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Thursday 1 de September de 2011, 23:37:52
24-08-11 : Vías ferratas de Andorra IV: Clots de l´Aspra (Cortals d´Encamp)
Tipo de Entrada: RELATO | 2907 visitas

Tras haber realizado dos vías ferratas en Canillo a primera hora de la mañana, de camino al camping Valira de Andorra la Vella me desvío a la altura de la población de Encamp para realizar una vía ferrata de alta montaña, catalogada como fácil y con un itinerario no muy largo, llamada Clots de l´Aspra, presentada en las guías como ideal para iniciarse en el mundillo. Unos nubarrones que ocultan al sol me animan a ir para allá, pues de lo contrario el bochorno sería asfixiante.

 

De una manera improvisada tomo en una rotonda de la carretera general, la primera que se encuentra viniendo de Canillo nada más llegar a Encamp, la carretera que asciende con grandes lazadas de anuncio de pastillas contra el mareo hacia Cortals d´Encamp. Tras unos siete kilómetros se encuentra el puente sobre el río junto al que parte la senda de aproximación a la vía ferrata, pero como no me quiero pasar –he leído que es una ferrata difícil de encontrar– estaciono el vehículo un poco antes de una área de picnic provista de mesas, sillas y barbacoas. En un cartel informativo se explica que las bordas son unas construcciones de dos plantas que se solían utilizar para proteger al ganado en invierno en la planta baja, mientras que en la primera planta se almacenaba la hierba que se segaba de los prados y con la que se alimentaba a los animales. Los “cortals”, casas de vecindad en castellano, son los conjuntos de bordas levantados lejos del pueblo, donde los campesinos y sus familias vivían a excepción del invierno para llevar a cabo la recolección de la hierba y el cuidado del ganado.

 

Tras un cuarto de hora de ascenso a pie por la carretera, a las 13:35, alcanzo el citado puente, llamado Pont de la Baronia. Aunque hay algún coche estacionado, algo más abajo sí hay un aparcamiento de tierra con vehículos aparcados más allá de la calzada y por tanto en una ubicación más segura. Pasado el puente nace un sendero que sube valle arriba. Pronto deja de ser visible y se hace necesario avanzar por intuición hasta aparecer en una pista. A través de ella paso al otro lado del río y pronto encuentro un desvío a mano izquierda que tomo, señalizado como Pleta dels Orris. Por tal sendero se va al Camí Alt del Griu y al Pic del Cubill (2820m), a los lagos d´Emportona (2514m), a la Collada d´Enrador (2447m) y al lago del Cubil (2296m). También se indica que si uno no toma este desvío, se dirigirá al Alto del Griu, que por lo visto es lo más alto de todo lo mencionado (2874m). De la ferrata no hay ni rastro, y aunque veo un poco más adelante, junto a un cartel que reza “Font dels Orris”, un hito y el comienzo de marcas amarillas, continúo recto hasta una cercana y alargada cabaña verde que parece un establo abandonado, y poco después, hasta un llamativo puente colgante de unos treinta y cinco metros de longitud que permite acceder al otro lado del río, cerca de la estación intermedia del “Funicamp”. Aunque cada vez el cielo está más encapotado y no parece aconsejable entretenerme, no me puedo estar de cruzar el puente y lo hago.

 

Una vez regresado del puente me dirijo al hito y comienzo a ganar altura siguiendo las marcas amarillas. Me extraña mucho no haber encontrado un plafón informativo de la vía ferrata, pero no veo otro lugar posible donde pueda estar. Hay unas paredes oscuras con pinos negros en algunos tramos que no se parecen al croquis que figura en la guía que llevo, pero es una cuestión de perspectiva. Cuando me hallo junto a ellas, con otro ángulo de vista, sí que las reconozco en el esquema que aparece en el libro Vies ferrades a prop nostre, que es el que me ha servido para encontrar esta amagada vía ferrata. Otro problema que se encuentra el que busca su inicio es que en un momento dado aparece una bifurcación, y si no se está al tanto y se continúa subiendo siguiendo las marcas amarillas, uno se lleva la sorpresa de aparecer o bien en el escape, o bien directamente en el final de la vía. Una pista reveladora es que a partir del desvío, unas estacas de madera con un color rojo fluorescente en su parte superior guían al caminante hacia el inicio, supongo que sobre todo en época de nieve, pues no hay que olvidar que la altura ronda los 2200 metros y se trata de una vertiente norte, y por tanto sombría. De todo ello se nutren las recomendaciones que en guías o en internet pueden hallarse: por un lado, que puede combinarse con una aproximación en raquetas de nieve o con esquís, y así complicar una experiencia por sí sola corta, y por otro, la necesidad de venir provisto de crampones y piolet para el descenso pues la pendiente es considerable y si hay nieve dura puede ser una pista de patinaje.

 

No querría dejarme en el tintero mi encuentro con una marmota junto al sendero, la presencia de un refugio “cerrado debido al mal uso y a los actos de vandalismo reiterados” –eso sí, puede llamarse para solicitar su utilización– y el hecho de que el entorno es alta montaña, en concreto un valle con prados y con bosques de pino negro a mayor altura. También me llama la atención que en esta zona puedan verse urogallos y que las marcas de pintura amarilla tengan un extraño símbolo que acabo identificando como una “V” cuya diagonal derecha hace de barra izquierda de una “F”, quedando una VF medio mutilada e ingeniosa que no deja lugar a dudas de que por ahí se accede a una vía ferrata sin tener que poner ningún poste de madera que lo indique. Todo ello lo anoto en mi folio en blanco y luego añado que son las 14:05 cuando llego al inicio de la vía. Unos ciento veinticinco metros de recorrido y ochenta metros de desnivel esperan a que acabe de equiparme, comenzando como siempre por el casco por si diera la casualidad que me cae encima un huevo de urogallo.

 

El primer tramo de esta vía ferrata es relativamente largo y vertical. Se trata de una sucesión de grapas muy próximas entre sí que permiten que ganes altura por un espolón rocoso. Lo que el principiante y el no tanto ve, es el cable de vida a mano derecha, las grapas arriba y abajo, y vacío a mano izquierda. Es cierto que tal densidad de escalones no da mucho margen para sentir miedo, por mucho que la altura vaya “in crescendo”. Son decenas y decenas separados por pocos centímetros pero no se trata de una pared monótona: hay irregularidades y pinos, muchos pinos negros. Pasada esta pared, la más larga de toda la vía ferrata, es importante tomárselo con calma si no se quiere terminar la vía demasiado temprano, aunque si el grupo es numeroso y en él abundan los novatos, entonces ya no hace falta provocar tal alargamiento de manera artificial. Se trata de un flanqueo a la izquierda que, si se tiene en cuenta la longitud total de la ferrata, no puede calificarse de corto, es más, estamos de nuevo ante un máximo, en esta ocasión el flanqueo más largo de la vía. En un primer momento atraviesa lo alto de una canal que en invierno debe de ser un corredor helado. Luego, poco a poco, se vuelve aéreo, y sólo de pensar cómo debe de estar esto en invierno me entran escalofríos, tanto por el frío como por la posibilidad de dejarse los dientes en alguna grapa cubierta de hielo. Desde luego, no seré yo el que venga a hacerla con raquetas de nieve.

 

De camino al final del flanqueo paso algo de miedo por la altura, lo que me hace pensar que si bien es técnicamente sencilla, también puede crear cierta impresión en un novato que no esté habituado a la montaña. De repente, dos opciones se abren ante el que ya ha superado tanto el espolón inicial, como el flanqueo posterior. Echo mano de la guía y confirmo que para nada cita bifurcación alguna, de lo que deduzco que una de las dos variantes es posterior. No cuesta saber cuál: no dice nada acerca de un puente. Así, siguiendo hacia arriba, uno debe superar algún ligero extraplomo en la pared y cómodamente finaliza la vía ferrata. Demasiado corto, ¿no? Lo que tira de verdad, a igualdad de condiciones, es un puente; grapas hay por todos los sitios, puentes no. El acceso al puente es algo dificultoso y extraño, pero tampoco nada del otro mundo. Una vez en él diferentes tablones permiten el avance. Están cruzados, sujetos por dos cables de acero que les sirve de apoyo, por lo que hay que ir mirando abajo para ir pisando sobre los tablones y no en los huecos que hay entre ellos, a través de los cuales se atisba el espacio que del suelo te separa. Hay que decir que se trata de un puente corto, pero bueno, siempre hace ilusión. La lástima es que al ir sólo y haber dos paredes a los lados no puedo fotografiarme en él, pues no hay dónde apoyar la cámara, pero qué se le va a hacer.

 

Pasado el puente acometo un flanqueo no muy largo pero sí bastante aéreo que me lleva a una especie de canal por la que un sendero se abre paso. Para seguir la vía ferrata hay que tomarlo en sentido descendente, pero como el itinerario de esta vía es corto y no quiero perderme nada, lo tomo en sentido ascendente con intención de comprobar si me lleva a la salida de la variante antigua, y así es. Primero encuentro a mano derecha un cable de vida al que me anclo y veo que lleva a una instalación de rápel, que es la que aparece en las guías antiguas como el posible regreso del final de la vía. La longitud es de unos veinte metros, por lo que se recomienda utilizar una cuerda de cincuenta metros. Poco después encuentro el final antiguo de la vía ferrata, o actual del que prefiera esta variante sin puentes. Me aseguro en el cable de vida y comienzo a realizar la vía ferrata en sentido inverso, sabedor de que no hay nadie a muchos minutos a la redonda. De hecho, ni he visto ni me voy a encontrar con nadie en la ferrata. Hay algún sencillo extraplomo que de bajada es más dificultoso de superar, más bien incómodo, porque las grapas tienen tendencia a quedar ocultas y la espinilla a tocar con la roca. Como hoy ya he descendido toda la vía ferrata Canal de la Mora, no me viene de nuevo el tema de retrasar el cambio de mosquetones todo lo posible para minimizar una posible caída, o echar un vistazo para abajo antes de dar un nuevo paso, cosa que en sentido de ascenso se produce instintivamente sin necesidad de mirar. El acceso final al flanqueo y al puente vuelve a ser extraño y laborioso, y por descontado, he de repetir tanto el puente como el flanqueo hasta la canal.

 

De nuevo en la canal, ahora sí tomo el sendero de bajada con la tranquilidad de no dejarme nada ahí arriba. Este sendero permite una retirada y dirigirse hacia el coche, pero lo suyo es continuar con la vía y afrontar un tramo vertical de grapas. Lo que me preocupa es el estado del cielo, que cada vez está más amenazador, aunque es una gozada que no se vea el sol porque el bochorno es bestial como todos estos días. Un pequeño flanqueo me situa en lo alto de un segundo puente, al que se desciende por una pared equipada con grapas. Esto no suele ser habitual a no ser que uno esté realizando algún recorrido en sentido inverso, por lo que me recuerda a un lugar en el que sí se da: el largo flanqueo de les Baumes Corcades de Centelles, de casi un kilómetro de longitud y con un increíble puente nepalí de cuarenta metros. Este segundo puente no tiene madera, sino que es un típico puente tibetano con una cadena para caminar sobre ella y dos pasamanos, uno a cada lado. Se trata de un puente aún más corto que el primero, lo que ya es decir, pero sí, también hace gracia atravesarlo. Más corto diría que es el de Roc d´Esquers que hice ayer, y menuda fama tiene. Un último flanqueo me deja en el final de la tercera ferrata y pico de hoy, concretamente a las 14:52.

 

Me jugaría mucho a que de la lluvia no me salvo de camino al coche, pero por si acaso, como no pierdo la esperanza, emprendo rápidamente el descenso por un camino que zigzaguea sin ni siquiera desequiparme, si es que existe tal término. Al cabo de unos minutos el bochorno es insoportable y el bajar con el casco en la mano y el arnés puesto con el disipador y la cinta exprés por ahí colgando me incomoda sobremanera. Opto por pararme y quitarme toda la parafernalia lo más rápido posible, y como no, por beber y por mojarme toda la cara y hasta los brazos. Es el mismo agua que he llevado a la Directíssima al Roc del Quer y a la Canal de la Mora y aún me va a sobrar, ¡qué eficiente soy! Al cabo de un minuto comienza a chispear y me lamento de haberme parado, a la vez que acelero el ritmo de bajada. Lo que más temo es que tengo el coche en la quinta puñeta, y ya me imagino caminando por la carretera bajo un aguacero evitable si no tuviera tanta tendencia a emprender las excursiones desde lejos. Por suerte no deja de ser un aviso, y aunque para esta tarde daban lluvia los meteorólogos, para fortuna mía no habrán hecho un pronóstico correcto.

 

Una vez en la pista forestal me encuentro con una pareja mayor que le está preguntando a un chico que porta un mapa topográfico si está cerca no sé qué lago. Al llegar la señora me formula la pregunta a mí. “¿Qué lago?”, le pregunto. “¿Tú de dónde vienes, de dormir?” me espeta. Desconozco si es por llevar una cara de empanado, de cansado, por ir despeinado o por no saber a qué acumulación acuosa se refieren, pero es la primera vez que escucho algo parecido y me sorprende. “De ahí arriba”, le digo señalando a las paredes. “Hay una vía ferrata”. “¿Y eso qué es?” me pregunta. Tras explicárselo y ver en el mapa del chico lo lejos y alto que está el citado lago, le digo a la señora, y al señor que ronda los ochenta años y bastante hace con haber llegado hasta aquí desde el coche, que no es buena idea continuar subiendo, pues además de estar lejos y alto, está a punto de comenzar una tormenta, o eso parece. Subir para allá arriba es una locura, y el siglo y medio de experiencia que suman de vida en parte será a que hasta ahora han sabido conservarla. El señor me dice que sí, que no sigue subiendo ni en broma, pero la mujer sigue hablando con el chico y mientras me alejo, me grita: “Perdona por lo que te he dicho antes de si venías de dormir”.

 

Es curioso la gente que te puedes llegar a encontrar en el lugar más insospechado, incluso a 2200 metros de altitud en un paisaje solitario. En ello pienso de camino al coche ya más tranquilo: si comienza a llover fuerte es cuestión de echar a correr. Cuando ya lo diviso a lo lejos me hago con todo el agua que me queda, que es bastante, me vuelvo a refrescar la cara y el resto la echo al suelo. Son las 15:20 y el coche me espera ardiendo, que no ardiente. Una vez retirado el antirrobo que sustituye al que se llevaron con el coche mientras escribía los relatos del Camino de Santiago de la pasada Semana Santa, enciendo el motor. Entonces, retiro el freno de mano, pongo primera, acelero, suelto el embrague y … milagro. ¿Cómo es que todo viene hacia mí? Si yo no estoy andando…”Claro que estás andando”, me susurra una voz. “Te diriges hacia el final, aunque poco a poco. La vida es una larga o corta vía ferrata, depende, con unos dificultosos desplomes a superar, unos largos flanqueos que ni te van ni te vienen y unos puentes agradables de atravesar”. ¿Ah, sí? “Pues claro, y cuanto antes te des cuenta, mejor. No te obsesiones con los desplomes y disfruta del avance y del paisaje, piensa que antes o temprano acabará”. Quizá sí, pero creo que hoy me ha dado bastante el calor, voy a abrir un poco la ventanilla para refrescarme. ¿Y cuántas variantes tiene esa vía ferrata? “Infinitas, debes elegir la tuya; no te dejes llevar por el rebaño, sigue tu camino” escucho decir antes de entrar de nuevo en razón. ¡Hay que ver lo mal que sienta el calor!  

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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