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Wednesday 25 de April de 2012, 20:06:56
21-04-12 : Travessa dels Frares y Travessa de les Agulles (Montserrat)
Tipo de Entrada: RELATO | 1 Comentarios | 3034 visitas

En compañía de Maite, Manuel, Julio y María realizo un itinerario casi circular desde el aparcamiento del Coll de Can Maçana. Y digo casi porque recorreremos en ambos sentidos una pista forestal a través del GR-172 hasta el Collet de Guirló. Eso sí, a la vuelta lo haremos ya con varias rutas equipadas en el bolsillo: la Travessa dels Frares, de una duración teórica de una hora, y la Travessa de les Agulles, de unos cuarenta minutos. Ambas discurren por terreno solitario, más propio de escaladores que de caminantes, y dan un respiro al excursionista que ansía recorrer lugares solitarios en plena y masificada montaña de Montserrat. ¡A disfrutar!

 

 

Volver a salir de excursión siempre es algo deseado, aunque para ello hayan tenido que pasar casi los primeros cuatro meses del año. También lo es reencontrarse con amistades, algunas de ellas conocidas en tierras navarras recorriendo el Camino de Santiago. Es el caso de Julio, que viene con María, y de Maite, que hace lo propio con Manuel. A este último lo conocimos Julio y yo en esta misma montaña, concretamente en su punto culminante, la Miranda de Sant Jeroni (1237m). Tan fortuito fue que cuando Manuel tomaba una foto de la solitaria cima apareciera la cabeza de Julio proveniente de la vía ferrata Teresina, como que me encontrara con este en Roncesvalles y con Maite en Zubiri. Así es la vida; a cada rincón, una sorpresa. ¿Nos deparará alguna la excursión de hoy?

 

Tras dejar a Alba en Igualada, donde va a asistir a la Mostra de Igualada, sucesión de espectáculos de teatro al aire libre, me dirigo al punto de encuentro, el aparcamiento y merendero situado en el Coll de Can Maçana. Para acceder hasta él desde la autovía A-2 debe tomarse la salida 570 y seguir las señales viarias hacia Montserrat. En un primer momento la carretera es la B-111 pero pronto se cambia a la BP-1101, desde la que el aparcamiento es bien visible a mano derecha una vez llegado a su altura. Son las nueve y algo pero no he llegado tarde, sino pronto, pues hemos quedado a la indecente hora de las diez de la mañana. Será, pues, una excursión sin prisas, en la que saldremos a una hora montañeramente intempestiva y provistos de bocadillo, bebida y aperitivos varios –léase patatas fritas, ganchitos y demás–.

 

Acostumbrado ya a llegar pronto a las salidas, aprovecho para merodear por los alrededores. Unas señales indican que me encuentro en el Camí de Sant Jaume, a saber, el Camino de Santiago a su paso por Cataluña. Varios plafones informativos de esos que apenas nadie se para a leer informan de asuntos varios. Para variar, ocioso y curioso me decido a fotografiar su variado contenido para a posteriori seleccionar aquello que más me llame la atención y hacer así más variado mi relato de los hechos, no de un crimen, sino de un paseo que el tiempo borrará de mi memoria; no así, en cambio, las imperecederas palabras que darán fe de lo que un día aconteció a la vez que otras también millones de cosas insignificantes –algunas no– sucedían para no ser recordadas jamás.

 

Uno de los carteles informa de que estos terrenos fueron adquiridos por la Obra Social de Caixa Catalunya y que en ellos han sido plantados seiscientos cincuenta árboles, especies tales como la encina y el aurón negro. En otro, en cambio, el protagonista no es la flora, sino la fauna, concretamente las aves presentes en la montaña. Un dibujo y una pequeña explicación acompaña a cada una de ellas: el halcón peregrino, el animal más rápido de nuestro planeta –y quizá del Universo–; el águila perdicera , del cual sólo quedan sesenta y siete parejas en Cataluña; el búho real, búho europeo de mayor tamaño; la collalva negra, “recientemente extinguida en Francia”; el vencejo real, que “se observa siempre en vuelo” –¿quizá nunca descansa?–; el avión roquero, presente durante todo el año en la montaña; el roquero solitario y el cernícalo vulgar. Un tercer plafón trata de la característica morfología del macizo, constituido por roca calcárea conglomerada de una gran dureza cuya erosión ha dado lugar a las vertiginosas paredes y agujas que hoy podemos contemplar e intentar arrebatárselas al cielo con la interposición de nuestro cuerpo entre ambos. Vuelve a aparecer la biología, esta vez para referirse a la víbora, el tejón, el murciélago, la garduña, la cabra salvaje, los avellanos, los robles, las encinas y un largo etcétera.

 

Respecto a la Historia, el Coll de Can Maçana siempre ha sido un lugar solícito a causa de ser un punto de unión entre la costa y el interior, por lo que además de haber habido algún castillo y una caserna borbónica, un hospital y un hostal que atendían a viajeros y peregrinos, aquí acontenció una batalla en la Guerra del Francés, concretamente los días seis y catorce de junio de 1808. Por lo visto, el joven Isidre Lluçà, tocando su tambor, contribuyó a que la tropa invasora se retirara. En este sentido, un cuarto cartel informa de una ruta de 5500 metros, el “Camí de les batalles contra l´invasor francès”. Entre tanto cartel, no faltan los motivos que justifican la regulación de la práctica de la escalada. En un mapa anexo aparecen las zonas de Montserrat y los meses en los que en cada zona anidan aves y por tanto queda prohibida dicha actividad. Para la cara norte de los Frares Encantats, por ejemplo, es del quince de febrero al treinta y uno de mayo, por lo que varios escaladores que luego veremos en el lugar actúan “fuera de la normativa”; desconozco quién es el responsable de subir ahí arriba a decirles algo…

 

Una vez llegados a Can Maçana sendos Seat azulados, nos saludamos y a las diez y veinte el lugar dejamos. Nuestros pasos siguen el transitado sendero de gran recorrido GR-172, que en cuatro horas te deja en el monasterio. Haciendo caso omiso al desvío hacia El Bruc y lo propio con el de Sant Pau Vell, nos plantamos en poco tiempo en el Collet de Guirló (797m), en donde comienza propiamente la ruta circular que hoy vamos a acometer. Para nada es un itinerario de esos que están prefabricados, con unas señales fijas que te llevan desde el inicio hasta el final y que las grandes masas montañeras siguen. Se trata de una ruta diseñada sobre el mapa en la que habrá que seguir primero las marcas blancas y rojas del GR-172, luego las blancas hasta el Coll de Porc, posteriormente las azules en la Travessa del Frares, seguidas de las rojas de la Travessa del Frares y las amarillas del PR C-78 que nos dejarán de nuevo aquí, en el Collet de Guirló. He de decir que no soy el artífice de tal combinación de caminos y senderos equipados, pues en septiembre de 2005 Japallas me llevó por estos vericuetos en la que es hasta hoy mi única excursión en la zona, y siete años depués intentaré reproducirla pero siendo esta vez yo el guía. Ya les he dicho que, aunque sea dentro de siete años más, ellos han de hacer lo propio y traer a alguien algún día para así continuar con la cadena, aunque si se rompe, a diferencia de lo que auguran tantos correos electrónicos que recibimos, nadie tendrá mil años de mala suerte, ni sufrirá un accidente de tráfico o una enfermedad fulminante, al menos a causa de haber roto la citada cadena.

 

Si hay algo que llama la atención del caminante, es la Roca Foradada (“roca agujereada”), un boquete de forma triangular que atendiendo a los apuntes de geometría desempolvados debería clasificarse como isósceles, a saber, con dos lados iguales. A ojo, estamos hablando de una base de unos diez metros y una altura de unos quince, con el azulado del cielo en el fondo. Sacando del armario, en este caso, los cuadernos de física, habría que referirse a la dispersión de la luz por parte de las partículas atmosféricas, de nombre “dispersión de Rayleigh”. Como no podría ser de otra forma, acometemos el ascenso hasta tal ubicación. Así, enfilamos un sendero que gana rápidamente desnivel y equipado con cuerdas, que para nada recuerdo. Ante la sospecha, me adelanto y confirmo, por un lado, que el terreno se complica, y por otro, que hemos errado. Se trata de un acceso a unas vías de escalada que no aparece en el mapa de Editorial Alpina que porto, así que les pego un grito con intención de que inicien el regreso. “Es para que entréis en calor”– les digo–.

 

Poco después sí encontramos el desvío correcto, mucho más evidente y provisto de una marca de pintura banca y roja con forma de cruz que pretende hacernos desistir en nuestro intento. María prefiere quedarse aquí y esperarnos, pero el resto se anima y me sigue durante los cinco minutos de ascenso. Una rosa seca nos avisa de que prestemos atención, en especial en un corto paso rocoso pero expuesto cuya caída viene a dejarte en sus inmediaciones. Les comento a mis compañeros que vayan con ojo, que en esta época, a dos días de Sant Jordi, las rosas andan caras, y en esas llegamos hasta el impresionante Triángulo de Montserrat o Roca Foradada, con vertiginosos abismos a ambos lados. Un viento fuertísimo arremete contra nosotros, mientras una vela se mantiene encendida y su llama permanece viva en el interior de un recoveco ideal para el vivaqueo o pernocatción en el hotel de las mis estrellas. Nos tomamos varias fotos que resultan espectaculares, lo que incluye hacer malabarismos con la cámara para apoyarla bien en la roca y que nos enfoque correctamente. El “pi pi pi” invita a correr; no son más que diez segundos y, si no te apresuras, quedas fuera, al margen del recuerdo. Unas banderitas tibetanas alegran la imagen tomada. ¿Volvemos?

 

Una vez deshecho el desvío a la Roca Foradada –que no está indicado– nos reunimos con María y proseguimos por el sendero de gran recorrido. Llegados al lugar en el que nace un sendero que va a parar o bien al Coll de Porc (974m) o bien al Portell Estret (1008m), dos montañeros con ganas de broma se nos presentan como guardias urbanos. Les indicamos que nos dirigimos al primero de los dos lugares, que en el cartel aparece como “Coll de Port”, y nos despedimos. A este se accede en veinte minutos según la señal, mientras que para llegar al segundo se necesita media hora. También aparecen el monasterio, a algo más de tres horas, y el lugar de donde hemos partido, a cuarenta minutos. Iniciamos, pues, el ascenso hacia ambos collados, y llegada la bifurcación tomamos hacia el Coll de Porc. Se trata de un punto neurálgico, pues yendo hacia él puede iniciarse la Travessa del Frares, que te deja en el Portell Estret, pero yendo hacia este segundo te plantas entre las dos travesías y puedes escoger entre la de Frares y la de Agulles. Eso sí, para encadenar ambas, habrá que ir entonces hacia el primero, y una vez acabada la de Frares, si se está mermado de fuerzas o aparece alguna molestia, es posible retirarse y regresar a Can Maçana.

 

El ascenso hasta el collado en un día no muy fresco –menudo eufemismo– se hace algo pesado, pero al menos estamos a la sombra de las imponentes paredes de la cara norte. Si lleváramos a cabo la circular en el sentido inverso, acabaríamos más acalorados de lo necesario, pues durante toda la mañana nos estaría dando el sol, y al regreso por el GR-172 también, cosa que a estas horas no sucede. Arriba, a una altura de 975 metros, nos disponemos a iniciar la Travessa dels Frares (“travesía de los frailes”). Un cartel advierte: “Atención: ruta técnica. Tramos con pasos con hierros y cuerdas fijas. 1 hora”. Un montañero que regresa de realizar la ruta nos hace caer en la cuenta de que es imposible acometerla con un perro. Craso error por mi parte, pero como no suelo realizar excursiones con perros ni lo había pensado. María, que aún se está recuperando de la rodilla, propone que vayamos nosotros, y quedamos en encontrarnos en La Portella. Sólo tenemos mi mapa, así que le enseño donde está, pues lo necesitaré para no perdernos ya que estuve aquí hace siete años y no lo recuerdo mucho. La lástima es que pasará el lugar por alto –no está señalizado como tal– y no la volveremos a ver hasta llegar al coche. Eso sí, le digo que la esperaremos para comer.

 

Ya al inicio de la travesía por esta región de prominentes agujas llamada Frares Encantats hay que ir a por faena. Una pared de unos diez metros de altura equipada con barras de metal, minigrapas –como las que hay en algunas vías ferratas, incluida la cercana Teresina– y una cadena actúan, a mi modo de ver, como filtro para evitar que personas no preparadas accedan al entretenido recorrido. El primero en hacer el cabra es Julio, que siempre disfruta como un crío en tales situaciones. Le sigue Maite, que en caso de algún problema tiene al macho cabrío –es broma– arriba y a mí –una ovejita inocente– abajo. Manuel, el reportero oficial, cierra la comitiva y nos fotografía y filma con su celular de última generación, al menos por la resolución de las fotos que a posteriori recibes en la bandeja de entrada de tu servidor de correo electrónico. ¡Por favor, no sigas, que no acabaré nunca de descargarlas!

 

Una vez superado el obstáculo continuamos sin aburrirnos. Que si una cuerda, que si un paso estrecho, que si una pequeña trepada a modo de sencilla escalada… pero de repente, se nos presenta un paso por el hueco que forman varias rocas, algo que, a diferencia de la pared anterior, no recuerdo haber pasado hace siete años. ¿Quizá haya caído posteriormente? En todo caso, si a Maite y a mí nos cuesta pasar, a alguien más voluminoso no me lo quiero ni imaginar. Ella sale indemne del obstáculo, pero yo me llevo de recuerdo un golpe en la espinilla. ¡Ay, qué dolor! Le aviso a Julio que vaya con cuidado, y lo vemos aparecer cual parto a una edad ya bien entrada. Manuel le sigue mientras Maite y yo vamos bajando por la encajonada canal ayudados de la cuerda anudada que también atraviesa el agujero, muy similar a un paso del Joc de l´Oca y a otro de La Teresina.

 

Si tuviera que definir la travesía, diría que es un itinerario con constantes sube y baja, muchos de ellos por canales, en un paraje totalmente solitario y que intenta ir siempre por los lugares más altos a los cuales es posible acceder a pie. Los puntos culminantes de las agujas de conglomerado, no muy distantes de nosotros, quedan innacesibles para el no escalador, pero al menos gozamos de unas vistas parecidas y de un entorno natural en plena masificada montaña de Montserrat. Como sería bastante farragoso ir describiendo uno por uno los pasos que nos encontramos, me quedo con una subida de unos quince metros en la que el “sendero” balizado por marcas azules va por unas raíces, mientras que nosotros escalamos directamente el fácil conglomerado. La inclinación debe de ser de unos cuarenta y cinco grados, por lo que es facilísimo, pero no se pueden dejar de extremar las precauciones pues al no ser escalada, en ningún momento se progresa asegurado y multitud de desfiladeros de varios cientos de metros nos hacinan por aquí y por allá.

 

Llegados a una plazoleta situada entre varias agujas, llamadas la Nina (“niña”), la Monja y el Lloro (“loro”), echamos mano de unas galletas y unas patatas fritas para engañar al estómago. Julio se hacerca al religioso monolito y nos comenta que hay una placa en recuerdo al primero que lo coronó, Andreu Xandri (1916-1938), según una fuente consultada en internet el once de enero de 1933. Manuel se dispone a filmar las agujas que nos rodean y a citar sus nombres, por lo que le propongo que lo narre como la niña que se hizo monja y se compró un loro. Con tantas agujas y tantos nombres, podrían escribirse muchas historietas. Maite, que viste una camiseta de “I love NY” accede a ser retratada con un ejemplar de mi novela. La foto que le tomo tiene su gracia, pues la sitúa bajo el “I” y el corazón, escondiendo “NY”, por lo que parece que ama a La ruta de las estrellas, en cuya ruta la conocí. Al fondo, como no puede ser de otra manera, aparecen característica agujas de Montserrat, que acabarán con otras fotos que he recibido de los lectores de la obra. Buena combinación, montaña y literatura…

 

Tras escuchar a nuestra compañera decir en repetidas ocasiones “una cuerda” con tono de sorpresa e ilusión, acabamos la primera travesía bastante cansados de tanto subir y bajar, hasta el punto de que Maite se plantea regresar a Can Maçana desde el Portell Estret mediante el GR-172. La animamos a que continúe con nosotros, y fácilmente es convencida; ayuda a ello el hecho de no querer perderse por el camino. Esta vez en el cartel se lee: “Atención: ruta técnica. Tramos con cuerdas fijas. 40 minutos”. Desde aquí –el citado Portell Estret, a 1007m de altitud– es posible llegar al refugio en quince minutos por la canal Ampla o regresar al coche en algo más de una hora, pero nuestro destino no es otro que la Travessa de les Agulles (“travesía de las agujas”), así que a por ella vamos.

 

Como ya dejé escrito hace siete años, esta segunda travesía equipada difiere con la anterior en dos aspectos: por un lado, está menos equipada, y por otro, discurre por parajes más abiertos, sin tanto bosque. Tanto es así que la considero bastante menos llamativa que la anterior pues, por ejemplo, en ella no hay grapas o barras metálicas, aunque hay una pedazo cuerda de unos ocho o diez metros que según como uno sea de inexperto puede hacerte dar media vuelta. Es entretenido, por ejemplo, un tramo equipado con una cadena en el que debe avanzarse por una canal muy estrecha en la que acabas apareciendo en un árbol, u otra con varias cuerdas anudadas que ayudan en la progresión. El aspecto del cielo, por su parte, también evoluciona y por momentos se empieza a poner feo en cuanto a intereses montañeros se refiere. Varios escaladores hacen honor a tal denominación y se muestran en lo alto de una guja encordados. Para nosotros suponen un peligro, pues he visto caer dos piedras cuando estábamos encajonados en una canal, por lo que sería preferible realizar estas travesías con casco, aunque se suponga que no requieren material adicional. Siempre puede hacer acto de presencia una piedra caída del cielo que te conduzca a él antes de lo necesario.

 

Más adelante, una nueva balconada se abre hacia un horizonte inmenso, con Igualada y la carretera de acceso al aparcamiento bien visibles. Este, por el contrario, está eclipsado por una colina, la coronada por el templo –o lo que queda de él– de Sant Pau Vell, así que no es visible pero sabemos que está ahí, como sucede con el nitrógeno y el oxígeno del aire, entre otros. Dada mi afición por las fotos reflexivas de espaldas, cual anuncio de material de montaña, les pido que se sienten mirando a las agujas que nos circundan y les tomo una fotografía de espaldas, a modo de Los tres pensadores. No pensamos, en cambio, cuando el sendero, por llamarlo de alguna manera, pasa junto a lo alto de una aguja coronada por un montoncito de piedra. Un imán que llevamos en el alma nos arrastra hasta él, así que no hay otra que escalar unos cuatro metros de conglomerado repleto de presas fáciles. Como siempre en estos casos, a pesar de que es una subida fácil, evalúo como será el descenso, que siempre es más complicado que la ganancia de altura. Como lo veo factible, corono la aguja y Manuel me fotografía abrazando al cielo. Me sigue Julio y esta vez ambos somos inmortalizados. A continuación desciendo y es Manuel quien accede a la cúspide pétrea para ser retratado con Julio. Maite no se anima y contempla el ir y venir de machos cabríos u ovejitas que damos la tabarra al tranquilo monolito.

 

Un último obstáculo nos separa de finalizar la travesía: la pared de unos diez metros que comenté anteriormente, equipada con una larga cuerda anudada. Esta la recuerdo bien de hace siete años, pues es donde yo y mi hermana pequeña realizamos nuestro primer rápel, concretamente montado por Japallas. Como sucediera al inicio de la Travessa dels Frares, esta pared me parece un filtro para regular quién se mete en el itinerario, igual que pasa al inicio de algunas vías ferratas. Manuel se lo mira y se anima a bajar el primero para así grabarnos en vídeo –el disco duro de mi ordenador debe de estar temblando–. Una vez abajo, le toca el turno a Julio, que no tiene ninguna dificultad para acometerlo y hacer diversas poses para el recuerdo. A Maite ya le impresiona algo más pero tampoco hay mayor problema. Le indico que lo mejor es echarse hacia atrás y apoyar toda la suela de la bota sobre la roca, pues tiene tendencia a encogerse hacia delante y en tal posición es más costoso el avance. Una vez ha cambiado al segundo tramo de la cuerda, me meto yo también en faena. Manuel le pide que lo salude, cosa que evidentemente no hace, pues anda centrada en el asunto, pero yo sí lo hago, e intento descender elegantemente –sí, queda en un intento–. Con esto podemos dar por finalizados ambos itinerarios equipados.

 

Algo ya cansados y con una calor cada vez más evidente, alzancamos La Portella, donde debería estar María. Nos ha avisado a través del móvil de que se ha pasado y que ha llegado al coche hace varias horas, así que no nos distraemos y siguiendo las marcas amarillas del PR C-78 llegamos al Collet de Guirló, donde se cierra el itinerario circular. Unos minutos después, a las 15:10, alzanzamos el aparcamiento tras casi cinco horas de intensa excursión, con lugares en los que estar con vida al cabo de unos minutos deja de darse por echo y tienes que procurar a cada paso mantenerte sano y salvo –parece exagerado, pero creo que la montaña, a diferencia de la ciudad, es así–. Una vez reencontrados con María y con Julio –este último llegado hace unos cinco minutos–, nos instalamos cómodamente en una de las mesas de pícnic y comemos. La perra, Duna, pone unos ojitos de lástima que incitan a compartir el bocadillo de atún con ella, cosa que hago. De mientras hablamos de temas varios, como los viajes y los espectáculos. La compañía es grata, pero ellos se van a ir a tomar un café, y yo, para Igualada, que está a punto de comenzar la programación de la tarde y es un buen momento para reunirme con Alba. Sus calles me ven cojeando de aquí para allá por la rodilla derecha, una parte de mi cuerpo que nunca me había molestado ni dolido hasta hace cuatro semanas, cuando participé en la “maldita” Maratón de Barcelona. Demasiado trote, quizá, para alguien que desde hace unos cuantos meses no sale de excursión.

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito


1 Comentarios
Enviado por Pratenc el Friday 27 de April de 2012

“David cuando fuimos por primera vez a hacer esta Travessa, el agujero al que haces referencia ya estaba.

Nos vemos.”


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