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Tuesday 22 de March de 2016, 17:43:04
21-03-16: Circular al Santuario de Queralt desde Berga
Tipo de Entrada: RELATO | 1852 visitas

En compañía de la hermana de Alba –Siria– y de su padre –Juanjo–, asciendo al Santuario de Berga por la ruta de las capillas u oratorios. Tras visitar el templo y la Cova de la Troballa, con Juanjo subo a las supuestas ruinas del castillo y, a continuación, regresamos a Berga pasando por el Mirador de les Guilles y la capilla de Sant Joan. En total unas tres horas de agradable caminata con muy buenas vistas sobre la capital del Berguedà.

 

Son las diez y media de la mañana cuando dejamos a Alba y a su madre en el Berga Resort, a las afueras de la ciudad, para que disfruten del circuito de SPA. Si bien tiene una duración de noventa minutos, hemos acordado ir a recogerlas a las dos y cuarto para así poder realizar con calma la ascensión al Santuario de Queralt y tener tiempo para ir a comer a Cal Borni, en Vallcebre, a unos 25km de aquí, donde tenemos mesa reservada para las tres. Una vez tomada la salida 95 de la C-16 –Berga Sud–, pasamos junto al Lidl y el Carrefour y estacionamos el vehículo en un gran aparcamiento gratuito situado junto a la segunda rotonda, en la carretera de Sant Llorenç. Arriba, en la sierra, tanto el santuario como la Cova de la Troballa son bien visibles, cercanos –en distancia– y a la vez lejanos –en tiempo–. Tras recorrer el Paseo de la Paz, transitamos por la Calle de la Ciudad, en pleno centro y repleta de comercios, y en la calle San Francisco la abandonamos para dirigirnos hasta la plaza y  monasterio homónimos, donde tiene lugar el inicio de la ruta señalizada. El reloj marca las once en punto.

 

La ascensión por la ruta de las capillas u oratorios no tiene pérdida, pues se trata de seguir siempre las marcas blancas y amarillas del PR C-73, que finaliza en Fígols y Sant Corneli pasando por el Santuario de Queralt y Rasos de Peguera, una ruta que teniendo dos coches seguramente valga la pena realizar. El poste indicador está al inicio de la calle Pinsania, reconocible por sus anchos escalones. Se trata de una calle pintoresca con buenas vistas en la que tomamos bastantes fotos. Se ven varias casas de colores –amarillo y verde–, el castillo de Berga, gran parte de la ciudad, el resort donde están Alba y Conchi… Calle arriba pasamos junto al Ateneu llibertari, en cuyo exterior hay una caja repleta de botellas de cerveza vacías, quizá fuente de inspiración y catalizador de conversas. Una grafiti reza: nadie dijo que sería fácil. Otras pintadas que hemos visto por la ciudad son la lucha es el único camino; fuera del euro y de la UE; nos han querido enterrar pero han olvidado que somos semillas; si los de abajo se mueven los de arriba caen… Entre los edificios de la calle se encuentran dos antiguas fábricas textiles y un antiguo prostíbulo, este último en el número 16, reconocible por la cara tallada en la pared, usadas a finales del siglo XIX y comienzos del XX para tal menester cuando aún no existían las luces de neón.

 

Al finalizar la calle Pinsania cruzamos la carretera de Sant Llorenç de Morunys y a los pocos metros nos encontramos con un viejo edificio señalizado como Cal Patata. Se trata de otra fábrica textil, esta incendiada en 1939 durante la Guerra Civil. Nada más pasarla se toma un sendero a mano izquierda: es la Drecera –atajo– de Queralt, con sus tres capillas de camino: Sant Jacint, Sant Jaume y Mare de Déu dels Dolors. Está bastante empinado y Siria, que como confiesa no está en forma, comienza a mostrar dificultades para respirar. Las vistas sobre la ciudad nos distraen: al ganar altitud, ganamos en perspectiva. Junto a la piscina municipal, ahora vacía, me llama la atención un gran chalé de alto standing con una piscina bastante grande, esta sí bien conservada. Alcanzamos una urbanización pequeña, de nombre Fumanya, como el relativamente cercano yacimiento de huellas de titanosaurios, uno de los más importantes de Europa. Varios perros, que sin la extinción de los dinosaurios seguramente ahora no estarían aquí, nos ladran. A decir verdad, sin el fortuito impacto de un meteorito hace unos sesenta y cinco millones de años, nosotros tampoco estaríamos aquí para ser ladrados.

 

Enfrente nuestro se levanta la sierra de Queralt, repleta de paredes, con un oratorio bien reconocible a media subida y una especie de canal arbolada bastante inclinada en la parte alta de la ascensión. Alejada de nuestra ruta, observamos la ermita de Sant Pere de Madrona, por donde también sería posible subir. Está situada al borde del abismo y tiene buena pinta, pero no disponemos de tiempo para experimentos ni mapa así que prefiero seguir las indicaciones que ayer anoté en un folio y que hoy me sirven de guía para nuestra excursión. Pasada la urbanización, cruzamos la carretera que se dirige al Santuario y a Rasos de Peguera y proseguimos la ascensión por un sendero empedrado que pronto pasa a estar formado por centenares de escalones. Esto revienta a Siria, así que reduzco el ritmo mientras su padre se aleja fiel a su fama de cabra montesa y lo perdemos de vista. Señalando al Berga Resort, le comento a Siria: y la Alba en el SPA. Sí, es algo cruel. Rebasamos a dos adolescentes y un niño que descansan en un banco de piedra con vistas. En la capilla de Sant Jacint, del siglo XVII, hay un señor también descansando pero a la sombra, a quien también dejamos atrás. En el cartel aparecen unos versos: Llantions de raça pia, les capelles dels camins assenyalen vostra via a devots i peregrins. Se me ocurre que muchos fieles en romería, que tiene lugar cada 8 de septiembre, al llegar a las capillas, les debía ir bien detenerse a rezar para así tomar aire, del mismo modo que una excusa actual para recobrar el aliento es detenerse a contemplar el paisaje y tomar alguna foto.

 

Escaleras arriba alcanzamos la capilla de Sant Jaume, también del siglo XVII, con una pareja descansando junto a su hijo a la que también dejamos atrás. Acto seguido atrapamos a Juanjo, que nos espera conversando con un hombre con la vista perdida en el paisaje junto a la barandilla. A este nos lo volvemos a encontrar, descansando, en la capilla de la Mare de Déu dels Dolors. Desde su interior le tomo a Siria una foto a contraluz con el paisaje al fondo; parece que esté metido en una cueva. A las 11:50, es decir, cincuenta minutos después de iniciar la ruta señalizada en la Plaza de Sant Francesc, alcanzamos el aparcamiento. Un cartel nos informa de que estamos en el Espacio de Interés Natural de la Serra de Queralt, de una gran diversidad ecológica, con pinares, hayedos y vistas extraordinarias sobre el valle del Llobregat y el resto de la comarca. Un nuevo cartel destaca que la fauna de vertebrados es rica gracias a la diferencia de altitud entre la base de la sierra y el cordal y al contraste entre la solana y la umbría. Y un tercero, este metálico y con forma de dos personajes no humanos –cual la orangután Sandra– habla de un tal Guillermo de Berguedà, que tenía un castillo aquí, y de la leyenda de la Virgen de Queralt, a saber: que un buey la encontró en una cueva, entonces fue el pastor, se la llevó a casa, y por la mañana, al despertar, esta había desaparecido y regresado a la Cova de la Troballa, y así en sucesivas ocasiones hasta que al final decidieron dejarla en el lugar y levantar el santuario.

 

A este accedemos tras refrescarnos en el lavabo, observar el paisaje desde la ventana del bar y visitar la tienda de recuerdos, regentada por un señor de edad avanzada que me pregunta si vengo de muy lejos. El edificio actual es del siglo XVIII, si bien hay referencias escritas desde el siglo XIV si no me equivoco. Como en Montserrat, Nuria o Santiago, puedes subir por unas escaleras, visitar la talla y bajar por el lado opuesto. Es de madera, de estilo gótico y data del siglo XIV. La verdad es que me gusta, tiene un aspecto gracioso. Sostiene una golondrina en una mano y bajo uno de sus pies hay una especie de perro descansando. Se supone que se le puede pedir protección frente a los males y también se le puede solicitar lluvia. A nosotros, en cambio, nos interesa que el tiempo siga calmado el resto de la mañana. En el exterior me reencuentro con Juanjo y Siria y nos desviamos a la Cova de la Troballa, protegida por una construcción de aspecto llamativo con vistas; es de hecho una capilla. De camino pasamos junto al monolito de inicio del Camí dels Bons Homes o Ruta de los Cátaros, el GR-107. Siguiendo las señales blancas y rojas se llega en la primera jornada a Gósol, situado al otro lado del Pedraforca. De vuelta a la senda principal, continuamos siguiendo las marcas blancas y amarillas del PR C-73 y pronto alcanzamos el Mirador de Garreta, junto a la capilla de Sant Ignaci, de 1946, que alberga una escultura de San Ignacio de Loyola

 

De camino al segundo mirador, a la altura de un hito de piedras, Juanjo y yo nos desviamos a mano derecha para ascender a lo alto de un promontorio rocoso provisto de varias banderas, donde se supone que estaba emplazado el Castell Berguedà y, posteriormente, un cañón en la época de las guerras carlinas. Nosotros sólo vemos una montaña de piedras pero disfrutamos de unas vistas panorámicas de 360 grados. Nos asomamos al vacío pero no logramos divisar a Siria. De regreso a la senda principal, las dos adolescentes con el niño que rebasamos durante la subida, nos preguntan si venimos de las banderas; se ve que llevan rato intentando encontrar el camino de acceso a ellas. Les comento que sí, que están a cinco minutos pero que se anden con cuidado. Pronto llegamos al segundo mirador, llamado de les Guilles y junto al anterior, Balcón de Cataluña, donde Siria nos aguarda leyendo. De nuevo juntos alcanzamos la capilla de Sant Joan, que goza de una ubicación idílica en un collado en pleno bosque. Aquí es donde abandonamos el PR C-73 que venimos siguiendo desde la ciudad y tomamos a mano izquierda un sendero señalizado –Berga 4,6km– que desciende de manera bastante pronunciada por un terreno húmedo, resbaladizo y sombrío. Se trata de ir siguiendo las marcas blancas y verdes, aunque no hay pérdida.

 

Tras obviar un camino que viene de la derecha, llegamos hasta una carretera que no acabamos de tomar, pues justo unos metros antes de alcanzarla tomamos un sendero a mano izquierda también señalizado. Todo recto, de nuevo obviando una senda a mano derecha, empalmamos tras un largo flanqueo de la sierra, con grandes vistas y algunos charcos en el fango que hay que esquivar, con el cruce de la carretera de Queralt y Rasos de Peguera, en el que un pastor junto a su perro vigila a un rebaño de ovejas y a algunas cabras. Esto me recuerda a un folleto del monasterio, en el que he leído que hacen falta pastores que guíen el rebaño desde delante, siendo referentes, en vez de empujarlas desde atrás. Al deshacer la urbanización Fumanya, los dos mismos perros vuelven a salir a ladrarnos. Otro, en cambio, es juguetón y mueve la cola y se tumba boca arriba cuando Juanjo lo toca; a su lado tiene un peluche del diablo de Tasmania. Es un cocker spaniel negro con flequillo despeinado. ¡Qué gracioso! Una vez atravesada la urbanización, bajamos hasta las ruinas de Cal Patata y deshacemos la calle Pinsania hasta alcanzar la Plaza de Sant Francesc. Son las dos menos diez. Poco después alcanzamos el coche tras unas tres horas bien aprovechadas de interesante excursión y, a la hora prevista, recogemos a Alba y a su madre y nos vamos para Vallcebre a comer. Sin duda nos lo hemos merecido. Eso sí: unos más que otras :-)

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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