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Monday 27 de April de 2015, 17:47:05
25-04-15: Vía ferrata Baumes Corcades (Centelles)
Tipo de Entrada: RELATO | 2076 visitas

En compañía de Pau y de sus amigos Luis, Alejandro y Patricia, realizo de nuevo la vía ferrata de Centelles, en esta ocasión obviando el puente nepalí y la variante de la Tosquera en un agradable aunque gris día primaveral entre hordas de ferrateros. Menudo hastío con las esperas.

 

A las nueve y cuarto de la mañana, nada más llegar a Centelles, llamo a Luis, que viene en un coche con Alejandro, Pau y Patricia. Por lo visto andan perdidos por Sant Feliu de Codines, en vez de haber tomado la C-17 directamente en la Meridiana. En media hora aparecen y me siguen hasta el aparcamiento de la vía ferrata, o más bien hasta su acceso, pues parece que están prohibiendo el paso por multitud de lugares en la zona. Ahora se aparca en la pista de acceso y es fácil que la hilera de vehículos alcance la carretera asfaltada que sube al Puigsagordi. Correctamente equipados, nos dirigimos hacia el inicio de la vía ferrata. De camino, nos metemos en un círculo de cipreses donde, según cuentan en el pueblo, antaño se celebraban aquelarres, ahora sustituidos por botellones; los tiempos cambian.

 

A las diez y cuarto llegamos al pie de la vía ferrata y nos ponemos a la cola. Esto también es fruto de algo reciente: la masificación de ciertas vías ferratas de renombre. Es como si la gente, quemada con los recortes, fuera a la montaña a desfogarse. Cuento a seis personas esperando delante nuestro y a quince progresando por la primera pared del espolón rocoso que constituye el primer tramo de la vía ferrata. Diríase que es una especie de Ramblas en vertical, sin trileros, carteristas o prostitutas, al menos a primera vista; en su vida privada cada cuál sabrá qué hace. Dado que ni Alejandro, ni Luis ni Patricia han realizado nunca una vía ferrata, aprovecho los errores ajenos para instruirles. Así, por ejemplo, nadie guarda con el de delante la distancia de seguridad pertinente y la mayoría no procede al cambio de mosquetones en cuanto es posible para así reducir la longitud de una hipotética caída.

 

Tras una espera de dieciséis minutos, Alejandro es el primero en anclarse al cable de vida. Le sigo yo, estando al tanto tanto de él como de Patricia, que progresa detrás de mí. Pau y Luis cierran la comitiva. Las primeras grapas son para familiarizarse con el acto de cambiar de mosquetones, evitar que se te queden abajo enganchados, tomar contacto con la roca, etc. pero pronto llega el primer desplome, ligero pero posible fuente de problemas para un novato con poca fuerza de brazos, como es el caso de Patricia. No obstante, lo superamos bien y nos plantamos en el antiguo camino de regreso, que fragmenta el espolón rocoso que constituye el primer tramo de la vía ferrata en dos partes. Y digo antiguo porque alguien se ha dedicado a borrar la señalización de siempre, poner carteles de prohibido el paso, peligro perros sueltos, etc. con la intención de que no utilicemos los senderos públicos que atraviesan su finca. Pau siente una indignación al respecto difícil de contener.

 

La segunda parte del espolón es más aérea y algo más compleja técnicamente para gente novata. Inmersos en la hilera de coloridos humanos, con multitud de gente tanto delante como detrás, vamos ganando altura poco a poco. A Patricia se le comienzan a atravesar algunos pasos y Luis desde arriba le da instrucciones, a la vez que desde abajo procedo a realizarle algunos cambios de mosquetones en puntos puntuales. El resto afronta su primera ferrata sin mayor dificultad. Una vez superado en espolón rocoso, desde el prado por el que prosigue el sendero, observamos tanto los ferrateros de la vía normal como los que optan por la variante del puente nepalí, de unos cuarenta y cinco metros de longitud. Calculo al menos un par de horas de espera, así que lo vamos a dejar si acaso para la vuelta.

 

Entre plantas aromáticas, como el romero, matorrales y algunos árboles, alcanzamos el kilométrico risco que constituye el segundo de los tres tramos tradicionales de esta vía ferrata. Luis está sudando a tope y me agradece el consejo que le he dado en el coche: no subir con tanta ropa de abrigo. Hay cola hasta para acceder a la variante del puente. Les pregunto si nos pueden dejar pasar, pues nosotros vamos a seguir recto a través del risco. Sí, acabamos de dejar pasar a otro grupo, me dicen. La maniobra consiste en que se separan del cable de vida y nosotros, que nos tenemos que desatar, pasamos bajo un túnel humano que nos protege de una posible caída. ¡La de tiempo que nos hemos ahorrado!

 

Desde el flanqueo observamos sobre nuestras cabezas a los madrugadores que atraviesan el puente, uno a uno. Como siempre, este se balancea, en especial en su punto central, cuando ya no hay media vuelta posible pues queda lo mismo de recorrido hacia delante que hacia atrás. En la libreta de firmas, cobijada en el interior de una especie de buzón metálico, dejo constancia de nuestro paso. Pau, con cara de pillo, dibuja un gran pene a página completa y los que nos siguen, que abren la libreta, no quiero ni saber lo que deben pensar. Van a pensar que has sido tú, le digo a Patricia, que va la última. Quiero ver la cara que ponen, confiesa Luis antes de girarse. Es lo que tiene la juventud.

 

Su vertiente novata, en cambio, sale a relucir por la cantidad de fotos que me piden: tirados hacia atrás cual postura de yoga en diagonal, haciéndose los profesionales –los profesionales no miran a la cámara, le puntualizo a Luis–, en grupo en las formaciones geológicas que dan nombre a esta vía ferrata, etc. Pau, con su casco, parece la hormiga atómica. Aunque para pequeña, la niña que nos precede: tiene unos siete años y todos vamos a su ritmo. El grupo en el que va, también compuesto por un niño un poco mayor, nos permite adelantarlos sin que se lo pidamos, justo en la bifurcación del final del flanqueo: hacia abajo, la variante de la Tosquera; hacia arriba, el recorrido original. Optamos por esto último.

 

Finalizar el segundo tramo, el del kilométrico risco, por el trazado original, tan solo requiere subir una pequeña pared equipada con grapas con un pequeño desplome al inicio. Al ser el primero en afrontarlo, aprovecho desde arriba para tomarles algunas fotos, sobre todo a la salida, lo que siempre resulta espectacular. Tan solo nos queda subir a pie, primero por un prado y después, tras cruzar la carretera, por un terreno más inclinado, hasta el inicio del tercer y último tramo de la vía ferrata: el de los dos pasos atléticos desplomados. Ocho personas nos preceden, así que nos ponemos a la cola y aprovechamos para comer algo; en mi caso realmente comer.

 

Una primera chica está como diez minutos para superar las diez grapas del primer desplome. Además de los dos mosquetones unidos al disipador, utiliza una cinta exprés para descansar colgada de las grapas. Una compañera suya lleva dos y, grapa a grapa, va subiendo poco a poco. Mientras tanto, Pau se lía y fuma un cigarro, Alejandro da cuenta de una lata de olivas, Patricia conversa con Luis y yo tomo asiento pues hay para rato. Resulta un poco aburrida hoy tanta espera, pero es lo que tiene el no madrugar. De todas formas, mejor así que empalmar otro con el resto de madrugones laborales de la semana; tampoco hay prisa.

 

Llegado nuestro turno, el primero en afrontar el paso, coronado por una especie de barra adherida a una escalera metálica es Luis, provisto de mi cinta exprés. Por lo visto, donde han alquilado todo el material, en Travessa, le cobraban tres euros; parece algo caro para lo que cuesta comprarla. Sin muchas dificultades supera el desplome y nos lanza la cinta exprés sobre la tierra para evitar su deterioro. Acto seguido es el turno de Patricia, que previsiblemente no va a poder seguir los pasos de Luis. Y así es. Retrocede y le cede la cinta exprés a Pau, quien tampoco se ve capaz. Alejandro, lanzado improperios contra su material, sí logra seguir los pasos de Luis y tras él voy yo. Con Pau y Patricia nos reuniremos algo más arriba, van a subir caminando.

 

Llegados al segundo paso atlético, un nuevo desplome más corto que el anterior, Luis lo supera con cierta facilidad pero no es el caso de Alejandro, que lo intenta en dos ocasiones antes de desistir. Lo acompaño por la escapatoria, algo expuesta, hasta reunirnos más arriba con Luis, Pau y Patricia, que nos aguardan sentados sobre unas rocas. Ya apenas quedan unos tres metros de equipación: se trata de un pequeño resalte que da acceso a la cumbre, provista de un gran mástil y una bandera. A por él vamos gracias a un sendero. Ojo con no perderse: el correcto es el del hito de piedras y no el otro. De nuevo una retención nos aguarda. La gente ya ni se ata. A algunas incluso las empujan del culo para arriba. Uno tras otro, accedemos a la cumbre. ¡Objetivo cumplido!

 

Tras la preceptiva foto grupal, nos sentamos al borde del barranco, con vistas al Montseny, Centelles y la llanura de Vic, y ellos aprovechan para comer. Nada más terminar su tentempié emprendemos el regreso. Llegados a la carretera, como comenté antes, ahora la señalización te conduce al coche a través del asfalto, realizando un kilométrico rodeo. Es increíble que nos hayan prohibido el sendero de antaño, que avanzaba con pintura roja junto a la vía ferrata, incluso con algún pequeño paso equipado con grapas. “Finca en explotación”, “prohibido el paso”, “peligro, perros sueltos”, “propiedad privada”, etc. Se han dejado un dineral en carteles. Les he escrito al respecto al Club Excursionista de Centelle. No parece muy normal ni legal prohibir el paso en un sendero público. Incluso han modificado el panel informativo del aparcamiento borrando la ruta de regreso con pintura. Pau está fuera de sí y clama justicia.

 

Hacia las tres y cuarto, cinco horas después, estamos de nuevo en el coche. Algo cansados, sí, pero con ganas de más: mañana tenemos previsto ir a la vía ferrata Cala del Molí, en Sant Feliu de Guíxols y, si hay tiempo, fuerzas y ganas de arriesgarse al masivo robo en vehículos que acontece desde hace mucho tiempo en su aparcamiento, dirigirnos también a la de Gorges de Salenys, aunque por lo leído alguien tendría que quedarse vigilando en el coche. Por el mundo hay mucho desvergonzado protegido por las leyes pero eso es otro tema. Centrándonos en lo que nos ocupa, ha sido un buen día en grata compañía y el tiempo ha acabado respetándonos. No sé cuántas veces habré realizado ya esta ferrata ni, lo más importante, las que aún me restan. Ojalá que sean muchas :-)

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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