A lo largo de un veraniego dÃa de primavera parto desde casa hacia el paseo marÃtimo de Badalona con la bicicleta, un bocadillo y unas galletas. Poco a poco voy recorriendo kilómetros descubriendo el litoral catalán, hasta llegar a la vecina provincia de Gerona, concretamente a la turÃstica ciudad de Blanes. Su puerto nos recuerda su pasado como vila de pescadores.
Aún no son las ocho de la mañana cuando parto de casa equipado con una bicicleta, un bocadillo y unas galletas. Bajo un cielo algo nuboso y acariciado por un moderado viento pongo rumbo hacia un destino incierto, no planificado. En mi mente se gesta el objetivo del día: explorar el litoral hasta donde me sea posible. El lugar más lejano al que he llegado hasta el momento es Premià de Mar, más allá es un misterio para mí.
No es un propósito desligado del resto de mis ambiciones excursionistas, pues una vez realizado el Camino de Santiago mi siguiente ilusión es realizar el GR-92, sendero que recorre la costa catalana desde Portbou hasta Ulldecona. Aunque tiene la pega de transcurrir muchas veces por el interior, mi idea es personalizarlo: prefiero hacerlo a ran de playa entre Badalona y Blanes aprovechando dos factores. El primero es que la línea férrea, con multitud de paradas, transcurre por la costa sólo hasta Blanes. La segunda es que entre Barcelona y Blanes predominan las playas y paseos marítimos, mientras que a partir de ahí ya ni hay continuidad (hay muchas calas y acantilados) ni hay tren para ir y volver.
En los primeros momentos del día circulo por las solitarias playas de Badalona. Gente paseando o haciendo footing completan la matutina estampa. Entre mi ciudad natal y Montgat no hay separación física apreciable en el litoral. Llama la atención la presencia del Turó de Montgat a ran de playa. En lo alto del mismo, donde antes había un castillo, se constituyó en el siglo XIX el primer centro excursionista de España, actualmente llamado Centre Excursionista de Catalunya (CEC). Fue una excursión desde Barcelona, y utilizaron el tren. La línea férrea que pasa por el interior del Turó de Montgat a través del túnel también es la primera que se construyó en España, uniendo en su inauguración las ciudades de Barcelona y Mataró (1848).
Dejando atrás tan histórico lugar, pedaleo hasta el Masnou, donde su eminente puerto deportivo repleto de yates da fe de la cantidad de gente acaudalada que vive en la zona, como por ejemplo Alella, Tiana o Vallromanes, lugares donde las urbanizaciones se comen literalmente la montaña. Un panel publicitario en la autopista a la altura de Badalona dice: "residencial el Masnou: algunos consiguen lo que otros sueñan". Ante el estallido de la burbuja inmobiliaria y la caída en picado de las ventas, parece que algunos promotores recurren a la "psicología" y la "filosofía".
Todo en la vida tiene un final, y el paseo marítimo que parte en Badalona también. En Premià de Mar me tengo que bajar por primera vez de la bicicleta para caminar sobre la arena de una ancha playa. El agua del mar está a unos 150 metros de mí. Una señora me dice que más adelante, tras pasar algunas rieras, habrá de nuevo paseo marítimo. Me meto en un sendero cercano a la vía del tren señalizado con carteles explicativos de "las dunas del Maresme", la comarca en la que me encuentro, cuya capital es Mataró. Unas pequeñas dunas con flora característica de climas áridos están conservados junto al sendero.
El sol ya comienza a hacerse sentir en la temperatura ambiental mientras que el viento es prácticamente inexistente. Va a ser un soleado día. Llego a una localidad llamada Vilassar de Mar. Su nombre evoca al parque acuático Isla Fantasía, situado en la vecina Vilassar de Dalt, donde de pequeño pasaba días enteros con la familia. Cuando finaliza una pista contigua a la playa llega el peor momento del día. Es de suponer que por el otro lado de la vía la pista continúa a través de un polígono hacia Mataró, pero mi intención es la de hacer el recorrido junto a la playa, es decir, por la derecha de la vía del tren.
Porteando la bicicleta en la mano camino sobre el granito de la vía férrea, intentando montarme en la bici cuando veo un mínimo indicio de "sendero". A mi derecha únicamente unas grandes rocas, como las de los espigones, me separan del mar. La rueda delantera deja de girar, cosa que me preocupa pues ni entiendo de bicicletas ni de reparaciones de las mismas. Primero creo que son los frenos que no la dejan girar, pero luego me percato de que la rueda "está suelta". Le falta una especie de largo tornillo y una tuerca que la unen al resto de la bicicleta. Suspiro por no haberme caído de cabeza.
La búsqueda de las piezas perdidas no es muy fructífera por lo que me temo que aquí ha acabado mi aventura. Por mi cabeza pasa la idea de regresar en tren desde Mataró, cosa que se me presenta como un fracaso. Otra opción es llegar hasta Mataró con la bici a cuestas y mirar donde hay una tienda que arreglen bicicletas. ¿Tendrán esas piezas? No entiendo nada de bicicletas...
Recorro un centenar de metros por la vía del tren (me refiero al granito, no por los raíles) y regreso hasta la bicicleta pero no encuentro nada. Hay miles de pequeños granitos y puede haber caído en cualquier sitio. Durante la segunda batida la suerte llama a mi puerta, encontrando una tuerca. Me sabe muy mal tener que regresar así a casa, con mis ilusiones frustradas por intentar circular por donde no debo. Inicio una tercera batida que no da resultados en la ida, pero que de regreso a la bicicleta sí. Es la sexta vez que paso por ese punto pero la primera en lograr avistar una pieza larga (yo esperaba encontrar un tornillo y una tuerca). Resulta que esa larga pieza atraviesa el eje y después de un muelle va la tuerca que he encontrado antes. ¡Bicicleta arreglada!
Tengo unas ganas enormes de llegar a algún paseo y abandonar la vía del tren. No paran de pasar trenes con destino a Hospitalet o en mi sentido de la marcha. Veo una señora al otro lado de la valla y me dice que intente acceder a donde está ella, que no muy lejos hay un túnel que te lleva al inicio del paseo marítimo de Mataró. Unas palmeras lejanas son ese lugar al que tanto deseo llegar.
Felizmente recorro por primera vez el paseo marítimo de la capital del Maresme. En esta ciudad conocí a Alba en el año 2001. Poder seguir pedaleando después del inesperado contratiempo me da una gran alegría, aunque no borra el mal rato pasado ni la hora de demora que me ha producido. Lo bueno suele hacerse corto, por lo que cuando no me he dado cuenta ya ha terminado el paseo marítimo de Mataró. He de circular por un sendero que transcurre junto a la vía del tren. Al menos éste no tiene piedras de granito y es transitable.
Los siguientes pueblos por los que paso son Sant Andreu de Llavaneres, Sant Vicenç de Montalt, Caldes d´ Estrac y Arenys de Mar. Me resulta difícil recordar a posteriori como es cada tramo. Lo cierto es que en esta zona si recuerdo bastantes facilidades en cuanto a paseo marítimo o algo que se le parezca. En cuanto no hay, pues hay que recurrir a caminar o pedalear junto a la vía del tren, a veces a ran de mar o pasando por el interior de algún túnel. Me viene a la cabeza una de las excursiones que tengo en mente a raíz de haber acabado el Camino de Santiago: ir desde casa hasta el Santuario de Lourdes de Arenys de Munt, situado en un merendero donde lo pasaba muy bien de pequeño por su bosque.
Pasados Canet de Mar y Sant Pol de Mar ya veo llegar una colina que me separa de Calella. Hay tres opciones: subir unas escaleras hasta la acera de la N-II, atravesar los túneles o dar el rodeo por las playas. Aprovecho la presencia de la acera para rodar por uno de los mayores puntos negros de las carreteras españolas y el peor de Cataluña. Numerosas manifestaciones cortan de vez en cuando dicha carretera, más urbana que nacional, reclamando la gratuidad de la autopista paralela. A parte del alcohol, la velocidad excesiva y la no utilización de cinturón de seguridad, los peajes catalanes producen multitud de víctimas mortales por sus peligrosísimas alternativas.
Desde el otro lado del quitamiedos se disfrutan de unas excelentes vistas aéreas de la costa antes de bajar a la turística Calella. Por su paseo marítimo aprecio como miles y miles de turistas extranjeros se tuestan al sol, como a mí ya me está pasando hoy en los brazos y cara. También paso por otros lugares infestados de guiris: Pineda de Mar, Santa Susana y Malgrat de Mar. Numerosos apartamentos y hoteles a ran de playa dan un aspecto a la zona totalmente diferente al anterior tramo. Ya sólome queda llegar a Blanes, antesala de Lloret de Mar.
Arrastrando la bicicleta por la arena de Malgrat de Mar, pasados los campings, no hay nadie. El mar es mi única compañía. Me topo con un imprevisto: el río Tordera está crecido y me impide continuar. Estoy en su desembocadura, donde aquí si hay bañistas. Su cauce debe de tener un metro de profundidad. Blanes estás al otro lado de este río, originario de Sant Marçal (Montseny). Pedaleo hacia el interior paralelo al río un rato hasta encontrar una carretera que lo cruza por un puente. La cruzo y de nuevo paralelo al río llego hasta la playa, pero ésta vez estoy al otro lado de la desembocadura. Cuando se enteren en casa hasta donde he llegado...
Voy por la playa de Blanes, llena de turistas, y me meto en una calle donde se sitúan los campings a los que venía en agosto de pequeño, principalmente el Sol Mar y La Masía. Regreso al paseo marítimo y me marco el último reto del día: subir a la Palomera, una especie de roca enorme que hay en la playa, de unos 40 metros de altitud. Dejo la bicicleta abajo confiando en el buen hacer de las gentes y corono tan simbólico elemento geológico, desde donde contemplo la playa, el puerto y el castillo. ¿Quién me iba a decir de pequeño que un día sería capaz de llegar hasta aquí desde casa en bicicleta? Es como haber conseguido lo imposible para aquel pequeño yo.
Son las tres y media de la tarde, y he salido antes de las ocho. Con lo blanco que soy y lo poco que me gusta tomar el sol, estas ocho horas y media de camino me han convertido en una especie de gamba, parecida a los polacos, alemanes, ingleses y demás que pueblan los alrededores en este momento. Me propongo volver en bicicleta hasta Pineda de Mar, coger el tren hasta el Masnou, y continuar en biclicleta hasta casa; y así hago. La de cosas que pueden suceder en un día laborable cualquiera. Sólo es necesario abandonar el hogar y salir ahí fuera, a ver que nos puede acontecer. Y si se camina hacia lo incierto, mejor que mejor.
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