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Monday 27 de April de 2015, 17:36:22
18-04-15: Travessa de Agulles y Frares Encantats (Montserrat)
Tipo de Entrada: RELATO | 1748 visitas

En compañía de Siria, hermana de Alba, encadeno la travesía de Agulles y la de Frares Encantats, los dos sectores más impresionantes de Montserrat, en sentido contrario al tradicional, desde el Coll de La Portella hasta el Coll de Porc pasando por el Portell Estret. Algunas grapas, cadenas y cuerdas amenizan el recorrido, un auténtico rompepiernas de tanto subir y bajar por parajes inhóspitos entre agujas. Poco más se le puede pedir a una excursión de una duración inferior a las cuatro horas.

 

Son cerca de las once y media cuando llegamos al estacionamiento de Can Masana, emplazado en pleno Camino de Santiago, aquí conocido por Camí de Sant Jaume. Acabamos de dejar a Alba en la cercana ciudad de Igualada y nos hemos provisto en el Lidl de la misma localidad de dos botellas de dos litros de agua mineral, una tableta de chocolate y dos bolsas de aperitivos de marca blanca: unos conos y unas patatas fritas; los bocadillos ya los traemos hechos de casa. Sin más demora emprendemos la marcha en plan ligero, provistos de una pequeña mochila, hacia el Collet de Guirló, siguiendo una pista señalizada con las marcas blancas y rojas del GR-172. Poco después de dejar atrás el desvío a Sant Pau Vell y el Castell de la Guàrdia, lo alcanzamos. Aquí es donde tiene lugar el inicio del recorrido circular, siendo lo más habitual continuar recto hacia el Coll de Porc para iniciar la Travessa de Frares Encantats y, llegado el Portell Estret, enlazar con la de Agulles. Nosotros lo haremos en sentido inverso.

 

Desde el citado Collet de Guirló seguimos las marcas blancas y amarillas del PR C-78. Se trata de rodear en parte la muralla rocosa y atacarla por su punto débil: el Coll de La Portella. A este pequeño collado accedemos por un terreno bastante inclinado que requiere el uso de las manos en algún punto. Una vez alcanzado, abandonamos la “civilización”, esto es, el sendero de pequeño recorrido, que se dirige hacia el refugio Vicenç Barbé, y seguimos las primeras marcas de pintura roja propias de la Travessa de Agulles. Al borde del precipicio, observamos una mancha en la llanura: la ciudad de Igualada. Abajo, unos escaladores que hace nada teníamos por encima nuestro nos lanzan un “qué rápido habéis subido”. Estamos a punto de hacer lo mismo con unos que están escalando una aguja cercana a El Martell, sin nombre en el mapa. Desde lo alto vamos a ver aparecer al primero de ellos con una cámara adherida al casco.

 

Primero, no obstante, es necesario superar una pared de unos quince metros con la ayuda de una cuerda anudada. No es completamente vertical y la presencia de un árbol también ayuda, pero aun así, creo que actúa como filtro, tal y como sucede en algunas vías ferratas. Quien no se vea capaz de superar este primer paso equipado, no va a poder meterse en berenjenales posteriores para los que quizá no esté preparado. A Siria le cuesta un poco, lo suyo es caminar. Yo también prefiero desplazarme a pie, entre otras cosas porque me dan miedo las alturas y no me gusta poner mi vida en manos del correcto estado de conservación de un equipamiento, pero estos pasos puntuales siempre le dan vidilla a una excursión. Además, aunque en este sentido en ocasiones cuesta encontrar la siguiente marca de pintura roja, afrontaremos el paso más expuesto, equipado con grapas y cadenas en las proximidades de Coll de Porc, en sentido descendente, lo que convierte la ruta en algo menos sencilla.

 

Desde lo alto de la aguja, a la que accedemos con una pequeña trepada desde el sendero señalizado, contemplamos un amplio horizonte, con la autovía bajo nuestros pies allá donde Montserrat acaba y con el mar no visible pero sí intuible tras la Serralada Litoral. Retomado el camino, nos desplazamos entre agujas, con nombres como Les Bessones, L´Arbret o La Mà. Son parajes extremadamente recónditos y solitarios; es increíble que hayan balizado un sendero por aquí, menudo privilegio. Lo que más nos cuesta es descender una estrecha canal, primero con la ayuda de unas raíces y, luego, gracias a una cuerda. Además de lo encajonado del lugar, varios resaltos aumentan su dificultad, si bien esta nunca es excesiva y todo aquel mínimamente avezado a la montaña puede tratar de acometerla siempre y cuando previamente se informe y lo vea viable para sus aptitudes: tampoco se trata de presentarse a lo loco.

 

En un estrecho collado que cae a plomo en su cara norte unos cuatrocientos metros, poco antes de llegar al Portell Estret, comemos. Al haber comenzado a las once y pico la excursión, ya son más de la una. A estas alturas y con el cuerpo necesitado de energías, un mísero bocadillo de atún –sin ánimo de denostarlo– sabe a gloria. Alta cuisine. Creo que nos hemos pasado con los dos litros de agua por cabeza, en especial porque soy yo quien porta los cuatro kilos que representan, pero más vale que sobre que no que falte el preciado líquido. Acostumbrado hace un par de semanas a portear dos voluminosas mochilas en el Camino de Santiago Aragonés, la mía y la de Alba, tampoco lo noto mucho y, con el calor in crescendo, siempre va bien ni que sea para refrescarse la cara.

 

En el Portell Estret (1007m) damos por finalizada la Travessa de Agulles, según el cartel de cuarenta minutos de duración, y conectamos directamente con las marcas de pintura azules de la Travessa de Frares Encantats, monolitos de mayor grosor que las agujas, de ahí supongo el nombre de ambos sectores. Bien, no es ciertamente una conexión directa: es necesario descender unos cien metros por el sendero de la Canal Ampla y, llegado a una pared, no pasarse a mano izquierda el desvío señalizado con las citadas marcas azules. Claro está que lo primero va a ser recuperar todo el desnivel perdido para volver a situarnos en la zona alta, esta vez entre frailes encantados, aunque quizá los hechizados deberíamos ser nosotros por la belleza y sobre todo quietud del lugar. Seguimos sin apenas encontrar a nadie, por no decir que no nos cruzamos con nadie. Qué gozada.

 

El primer paso divertido es superar en sentido ascendente una estrecha canal primero trepando por terreno rocoso y luego por las raíces de un árbol. Acto seguido aparece una piedra empotrada llegada de vete a saber dónde y es necesario pasar por el hueco que queda entre la gran roca y la canal: menuda locura. A la salida, aparece un matrimonio que lleva encordada a su hija, de una edad muy temprana. La van a descender con la ayuda de una cuerda. “El problema lo tenemos nosotros, no ella” nos dicen. “A esas edades no son conscientes del riesgo” les respondo. También nos encontramos con un corredor, en un tramo en el que no paramos de descender, cosa que luego habrá que remontar. Aquí todo lo que baja sube y viceversa.

 

Tras una cuerda anudada y algún que otro paso, nos plantamos en otro diminuto collado con una brutal caída en su cara norte. Una corta trepada desde el sendero nos deja en lo alto de uno de los frailes encantados; qué vistas y qué ubicación más brutales: nosotros y un pequeño hito. En lo alto de los monolitos cercanos, más montoncitos de piedras. Un terreno aparentemente reservado para el escalador experto. Guauuu. Parezco un novato, pero qué más da, se trata de disfrutar :-) A Siria, no obstante, le aguardan sus peores momentos del día. Primero, un descuelgue agarrados a una cadena, unos dos metros a base de fuerza de brazos y, para minimizar esta, buscando buenos lugares donde colocar los pies en la roca.

 

Dejada atrás esta roca incrustada en la canal, el plato fuerte: el descenso a través de las grapas y las cadenas de un gran resalto vertical cual vía ferrata a pelo, ya prácticamente en el final de la Travessa de Frares. La clave está en no impresionarse y bajar con seguridad y sangre fría tranquilamente, poco a poco, primero con la ayuda de una cadena, unas diminutas grapas y unas barras metálicas y, finalmente, tan solo gracias a una cadena. Como suele suceder, es en el tramo no equipado, llegando al collado, cuando Siria, que viene del lavabo, pega un salto y se lastima el tobillo. Desde lo lejos escucho el grito que pega y voy a verla. Parece que no ha sido más que un susto, aunque va a estar un par de días cojeando por las molestias.

 

En el Coll de Porc, también conocido como Coll de Port, damos por terminadas ambas travesías, la de Agulles y la de Frares Encantats. Tan solo nos resta rodear la muralla norte de Montserrat hasta el Collet de Guirló y deshacer el camino hasta Can Masana. Unas cabras salvajes venidas de unas verticales paredes son la nota llamativa de nuestro retorno. ¿Cómo se puede disfrutar tanto en tan poco tiempo? Qué ganas de regresar y explorar canales nuevas arriba y abajo, entre la maleza si es necesario. Si ya en la ruta señalizada apenas pasa nadie, en los “callejones sin salida” debe de ser una locura. Un buen mapa, pantalón largo, agua, ganas de aventura y a vivir. Espero que algún día, más pronto que tarde, se materialice. Firmado: un enamorado de Montserrat :-)

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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