o con un martillo, recojo todos los bártulos y enfilo el ascenso hacia la Coma de les Molleres sin saber aún si optaré por tomar rumbo al Coll de Noucreus o al Coll de Noufonts y sin imaginar dónde pasaré la noche. Realmente mi mal montaje de la tienda ha sido un imprevisto que me va a limitar en movimientos pues, por un lado, llevo un montón de kilos encima, y por otro, con este armatoste no me puedo poner a crestear con seguridad. La opción de volver a montar la tienda ahora no me la planteo porque no es plan de despertar a nadie a una hora tan temprana a base de picotazos, y tampoco me atrae la idea de esperarme a que la gente se desvele: esto está repleto de domingueros poco madrugadores.

 

De subida a uno de los dos collados me uno a Óscar, un chico de Arenys de Munt que ha realizado el Camino de Santiago íntegro en dos ocasiones, concretamente en dos estaciones diferentes. Me explica que su intención es recorrerlo cuatro veces, una en cada estación del año, cosa que yo he hecho pero sólo algunos tramos. Le comento que en invierno será duro pero que adelante con su proyecto. Le gustan los documentales de fauna y las setas, por lo que hablamos de ciertos estereotipos falsos, como el que sitúa al león como un gran cazador y a la hiena como a la reina de los carroñeros: está demostrado que los primeros cazan la mitad de sus presas, mientras que el resto suele robárselo a otros animales, principalmente a las hienas, las cuales cazan el ochenta por ciento de lo que comen y solo un veinte por ciento de lo que ingieren es carroña. Me comenta que ayer, en el santuario, vio a un tipo con dos hurones que los paseaba atados a una correa, cosa que considera inadecuada: al que le gustan realmente los animales, debería preferir verlos en libertad, sobre todo si no son domésticos, como es el caso del mustélido en cuestión.

 

Dos únicas personas más hay también en marcha. Se trata de una chica que conozco y de un amigo suyo. Se dirigen al refugio de Ras de Carançà con la intención de llegar mañana a Toes y regresar en el Tren Groc y la Renfe. Como su ritmo es claramente inferior al nuestro, en las primeras rampas los dejamos atrás y los vamos viendo cada vez más pequeños; finalmente desaparecen, no tanto por la lejanía como por la divergencia de nuestros pasos: los suyos se encaminan hacia el Coll de Noucreus y yo me he animado a acompañar a Óscar hasta el Coll de Noufonts. Un sonido similar a los de algunas aves proviene de cerca de unas madrigueras: se trata de una marmota. Su torpe caminar les da un toque muy cómico y hasta diríase que son fáciles de alcanzar y presa fácil, pero si han sobrevivido en este ambiente hostil en el que un humano no duraría ni dos días sin comida será por algo. Así, junto a la entrada de su gruta, nos observa alejarnos mientras sigue advirtiendo de nuestra presencia a sus congéneres de un modo acústico y efectivo.

 

La rampa hasta el collado no es especialmente dura, lo que echa para atrás es el peso de la mochila. Le comento a Óscar que si quiere que tire para adelante, pero me dice que no tiene prisa alguna. Rápidamente me hago una idea del tipo de peregrino que es, bastante opuesto a mi modo de afrontar el Camino: se levanta hacia las diez y luego, a un ritmo pausado, va aconteciendo su resto de la jornada hasta que para en el siguiente albergue; también me imagino lo despreocupado de su caminar. ¡Qué envidia! Hoy, aquí y ahora, en cambio, no tenemos la meseta castellana, sino el Pirineo, y si uno quiere llegar a buen puerto, lo mejor que puede hacer es madrugar e ir al tanto. En esas estamos cuando llegamos a las ocho y media, tras dos horas de ascenso, al Coll de Noufonts (2652m), sobre el horario que marcan las guías. Junto a una barraca de pastores desayunamos. No muy lejano, a mano izquierda, vemos una franja blanca de roca anexa a un collado que lleva por nombre Coll d´en Bernat (2616m), y uno se pregunta el porqué de ese nombre. ¿Es que a alguien se le antojó pasar el resto de sus días ahí? ¿O quizá era el lugar predilecto de algún pastor? Supongo que nunca lo llegaremos a saber.

 

Una vez en el collado Óscar de anima a acompañarme a hacer la cresta, que lleva por nombre Cresta d´Anyeller. Se trata de un itinerario asequible, sensato, de alcance humano. No es más que una hora lo que suele emplearse en alcanzar la cercana cumbre del Pic d´Anyeller (2633m) y por último la del Pic Rodó (2645m). A la primera se accede por terreno rocoso pero sin ningún tipo de dificultad en apenas cinco minutos. En tal lugar Óscar hace un pensamiento y opta por regresar, pues hoy tiene que bajar hasta Queralbs y debe reservarse energías para el gran desnivel a perder. Eso sí, antes de despedirnos, lo fotografío con la cresta como telón de fondo, y él me toma una foto a mí también. Él y un grupo de cinco personas van a ser mi único contacto humano en las cuatro solitarias crestas que voy a realizar en esta zona durante hoy y los dos próximos días. ¡Menuda suerte! Eso sí, a la que te sales a los trazados clásicos, especialmente a la vuelta de la cresta, la gente aparece por doquier.

 

Para aventurarme a afrontar el resto de la cresta prescindo de la gran mochila y opto por la normal, sin entrar en detalle en lo que contiene porque su peso no me molesta. Así, se da la curiosa circunstancia de que el casco ha quedado atrás junto a la tienda de campaña o el saco de dormir, pero llevo conmigo el champú. Como no eche mano de algún capítulo de MacGyver creo que no le voy a sacar ningún partido. Pero bueno, como tengo la cámara de fotos, la hoja de anotaciones, el agua y el dinero, me voy tranquilo. Todo el resto es prescindible o reemplazable por lo último. Con tal aprovisionamiento me aproximo alegremente cual anuncio de productos femeninos hacia el pico al que algunos autores le ven forma de magdalena; a mí más bien me parece más un helado, concretamente un Mikolápiz. Su redondeada zona somital también me recuerda a los montículos de arena con agua que levantaba en el patio de la escuela. Más abajo, en cambio, paredes verticales lo rodean y lo convierten en prácticamente inexpugnable. Ello no impide que osados montañeros lo coronen por uno de sus dos puntos débiles: la Cresta de Anyeller, y el más difícil, el espolón o arista noroeste. Este segundo está catalogado como AD (III+) y requiere el uso de cuerdas y de material de aseguramiento, mientras que la cresta que recorro, en ausencia de nieve y con la experiencia suficiente, no deja de ser PD (III-), es decir, asequible para novatos como yo. A todo esto, ¿cómo es que la palabra “somital” no consta en el diccionario de la RAE?

 

Unos cuantos escollos ha de superar quien ose coronar una de las dos montañas de la zona de Núria – Carançà que tienen una vía normal de ascenso más difícil –la otra es el cercano Roc del Boc–. Uno de ellos es el pequeño destrepe por terreno rocoso de color blanco hasta una brecha de la misma tonalidad visual. A ello lo llaman muro fisurado II/II+. Si bien es sencillo, uno debe extremar la precaución para no hacer un mal apoyo y rodar unos metros pendiente abajo. Siguiendo cresteando, se llega a una nueva brecha ante la cual te encuentras una cuerda anudada de unos ocho metros que cae de una pared que hay que trepar. Siguiendo lo que suelo hacer en estos casos, me marco el objetivo de subir sin hacer uso del artilugio antropológico, y gracias a que la presa es buena alcanzo la parte superior de la pared. Acto seguido emprendo un tramo de cresta horizontal y luego afronto la bajada de un nuevo muro. Esta vez se me antoja más difícil, diría que porque la sensación de vacío es mayor. Siguiendo el procedimiento autoimpuesto, antes de confiar mi futuro a un fragmento de roca inerte, compruebo que la presa no se me queda en la mano, algo que aquí no sucede. Ello me aporta una gran seguridad y me permite buscar tranquilo un apoyo para el pie y así ir perdiendo altura poco a poco, presa a presa.

 

El Pic Rodó sigue dando guerra, y ahora me reta con la subida por un filo que sigue siendo, como todas estas operaciones, a vida o muerte. Son fáciles, pero uno no puede despistarse si aún tiene proyectos futuros por cumplir, aunque si ya no se es inquieto ni soñador puede darse el caso de que se tenga familia a la que hacer feliz, en cuyo caso el precepto sigue siendo válido. Finalmente, un último centinela es evitable por la derecha, ¡pero qué demonios!, he venido a crestear. Una vez superado, me hallo levitando sobre la suave pendiente herbácea, la cúspide de la magdalena, el borde de vainilla del Mikolápiz. Impregnado de felicidad alcanzo de punto culminante de esta deliciosa y apetitosa montaña.

 

Se podrían escribir muchos párrafos al respecto de las vistas del presente pico, pero ya que el tema va de crestas optaré por darle un enfoque escarpado. Así, a un tiro de piedra, se haya la Cresta dels Llosers, que realizaré pasado mañana. Destacan el Roc del Boc, los dos Puig Conca –el Norte y el Sur–, la enigmática Torre d´en Xillén, sus dedos y la majestuosa Torre d´Eina. Hacia el otro lado, se muestra espectacular la Cresta de Racons, que realizaré mañana. Es visible también la continuación del cordal hacia el Monoliet, el Piló de la Xemeneia, el Pic Rodó o Redó y el Gallinàs. En segundo plano, la arista noroeste del Pic de l´Infern exhibe su línea mágica, un camino que tiende más hacia los cielos que hacia las profundidades de la Tierra. Al oeste, en cambio, se encuentra junto a la base de la montaña un bonito lago, el Estanyet, al que va a parar una cresta que a continuación realizaré, la Cresta de l´Hereuet, que entre tanta mole pirenaica parece una nimiedad geológica que colocada en otro lugar se antojaría de una dignidad mayor a la que goza en su posición actual. Con tal sobredosis de crestas uno cae en la cuenta de que esto no ha hecho más que comenzar. Ahora, a bote pronto, lo que toca es deshacer la que se acaba de realizar. Y ahí vamos.

 

Si el reloj no miente, doce minutos he estado en la cima. En ellos me he acercado a observar el Estanyet y el espolón noroeste, pues desde la cima no son visibles a causa de la poca pendiente de los prados que la rodean hasta el inicio de los barrancos que se abren por doquier a trescientos sesenta grados. Óscar es una mancha roja parada junto al lago, de lo que deduzco que se está pegando un buen descanso. Hasta aquí he empleado prácticamente una hora, desde las 9:25 hasta las 10:18, por lo que me muevo en el tiempo que marcan las guías. En concreto, me he hecho unos croquis con dos libros de excursiones más sencillas y dos de crestas, estos últimos A tota cresta de Manuel Borrell y Enric Faura publicado por Cossetània Edicions, y Crestas pirenaicas, de Pako Sánchez y editado por Desnivel Ediciones. No me he traído ninguno de ellos por el tema de ahorrar peso, aunque al final me he visto portando dos mochilas, un martillo y comida y ropa para tres días, entre otras cosas tan útiles como el champú o el metro para medir la tienda y dilucidar si me cabe una colchoneta que aparece en un catálogo comercial. Si ya lo decía el inicio de la canción de Érase una vez la vida

 

La vuelta tiene lugar en cuarenta y cinco minutos, y viene a ser prácticamente lo mismo. Eso sí, en el lugar en el que hablan de un rápel da algo de miedo destreparlo por lo aéreo y opto por tirar hacia la izquierda. A parte, la cuerda con nudos ahora es de bajada y sí la utilizo pues hay un pequeño paso algo extraplomado. Por otro lado, el muro de piedra blanca cercano a la brecha del mismo color ahora es de subida, lo que a primera vista parece más dificultoso antes de acometerlo, pero una vez metido en faena es más sencillo de superar que en bajada y con la ventaja de que al no mirar para abajo no se siente el miedo causado por la exposición al patio, aunque en este obstáculo, a diferencia de otros tramos, es realmente minúsculo. Una piedra blanca brillante me llama la atención y decido llevármela como si fuese un oráculo aunque no creo en esas cosas. Por otro lado, seis flores lilas me dan pena porque están a la sombra en una fisura y seguro que realizarían mejor la fotosíntesis al sol, pero tampoco es plan de trasplantarlas, hay que dejar que la naturaleza siga su curso. Una vez retomada la mochila de las dos esterillas y compañía los movimientos son más dificultosos. No me quiero ni imaginar que hubiera sucedido si esta cresta no fuese de ida y vuelta. Supongo que hubiera tenido que regresar igualmente a por ella.

 

Como me ha gustado el Estanyet y Óscar me ha dado un poco de envidia allí descansando cual sabio vividor o artista de la vida, una vez en el Coll d´en Bernat tomo el sendero que desciende hacia La Valleta, el valle en el que se encuentra. De bajada paso junto a una tienda de campaña y junto a un “orri”, un refugio precario de piedras que utilizaban los pastores y que te puede sacar de un buen apuro en caso de tormenta. Contemplando la cresta –parece mentira que haya estado ahí– observo a dos personas paradas en lo alto de un promontorio. Deben de ser los dos que han dormido en la tienda. Seguro que han acometido la ascensión por la arista noroeste y por poco tiempo no hemos coincidido en la Cresta de l´Anyeller. La verdad es que es mucho más descansado avanzar con un mochilón por sendero que afrontar una cresta ligero de equipaje para no tan largo viaje. Eso de sube y baja, ahora trepa, ahora destrepa, ahora agárrate bien que te despeñas, ahora pon bien el pie, ahora no mires para abajo, acaba haciéndote polvo en poco tiempo, tanto física como psicológicamente.

 

Qué sería del montañismo sin los descansos. Si para algo sirve es para descansar después de estar cansado. Pocos placeres pueden superar al hecho de llegar a un lago y apegarte a la sombra de una gran roca a sus orillas y dejar que el nitrógeno y el oxígeno penetren en tus pulmones con la tranquilidad de no tener que estar moviendo las extremidades inferiores. Los dedos de los pies, joviosos por su nuevo rol de turista vacacional en Playa Bávaro, se explayan al aire libre mientras las botas sienten un vacío interior y los calcetines se impregnan del olor de la hierba en un ritual de purificación que ni en el mismísimo Finis Terrae tiene punto de comparación. La espalda, liberada del peso de la existencia y de la mochila, reposa sobre la fresca roca y suspira no por un colchón de látex, ni siquiera por el tacto de un fisioterapeuta, sino sólo por el simple hecho de seguir liberada un segundo más, un minuto más, una hora. ¿Es que estos montañeros no han visto dónde transportan las mujeres de África sus enseres?

 

Descalzo, me acerco sobre la punzante hierba a las gélidas aguas. La presencia de alguna lata de conservas semienterrada llama a la precaución, en especial al comprobar que nada más posar el pie en el fondo, los sedimentos te abren paso y te hundes hacia lo no visible, hacia la basura humana del inhumano que la deja aquí. Una vez insensibilizados los pies y liberados así del sufrimiento, recorro las inmediaciones en busca de un gran palo con el que ir de pesca, no de peces, sino de latas de atún, pero claro, aquí no hay ni árboles ni troncos. Las chanclas que he traído para ducharme no me protegerán de un posible corte, así que me viene a la mente la idea o la locura de venirme algún día con unas botas de agua y recolectar toda la basura sumergida que se me ponga a la vista. Si bien este lago apenas llega al medio metro de profundidad, pues está en fase terminal, lo suyo es que muera por la acumulación de sedimentos, como todo lago presente en el Pirineo, y no sepultado por latas de sardinas.

 

De regreso a mi refugio de la radiació solar me zampo un bocadillo de chorizo y unos Pelotazos, que no son cubatas sino aperitivos de una marca que comparte nombre con un refugio cercano –sí, Matutano–. La presencia de un “tazo” en el interior de la bolsa me hace meditar acerca de los valores que se transmiten a los niños desde todos los frentes de la sociedad. Una mísera chapa de plástico puede parecer algo insulso, pero está inculcando en el joven un hábito de consumo para poseer más y más tazos. Aquí, en cambio, cuando te ves completamente rodeado por las altas cumbres, la idea de poseer parece ridícula, y puedes llegar a preguntarte quién demonios se inventó eso de poseer cosas. ¿Es que acaso algún otro ser vivo posee algo? Y en cuanto a nosotros, ¿lo poseíamos antes? ¿Acaso somos más felices ahora por ello? ¿O quizá nos llena de infelicidad no poseerlo? Qué bonito es formularse preguntas, sobre todo si son de difícil respuesta. Para todo lo demás, Mastercard.

 

De camino de la aguja llamada Agulla de l´Hereuet, hasta la cual todo el recorrido es de subida, una mosca se posa sobre mi sombrero. “No te vengas a nuestro mundo –le susurro–. Aquí vivirás mejor”. En algo hay que distraerse cuando el cansancio se hace insoportable. Resulta que la pendiente es bastante fuerte y la mochila supono una losa que acarrear y que encarece en términos energéticos el avance. En una primera parada mi corazón late ventisiete veces en diez segundos, lo que implica ciento sesenta y dos pulsaciones por minuto. Poco a poco voy viendo cada vez más cerca la cresta, aunque no acaba de llegar, y anoto en mi folio de notas lo siguiente: “Como se leería en un libro de autoayuda, no hace falta estar especialmente dotado –léase tener talento–, sino mostrar constancia, esfuerzo y sacrificio, y así la meta la verás cada vez más cerca”. Aplicando mi propio pensamiento alcanzo el cordal con el corazón trabajando a ciento setenta y siete pulsaciones por minuto, pues he contado cincuenta y nueve en veinte segundos. La mochila va rápidamente al suelo y, ligero como el viento, me encaramo en la alto de la Aguja de l´Hereuet. ¡Uauuuuu!

 

Las vistas desde aquí son inquietantes. Por un lado tienes la cresta que llega hasta la cima. Enfrente, el Pic Rodó y la cresta de Anyeller se muestran en todo su esplendor. A la izquierda, la cresta de Llosers es simplemente espectacular, con los picos antes citados, de los que llaman la atención los rojizos Dits d´en Xillen y la Torre d´en Xillen, una especie de aguja que diríase que se va a desmoronar en cualquier momento. Al otro lado, el Pic d´Eina y una montaña que es una mole la mires por donde la mires, el Noufonts, la segunda cumbre más alta de la Olla de Nuria. Como todo lo descrito tiene una altitud superior a la mía, se muestra si cabe con mayor majestuosidad; uno parece ser un invitado de excepción en un mundo que le es ajeno y al cual ha accedido de la mano de una inquietud, aquella que lo ha alejado de la comodidad de su mundo, el civilizado y domesticado. Y ahí es donde uno puede pararse a pensar en la proporción de genes que aún conserva de épocas pasadas, de sus raíces puras de animal bípedo y nómada, no culosentado de sofá. Suena fuerte pero es así.

 

Una vez destrepado hasta mi pesada mochila –en el sentido físico, pues lata no da ninguna– me la echo a la espalda de nuevo y enfilo cresta arriba, que más bien es un cordal sin apenas dificultad. De todas formas, voy con cuidado, pues no sería la primera vez que alguien se accidenta en lo más simple. En ese sentido, en una de esas rocas que aquí tanto abundan que surgen del suelo de canto y son realmente afiladas, me doy un golpe tonto en la espinilla que me produce una pequeña pero dolorosa herida que queda en un susto. Luego hay otro tipo de rocas con las que hay que ir con ojo: aquellas que están sueltas y esperan tu llegada para transformar parte de su energía potencial gravitatoria en energía cinética. Su peligrosidad radica en que pueden hacer que tu energía se conserve pero sufra el mismo cambio, y eso lleva irremediablemente a una desaparición brusca de la energía cinética y a un aumento de la entropía cuando tus restos se diseminan por el suelo, en especial el fluido sanguíneo. Así, más vale andarse con cuidado, y si se trata de una cresta sencilla aún con más motivo.

 

Una vez remontada la cresta de l´Hereuet (II/II+), que como digo, no presenta ninguna dificultad remarcable –aunque puedes complicarte la vida cuanto quieras por el borde de los barrancos que caen al este–, continúo ascendiendo por el cordal Torre d´Eina – Eina, hasta alcanzar lo alto de este segundo pico, de 2786 metros de altitud y perteneciente a la Olla de Nuria. Son las tres. Una pareja que llega son los primeros con los que me topo hoy, exactamente tras ocho horas y media de excursión. A Óscar y a la pareja que iba a Toes no los cuento porque hemos salido simultáneamente de Nuria. Eso da una idea de la tranquilidad que uno puedo encontrar por estas montañas si se sale de los caminos trillados, que básicamente implica evitar el Puigmal, el resto de la Olla de Nuria o los trazados de la Nuria – Ras de Carançà – Toes o la Queralbs - Nuria. De bajada, la niebla espesa lo invade todo. Ya se sabe: aquí, por las tardes, en verano toca cielo cubierto.  De ahí la importancia de un buen madrugón. Como quien no quiere la cosa, hay que echarle una hora y media más hasta el Santuario. Es lo que tienen las crestas: que la aproximación puede significar toda una excursión. Y luego aún está la cresta, esperando como el amado a su amante, dispuesta a recibirnos en nuestra cita con la cumbre.

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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