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Estas en » ExCuRSiONiSmO RoMáNTiCo FoReVeR » Archivo de Relatos » May 2015 » 02-05-15: El Montcau Y La Cova Simanya
Saturday 2 de May de 2015, 20:54:21
02-05-15: El Montcau y la Cova Simanya
Tipo de Entrada: RELATO | 2594 visitas

En compañía de mi novia Alba, su amiga Estela y su novio Dani, de Luis y de Patricia, asciendo al Montcau (1056m) desde el cercano Coll d´Estenalles y exploramos con frontales las tres cuevas de Simanya: la Gran, la Petita y la Triangle o Seca, de cuatrocientos, ochenta y cuarenta metros de recorrido, respectivamente, según los carteles situados en las diferentes entradas.

 

Han pasado algo más de tres meses desde que el pasado enero, de casualidad, me enterara de la existencia de la Cova Simanya, la más importante del Parc Natural de Sant Llorenç de Munt i Serra de l´Obac si no estoy equivocado. En aquella ocasión, en compañía de Droguero, Alba y Siria, de subida al Montcau desde Sant Llorenç Savall, nos encontramos con un desvío señalizado a la cueva unos pocos cientos de metros antes de alcanzar el Coll d´Eres. Entonces escribí: Me muero de ganas por regresar en el futuro bien equipado, con frontales, casco, botas de agua y ropa vieja e investigarla en profundidad –esto es literal–. ¡Otro día será! Pues bien, ese día ha llegado, aunque de botas de agua y ropa vieja nada de nada.

 

En el viejo Opel Kadett de mi madre nos plantamos mi novia Alba, Luis, Patricia y yo en el Coll d´Estenalles, situado en el punto kilométrico 14,8 de la BV-1221, a las diez y cuarto, quince minutos más tarde de la hora acordada a causa de la multitud de grupos ciclistas que hemos tenido que ir sorteando y a varias concentraciones moteras que nos hemos encontrado circulando invadiendo en parte nuestro carril. La amiga de Alba y su novio –Estela y Dani– aún no han llegado de Les Franqueses y aprovechamos para ir al lavabo y tomar un mapa gratuito del parque natural en el centro de información y alguna guía sobre rutas cercanas a Barcelona también a cargo del contribuyente.

 

Una vez reunidos los seis, nos dirigimos por la pista cementada ascendente hacia nuestro primer objetivo del día: el Montcau. Pronto la dejamos a nuestra derecha para ganar altura de forma más decidida hacia la cumbre a través de un sendero delimitado por unas cuerdas que en principio no deben traspasarse para no perjudicar al poco suelo presente y la frágil vegetación de los afloramientos rocosos – las “codines” –. Siguiendo por la pista, la mayoría de gente se dirige a La Mola, a dos horas y media del collado del que hemos partido, sin duda la cumbre estrella del parque. Nosotros vamos a por la segunda montaña en altura e importancia.

 

Nuestro ritmo es bastante ligero, si bien realizamos una parada para fotografiarnos con la cima al fondo y también nos giramos de vez en cuando atraídos por la majestuosidad de las vistas a Montserrat, que se muestra longitudinalmente en todo su esplendor. A Luis y Patricia les comento dónde está la Miranda de Sant Jeroni y la existencia de una vía ferrata, la Teresina, que accede hasta la mismísima cumbre. Tras haberse estrenado el pasado fin de semana en el mundo de las vías ferratas, ya tienen ganas de repetir. Alba va charlando con su amiga Estela y Dani, que viste una camiseta que reza “Keep calm and kill zombies”, aguarda a la aventura subterránea, que es lo que más le atrae de la jornada.

 

A través del sendero delimitado por cuerdas accedemos a la subida final, que tiene lugar por un terreno de conglomerado de tonalidad rojiza que no requiere el uso de las manos. rocosa pero de terreno amigable que no requiere el uso de las manos. Arriba, un vértice geodésico y una mesa de orientación con una rosa de los vientos nos aguardan. Nada más coronar la cumbre, coloco mi cámara sobre el vértice y posamos junto a la mesa. También Estela nos fotografía con su móvil. Jugamos a reconocer algunos lugares, aunque el día está un poco gris. Se aprecian Montserrat, Matagalls, Puigmal y la Serralada Litoral, entre otros. Más cerca, al otro lado del macizo, se alza La Mola. Hoy tan solo tenemos pensado dirigirnos a la cueva, de ahí que no hayamos quedado muy temprano. Allá vamos.

 

Una vez deshecho el último tramo rocoso, nos plantamos de nuevo en el sendero delimitado por cuerdas y a través de él accedemos al cercano Coll d´Eres. Obviando la pista, tomamos el sendero de gran recorrido GR-5 en sentido a El Marquet de les Roques. Se trata de ir perdiendo altura a través de un frondoso valle hasta alcanzar el desvío señalizado a la cueva Simanya, que más vale no pasarse de largo si uno no quiere remontar todo lo descendido de más. Con vistas a los Pirineos parcialmente nevados, dejamos a mano izquierda un sendero que se dirige a las dos cuevas secundarias que luego visitaremos y nos plantamos en la entrada de la cueva principal: la Cova Gran de Simanya. Un poste indica que tiene cuatrocientos metros de recorrido.

 

Tal y como dejé reflejado el pasado 25 de enero, el acceso a la entrada es algo angosto, es preciso superar un pequeño desnivel encajonado entre rocas. Una vez arriba, nos quedamos impresionados con sus dimensiones: hará unos cuatro metros de altura, además de ser bastante ancha. Esto era con Droguero. Esta vez, al ser una repetición, no me causa tanta impresión. Con la ayuda del flash de mi cámara, avanzamos unos pocos metros en la oscuridad –escribí entonces. Hoy, en cambio, venimos provistos de frontales y linternas de led y algunos cascos e incluso un croquis a escala con las galerías. La primera que visitamos es la que se encuentra a mano izquierda nada más entrar: son unos veinte metros hasta que para continuar habría que avanzar reptando.

 

Gracias al flash de la cámara, logro fotografiarnos juntos colocándola sobre una roca situada en el centro. El suelo está mojado y el ambiente se nota fresco en comparación con el ligero calor del exterior. Como curiosidad, Dani se aparta de una foto para que salgan Luis y Patricia juntos, creyendo que son pareja. Una vez explorada, regresamos a la galería principal, donde una pareja de unos cincuenta años me pide que les fotografíe con un móvil. A cambio, les pido que nos tomen dos a nosotros: una hacia el interior y otra hacia el exterior; menudo dos por uno. Los mismo hice con David hace unos meses: nos retratamos, tanto hacia su interior como perfilando nuestra oscura silueta sobre la luz procedente del exterior.

 

A unos setenta metros de la entrada, lejísimos de la luz procedente del exterior, la galería principal se bifurca. Recto sus dimensiones se reducen rápidamente, por lo que lo dejamos para luego. Tomamos hacia la izquierda, ya que en un primer momento se puede proseguir en posición erguida. Según el croquis son unos ciento cincuenta metros en línea recta. Sin duda es lo más asombroso de todo el entramado de galerías. Hay formaciones geológicas que llaman la atención, como los “huevos duros”, aunque tampoco son nada del otro mundo. Luego están los charcos que hay que ir evitando o los recovecos por los que hay que pasar en cuclillas o directamente gateando. Alba y Luis son los primeros en no continuar, nada más llegar a un gran charco. Yo y Patricia continuamos unos treinta metros más por un lado y regresamos por el otro, el del gran charco; ella acaba en un par de ocasiones en el agua. Dani y Estela llegan algo más al fondo, donde ya no es posible seguir a no ser que uno esté dispuesto a reptar sobre el fango. Sin ropa de recambio no es nuestro caso.

 

De regreso a la galería principal, tomamos su continuación natural, la que rápidamente se estrecha. Pronto se convierte en un orificio de pequeñas dimensiones a media altura por el que intento pasar pero me es imposible. Hay que tirarse o de cabeza o con los pies por delante. Opto por esto último y con la ayuda de Dani, que me sujeta de la espalda, voy atravesando el agujero en la roca hasta que mis pies tocan suelo y logro acabar de entrar por mí mismo. Al otro lado, cual en una madriguera, soy fotografiado antes de salir deshaciendo los movimientos, es decir, esta vez con la cabeza por delante.. Sin la ayuda de Dani aquí dentro me quedaba, o sin dientes, una de dos.

 

Una vez alcanzada la luminosa entrada –somos, sin duda, animales diurnos– comemos fresquitos pero al calor de la falta de oscuridad. El mundo de las penumbras no está hecho para nosotros. Alba y yo tenemos un bocata de atún. Por su parte, Luis y Patricia también se lo han traído hecho, mientras que Estela y Dani se lo trabajan con una navaja, pan, tomate y embutido. Hay niveles y niveles. Incluso traen una bolsa de Fritos. Ummm… qué ricos. A Luis también le gustan pero desde hace unos años es alérgico al trigo y se conforma con recordar su sabor de cuando era un niño. Mientras comemos, me entretengo mirando a los que entran y salen. A ojos de Alba ello me convierte en un chafardero. Son sobre todo familias con niños. Creo que en nosotros hoy quien disfruta es también el niño que llevamos dentro.

 

Con el buche lleno destrepamos el acceso a la cueva y nos dirigimos a sus dos vecinas, ambas sin nadie visitándolas. De hecho no tienen nada que ver con la grande. La primera de ellas es la Cova Simanya Petita, de ochenta metros de recorrido según el cartel. A ella accedemos siguiendo un sendero que en su inicio cuenta con una marca de pintura roja en el tronco de un árbol. Según el croquis se emplaza a unos ciento veinte metros de distancia respecto a la principal. Una corta trepada más dificultosa y menos apta para niños que la anterior permite plantarse en su interior. La verdad es que, excepto Dani, apenas recorremos diez metros de pie, cual abrigo rocoso. Lo que sí sería propiamente cueva requiere avanzar reptando y tan solo él lo prueba. Su recorrido es corto pero intrincado, con varias bifurcaciones. Nosotros le esperamos fuera. Como le pase algo a ver cómo lo sacamos –comento. Las llaves del coche las tiene él –aduce Estela, pragmática.

 

Tras el destrepe del acceso a esta cueva nos dirigimos a la cercana Cova del Triangle o Cova Seca, de cuarenta metros de recorrido según su cartel. Esta es completamente recta y permite avanzar unos veinticinco metros sin necesidad de tumbarse, simplemente en cuclillas –mi estilo– o gateando –el de Dani–. El resto nos aguarda en el exterior. Reptando sería posible continuar bastantes metros más pero es territorio claustrofóbico y lo dejamos estar para nuestra reencarnación en mosquito gigante o araña. Mientras mis compañeros charlan en el bosque junto a la entrada, trepo por dos troncos bastante secos entrelazados hasta una repisa en la roca, dese donde les tomo una fotografía aérea. Menudo culo inquieto estoy hecho. Nada más bajar, los invito a reanudar la marcha y emprender el regreso.

 

Tan solo tenemos que remontar lo descendido hasta alcanzar el Coll d´Eres y a continuación, obviando esta vez el sendero por el que hemos venido antes de la cima, tomar la pista que se dirige al Coll d´Estenalles. Sin mayor problema lo alcanzamos a las dos del mediodía varias carreras al sprint mediante. Multitud de gente se avitualla, descansa desparramada por el suelo, se ventila los pies sin botas… Han salido a las cuatro de la madrugada de La Garriga con destino a la “Moreneta” me informa uno de ellos. Son sesenta y dos kilómetros de caminata popular; les restan aún siete horas para llegar a Montserrat. Nosotros, por suerte, tenemos el coche a unos pocos cientos de metros estacionados al margen de la carretera. En apenas una hora ya estaremos en casa descansando tras una jornada liviana pero variada, con una cima y varias cuevas que nos llevamos en el bolsillo y gratos recuerdos almacenado en algún lugar de nuestra mente.

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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