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Wednesday 29 de June de 2011, 20:04:29
25-06-11 : Cresteando por el Pirineo Oriental II (Núria – Carançà)
Tipo de Entrada: RELATO | 3178 visitas

Ruta con inicio y final en el Santuario de Nuria que recorre una sencilla cresta, la de Racons, para luego proseguir por el cordal hasta el Coll Mitjà (2367m) habiendo coronado el Pic de la Fossa del Gegant (2801m), el Pic del Racó Gros (2779m), el Pic del Racó Petit (2785m), el Monoliet (2727m), el Piló de la Xemeneia (2593m) y el Pic Redó o Pic Rodó (2677m). Desde el collado, en una hora se llega a través del GR-10 y GR-34 al refugio Ras de Carançà (1831m), y una vez en él, en unas cinco horas y media más se alcanza de nuevo el Santuario de Nuria pasando por el Coll de Carançà (2727m) y por el Coll de Noucreus (2775m). En total, unas catorce horas de excursión yendo solo.

 

 

 

Después de haber realizado ayer dos crestas, hoy llega el momento de acometer una tercera. Con esa intención salgo a las seis de la mañana de la zona de acampada de Nuria en dirección al Coll de Noucreus (2775m). Si bien la cresta dels Llosers, que une el Torre d´Eina con el Roc del Boc, tiene mejor pinta y mayor dificultad, el hecho de que ayer regresara desde el Pic d´Eina me hace optar por la Cresta de Racons y así no tener que realizar de nuevo la bajada de ayer tarde pero en el sentido de subida. Me he propuesto superar los ochocientos once metros de desnivel sin parar en ningún momento, por lo que me obligo a ser comedido con el ritmo e intento inspirar profundamente en los momentos en que parece que me falta el aire. Al respecto, mi cabeza comienza a pensar sobre su composición, que no por ser la misma –el 20,9% de O2– implica una misma cantidad del preciado comburente. Recurriendo a parámetros tales como la densidad o la presión parcial queda claro que aquí los pulmones disponen de menor cantidad de oxígeno y se ven obligados a trabajar más, a la vez que la sangre se enriquece en eritrocitos y se vuelve espesa, como bien saben algunos ciclistas a los que les da alas no un toro rojo, sino sustancias de otro calibre.

 

Tras haber ganado bastante desnivel llega el momento de enfrentarse a un gran dilema. ¿Acometo el pedregal final por la senda normal, que serpentea para disminuir la pendiente, o tomo la directa, mucho más corta e inclinada? Tanto la sabiduría popular, que ha generado una ruta normal en forma de lazadas, como el instinto montañero, apuntan hacia el mismo camino: el más largo. Por el contrario, el sentido común, que a veces es el menos común de todos los sentidos,  indica que no, que lo mejor es tirar derecho arriba. Como quiero tener un ascenso sostenido e intentar no realizar ninguna parada hasta llegar al collado, opto por la senda típica, lo que en mi opinión ha sido la elección más acertada. Así, en una hora y media, alcanzo el solícito collado cuando aún son las 7:30 de la mañana, un tiempo inferior al que marcan las guías –1:55, 2:15–, lo que me va a ir bien porque esta excursión se va a hacer más larga de lo previsto.Las diez cruces clavadas en el collado, y no nueve, quizá sean lo más frecuentado de la Olla de Nuria, incluso más que el mismísimo Puigmal, pues por aquí se accede tanto a la Vall de Carançà como a Ulldeter, así como al Valle del Freser –donde se halla el refugio de Coma de Vaca– y a algunos picos de renombre, entre los que figuran el Pic de la Fossa del Gegant y el Pic de l´Infern. El primero de estos lo tengo a escasos cincuenta metros, pero realmente no lo asciendo porque lo confundo con un promontorio en el que hay un gran piolet y que muchos, entre ellos yo, siempre hemos tomado por Pic de la Fossa del Gegant (2801m).

 

Aunque nunca he estado en el Pas de Porc, lo reconozco abajo, a unos doscientos metros de desnivel de donde me encuentro, por la evidente cresta que se inicia en él y que va a parar a la cumbre del Racó Gros, curiosamente de menor altitud que el contiguo Racó Petit. Todos ellos forman la Cresta de Racons, situada en un cordal que se erige como una mole en dirección norte-sur y que limita la Vall de Carançà por el oeste y La Valleta por el este. El descenso hasta el paso por el pedregal lo emprendo desde el piolet del supuesto pico. Su inclinación no es muy pronunciada pero hay que andarse con ojo porque las pizarras pueden moverse y hacerte caer al suelo. A media bajada identifico lo que parece un sendero poco evidente e intento seguirlo hasta abajo, donde se encuentra un pequeño lago o un gran charco, según se mire. Como en el mapa de la Editorial Alpina no figura, supongo que es más bien lo segundo. En sus aguas me refresco y compruebo la gran cantidad de unos animalillos rojos que la pueblan; diría que son renacuajos pelirrojos. En mi hoja de anotaciones pongo que hoy voy más ligero que ayer y que no tengo que afrontar tanto suplicio; además, supongo que no echaré en falta el champú. También examino el croquis que me he hecho de la zona, que es un mapa con observaciones de las cuatro crestas que voy a realizar estos días, de la arista NO al Pic Rodó y de arista NO al Pic de l´Infern. Todo ello es el compendio que he realizado en casa de las crestas presentes en la zona a partir de los libros que he tomado prestados de la biblioteca.

 

A las 8:10 me sitúo en el Pas de Porc, una especie de collado que comunica dos valles: el de Carançà y La Valleta. Lo primero que hago es desear que sea más sencillo de lo que aparenta; lo segundo, observar a una marmota que emite unos fuertes sonidos y que me mira con cierta curiosidad; y por último, me enfilo hacia la arista, porque avanzar por la senda que recorre los prados de su parte derecha puede resultar muy anodino. Nada más llegar al borde uno se percata de los barrancos y de las diferentes canales que suben desde La Valleta hasta aquí. También salta a la vista que la ruta de dificultad fácil es la de seguir la cresta por el sendero, mientras que por las grandes rocas uno puede hallar pasos de la dificultad que desee y exponerse al vacío todo cuanto quiera, es decir, que cada uno se busca la vida o se la dificulta a su antojo. Como no me gusta ni pasarlo mal ni avanzar al borde del abismo, trepo cuando lo veo viable y bordeo por la derecha, es decir, por la ruta que marcan las guías, los pasos más complicados, hasta que llega un momento en que sí, se acaban los prados y el terreno se vuelve completamente rocoso, aunque a veces también con presencia de hierba y de un sendero por la derecha. Según la guía, una de las numerosas canales que vienen del oeste es la llamada Canal dels Científics, pero vete a saber cuál.

 

Durante todo el tramo de ascenso al Racó Gros, que como digo, está formado por una primera parte de rocas y hierba, y una segunda de terreno rocoso por el que avanza un sendero a mano derecha, me encuentro con un dilema en el que, para variar, hay que optar por una solución de compromiso. Resulta que a la derecha del filo el avance es adecuado pero, incluso a estas horas, el sol pega de lo lindo. A mano izquierda, en cambio, la sombra es apetecible, pero el terreno es expuesto y no presenta sendero alguno, sino pasos imposibles de trepar. La manera de proceder, pues, consiste en avanzar por el sol y pegarse unos buenos descansos a la sombra, bien para retomar el aire, para echar un trago o para tomar algunas notas. Volcando el contenido de la mente en el papel dejo espacio para que surjan nuevas ideas, nuevos pensamientos, mientras que si estoy repitiéndome una cosa que tengo que plasmar en el papel para que no se me olvide, difícilmente se me ocurre algo nuevo hasta que me libro de ello. Lo malo es que me da mucho palo pararme a escribirlo al sol porque ya estoy bastante quemado de ayer, pero tampoco es plan de detenerse a cada poco e irse a la sombra. Total, que haga lo que haga siempre salgo perdiendo.

 

Respecto a las vistas, a mano izquierda quedan la mole del Noufonts, el Coll d´en Bernat, la Cresta de l´Anyellet que recorrí ayer en ambos sentidos, el Pic Rodó, la Torre d´Eina y el Roc del Boc, entre otros. Al este, en cambio, quien llama la atención es el Pic de l´Infern y su arista NO, a la que me planteo ir al acabar esta cresta. Y volviendo al tema del sol –qué pesado soy–, el sombrero no hace gran cosa cuando el astro rey se muestra tan bajo en el cielo, así que me lo quito y me coloco el casco pero, ¡oh, sorpresa!, entonces me da de pleno en los ojos y el casco vuelve a su lugar en la mochila y el sombrero, que resulta más útil de lo que parece, se alza de nuevo sobre mi cabeza. Por otro lado, llevo dos pañuelos de las fiestas de mayo de Badalona, uno para protegerme el cuello, y el otro la cara, pero el primero de ellos se afloja sin que me percate y me quedo sin él. Quizá si lo encuentra algún rebeco que quería ser pez se pase por mi ciudad con él puesto para pasar desapercibido de camino a la playa. Los que tengo delante y que contemplo desde la sombra mientras procedo a un trasvase de agua en el que no pierdo ni una gota, son unos veinte o treinta y la mayoría son realmente pequeños, seguramente crías de esta primavera. Están bajando por la vertiente escarpada, que es la que queda protegida del sol, y con su avance multitud de piedras ruedan causando un ruido que en estos lares, al haber un gran silencio, suena si cabe más intenso y espectacular. Diría que es más hipnotizante que el flautista de una de las fábulas de los Hermanos Grimm.

 

A las nueve de la mañana alcanzo la cumbre del Racó Gros (2779m). No me entretengo mucho y comienzo a descender la cresta, que continúa siendo sencilla. En un paso estúpido me hago daño en la rodilla al pegar un salto al suelo más confiado de la cuenta; eso me pasa por ir con prisas. Luego el filo deja de ser aéreo y presenta un pedregal a la sombra a mano izquierda –aquí lo llamamos “tartera” –. Pronto llego a las proximidades del collado que hay entre los dos Racons y me siento junto a un torreón aislado de unos ocho metros de altura que constituye toda una provocación; es fotogénico y parace que se vaya a desmoronar. Me como para desayunar un cacho de  coca de San Juan y otro de coca de chocolate; así si me pasa algo subiendo a la torre rocosa al menos ya las habré disfrutado. Una abeja golosa se acerca y me ronda en busca de alimento emitiendo un zumbido que la delata, característica que comparte con los mosquitos. ¿Cómo es posible que la evolución los haya provisto de algo que a primera vista parece una desventaja? De camino al torreón pienso en que la selección natural quizá promueva a los más tranquilos y los menos inquietos, menos dados a meterse en problemas y fallecer antes de tiempo sin dejar descendencia.

 

Mientras escalo la aguja, que debe de rondar el grado III, varias aves de gran envergadura pasan junto a mí. Es como si no volaran, parecen levitar dejadas de la mano de las corrientes de aire y los cambios de presión. Más que pensar en si puedo subirla hasta arriba, lo que valoro primero es la facilidad de su descenso, pues sería bastante desagradable pasarlo mal para salir de un entuerto en el que me haya metido de una manera estúpida sin venir a cuento. Como lo veo viable, me enfilo hasta arriba. Por lo visto, al otro lado no es tan pequeña y al menos cae cincuenta metros, así que me bajo rápidamente no vaya a ser que se desmorone todo. La verdad es que me he planteado no subir y hacerlo en otra ocasión en que pueda tomar fotos –ayer me quedé sin batería y ni hoy ni mañana podré hacer ninguna–, pero me he preguntado a mí mismo si iba a dejar de hacer algo por no poder fotografiarlo y eso me ha animado aún más a subirla. Una vez abajo, de nuevo junto a la mochila, anoto una observación al respecto del Pic Rodó, que tengo enfrente y que ayer subí: “Lo discriminan por ser más bajo pero a mí me da igual. Al fin y al cabo, el metro no existe en la naturaleza, es un invento humano”.

 

Una vez alcanzado el collado emprendo la subida al Racó Petit (2785m), algo más alto que el anterior. Su acceso tampoco presenta ninguna dificultad remarcable. Llegados a un pino hay una roca de dificultad II evitable por la izquierda, pero para algo que es necesario trepar tampoco hay que darle la espalda. Arriba hay una roca a la que es una tentación agarrarse pero está totalmente suelta; menos mal que acostumbro a escrutar primero la fiabilidad de una presa antes de depender de ella. La diferencia con todo lo recorrido hasta ahora es que a mano derecha también hay corredores y barrancos. Además, las grandes rocas se han vuelto de un color blanco y negro con musgo verde adherido y también abundan las vetas de roca afilada que surge de canto. Estas últimas me disgustan bastante pues incluso con solo tocarlas parece que te vayan a producir una raja en la piel de lo punzantes que son. Y así sucede: destrepando un muro me hago un corte en el dedo meñique sin apenas haber entrado en contacto con la roca y comienza a aparecer un poco de sangre. Si todas las heridas fueran como esta…

 

En un collado de roca blanca compruebo que es posible bajar a mano derecha hacia la Vall de Carançà, lo que me iría bien para enlazar esta ruta con la arista NO del Pic de l´Infern y regresar a Nuria desde allí. Lo malo es que tengo poca agua y cada vez hace un calor más sofocante, por lo que decido coronar el Racó Petit y luego seguir cresteando hasta el norte y en algún momento bajar hasta el refugio del Ras de Carançà para proveerme del preciado líquido y si acaso ascender al Pic de l´Infern más tarde. Una vez coronado, concretamente a las diez y media, ni me detengo: memorizo la hora de paso y sigo para adelante. Su bajada, en la que me lastimo el pie derecho, tiene lugar por cresta y posteriormente por un pedregal hasta que se alcanza el collado que lo separa del Monoliet. El ascenso a este nuevo pico desde el collado es como avanzar por las rocas de un espigón pero cuesta arriba y sin la brisa marina impregnándote la piel. Con la mano derecha en el bolsillo –la tengo bastante quemada por el sol– alguno diría que voy de campo y playa, pero que digan lo que quieran. Además, tampoco hay nadie…

 

Una vez en lo alto del Monoliet (2727m) inicio su descenso, lo que implica salirse del mapa de la Editorial Alpina. En mi croquis me he anotado las dos siguientes cumbres y el collado por el que se desciende al refugio Ras de Carançà, pero no tengo referencias de la cresta. Cabe destacar que la bajada desde el Monoliet queda fuera de la cresta de Racons y que su dificultad no me parece para nada fácil. Como suele suceder, el encuentro con un parabolt indica que te estás metiendo donde no debes cuando no se tiene ni experiencia ni material de escalada. Aún así, logro bajar algunas grandes piedras de la inclinada cresta, que poco a poco va pasando a ser de escalada y muy aérea y vertical. Llegado a un paso en el que hay una gran roca junto a otra y una grieta entre ambas en la que justo me cabe la bota de montaña, me percato de que es imposible continuar destrepando, ahora habría que desescalar. De todas formas, me agarro bien de la parte superior de la roca y dejo caer el cuerpo en busca de una presa para los pies y ahí me quedo. Unos tres metros me separan del siguiente minirrellano, pero no tengo ninguna presa más; la opción del salto la descarto porque a ambos lados hay patio, y la grieta entre las dos rocas me es impracticable. Así, regreso a la parte superior de la gran losa en la que me sostengo y comienzo a buscar una escapatoria por el este, que es una vertiente inclinada de roca y hierba. Con sumo cuidado voy abandonando poco a poco la arista y perdiendo altura por donde considero que los pasos son más sencillos o menos expuestos y las presas más fiables, hasta que salgo del atolladero y me dirijo tranquilamente a la parte inferior de esa vertiente del Monoliet. Menudo susto me llevo cuando miro para atrás y veo de donde vengo. Menos mal que no me he metido en más problemas.

 

Habiéndome quitado un gran peso de encima continúo por el cordal, que parece no tener fin, ascendiendo a cumbres secundarias que se pueden evitar pero que me apetecen culminar, algunas de ellas completamente rocosas. Sé que alguna es el Piló de la Xemeneia (2593m), pero desconozco cuál pues ahora carezco de mapa, así que las enlazo todas por el cordal con el empleo de energías y de tiempo que ello supone. De repente, moscas por doquier, ¿de dónde saldrán tantas? Una de ellas se posa sobre mi sombrero y la veo de reojo. Juraría que si pudiera comunicarse conmigo, me ofrecería un trato de simbiosis, pero desconozco que me podría aportar ella a cambio de que yo la lleve de turismo. Según mis anotaciones, a las 11:40 corono otra cima, luego avanzo por un tramo aéreo y alcanzo un collado. A continuación, a las 12, me sitúo en lo alto de una nueva cima, y a las 12:10, de otra, esta vez con un hito es su punto culminante. ¿Será el Piló de la Xemeneia? Posteriormente viene una bajada por una cresta de grandes piedras seguida de un terreno compuesto por rocas y hierba. Llegado un momento, multitud de pinos pueblan la cresta y se hace necesario abandonarla pues impiden el avance por ella. A mano derecha son barrancos, así que no queda más opción que la banda oeste, por la que también es necesario espavilarse entre rocas, hierba y arbustos. En tantos kilómetros de cordal uno se encuentra tantas cosas y obstáculos…

 

Cada vez más cansado y deseando que el interminable cordal llegue a su fin –tengo la sensación de que voy a llegar al llano de la Cerdaña– alcanzo un último collado desde el que afrontar el ascenso a una cumbre bien marcada y redondeada que llevo viendo desde hace horas y que parece que no llega nunca. La presencia de un poste en su cima me ha hecho suponer que se trata de alguna importante y, efectivamente, la cima en cuestión es el Pic Redó o Pic Rodó (2677m). Lo que parecía una cruz o un buzón resultan ser unas placas solares con un repetidor que “puede salvar vuestra vida”. El reloj marca la una y el collado de Noucreus, desde el que bajaré a Nuria, se ve lejísimos. Me siento a la sombra de los “módulos tipo 275 de BP Solar” y me como lo último que me queda. Como todo es pedregal, mientras lo miro me pregunto cuantas rocas desaparecerían de mi vista si todas las que han sido pisadas por un humano se hicieran invisibles. Me imagino que la mayoría permanecerían porque por este cordal tiene pinta de pasar muy pocas personas al cabo del año.

 

A la una y cuarto abandono la cima y desciendo más corriendo que caminando hasta el amplio Coll Mitjà (2367m), al que llego en veinte minutos. Los dedos gordos de los pies sufren la celeridad de la bajada y piensan en el dicho de que cuando el río suena, agua lleva. Ambos rozan la desesperación por sumergirse en las gélidas aguas y gozar de una insensibilidad breve pero reconfortante, pero el refugio y el río aún están algo distantes. Una pista forestal sube haciendo largas lazadas desde el Valle de Carançà, pero lo suyo es bajar a través del GR-10, que a su paso por esta zona coincide con el GR-34. La pendiente es fuerte pues hace de atajo a la pista, lo que invita a dejarse llevar por la gravedad y correr más que andar para disgusto de mis extremidades inferiores. El cerebro es el que manda y su principal preferencia es llegar hasta el fondo del valle para que me provea de agua. Dado que llego al refugio (1830m) cuando pasan diez minutos de las dos, es de fácil calculo obtener que he empleado cincuenta y cinco minutos para descender los 847m de desnivel que median desde la cumbre hasta aquí, lo que no está nada mal tras más de ocho horas de excursión y mil y una subidas y bajadas.

 

Si bien aquí obtendré agua, también sucede algo inédito: coincido con gente. De hecho, están llegando al refugio por ambos lados del valle, algo a lo que me he desacostumbrado en pocas horas. Rápidamente pregunto por una fuente y me indican que vaya al cartel donde indica “source”. Ambas botellas, la de litro y medio y la de un tercio de litro, son llenadas hasta el mismísimo borde y con ellas me dirijo al río. A una velocidad próxima a la barrera del sonido, me retiro las botas, me saco los calcetines y sumerjo los pies con un dolor tal causado por la fría agua que, como comenté antes, se tiran un buen rato sin sentir nada; es como si se me hubiera helado la sangre. Descalzo y por el interior del cauce, me dirijo a una pequeña cascada e introduzco mi cabeza bajo el chorro de agua. ¡Uauuu, qué fresquito! Se está la mar de bien, pero me quedan muchas horas hasta llegar a Nuria y va a ser cuestión de ir calzándose y ponerse en camino. Y eso hago. A las 14:45 inicio la etapa Carançà – Nuria harto del calor y hasta de caminar.

 

Unos mil metros de desnivel de subida me separan del Coll de Noucreus, por lo que más vale tomárselo con calma, cosa que no va conmigo. En tres cuartos de hora llego a un tramo del valle desprovisto de bosque y con surcos de agua sobre la hierba –una “pleta” o aprisco en castellano– que desde el cordal parecía muy próximo al refugio. Aprovecho para volver a mojarme la cabeza porque el calor es bestial, y el fresquito, si hay suerte y llega una ráfaga de aire, se multiplica para deleite mío. En casi dos horas alcanzo el Estany de les Truites o Estany Gran de Carançà (2264m), y a las cinco y media me sitúo en el segundo, el Estany Negre (2505m). Luego viene un tercero, el Estany Blau (2605), que aún conserva un nevero en el que hay varias trazas de pisadas, pero lo rodeo para evitar pisar la nieve. Cada vez tengo que parar más a menudo para tomar aire y la marcha se me hace en todos los sentidos más cuesta arriba. El número de horas que llevo caminando, cerca de doce, me está pasando factura en estas horas de pendiente y de radiante sol. La penúltima subida me lleva hasta el Coll de Carançà (2725m), y ya con un pendiente más moderado, me acerco hasta la supuesta cumbre del Pic de la Fossa del Gegant, aquel montículo de terreno que tiene clavado un alto piolet y que por lo que parece no es cumbre alguna. Ya “sólo” quedar subir hasta el cercano Coll de Noucreus (2796m) y dejarse caer unos ochocientos metros de desnivel hasta Nuria. Ahora no hay dilema que valga: opto por bajar por el pedregal a través de la senda que hace de atajo en fuerte inclinación. Una vez descendido por el atajo al estilo “tartera del Pedraforca”, sendero y más sendero, un eterno sendero por el que vuelvo con seis cumbres en el bolsillo y catorce horas soportando estoicamente el sol de este infernal día de verano. Si me descuido me cae la noche encima. Pero que se le va a hacer, algo me impulsa hacia allá arriba y de momento no puedo hacer nada por evitarlo. ¿O quizá me dejo llevar?

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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