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Friday 18 de January de 2008, 21:30:45
Día 20: 30-12-07: Foncebadón – Ponferrada
Tipo de Entrada: RELATO | 1656 visitas

Donde ambos caminantes abandonan las montañas en un largísimo descenso y se plantan ante el histórico castillo templario, en tierras del Bierzo.

 

 

 

 

 

Faltan diez minutos para las nueve de la mañana cuando abandono el albergue junto a Santiago, con quien realizaré las próximas cuatro etapas. En el día de hoy pretendemos llegar a Ponferrada, situada a unos veintisiete kilómetros de distancia. Por terreno montañoso ascendemos hasta la Creu de Ferro y Manjarín. Hasta la célebre cruz avanzamos penosamente evitando placas de hielo y pisando nieve. Mi compañero se resbala y se da un buen batacazo. A lo lejos diviso lo que tiene que ser la Creu de Ferro, y así es. Se trata de un mástil alto con una pequeña cruz arriba (1504m de altitud). Su simplicidad contrasta con su antigüedad y con el hecho de que es uno de los puntos más emblemáticos del Camino. Desde este punto, cansados ya del sendero, continuamos por carretera. En el refugio de montaña de Manjarín, situado a unos 1400m de altitud, don Tomás nos sella la credencial. De él se dice que es el último templario con vida. Un cartel colocado junto al refugio nos indica diferentes distancias: Finisterre a 295km, Jerusalem a 5000km, Roma a 2475km, MachuPichu a 9453km, México a  9376km, Munich a 2478km y Santiago a 222km.

 

El descenso hasta Molinaseca (580m), de unos quince kilómetros de longitud y cerca de mil metros de desnivel, se hace pesado e interminable debido en parte a que es más largo que el sendero. La sinuosa carretera nos marea, estamos cambiando de rumbo constantemente; me recuerda a las etapas de montaña de diferentes vueltas ciclistas. El único pueblo que cruzamos es El Acebo, de casas de piedra con tejados de pizarra. Hace un tiempo, sus habitantes quedaron exentos de pagar impuestos al rey a cambio de colocar ochocientas estacas que ayudasen a marcar el camino a los peregrinos. Observamos un monumento en forma de bicicleta erigido en honor a un peregrino alemán que murió en este lugar. Santiago camina a un ritmo más lento por lo que de vez en cuando hago paradas para no separarme mucho de él. Al llegar a Molinaseca tiene los pies doloridos por las botas de alta montaña que lleva puestas. Según me cuenta, no son suyas, sino de su hermano, un alpinista que ya ha hecho algún cinco mil como el Elbrus y está planeando el ascenso al Aconcagua. A través de un puente románico atravesamos el río Meruelo, donde gozan de una playa fluvial en verano. Un cartel indica que no se debe saltar desde el puente debido a la poca profundidad del invento. Atravesamos el bonito pueblo por una calle peatonal en la que hay varios turistas, se nota que hemos dejado atrás las montañas y su soledad.

 

Los ocho kilómetros que restan hasta Ponferrada los hacemos por una acera junto a la carretera. Se hacen muy pesados por el cansancio acumulado. Vemos de lejos la ciudad pero tenemos la sensación de que nunca llega. Cansados alcanzamos el albergue de peregrinos San Nicolás de Flüe. Un señor mayor llamado Evaristo nos atiende; debemos depositar un donativo en la hucha. Dejamos los trastos en la habitación y una amiga de Santiago (Yasmín) nos lleva en su coche a comer a un lugar llamado “Cubelos, casa fundada en 1880”. De primero nos sirven un caldo de berza que le sienta bien al exhausto peregrino. De segundo me ponen algo de pollo mientras que ellos optan por pulpo con patatas. Ellos se decantan por vino mientras que yo me bebo una CocaCola. La cuenta es de treinta y ocho euros y sólo me dejan aportar diez. En la farmacia Santiago se compra algunas cosas para los pies, y Yasmín nos lleva al albergue donde descansamos hasta las 18:30 que comienza la misa del peregrino. Se trata de la tercera y última a la que asisto en mi Camino; anteriormente he estado en la de Roncesvalles y en Los Arcos. Ante la iglesia llena de gente mayor, el cura nos llama a los dos y nos bendice: vierte un líquido sobre nosotros mientras dice algunas cosas que lee de un papel.

 

Llamo a casa para comentar a mis padres que me sabe mal regresar habiendo andado tan pocos días después del largo viaje de venir hasta aquí y el que me espera de vuelta, pero que por otro lado no estoy disfrutando del Camino sino que lo estoy pasando mal. Hoy es el tercer día que tomo el jarabe que me recetaron y el primero que como en ese período de tiempo. Caminar hoy con Santiago seguramente me haya ido bien porque su ritmo es mucho más lento que el mío, por lo que al ir más relajado que habitualmente debo de haberme cansado menos, aunque me hallo muy cansado. Eso sí, después de haber comido me encuentro con más fuerzas. Afronto con poco entusiasmo el hecho de tener que caminar mañana hasta Villafranca del Bierzo. Por otro lado, mañana es Nochevieja y quizá no tenía que haberme ido de casa después de lo que me está sucediendo aquí. La etapa ha sido más larga de lo que pensábamos, por lo que no hemos comido hasta las cuatro. Santiago se ha ido a acostar muy cansado y sin cenar. Yo ceno por primera vez desde que salí de León, a la vez que converso con Evaristo (el hospitalero). Me cuenta su experiencia cuando hizo el Camino Portugués sin saber el recorrido, ni donde iba a dormir, ni si iba a encontrar algo de comida. La gente le acogía e incluso le daban de comer y le ofrecían dinero según me dice. Unos cuatro peregrinos también duermen hoy aquí, y están cenando por su cuenta. No tardo mucho en ir a acostarme yo también, con el deseo de descansar plácidamente. También me acompaña la incertidumbre del no saber como acabará esta escapada al Camino.

 

 

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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