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Thursday 10 de September de 2015, 18:43:27
05-09-15: Penyes Altes del Moixeró y Moixeró por la Canal de la Serp
Tipo de Entrada: RELATO | 2874 visitas

En compañía de Droguero, de mi hermana Eva y de su novio David, asciendo al punto culminante de la Sierra del Moixeró, las Penyes Altes (2279m), y posteriormente al pico que da nombre al cordal, el Moixeró (2089m), desde los alrededores de Grèixer, abriéndome paso entre las escarpadas vertientes de la cara sur a través del serpenteante sendero de la Canal de la Serp e iniciando el regreso en el Coll de Moixeró (1972m). En total, unos catorce kilómetros y medio, más de 1300m de desnivel reales entre el aparcamiento (975m) y la cima (2279m) y nueve horas de excursión a un ritmo tranquilo de disfrute vivencial.

 

Sobre el Túnel del Cadí, una infraestructura dotada de un bochornoso peaje superior a los once euros, se alza una sierra. ¿La del Cadí? Para nada. Su nombre proviene curiosamente de uno de sus picos, pero no del más alto, el Moixeró, de 2089m de altitud, si bien su hermano mayor, Penyes Altes (2279m), lleva la coletilla “del Moixeró”. Aprovechando que para ascenderlos por la cara sur, la más frecuentada, no es necesario pasar por caja, he programado la que va a ser mi primera excursión en la zona para hoy. La idea es, en ruta casi circular, ascender desde el pequeño pueblo de Gréixer a través de la Canal de la Serp al Collet del Raset (2059m), recorrer el cordal hasta la cumbre de Penyes Altes (2279m), deshacer lo andado hasta el collado e ir a por el Moixeró (2089m) y una vez alcanzado el collado homónimo, emprender el descenso a través del Coll de Cabrera, Roques Negres y Coll de l´Avet.

 

Con tal intención, me cito a las 8:30 en la salida 62 de la C-16, Sallent Sud, con Droguero, que ha de traer a Pau y a algunos de sus amigos, y con mi hermana Eva y su novio David. La idea es partir de casa hacia las 7:30, encontrarnos a las 8:30 e iniciar la excursión a las 9:30, evitando tanto madrugar como emprender demasiado tarde la excursión. Para levantarnos temprano ya tenemos el resto de la semana y, a su vez, partir demasiado tarde pone sobre la mesa el riesgo de que se nos caiga la noche encima ante un imprevisto. La primera vicisitud del día sucede en Barcelona: Pau y sus amigos se retrasan y Droguero, sin señales de vida por su parte, decide venirse solo. En Sallent Sud, mis botas y mi mochila aguardan junto a una señal de ceda el paso mientras curioseo una pancarta en la rotonda que reza sobre vuestras cabezas el cielo siempre será azul, firmado por Fàbrica Vella. Llegado Droguero, aparece el tercer y último David, el que viene con mi hermana.

 

Los tres David –¿cuál debe de ser la remota probabilidad de que tres varones unidos por el azar tengan el mismo nombre?– y mi hermana nos reagrupamos en el SEAT León de Droguero, por aquello de pagar menos impuestos y contaminar menos –y por qué negarlo, darle al palique–. Adentrarse en el Berguedà es siempre rodearse de verde y, en esta época del año, de setas. Lo primero se hace palpable a través de la ventanilla; lo segundo también, a través de las paradas ambulantes –Montoro al margen– a pie de carretera de venta de bolets. Aún es temprano, pero de regreso se habrán multiplicado como setas. Pasados Berga, el embalse, la clausurada central térmica de Cercs y Guardiola de Berguedà, atravesamos la población de Bagà y seguimos las indicaciones para tomar la carretera BV-4024 en dirección a Coll de Pal (2104m), un collado desde el que la Tosa d´Alp (2537m) y sobre todo el Puigllançada (2408m) parecen quedar sobre el mapa a un tiro de piedra. Algún día habrá que ir a por ellos. Hoy, hay ganas de una excursión más potente, de mayor desnivel, así que detenemos el coche en el Pont de Gréixer o Pont de Sant Nazari, un aparcamiento situado en una curva alrededor del punto kilométrico cuatro de la citada BV-4024, con capacidad para unos siete coches aunque con varias decenas de ellos ya estacionados en ambos márgenes de la carretera.

 

Nada más apearnos mi mirada se dirige hacia las paredes de la vertiente sur del cordal. Nuestro objetivo, el Penyes Altes del Moixeró está a poco más de 1300m por encima de nuestras cabezas, un desnivel considerable, motivo por el que su ascensión por la Canal de la Serp está considerada como dura y exigente, pero como dijo Molière, cuanto mayor es el obstáculo, mayor es la gloria en superarlo. No veo el momento de ponerme en camino. Mientras mis compañeros acaban de prepararse, me dirijo a los postes indicativos. Siguiendo el GR-107, Camí dels Bons Homes, ruta de exilio de los cátaros en los siglos XII y XIII, en un kilómetro alcanzaremos el pueblo de Gréixer. Nuestro objetivo, las Penyes Altes, están a 5,7km, si bien ya no forman parte del citado GR sino de otro, el 150-1, así como de la ruta Cavalls del Vent. El Coll de Pendís, a 6,9km, y el coll de Jou, a 6,7km, se antojan sobre el mapa como los lugares lógicos para emprender el regreso pero el primero, por desgracia, alarga la ruta demasiado y el segundo, en cambio, implica dejarse el Moixeró en el tintero.

 

Sobre la hora prevista, las 9:30, nos ponemos en camino. Gréixer nos aguarda. A través de una pista de tránsito restringido a los vecinos ganamos nuestros primeros metros de altura. Pronto el paisaje se abre y mi hermana saca un artilugio para fotografiarnos. ¿Un trípode? No, un palo-selfie. Los tiempos cambian. Como si de una huella biográfica se tratara, nuestras cuatro cabezotas son inmortalizadas y el paisaje apenas se ve. ¿Repetimos? Va a ser que sí –Natillas aparte–. Mi hermana nos fotografía con mi cámara a los tres David al modo natural: tres cuerpos enteros –vale, con los pies cortados– junto a los verdes prados, las escarpadas paredes y algunas nubes de algodón, como salidas de un anuncio de Vueling. Nuestro semblante sonriente no deja lugar a dudas: la excursión está aún en sus albores y nuestro depósito de energía permanece aún a tope. Haciendo caso omiso a un desvío a mano derecha, llegamos a la bifurcación donde iniciamos propiamente la ruta circular: a mano derecha, según el cartel, Penyes Altes del Moixeró (4,8km), Coll de Jou (7,5km) y La Tosa (10,1km). A mano izquierda, de donde vendremos, Font del Faig (5,4km) y Coll de Pendís (6,2km).

 

El pueblo consiste en unas cinco casas y una iglesia del siglo XII consagrada a Sant Andreu aunque de origen prerrománico, diríase que un reducto del pasado en contraste con el cercano viaducto de la C-16. Espectacular imagen. El camino no tarda en transformase en un sendero empinado que nos permite ganar de forma rápida altura por el interior del bosque. Llama la atención lo sombrío del lugar y la presencia de setas cuyo nombre desconocemos, así como el cambio de vegetación conforme se va ganando altitud: pino rojo, roble, hayedo... Por lo leído, en la zona abunda una roca, la riolita, conocida como Pedra de Gréixer, que creo reconocer. En los claros del bosque aprovechamos para damos la vuelta y contemplamos el paisaje; la típica excusa para tomar aire. Mi hermana, palo-selfie en mano, nos vuelve a inmortalizar con los bosques y un risco tras de nosotros. Haciendo honor a su nombre, al alcanzar la Canal de la Serp, el sendero serpentea de mala manera mientras el cansancio va haciendo mella en nuestro cuerpo. ¿No querías parar para desayunar? –le pregunta Eva a su novio sin ocultar su interés al respecto. ¡No se ha notado, no!

 

Superada la Canal de la Serp llegamos a un pedregal. El grupo de delante se ha confundido y lo ha acometido directamente de subida en vez de seguir el camino, lo que propicia que les dé caza por aquello de un paso para adelante, medio hacia atrás. ¿Quieres una almendra garrapiñada? –me recibe uno. ¡Va a ser que sí! Gracias por las calorías –le agradezco. Mientras mis compañeros llegan hasta mi posición, fijo mi inatención hacia el horizonte, o lo que es lo mismo, dirijo la mirada perdida hacia el fondo del valle a la vez que saboreo el preciado regalo culinario. La llegada de mis dos tocayos y de mi hermana me hace regresar al presente. Bastante cerca tenemos el collado, herboso y habitado por hambrientos herbívoros de pedo fácil. En su subida final, mi hermana, veterinaria y amiga de los animales, se dedica a fotografiar a las vacas. Hay una perfecta, cual sacada de un anuncio. Nos miramos fijamente, de especie a especie. Salvaje frente a pacífica; inquieta frente a paciente; bestia frente a vaca.

 

Lo alcanzamos –el Coll de Raset (2056m)– a las 12:10. En unas dos horas y cuarenta minutos, hemos ganado unos 1.100m de altitud sin apenas paradas, como suele decirse, sin prisa pero sin pausa. Es el momento pues de parar a comer. De camino a Penyes Altes, sobre unas rocas al sol, hacemos acopio de energía y nos hidratamos. Si bien hacia el sur apenas se ve nada a causa de las nubes, hacia el norte está despejado y podemos contemplar la Cerdaña cual un óleo impresionante. Diríase que es un escenario y nosotros los afortunados espectadores de una obra que nunca comenzará, cuyo goce reside en la contemplación del decorado. Cuarenta minutos de recorrido por lo alto del cordal nos separan de Penyes Altes (2279m). Tanto las marcas blancas y rojas del GR-150-1 como las naranjas de la ruta Cavalls del Vent nos guían hasta la cumbre sin mayor complicación que un par de pasos en los que es preciso utilizar las manos. Una quincena de siluetas se perfilan entre la niebla junto a un buzón metálico en desuso y una bandera independentista. Hoy, de las grandes vistas más bien poco. Eso sí, ¡objetivo cumplido!

 

Una vez tomada la foto de grupo de rigor, me dirijo a la cumbre vecina; de hecho el Penyes Altes tiene dos picos, este segundo de menor altitud. Unos 1300m más abajo está el coche; nos espera un buen descenso. Volviendo a la sabiduría popular, todo lo que sube baja –exceptos los precios y los impuestos, podría añadir alguno– aunque no lo haremos tan de sopetón. Como tenemos un segundo objetivo, el Moixeró (2089m), deshacemos lo andado hasta el Coll de Raset y tomamos rumbo a él a través de los prados de la parte alta del cordal de la Sierra del Moixeró. La verdad es que no tardamos mucho en plantarnos en la ascensión a la cumbre propiamente dicha, de una prominencia de apenas un centenar de metros sobre los collados cercanos. Mientras mi hermana es fotografiada por su novio en el prado con posturas varias y las vacas como telón de fondo, con Droguero visualizo en directo en su teléfono el final de la Q3 del Gran Premio de Italia de Fórmula 1, que acaba con una nueva pole position para Hamilton. Como a las vacas les asusta los comentarios de Antonio Lobato, lo hemos silenciado. Velocidad, potencia, glamour. La naturaleza no vende. ¡Allá ellos!

 

Felices como unas perdices alcanzamos la segunda cumbre del día, el Moixeró, libre de nieblas. Quizá sea exagerado, pero podría ser mucho peor. Por muchas tormentas que pasen, seguirás caminando con nosotros hasta acabar la excursión que comenzamos juntos– reza la placa en recuerdo a un fallecido de veinticinco años, quizá en este lugar. Tras la segunda foto preceptiva del día, emprendemos el descenso al Coll de Moixeró (1972m), del que parten dos senderos. El más evidente, en dirección suroeste, se dirige al refugio Sant Jordi, mientras que el que a nosotros nos interesa, en dirección sureste, nos lleva hacia el Coll de Cabrera a través de un terreno un poco incómodo. Además de la inclinación, el sendero en ocasiones es de penoso avance por la vegetación y el barro –ayer llovió todo el día–. A mis compañeros no hay duda de que se les está atravesando, unido quizá también al peso de las horas. Se trata de un collado bastante evidente aunque de pequeñas dimensiones en el que hay que ir con ojo con no tomar el sendero que viene de Canals del Goter sino el que va hacia Roques Negres pasando por la fuente de Cabrera. Llegados a Roques Negres, el sendero más evidente y mejor señalizado baja hacia el Coll d´Escriu pero opto, siguiendo el plan establecido, por tomar rumbo al Coll de l´Avet. Es la segunda y última patinada –y vicisitud– del día.

 

No tardamos en perder la traza del sendero en pleno bosque, húmedo y con hojas desparramadas por el suelo. Mapa en mano, veo viable seguir descendiendo a la brava, con el inconveniente que implica pero sin tener que volver a subir en busca del sendero y evitando también su rodeo por el Coll de l´Avet. Lo que es cierto es que nos roba muchísimo tiempo pero aun así, y a diferencia de a mis compañeros, me parece una delicia avanzar abriéndonos camino en plena naturaleza, en la penumbra del tupido bosque, sin viso de la existencia humana por lado alguno. El avance es precario y lento, evitando perder de vista el torrente de Cabrera, que nos ha de dejar en pleno GR-107 aguas abajo. Multitud de setas llaman nuestra atención, algunas con un sombrero más grande que un plato y un anillo en su tallo y otras de coloración blanca y roja, muy tóxicas, que me recuerdan a David el Gnomo. Dejando de lado lo de que soy siete veces más fuerte que tú, y veloz, más propio de la Fórmula 1 y afines, me quedo con y siempre estoy de buen humor. Quizá esto quede lejos para el género homo, pero puede ser un buen referente. El novio de tu hermana ya está de mala leche –me informa Droguero. Lo sé. Demasiado duro para realizarlo sin disfrute. ¡Menuda travesía boscosa!

 

A las seis menos diez de la tarde contactamos con la civilización: la pista forestal del GR-107, Camí dels Bons Homes. Algunos con más rasguños que otros –yo intacto–. Hay quien disfruta haciendo gala de sus heridas de guerra. Tras dos lazadas llegamos a la altura del Estanyet de Gréixer, al que me acerco hasta la presa para tomarle una foto; el agua está muy embarrada. Sin mayor dificultad alcanzamos a través de la pista forestal el desvío a la Canal de la Serp, a las afueras de Gréixer, y a las seis y media, tras nueve horas de excursión, alcanzamos el coche. ¡Y qué nueve horas! Desnivel, esfuerzo, tupidos bosques, setas, vistas, cumbres, salud, bienestar. Quedarse en el sofá habría sido más cómodo –y barato– pero qué demonios, de vez en cuando hay que sentirse vivo, cansarse, dar lo máximo, un paso tras otro. Tener un objetivo claro e ir a por él; experimentar la gratificación de alcanzarlo por mérito propio, regocijarse. Aumentar el amor propio y la seguridad. Hacer vida social, sudar, comenzar con ilusión y acabar hartado, saciado. Tener algo que contar de mayor; no sentirse vacío ante el lecho de muerte tras una vida hueca. Y si no, al menos, siempre se podrá chulear con la foto de cima en el perfil de Facebook. ¡Felices montañas!

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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