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Monday 24 de September de 2012, 20:04:41
21-09-12 : Cànoves – el Sui – Tagamanent - Figaró
Tipo de Entrada: RELATO | 4319 visitas

Ascensión al Pla de la Calma, en el macizo del Montseny, desde los pies del macizo a través del valle de Vallfornès, paseo por lo alto de la planicie, coronando el atractivo Sui (1318m) y una colina llamativa, el Tagamanent (1059m), gran atalaya con vistas que abarcan desde el mar hasta los Pirineos, para proseguir con un descenso hasta el Figaró, situado junto a la autovía C-17. Son necesarios, pues, dos coches para realizar este completo y variado itinerario.

 

Son las nueve y media cuando Julio (Olot), Manuel (Barcelona) y yo nos encontramos en la rotonda de acceso al Figaró, nada más tomar la salida de la autovía viniendo desde Barcelona. Sin perder mucho tiempo, pues bastantes horas de marcha nos esperan, aparcamos el coche de Julio y el mío en los alrededores y con el de Manuel, un Seat León de color azul oscuro, retomamos la autovía C-17 en sentido Barcelona y la dejamos en la primera de las varias salidas con que cuenta la localidad termal de La Garriga. Entonces debe cruzarse la vía del tren y tomar así la carretera que se dirige a Cànoves i Samalús y a Llinars del Vallès. A través de ella, con las faldas del Montseny a mano izquierda, vamos bordeando el macizo por su vertiente sur, pasando en primer término por el núcleo de Samalús y posteriormente por varias urbanizaciones de Cànoves. En una marcada curva a la derecha, tomamos el desvío a la izquierda marcado como Cànoves a secas, y a partir de ahí, se trata de seguir las indicaciones hacia el pantano de Vallfornès. Existe la posibilidad de estacionar el coche aquí y caminar casi tres kilómetros por pista hasta el aparcamiento, pero no parece que valga mucho la pena teniendo que realizar después tanto camino. Las guías hablan de 2,8km desde la iglesia de Sant Muç, en el pueblo, hasta Els Dos Torretons, donde están el aparcamiento y la cadena que barra el paso. Eso sí, esta aproximación en coche tiene los días contados, pues ya está proyectado y financiado el cierre de esta pista al tránsito rodado y la construcción de una senda apta para minusválidos que permitirá acceder al pantano desde Cànoves caminando junto a la riera de Vallfornès, estándose gestionando también la presencia de taxis para unir Cànoves y el pantano y un cercano hotel de cuatro estrellas situado dentro del Parque Natural. Las obras, en principio, están previstas para este otoño y el dinero lo ponen la Unión Europea y la Diputación de Barcelona.

 

Apeados del coche y con la mochila puesta, iniciamos la marcha. Son las diez y media. Junto al aparcamiento, que tiene capacidad para unos veinte coches, hay una trabajadora de la Diputación que anota nuestra procedencia y nuestras intenciones y las hace constar en su documentación, supongo que con fines estadísticos. Nos comenta lo de las obras inminentes, el laborioso papeleo necesario para que la posibilidad de los taxis sea una realidad –en principio, el tránsito por la pista quedará limitado a bomberos, ambulancias y demás servicios–, la gran masificación de la zona, con incívicos que estacionan el vehículo donde les place, multitud de paseantes que vienen a visitar el árbol más grueso de Cataluña –y algunos dicen que de España–, la legión de ciclistas que transitan por las abundantes pistas forestales, los clientes del hotel de cuatro estrellas ya citado, de nombre Can Cuc, etcétera. Tras desearnos suerte e informarnos –¿o advertirnos?– de que hasta el Sui ya tenemos cerca de tres horas de ascensión, nos despedimos de ella e iniciamos un ascenso que tengo pendiente desde hace años: el Sui desde Cànoves, de cerca de mil metros de desnivel.

 

Dicho ascenso transcurre hasta la arista cimera a través de pistas forestales, que por otro lado es lo único que ha quedado en esta zona del Montseny tras años de abandono y la pérdida de usos. Multitud de bosques pueblan el valle de Vallfornès y los vecinos, principalmente formados encinas y pinos rojos pero que con la altura van dando paso a hayas, castaños y prados carentes de arbolado. Arriba, en cambio, la sorpresa aguarda, pues en el Pla de la Calma no quedará ni rastro a causa de la actividad ramadera, el clima y la altitud, que oscila entre los mil y los mil trescientos metros aproximadamente. En pocos minutos, alcanzamos el pantano de Vallfornès, que como nos ha comentado la señora, está bastante seco, concretamente con un nivel de las aguas quince metros por debajo de lo habitual. La falta de lluvias se hace evidente en ese decámetro y medio de tierra carente de agua que en el perímetro del embalse marca un gran contraste de colores entre el verde de los bosques, el azul del agua y la franja marrón delatadora de la ausencia de precipitaciones. Para ser una zona de media montaña, el paisaje es bastante interesante, pues aunque las montañas no son muy altas, sus lomas se alzan más de ochocientos metros por encima de nosotros, lo que no es desdeñable para estar tan lejos de los grandes y famosos del Montseny, los macizos de Turó de l´Home-Les Agudes y Matagalls. Frente a ellos, el Pla de la Calma se halla a menor altitud, es cierto, pero no por ello se muestra carente de atractivos a los ojos del excursionista. Uno de ellos, sin duda, es el Castanyer Gros d´en Cuc.

 

Para llegar hasta el castaño monumental, de 11,7 metros de perímetro, acabamos de rodear el embalse hasta su parte posterior, la más alejada a la presa, y tomamos una nueva pista más sombría que gana altitud junto al Torrent de la Baga d´en Cuc. En una roca, una inscripción avisa que dado su carácter de camino particular, está prohibido el paso de carruajes. Nosotros, como no lo hemos traído, no nos supone problema alguno. Tras acercarme hasta un pequeño salto de agua, continuamos con el ascenso mientras charlamos de esto o de lo otro, hasta que el sonido de una fuente, la Font de les Acàcies, reclama ser escuchado y melodiosamente nos susurra a gritos: este es el último lugar para proveerse de agua, ¡aprovechad! Un desvío señalizado nos conduce hasta el renombrado árbol, del que algunos dicen que supera al Castaño de Asturias en grosor. Lo primero que llama la atención, además de su gran amplitud y su desmesurada corpulencia, es que su tronco está completamente hueco. Por lo que he leído acerca de él, en tiempos pasados fue residencia de varios pastores, y algún caminante dejó escrito que aquí había cama, mesa, silla y chimenea. El impulso de penetrar en su interior es irresistible, así como el de tomarnos fotografías desde el exterior hacia adentro, y también desde su interior hacia afuera. En las primeras, diríase que somos familiares de David el Gnomo esperando a que la comida sea servida, mientras que en las segundas, rodeados de una aureola cual si fuera tomada desde el interior de una cueva, más bien somos una especie de aparición espectral. Por lo visto, este especimen ha sobrevivido a la mutilación de ramas, a un incendio y a desgracias varias, así como a la chamusquina presente en su interior a causa de las hogueras. Contemplando su interior, no me puedo quitar de la cabeza la idea de pernoctar en él, y de ver como en el exterior la lluvia arrecia desde la cálida protección de este gran castaño, cuya magnificiencia proviene más del hecho de hacer soñar a la gente e invitarla a un paseo hasta su morada en el bosque que de su tamaño.

 

Para los curiosos, citar que hemos empleado poco más de una hora a ritmo tranquilo en alcanzar el árbol. Poco propensos a los relojes en la montaña, sí lo somos a la charla, y desplazándonos de un tema a otro, de un zigzag al siguiente, de una cota a la superior, mapa en mano dejamos atrás las profundidades del valle, que es fácil de decir –o para ser precisos, de escribir–, pero costoso energéticamente de llevar a la práctica. Así, una vez dejadas atrás las pistas forestales, que si son monótonas de recorrer lo mismo son de describir, unos hitos nos llevan a través de un sendero provisto hoy de niebla y de multitud de pequeñas excavaciones llevadas a cabo por jabalíes hasta el Coll del Pou d´en Bessa (1187m), situado en la cadena que va desde el Sui hasta el Turó del Samon (1267m), al que me gustaría ir a través del cordal, pero por hoy ya tenemos muchos kilómetros por delante y además la niebla nos oculta las dilatadas vistas que desde aquí deben abarcarse en un día claro. Del Sui se puede decir que es la segunda cota del Pla de la Calma, solo superada por el Puig Drau (1344m), una montaña que además de ser menos estética, más redondeada, cuenta con varias antenas en lo alto.

 

En vez de dirigirnos a nuestro objetivo, nos desviamos a la espesura del bosque por la pendiente contraria a la que venimos, cubierta por un manto de marrones hojas que anuncia que el verano está finiquitado y el otoño ya está aquí. Queremos localizar el pozo de hielo que da nombre al collado, el Pou d´en Besa, el cual aparece reflejado en el mapa de Editorial Alpina. La verdad es que nos impresiona bastante, pues está muy bien conservado y uno bien puede imaginarse a los trabajdores compactando la nieve y a las mulas bien cargadas para iniciar el descenso de la montaña, en fin, un pequeño viaje en el tiempo perdido en la espesura del bosque. Diría que es, al menos, tan bonito como el Pou del Comte, en las cercanías del Turó de l´Home cuando se sube desde Santa Fe y la Font de Passavets, pero seguro que mucho menos visitado, lo que quizá ayude a su conservación. Con unos diez metros de profundidad, no puedo dejar de retratarnos junto a él, de manera que me peleo intentando colocar la cámara en unas ramas, pero no logrando el equilibrio oportuno, la acabo colocando sobre la mochila de Julio dispuesta oportunamente y a correr, que solo tengo diez segundos para rodearlo y colocarme junto a mis compañeros. Clic.

 

De camino al Sui, nos desviamos para coronar una cercanísima cota, el Turó d´en Cuc, desde el que logramos ver alguna masía abajo en el bosque pero poco más, pues hay bastante niebla en la falda de la montaña. Un nuevo pozo, el Pou d´en Cuc, llama nuestra atención en el mapa. Este no tiene ni punto de comparación con el anterior, ni por tamaño, ni por constitución, ni mucho menos por ubicación. Se halla a la intemperie, sin la protección de bosque alguno y al sol, por lo que imagino que en aquella época algo debía ser diferente: ¿un bosque que ya no está? ¿Un techo de piedra? Y hablando de sol: aquí arriba, sin las brumas de este día meteorológicamente tonto, aprieta más, por lo que nos tomamos la última cuesta a la cumbre, ya desprovisto el terreno de árboles y moviéndonos sobre roca, con cierta calma. En su cúspide, este pico de cierta forma piramidal alberga un buen montón de piedras con funciones de cortaviento y una bandera que da colorido a la foto que tomamos y que, además, en cierto modo transforma el paisaje natural en ligeramente humanizado, como lo hace el citado cortavientos –raramente se acumularán estas piedras aquí de forma natural–. Sin detenernos mucho, iniciamos la marcha hacia el eje principal del Pla de la Calma, que va desde Tagamament hasta Collformic, pero no con intención de alcanzarlo, sino de encontrar una sombra en la cual parar a comer, pues son cerca de las dos y el estómago y los músculos piden su ración diaria so riesgo de que nos dejen en la estacada tan lejos de la civilización. A todo esto, prácticamente no nos hemos topado con nadie.

 

Una encina solitaria y cercana a una cima sin nombre referida en el mapa de Editorial Alpina como “1302” es la escogida para darnos sombra y reposo solar. Aunque no lo he comentado aún, vamos acompañados de Duna, la perra de María y Julio. Parece que se hace la longui y no quiere saber nada del pienso, imagino que porque primero quiere ver qué puede pillar de nosotros. Como sus dueños la tienen a dieta, a pesar de llevar a cabo muy bien el papel canino de los ojos tristes solicitantes de alimento, no logra hacerse con trozo de bocata alguno y acaba comiéndose su pienso, supongo que con resignación. Julio comenta que en casa lo han de mezclar con otras cosas para que lo ingiera. Como acabo antes que ellos de comer, me acerco a la cima sin nombre, provista de un cortavientos en el que encuentro dos pequeños belenes. A uno se le han caído el buey y la mula, que reposan en el suelo a merced de las tormentas, así que los coloco en su sitio. En un momento en el que la niebla se abre, el cercano Puig Drau, veintiséis metros más alto que el Sui, me muestra sus pocos encantos. Su mayor altura es un aspecto que por sí solo ya merece que en un futuro lo visite y me acerque a los campos electromagnéticos de sus antenas, más humanizadoras y prácticas que las banderas y los belenes, siempre y cuando no sea para ver Telecinco y afines. Hoy ya tenemos demasiado trecho que recorrer y no es cuestión de ir desviándose del itinerario previsto.

 

Resulta frustrante ver en el mapa de Editorial Alpina como, tras cuatro horas, apenas llevamos la tercera parte del recorrido. Por fortuna, aquí arriba los kilómetros se van a suceder más ágilmente, y más rápido aún en la larga bajada al Figaró. Tras dejar atrás a la encina, continuamos hacia el eje principal de la Calma, al que accedemos gracias a un atajo que se abre paso entre helechos. Lo tomamos en la Sitia dels Llops, en un cruce cercano a una barranca de nombre Barraca d´en Ramon, y nos deja en el llamado Pla dels Pous. El ahorro, sobre el mapa, es de dos terceras partes del camino que da la vuelta pasando por Pedres Blanques. En este llano de los pozos (“Pla dels Pous”) hay varios pozos de hielo, y mapa en mano nos acercamos a uno, que tampoco tiene nada que ver con el primero. El otro ni lo buscamos. La perra, no dándose por vencida, se dirige hacia una furgoneta aparcada sobre un prado –cosa prohibida– en la que están comiendo, pero Julio rápidamente la ata, supongo que de nuevo ante la resignación del can.

 

Siguiendo por la pista principal con destino al Tagamanent, no puedo dejar de pensar en las dos caminatas que me han traído por estos lares: la Matagalls-Montserrat (83km) y la Matagalls-Granollers (50km). Por suerte, hoy no toca caminar con cautela en vista de futuros dolores con el paso de los kilómetros y la cosa acaba cerca, a los pies del Montseny. Tenemos varios kilómetros de aproximación al Tagamanent a través de este altiplano, provisto de un encanto especial, repleto de prados, de ondulaciones y de alguna masía, con una gran impresión de tener el cielo encima. Bajo una de las pocas agrupaciones de árboles, un rebaño de ovejas y de cabras, unas cincuenta, pace a la hora de la siesta. Algunas tienen grandes campanas y Manuel y yo, cámara en mano, las inmortalizamos. Conviene no acercarse pues son muy asustadizas, y Duna, muy a su pesar, va atada hace rato para no molestar al ganado.

 

Enfrente, cada vez menos distante, se levanta el Turó del Tagamanent (1059m), una colina con espléndidas vistas, con varios barrancos que la circundan y aíslan, coronada por una iglesia románica del siglo XII, Santa Maria de Tagamanent, y un castillo ya documentado en el siglo X del cual solo quedan ruinas. Su ascenso nos impide descender al Figaró por las Carenes d´en Bosc, un cordal de aspecto abrupto al que se accede a la altura de El Parany, no señalizado pero sí reflejado en el mapa. La pista es una gran encina que hay en el lugar, cuyo tronco parece estar dividido en cuatro ramas. Dejamos atrás este desvío, sacrificándolo por un ascenso al Tagamanent, que para Manuel y Julio será mucho mejor, pues es una cumbre representativa en la que nunca han estado. De hecho, es la primera vez que vienen a esta zona del Montseny.

 

Así, seguimos por la pista principal, que pasa junto a l´Agustí, una masía típica que ha sido restaurada por la Diputación y en la que se llevan a cabo visitas guiadas de contenido etnológico, y por el Bellver, restaurante y punto de información del parque al que se puede acceder desde el pueblo de Tagamanent, junto a la autovía C-17, a través de una pista forestal recientemente asfaltada. Pasados ambos lugares, nos plantamos en la base del Tagamanent, en el llamado Collet de Sant Martí. Aquí fue donde estacioné el coche para acometer mi única ascensión al Sui hasta el día de hoy, en aquella ocasión en compañía de Alba. Magnífica excursión con apenas desnivel pero en la que se puede conocer el Pla de la Calma, el Sui y el Tagamanent. Como he leído que desde los restos de la ermita de Sant Martí puede accederse hasta la cima por la arista nordeste –lo de arista será por decir algo, no hay trepada alguna–, dejamos de lado la ruta normal y tomamos el sendero que parte del pequeño templo, que en poco más de cinco minutos y tras superar cuestas bastante empinadas, nos deja en lo alto de esta magnífica atalaya que apenas supera los mil metros de altitud. La lástima es que la visivilidad del día es mala y poco hay que ver, pero todo tiene su lado bueno: de otro modo, estaríamos achicharrados por el sol.

 

Tampoco nos detenemos mucho aquí, pues son cerca de las cuatro y media y aún hemos de bajar hasta los pies del Montseny. Además, le ahorraré al lector cualquier saturación informativa al respecto del castillo y de la iglesia, pues si interesado está, en la Wikipedia y fuentes afines la información hallará. Mapa en mano, nos dirijimos hacia el Figaró a través de una senda que va directa a Can Coll, una casa visible desde el Tagamanent y que por cierto está en venta. Desde allí, se trata de ir bajando a través de varias pistas forestales de una marcada tonalidad roja, pasando por la Escola de la Natura y Sant Pere de Vallcàrquera. Para mí es bastante monótono y pesado, más aún subir y bajar por el mismo sitio, como ya hiciera en el pasado con gente de MadTeam. Para Manuel y Julio, en cambio, esto, como lo anterior, es nuevo para ellos, pues nunca hasta hoy había estado en el Pla de la Calma. En una fuente, la Font del Molí, paramos a refrescarnos. Además de beber agua, yo me quito los calcetines y me mojo los pies con el agua helada, lo que me los deja como nuevos a pocos minutos de cambiarme de calcetines y de calzado en el coche. A él llegamos a las 18:10, tras unas siete horas y media de excursión en las que hemos ascendido al Pla de la Calma por el valle de Vallfornès, hemos coronado las dos cimas más representativas de esta región del Montseny, pero no la más alta –serían unos veinte minutos más–, y hemos descendido por el valle de Valcàrquera, lo que parece una completa ruta en un macizo menos visitado que el de Matagalls y el de Turó de l´Home-Les Agudes, menos elevado pero también merecedor de una visita por parte de montañeros ávidos de caminatas nuevas. Con tantas cosas por descubrir, ¿para qué repetir siempre lo mismo?

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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