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Sunday 23 de October de 2011, 10:40:22
08-10-11 : Ascensión al Canigó desde Merialles
Tipo de Entrada: RELATO | 4149 visitas

Mi primera visita al macizo del Canigó tiene por objetivo realizar la cresta que une el Gasamir de Dalt con el Canigó, pero la presencia de nieve en cotas altas la acaba convirtiendo en una de las dos rutas más comunes de acceso a la célebre cima, en concreto la que la ataca desde más lejos. Así, tras una larga aproximación, unas pendientes moderadas y una última canal conocida como chimenea, corono la montaña homónima al famoso poema de Jacint Verdaguer.

 

 

Son las cuatro y media cuando abandono Badalona con destino a Sant Esteve d´en Bas, donde he quedado con Julio a las seis de la mañana. En ese punto, iniciamos un largo viaje de tres horas hasta Casteil pasando por poblaciones como Figueres, La Jonquera, Perpiñán, Prades, Vilafranca de Conflent y Vernet-les-Bains. En el pequeño pueblo tomamos una pista que en unos cuantos kilómetros nos deja en las inmediaciones del refugio de montaña de Merialles, lugar de inicio de la ascensión. Como ayer, tras una bajada brusca y generalizada de la temperatura –diez grados–, estuvo nevando, ya de camino hemos comenzado a dudar sobre la posibilidad de realizar la cresta de Gasimir al avistar la presencia de nieve en las zonas altas de las montañas. Aún así, no nos resignamos y guardamos una pequeña esperanza, por lo que cargamos con la cuerda, el arnés y el descensor. En un principio la lleva Julio, pero parece que no está muy en forma –menos mal– y la acabo portando yo, lo que me gusta en el sentido de servirme para coger fuerza y rendir mejor en futuras salidas de equipaje más liviano.

 

Los 1718 metros de altitud van quedando atrás en nuestro ascenso por la Vall del Cadí hacia un pico que gentes antiguas, como griegos y romanos, consideraron el más alto de todo el Pirineo por su enorme desnivel respecto a la llanura que lo rodea, superior a los dos kilómetros. Estamos ante las últimas estribaciones de las dos altas cadenas que forman este macizo, con dos cimas que marcan el final de las altas cotas antes de caer en picado hacia Merialles: el Roc dels Isards (2369m), cercano al Pic Gasamir (2422m), y el Pic de la Solana de l´Ós (2225m), en el que comienza un cordal altamente atractivo que invita a ser explorado y que enlaza las cumbres del Pic dels Set Homes (2661m), el Pic de Roja (2724m) y el Puig dels Tretze Vents (2731m). Hoy toca conformarse con seguir la senda establecida, hasta el momento el GR-10. Vamos más abrigados de lo que corresponde para las calores que ha estado haciendo hasta hace uno o dos días. En ese sentido, resulta extraño vernos con los guantes, el gorro de lana y la chaqueta, pero las previsiones de vientos huracanados bien valen ir protegido del frío a tope. Lo más llamativo, quizá, sea el gorro rojo de Julio, que lo asemeja a una especie de Papa Noel avanzado a su época, en sintonía con El Corte Inglés.

 

Nuestros pasos nos llevan por el interior de unos bosques formados por esbeltos y altos árboles, casi siempre en ascenso. Pronto cruzamos el río Llipodera gracias a una pasarela que presenta un gran orificio sobre el que han colocado una roca para que nadie se vaya para abajo. Nuestros sentidos aún se están despertando y el frío nos mantiene medio adormecidos, aunque con la persistencia del terreno ascendente pronto va a empezar a sobrar la chaqueta. Llegados al Coll Verd (1868m), el terreno se vuelve suave e incluso favorable. Se trata de un flanqueo por la ladera norte del Pic dels Set Homes totalmente desaconsejado en invierno según algunas guías a causa de la propensión de la zona a las aludes. Un simple vistazo al pedregal basta para intuir que sí, que aquí, entre la forma de embudo y la pendiente media, deben caer buenas acumulaciones de nieve de forma repentina capaces de arrasar con todo lo que pillen en su camino, incluidos los seres humanos. En la citada época está recomendado descender directamente hasta el río Cadí y atravesarlo. Hoy, en cambio, llegamos a su otra orilla una vez el sendero muere en el río. En él las moléculas de agua fluyen impusadas por la fuerza de la gravedad y, por suerte, en esta época, a pesar del elevado número, son relativamente pocas. Lo digo porque no hay pasarela alguna y en época de deshielo ello puede suponer un contratiempo importante.

 

Lo que sí que hay es un gran grafiti en una roca de algún personaje de poca sensibilidad estética que no ha encontrado mejor lugar para dejar constancia de su paso, mostrando con su acto lo poco que valora la autenticidad de este entorno natural impoluto. Alguien que sí lo valoró en su medida fue Jacint Verdaguer, un señor enamorado de estas montañas –y de otras– que sin abandonar su sotana acometía multitud de cumbres pirenaicas, lo que lo llevó, entre otras hazañas, a ser el primer catalán en ascender a la Pica d´Estats, la montaña más alta de Cataluña, en un lejano 1883. No hacía mucho, en 1864, Henry Russell, acompañado por Jean-Jacques Denjean, había realizado la primera ascensión documentada, y tiempo después, bautizaron la segunda montaña más alta de Cataluña, el Verdaguer, con el nombre del autor del poema épico Canigó. Entre el enamoramiento del segundo y el desprecio del primero, nos encontramos Julio y yo por estos parajes, en busca de la sorpresa constante y formándonos una opinión de la zona que, aunque sepa mal decirlo, no es tanto como esperaba.

 

Una vez cambiada la vertiente, nos encontramos en las laderas del pico Gasimir, que alternan baja vegetación y árboles que supongo que son pinos negros. En unos diez minutos llegamos a una bifurcación bien indicada: siguiendo recto, el GR-10 te lleva al refugio de Cortalets, mientras que a mano derecha, en dos horas, te plantas en lo alto del Canigó, como ya hiciera en 1285 Pedro III El Grande, rey de la Corona de Aragón, a quién se le atribuye la primera ascensión. No siendo reyes ni tendiendo que luchar con dragón alguno, nosotros no pretendemos contemplar los dominios propios bajo nuestros pies, sino más bien alcanzar algo incomprensible, comprender algo inalcanzable. Y ello puede acontecer de dos maneras: siguiendo hacia la Portella de Valmanya, o iniciando el ascenso directo por el pedregal hasta el Gasimir de Dalt. Optamos por lo primero pues parece poco probable que la cresta esté limpia de nieve, y si ascendemos esa cumbre y el cordal está impracticable, tendremos que volver a descender y nos dejará mermados físicamente y supondrá una pérdida de tiempo considerable. Quedamos, pues, en que si acaso, regresaremos por la cresta desde el Canigó hasta el Gasimir de Dalt.

 

Cuando la cabaña o refugio de Aragó queda atrás (2130m), ante el excursionista se presenta una zona de gran apertura visual y paisajística. Son los llamados Plans de Cadí (2204m). Lo que más llama la atención no es el Canigó, que estéticamente me parece feo, sino un pico piramidal en el cordal opuesto que diría que lleva por nombre Tretze Vents, aunque con el mapa a una escala 1:40.000 y sin haber estado nunca aquí es difícil de asegurar. Sí es llamativa, en cambio, la cresta de Gasimir; debe de ser una pasada. Conforme se asciende por las empinadas cuestas de la Coma dels Gorgs de Cadí hacia la Portella de Valmanya, la cresta va acercándose –o eso parece– y cada vez se muestra más agrestre y provocativa; no aparenta que su dificultad sea objetivamente baja y el terreno, a su vez, esté recomendado para iniciarse en la progresión por tales lugares orográficos, aquellos que te permiten tener todo bajo tus pies, tanto a mano izquierda como a derecha, y literalmente con uno posado en cada valle.

 

Se trata de una subida bastante fuerte, diría que monótona, que supera un gran desnivel en poco tiempo, en un lugar totalmente desprovisto de masa arbórea. Uno se siente como un intruso en un mundo mineral de roca y pequeña hierba que sustenta a un fotogénico hielo compactado por el viento que está diseminado por el terreno cual harina cristalina. Esto en invierno debe de ser realmente difícil de superar. Al cabo de bastante rato aparece un desvío a mano derecha que no tomamos, indicado como “Cortalets por la cresta d´en Barbet”. Son las doce. Nosotros seguimos ascendiendo y paramos en varias ocasiones para tomarnos fotografías en un paisaje con una capa de nieve muy débil a modo de harina dispersada por aquí y por allá. Nos retratamos, por descontado, con la cresta tras nosotros, e incluso Julio me toma una graciosa foto en la que hago contrapeso a una losa que al otro lado tiene un gran hito –montoncito de piedras–. Casi sin darnos cuenta nos plantamos en la famosa Xemeneia, eso sí, cada vez más azotados por el viento. Y es cuando aparece la gran decepción: ¿pero no se trataba de una chimenea? Pues parece ser que no.

 

La mítica chimenea del Canigó de la que tanto he escuchado durante estos años no es más que una canal facilona y para nada estrecha o completamente vertical. Algún gendarme parecido a un tótem amortigua la desilusión, pero es lo que tiene hacer volar la imaginación hasta límites insospechados al respecto de cosas que has oído pero en cuyos lugares nunca has estado. Lo más probable es que no sea lo que te habías imaginado. Es cierto que hay que utilizar en algún momento las manos, pero con ausencia de nieve –aquí no la hay– no parece muy peligrosa, lo que invita a acometerla con prudencia para no caer víctima de la confianza. Una mano aquí, un pie allí, ahora para acá, ¿y qué te encuentras? Con una mesa de orientación cubierta de hielo, una cruz metálica helada y una nueva cumbre en el bolsillo. También aguarda una decepción: la cresta de Gasimir está nevada. Son las 12:45 y hemos tardado en llegar hasta aquí 3h35min a buen ritmo.

 

Dicen que desde esta atalaya son visibles las Islas Baleares y los Alpes. Nosotros, a lo sumo, llegamos a apreciar el Golfo de Roses, y si hubiéramos estado aquí cinco horas antes, habríamos podido ver como el sol emerge del Mar Mediterráneo. Eso sí, habría perecido de hipotermia. Le pedimos a un chico que nos tome una foto, pero parece que la batería de mi cámara se ha congelado y hasta que no la reanimo no podemos ser retratados. A nuestros pies se hallan las comarcas del Conflent, el Vallespir y el Roselló, pertenecientes a Francia desde el año 1659 a causa del Tratado de los Pirineos. Enfrente, como he comentado en varias ocasiones, hay un cordal que une tres cumbres bastante más estéticas que esta, pero con el “inconveniente” de ser más bajas y por tanto mil veces menos visitadas. A un tiro de piedra se encuentran las paredes verticales del Pic Barbet, separado de este por una brecha abierta con dinamita que lleva por nombre el del ingeniero de minas que la originó, Durier. Como el fresco no invita a demorarse mucho, nos volvemos a poner la mochila e iniciamos el regreso. Son la una.

 

Como el itinerario de regreso va a ser el mismo que el de subida, cosa que no me gusta, no me voy a extender mucho. Simplemente comentaré algunas cuestiones, como la posibilidad de complicarse la vida voluntariamente en el descenso de la chimenea, o el ahorro de tiempo que supone acometer de forma directa el descenso de la Coma dels Gorgs del Cadí hasta Plans de Cadí para resentimiento de los pies. Respecto a la cabaña de Aragó, es interesante dejar constancia de que está inutilizable a causa de un posible derrumbamiento, pues en un lado ha sufrido un percance en alguna roca que en cualquier momento puede irse abajo, por lo que la entrada está prohibida por un cartel. Si alguien viene sin conocer este dato con intención de utilizar una de sus cuatro plazas de refugio libre, o bien va a acabar regresando, o haciendo un vivac en los prados que la rodean, aunque he visto una cabaña de pastores bastante cercana, en el inicio de las laderas del Gasimir de Dalt.

 

Julio se sorprende ante la hora de llegada, las 15:58. Hace bastante rato le he comentado que calculaba llegar a las cuatro o un poco antes, y así ha sido. Ahora nos quedan tres horas de regreso hasta los alrededores de Olot –Sant Esteve d´en Bas–, y a mí, tras tomar algo en su nueva casa de pueblo, una horita más de viaje hasta Granollers, población a la que llego ya de noche y tras demasiadas horas de marcha. Una satisfacción me alegra el alma: haber ascendido por fin al Canigó. Pero por otro lado, esa montaña me ha dejado algo decepcionado. La parte buena es que no veo el momento de regresar y acometer el cordal de Pic dels Set Homes (2661m), Pic de Roja (2724m) y Puig dels Tretze Vents (2731m), que intuyo igual de atractivo que el Canigó hasta hoy. Quién sabe si algún día acabarán decepcionándome también, pero quizá la función del montañero sea esa, acabar con sus sueños para que cuando un paleta con su espátula lance con tedio cemento sobre su losa, no se le haya quedado ninguno en el tintero, para bien o para mal. Total, dentro de nada ya no estaremos…

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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