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Sunday 3 de February de 2013, 12:29:41
26-01-13 : Vía Ferrata Baumes Corcades (Centelles)
Tipo de Entrada: RELATO | 5062 visitas

Realización de la vía ferrata Baumes Corcades de Centelles partiendo del pueblo en una de las rutas guiadas de temática brujeril que hoy tienen lugar dentro de las actividades programadas en la decimosexta edición del Cau de Bruixes de Centelles.

 

Para ser un año con la mala fama que le precede y teniendo en cuenta lo poco que últimamente estoy saliendo al monte, no está nada mal comenzarlo con una vía ferrata en su primer mes, más aun teniendo en cuenta que se trata de una de las más completas del país y que su paso estrella, su puente nepalí, es, según un folleto turístico del Ayuntamiento, el más largo de Europa. El citado folleto destaca también que se abre paso entre verticales paredes en medio de un paisaje soberbio y cambiante según la orientación que va siguiendo el trazado y destaca las diferentes vistas de las que se puede disfrutar, que incluyen la Plana de Vic, los Pirineos Orientales, el macizo del Montseny, los Cingles de Bertí o el Castillo de Tagamanent. A este último me referiré luego desde el titubeante puente colgante.

 

Pocos minutos pasan de las once cuando un grupo de unas veinticinco personas partimos de la parada del punto de información del Cau de Bruixes. Con motivo de la fiesta, además del mercado de paradas con productos esotéricos, hay una serie de actividades programadas, entre las que se encuentra la ruta guiada sobre brujas que estamos a punto de emprender Alba, sus padres y yo. Los guías son dos estudiantes de formación profesional tutorados por un periodista nacido en el pueblo. Este nos comenta que para ambos jóvenes, de unos diecisiete o dieciocho años, esta actividad se inscribe dentro de su formación y nos anima a que les formulemos preguntas durante el recorrido.

 

La ruta comienza por el casco antiguo. Entre paradas de hierbas medicinales, artículos de bisutería, gemas mágicas y afines, visitamos varios lugares del centro histórico, como la iglesia, documentada ya en el siglo IX, el Palacio Condal, Bien Cultural de Interés Nacional de estilo gótico-renacentista, o la Casa Aguilar, incautada durante la Guerra Civil y de la que, según nos cuentan, los milicianos sacaron los sofás al paseo para fumar en ellos confortablemente. Acto seguido accedemos a la calle que conduce a la estación de RENFE, nacida a partir de 1906 gracias a la llegada del tren, un hito en la historia reciente del pueblo que conllevó que algunas familias burguesas de Barcelona que hasta entonces veraneaban en el Pirineo construyeran sus casas de veraneo aquí. De todas ellas, destacan cuatro idénticas que un señor hizo construir para sus cuatro hijas, cada una casada con un marido también veraneante en la población. En ese sentido, precisan, la cosa fue bastante endogámica.

 

Una vez visitado el núcleo de población, lo dejamos atrás a través de la Carretera de Banyeres, que es la que lleva a la vía ferrata. Antes varias residencias, nos explican una u otra anécdota, como la de una chica a la que no podía darle el sol y que acudía a un círculo de cipreses al que luego me referiré. No tardamos en pasar junto al Camping Puigsagordi, en el que a estas horas los balones se pudren al sol mientras la juventud manipula sus celulares y habla de sus hábitos de compra. Poco después, llegamos a la casa de colonias Mas Banyeres, situada a escasos metros del aparcamiento de la vía ferrata. En él, varios taxis de Barcelona con su característica coloración amarilla y negra llaman la atención en un día en el que las Baumes Corcades se me presentará en temporada baja, lejos de la primaveral y estival masificación.

 

Junto a la pista forestal que va hacia la vía ferrata, visitamos un círculo de cipreses en el bosque llamado Círculo de las brujas, en el que según el periodista se realizan encuentros esotéricos, creo que especialmente de índole etílica, una especie de botellón místico en el que si el raciocinio no te permite contactar con el más allá, el brebaje puede ayudar a conseguirlo. Respecto al árbol escogido, el ciprés, en el folleto de la Ruta Tierra de Brujas puede leerse que simboliza la fertilidad de la tierra y la renovación de la vida, de ahí que sea una constante en los cementerios. En este punto, me separo del grupo tras una hora y media de excursión brujeril y con la determinación de que la media hora que resta de caminata puede esperar. Así, lleno de disfrute y de regocijo, me planto ante una Baumes Corcades sin apenas gente y con todo el día por delante. ¡A disfrutar se ha dicho!

 

Son la una menos veinte cuando me anclo a la línea de vida. Tres chicos van delante de mí y a su propuesta de que la iniciara yo primero, les he comentado que no tengo ninguna prisa. Por sus comentarios deduzco que son escaladores, y mientras espero a que se alejen pared arriba y poder hacer la vía ferrata tranquilo, miro una reseña que me he encontrado al pie de la vía –me han dicho que no es suya– y tomo algunas anotaciones en ella. El primer tramo de los tres que conforman esta vía ferrata, que finaliza en lo alto del Turó de Puigsagordi (986m), supera un espolón rocoso, una de las prominencias de un kilométrico risco. El sendero de descenso lo divide en dos partes desiguales. La inferior, más corta y sencilla, consiste en una treintena de grapas dispuestas en vertical y bastante próximas entre sí que le sirven al ferratero para entrar en calor y tomar contacto con la vía, en especial si es novato. Además, si uno está en el día de su estreno ferratero, le aguarda una sorpresa: su primer extraplomo que, aunque sencillo, no deja de serlo.

 

Con bastante tranquilidad, pues arriba he visto un grupo de seis personas y prefiero no hacer colas, disfruto de mis primeras grapas y mi primer encuentro con la montaña en este mal afamado 2013, que aun así espero que me depare cosas buenas. Un extraplomo no es sino una manera de fortalecer los brazos, me digo para integrarlo como algo positivo en mí. Tras cruzar el sendero de regreso, afronto la segunda parte del espolón, formado por dos paredes, la primera de ellas la más corta. Se inicia con un sencillo extraplomo y prosigue con algunas grapas más, en total una decena, que sin apenas dificultad te llevan a un sendero con unos troncos a modo de escalón por el que se accede a la tercera y última pared del espolón, sin duda la más larga, entretenida y aérea de esta primera parte de la vía ferrata que, a su vez, hace de aperitivo a las dos últimas partes, sin duda mucho más difíciles y técnicas. Como los tres chicos no andan muy lejos, me sitúo de espaldas a la montaña y contemplo sin pensar en nada el extenso panorama que se me presenta. A mis pies se extiende la parte agrícola de Centelles, tierra de brujas, con verdes campos de cereal y algunas masías dispersas que en su conjunto envuelven al pueblo. “De Centelles, brujas todas ellas”, se lee en los folletos turísticos. Su telón de fondo natural es el macizo del Matagalls, así como el Pla de la Calma con su destacado Turó de Tagamanent, coronado por el castillo homónimo. Hacia el norte, se muestran la Plana de Vic y el Puigsacalm, una de las montañas más frecuentadas de la Garrotxa. También el Pirinero Oriental, con la mole del Puigmal nevado como montaña destacada. A todo esto, los tres escaladores han desaparecido de mi campo visual, así que reanudo mi progresión, tranquila y silenciosa, en solitario por las Baumes Corcades.

 

En esta tercera pared, lo que encierra menor dificultad es el principio: ascender a través de veintiuna grapas colocadas en vertical bastante cerca las unas de las otras, cual escalera de bomberos. Le sigue un flaqueo a la izquierda para evitar un impresionante techo, en el que además de seis grapas hay una “no grapa” que me gusta, a saber: un paso en el que en vez de haber colocado la grapa has de situar la suela de la bota de perfil sobre el filo de una roca. El flanqueo conduce al lugar más aéreo de este primer tramo y, para mí, de toda la vía ferrata hasta la inauguración en 2006 de la variante de la Tosquera. El motivo es que entre las grapas número catorce y quince de las veintitrés que equipan este último obstáculo, se realiza un cambio de pared en el que bajo el pie no hay más que vacío, y el miedo a las alturas es algo por lo que aún me caracterizo y supongo que me caracterizaré siempre. Así pues, en ese punto, como en ocasiones anteriores, paso algo de miedo, pero no es algo que me sorprenda y sin mayor contratiempo concluyo el primer tramo, el del espolón rocoso que tan bien se reconoce desde la autovía C-17.

 

De camino al siguiente tramo, escucho los acordes de alguna banda de música que llegan procedentes del pueblo. Es el terreno ideal para adelantar a otras personas si se quiere ahorrar unos diez minutos por cabeza de espera en el puente, o para dejarse adelantar si lo que se quiere es, con la excusa de la espera, comerse el bocata, como es mi caso. De cualquier modo, como hoy no hay nadie a quien sobrepasar ni grupo que me pueda adelantar, me siento tranquilo en el prado para tomar algunas anotaciones y así tener que esperar menos en el puente. La ociosidad me lleva a descubrir una buena perspectiva del pueblo entre las copas de dos pinos y la inmortalizo con la cámara de fotos. Si bien no lo he comentado hasta ahora, las marcas de pintura amarilla son las del camino de descenso, que también puede ser utilizado para evitar algún tramo de la ferrata. Las rojas, en cambio, son las de la vía ferrata. Si a alguien le puede servir de interés, a través del sendero se puede esquivar la primera parte del espolón rocoso o la segunda, todo el largo flanqueo, la variante de la Tosquera y los pasos atléticos del tercer tramo, o visto de otro modo, puedes venir a Centelles a realizar el tramo concreto que te venga en gana, algo impensable en otras como Les Dames o La Teresina. De todas formas, si se viene con tiempo vale la pena realizarla íntegramente si se tiene el nivel y la preparación suficientes.

 

Al llegar al kilométrico risco, en  tan solo quince o veinte metros de caminar anclado al cable de vida ya se llega a la bifurcación del puente nepalí, la primera de las tres existentes en esta vía ferrata. Un cartel colocado por Portes del Montseny, el Club Centre Excursionista de Centelles y el Ajuntament de Centelles informa de que se trata de una variante difícil, peligrosa y arriesgada. La otra opción, en cambio, consiste en continuar el sencillo flanqueo por el risco, que a los pocos metros depara grandes vistas bajo el puente, que se extiende unos metros más arriba. Como para acceder a él hay cola y tendré que esperar, prosigo por el flanqueo unos metros para echar un vistazo. Arriba veo a una chica atravesando el puente. Al final del mismo, dos compañeros la esperan, mientras que tres más esperan para acometerlo tras ella. Por fortuna, los tres chicos que iban delante mío, los escaladores, han optado por evitar el puente, lo que me supone media hora menos de cola.

 

Con el panorama más claro, regreso a la bifurcación y enfilo la variante del puente nepalí. Cinco grapas dispuestas verticalmente me conducen a un cambio de pared de noventa grados en el que es preciso realizar una especie de acrobacia que en mi caso incluye separar las piernas como nunca antes mi cuerpo ha visto. Desconozco si hay manera más cómoda de acometerlo ni recuerdo cómo lo afronté con anterioridad. A este dificultoso paso que puede hacer de filtro de acceso al puente, le sigue un flanqueo bastante aéreo y poco equipado –tan solo cuatro grapas– en el que además de ir ligeramente inclinado hacia atrás hay que ir buscando buenas presas para los pies. De esta manera tan entretenida llego hasta la pequeña estancia en la que comienza el puente. Un ciudadano francés de unos sesenta años me hace hueco y logro sentarme con los pies colgando y con vistas al panorama antes descrito sin dejar de estar anclado al cable de vida. Es pues uno de los momentos más placenteros de los últimos tiempos. Tranquilo, sin preocupaciones, comiéndome el bocata bajo un sol que neutraliza el frío a esta buena hora –la una y media– y bebiendo Coca Cola, que todo hay que decirlo, pronto se termina. Además de escrutar con detalle el Montseny, me entretengo cronometrando el tiempo que tardan en cruzar el puente nepalí. La mujer lo está atravesando tarda diez minutos en acabar de completarlo. Le sigue un hombre que intuyo más experto, cuyo registro es de unos siete minutos y medio. A continuación, una chica que se muestra más temerosa y aparenta mayor inseguridad emplea algo más de trece minutos, sin duda un buen rato de sufrimiento. Y por último, el francés, que haciendo gala de una gran seguridad, lo finiquita en nueve minutos.

 

Con un mosquetón colocado en cada uno de los dos cables de vida, inicio mi trayecto. La manera de proceder es la siguiente: agarrado al cable superior, deben colocarse los pies de lado y, cada uno a su ritmo, deben ir dándose pasos cortos. A la vez, hay que intentar contrarrestar con el cuerpo el ligero balanceo hacia adelante y hacia atrás, cosa que no le va nada bien a un cerebro asustadizo como el mío. Ante el miedo, un truco que acabo de aprender es mirar al Tagamanent y centrarse en él. Ello no acaba con el temor producido por el movimiento de vaivén pero al menos evita que mires hacia abajo. En un intento de desembarazarme del miedo producido por la oscilación, que hace que parezca que te vayas a caer hacia adelante o hacia atrás, pongo en práctica lo que ayer leí en el libro Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, de Stephen R. Covey, en referencia a un psiquiatra judío encarcelado en un campo de exterminio nazi que se las ingenió para sobrevivir llevando a rajatabla una máxima suya: “Podemos decidir en nuestro interior de qué manera nos afectan las cosas”. Mientras él, como medio de evasión, se imaginaba dando clase a sus alumnos sobre lo que en aquel infierno le sucedía, yo me visualizo en la puerta de la iglesia de Santa Maria de Tagamanent comiéndome merecidamente una bolsa de Matutano tras haber subido a lo alto de la montaña. Y a pesar de que ayer me mostrara bastante incrédulo sobre este método, hoy, en una situación de miedo, la verdad es que me funciona, hasta el punto de que cuando llego al final del puente seis minutos y medio después de haberlo iniciado, aún me veo atiborrándome de Pelotazos y Drakis felizmente en el Montseny. Qué curioso. Por cierto, el psiquiatra responde al nombre de Viktor Frankl.

 

Al otro lado del puente, la variante termina sin el entretenimiento de su comienzo. Tan solo se trata de realizar un pequeño flanqueo sobre roca y de descender verticalmente a través de una decena de grapas. Esto último, además de resultar algo más incómodo que en sentido ascendente, requiere que se tenga en cuenta un detalle: si bien en subida conviene cambiar al siguiente tramo de cable de vida lo antes posible en vistas a minimizar el recorrido de una posible caída, cuando uno baja es justamente al contrario, cuanto más se demore el cambio mejor. Una vez abajo, retomo el kilométrico flanqueo detrás del sexteto. Como su avance es lento, me lo tomo con mi filosofía de hoy, que no la de ayer ni la del lunes, la tranquilidad, y dejo un espacio vital entre ellos y yo para que, entre otras cosas, se tomen fotografías. Aunque he tenido tiempo de sobras para ir anotando las diferentes morfologías del terreno y los tramos de grapas, le ahorraré al lector su descripción con el ánimo de no aburrirle. Simplemente haré constar que el flanqueo, además de ser largo, se me hace pesado, y que algo tengo claro: cuando llegue a la segunda bifurcación de la vía ferrata, en la que hay que escoger entre el corto y sencillo trazado original y la variante de La Tosquera, optaré por la opción contraria a la de ellos. Y para mi fortuna, optan por el trazado antiguo. ¡A las paredes del Esperó se ha dicho!

 

Tomo rumbo a ellas en la citada segunda bifurcación. El reloj marca las tres en punto cuando en vez de tirar hacia arriba, como hace el sexteto, me anclo al cable de vida que desciende. Se trata de un descenso cortísimo pero muy entretenido, pues hay un marcado paso extraplomado que al ser realizado en sentido descendente puede resultar algo dificultoso. Una vez abajo –son seis grapas en total–, hay que caminar varios centenares de metros hasta llegar a un recoveco del risco, lugar por el que desciende el hoy seco torrente de la Tosquera. Es aquí donde se encuentra la tercera y última bifurcación de la vía ferrata. Quien no se vea capaz de afrontar la variante de L´Esperó, según el cartel “tramo muy difícil, peligroso y arriesgado”, y según mi opinión, lo más difícil de toda la vía ferrata –no así lo más atlético, el tercer tramo, ni lo más pavoroso, el puente–, puede optar por la sencillísima variante de la Tosquera, que no alberga apenas dificultad. Sin ánimos de liar al que esto lee, comentaré también que aquí es posible realizar varios rápeles a través del torrente, que suele estar seco –hay dos chicos que precisamente los están realizando–, y también puede accederse a un sendero poco transitado y señalizado con marcas de pintura amarilla que sube desde el pueblo hasta lo alto del Puigsagordi.

 

La variante de l´Esperó, como decía, me parece realmente difícil y requiere espabilarse un poco y tener fuerza de brazos –o hacer trampas con una cinta exprés, un fifí o afines–. Está formado por tres partes bien diferenciadas y en la primera de ellas hay dos pasos difíciles que de hecho actúan de filtro de acceso. La primera parte, siempre según mi visión, es un tramo vertical equipado con algo más de veinte grapas que cuenta con un primer paso difícil en el que a propósito no ha colocado una grapa, y un segundo que lo supera en cuanto a dificultad y que se caracteriza por ser extraplomado. Ambos pasos tienen colocado un muelle en el cable de vida en previsión a amortiguar las posibles caídas en ambos puntos. Una vez arriba, me encuentro con un flanqueo bastante aéreo y muy poco equipado, tanto que en todo él tan solo hay cuatro grapas. Para mayor incomodidad, se suele ir ligeramente inclinado hacia atrás y a medida que se avanza los brazos van cansándose, en especial al realizar los cambios de mosquetón y soportar tu otro brazo todo el peso. Como dije antes, con artilugios varios uno puede descansar pero me parece una forma de restarle dificultad al tramo y quizá mérito a su superación, aunque claro está que si uno no se ve fino hay que optar por lo seguro. A este segundo tramo le sigue un tercero vertical con dos pasos complicados y también con un muelle en el cable de vida. El primero es muy aéreo y a él se puede llegar, como es mi caso, con los brazos bastante fatigados y no tan fuertes como se desearía. Ambos son ligeramente extraplomados y a mí, propenso al miedo a las alturas, me da la sensación de que te puedes ir literalmente al garete. Tras su veintena de grapas y las raíces de un árbol, uno vuelve a encontrarse sobre tierra firme y puede suspirar de alivio.

 

Una vez superado l´Esperó, espero con vistas al socorrido Tagamanent el paso del ferratero que me está alcanzando, Pep Tuneu, miembro del centro excursionista local y uno de los que ayudaron en la equipación de la vía ferrata. Nada más alcanzarme, le pregunto por el sendero de marcas amarillas que he visto al pie de esta variante, el que va desde Centelles hasta el Puigsagordi. Como tenemos todos los campos a nuestros pies, me señala con el dedo por dónde discurre. Al poco llegan los dos chicos del rápel, que por lo visto en un primer momento pretendían realizar el descenso de ocho rápeles que han leído en algún sitio pero que acaban descendiendo por el sendero que lleva al aparcamiento. Como no saben dónde tomarlo, los acompañamos. A partir de aquí, realizo el resto de la vía ferrata, es decir, el tercer y último tramo, en compañía de Pep.

 

He de decir que se trata de una persona agradable con la que converso durante toda la subida sobre diferentes temas. Me explica cómo instalaron la vía ferrata, quién la ideó –también es del pueblo y del centro excursionista– y el apoyo económico de Portes del Montseny y del Ayuntamiento que recibieron, así como la buena disposición del alcalde, presente en 2006 en la inauguración de la variante de la Tosquera. Todo ello contrasta con lo que me explicó Albert Gironès hace varios años mientras realizábamos una de las vías ferratas que ha equipado, la de Agulles Rodones. Según me contó, la vía ferrata Cala del Molí, la única que yo sepa ubicada en primera línea de mar, la desinstaló por una falta de acuerdo con el Ayuntamiento de Sant Feliu de Guíxols en el tema de la responsabilidad civil en caso de accidente. También me cuenta, por un lado, que la zona está plagada de fósiles marinos, y por otro, que suele venir a comprobar el estado de la equipación hasta una vez por semana –quizá estemos hablando de centenares de veces–. Añade también que en ocasiones ha tenido que sacar de un apuro con su cuerda a personas que se habían metido donde no debían. Respecto al puente, le comento que hace años no estaba tan destensado, y me explica que se realizó un estudio y se llegó a la conclusión de que era mejor que oscilara y que quien no se vea capaz no lo atraviese, que ponerlo más tenso, pues entonces los cables sufren más.

 

Entre una cosa y otra, nos plantamos al inicio del tercer y útlimo tramo, que incluye varios pasos atléticos extraplomados y una escalera metálica evitables por el sendero. Si yo suelo ser bastante ágil y rápido en este terreno cuando me lo propongo –aunque raramente, pues me gusta ir tranquilo–, no hay que decir que su facilidad de avance en una vía ferrata que conoce al milímetro es extrema. Así, cuando nos damos cuenta ya estamos en los escalones del pequeño resalto que da acceso a lo alto del Puigsagordi, de 986m de altitud. Son las cuatro y veinte, por lo que he empleado tres horas y cuarenta minutos en realizar la vía ferrata a un ritmo tranquilo incluido el tiempo de espera en el puente, y en este momento llevo cinco horas y veinte de excursión desde que he salido del pueblo con la ruta guiada. De su mochila aparecen dos mandarinas: la que se come él, y la que me regala. Mientras la saboreo, lo continúo escuchando con detenimiento. De regreso, seguimos comentando cosas a la vez que intentamos encontrar algún fósil que no acaba de aparecer –luego, cuando no los buscas, te topas con ellos–. En la explanada que hay sobre el segundo tramo tiene estacionado su coche y me invita a ir con él hasta el pueblo pero le comento que no tengo prisa y que prefiero completar la excursión y regresar caminando. Al despedirnos, pues, le pido su correo electrónico y lo último que me dice, es: “M´ha agrada´t coneixe´t” (me ha gustado conocerte).

 

Si bien podría intentar descender la variante de l´Esperó con el riesgo de que si alguien lo está ascendiendo tendré que dar marcha atrás –algo harto improbable a estas horas un día de invierno–, me parece algo inadecuado por lo difícil que pueda ser unido al hecho de estar solo y de que por aquí quizá no pase nadie más hasta mañana. Así pues, me dirijo hacia la variante de La Tosquera para descenderla, pero con la curiosidad montañeril que me caracteriza, antes voy a investigar a ver a dónde va el sendero que lleva hasta ella. Para mi sorpresa, va a parar al de pinturas amarillas que sube de Centelles al Puigsagordi y cuya existencia desconocía hasta hoy, así que evito tener que sacarme la mochila y volverme a equipar con el kit de vía ferrata. Antes de descender, continúo mi investigación de la zona, ya sombría y fresca con el sol descendiendo al otro lado de los riscos, y voy a parar a unos prados en los que antes había una masía de origen medieval llamada Riucerdà de la que apenas queda rastro.

 

El descenso es en un primer momento cómodo, pero posteriormente la senda está repleta de piedras. Son las llamadas Escales del Puig y van a parar al Puig Vell, una masía ya documentada en el año 1515. A partir de ella, a través de diversas pistas forestales y siempre siguiendo las marcas amarillas, llego hasta el pueblo. Son las cinco y media y atrás quedan siete horas y media de excursión circular con la vía ferrata Baumes Corcades incluida. También quedan almacenadas en la memoria buenas sensaciones y gratos recuerdos, así como un cúmulo de nuevas experiencias vividas que pasan a engrosar mi bagaje por esta vida, sin olvidarme de las conversaciones con Pep, de las que también me he enriquecido. ¿Puede pedirse mucho más en un intervalo de tiempo inferior al de una jornada laboral?

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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