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Friday 18 de July de 2008, 14:07:04
16-07-08 : Caminando desde Badalona hasta Arenys de Munt
Tipo de Entrada: RELATO | 4829 visitas

Caminata de unos cuarenta kilómetros de distancia, desde mi hogar hasta el Santuario de Lourdes, cobijado en los bosques del municipio de Arenys de Munt. Tras unos treinta y cinco kilómetros de caminar por la playa, en Arenys de Mar me alejo del mar Mediterráneo bajo un sol de infarto hasta alcanzar el conocido merendero y santuario, lugar donde pasé buenos momentos en la infancia correteando entre los árboles. Cumplo así uno de los propósitos que me marqué al regresar del místico Camino de Santiago.

Sobre las siete y media de la mañana abandono el dulce hogar familiar lleno de dudas. No sé como me va a afectar el calor veraniego en el transcurso de una larga caminata, sobre todo porque en esta época del año suelo estar en letargo montañero precisamente para evitar el sofocón. Las largas caminatas en el Camino de Santiago siempre las realicé en otoño (Roncesvalles-Logroño), primavera (Logroño-León) e invierno (León-Santiago de Compostela).

 

Por el momento, el día está nuboso y ventoso, sin hacer el sol acto de presencia. En no más de quince minutos llego a la playa, junto al puerto deportivo. Se trata de la primera playa de Badalona, ya que a mi derecha, al otro lado del puerto, ya se encuentra el municipio de Sant Adrià de Besós, limítrofe con la capital catalana. En las rocas del espigón tomo asiento, me descalzo e introduzco las bambas y los calcetines en mi pequeña mochila.

 

Durante aproximadamente media hora, voy a cruzar toda Badalona caminando por la orilla del mar, acariciado por las aún frescas aguas del oleaje. Multitud de conchas y residuos han sido arrastrados hasta donde alcanzan las olas. Es un placer caminar por arena compactada por el agua, donde los pies no se hunden como si se tratase del resto de la arena de la playa. Multitud de trabajadores municipales están dejando la playa libre de residuos para los bañistas que dentro de poco ya comenzarán a hacer acto de presencia.

 

Pese a que es más romántico caminar descalzo acariciado por el mar, también es cierto que la velocidad de avance es más reducida, por lo que esta manera de recorrer camino la abandono al completar la travesía de Badalona. Así, a partir de Montgat continúo por el paseo marítimo, una opción más cómoda, veloz y descansada. Por momento me arrepiento de no haber traído esta vez la bicicleta, pues andando los tiempos se están multiplicando y me siento impotente al verme avanzar tan lentamente. Es lo que tiene estar acostumbrado a transitar por aquí en bicicleta.

 

El puerto deportivo del Masnou, la inabarcable playa de Ocata y el municipio de Premià de Mar van recibiéndo con el día aún meteorológicamente tonto. Las amenzanates nubes del cielo y el fuerte viento por el momento han hecho desistir a la población a acercarse en masa a sus playas. Comienza el tramo que me hizo sufrir hace unas semanas cuando fui hasta Blanes en bicicleta, exactamente por la ausencia de paseo. Hay unas dunas del Maresme con vegetación característica que cuentan con algún panel informativo.

 

Antes de llegar a Mataró hay un tramo de unos treinta minutos que no me trae buenos recuerdos. Desde el día en que se me estropeó aquí la bicicleta el pasado mes, ya han muerto arrolladas por el tren varias personas de origen asiático. Entre la vía férrea y el mar únicamente hay una hilera de grandes rocas de espigón. No debe haber ni cinco metros de separación, algo que no debe de ser muy correcto según la ley de costas.

 

Al atravesar la capital de la comarca del Maresme el astro rey ya brilla con fuerzo, como así será el resto del día. Cobijado por las sombras de diferentes árboles continúo con mi peregrinación siempre con la incertidumbre de no saber lo que te puede suceder. En la oficina de información consigo un “20 minutos” y ayudo a una jovencita a colocar el resto de ejemplares en su expositor, pues se hallan en el suelo debido al fuerte viento. No voy a tener oportunidad de leerlo, pero ya me va bien para ofrecérselo a mi madre cuando regrese a casa, quizá con mi objetivo cumplido.

 

Después de Mataró, donde conocí a Alba hace unos cuantos años, de nuevo desaparece el paseo marítimo y entre el tren y el mar sólo hay la franja de rocas de espigón. Hay un senderito junto a la vía del tren por donde transita la poca gente que necesite ir de una ciudad a otra caminando. Al otro lado de la vía del tren está la temible N-II, siempre transitada y al acecho de nuevas víctimas mortales. Hace unos años, estabamos Alba y yo en el coche parados en un semáforo bajo una moderada lluvia. Llegó por detrás un coche que no puedo frenar e impactó fuertemente con nosotros. Por suerte estábamos en el interior de un coche que soportó el golpe, y no sobre una moto donde nos hubieran arrollado. Mucha gente estaría viva si la autopista fuera libre de peajes, dejando de ser la N-II el punto más negro y mortífero de Cataluña. Lo mismo ocurre con la mortífera N-340 y la autopista AP-7.

 

Sant Andreu de Llavaneres, Sant Vicenç de Montalt i Caldes d´ Estrac sí tienen por donde caminar tranquílamente junto a la playa. El caminar se hace pesado, tanto física como psicológicamente, a los largo que pasan los kilómetros. El paseo marítimo de las dos últimas, donde se pueden apreciar unas mansiones de estilo modernista en primera línea de playa, parece nunca acabar. Una señora mayor, acompañada de una joven que por sus rasgos proviene de Sudamérica, me pregunta si le regalo mi sombrero, el cual parece haberle gustado.

 

Al otro lado de un promontorio rocoso, que vence el tren a través de un túnel, se encuentra Arenys de Mar. Tras cruzar las vías del tren tomo una calle ancha que constituye una riera, la cual me va a llevar hasta mi objetivo. Mi reloj marca la una del mediodía; llevo cinco horas y media caminando sin descanso alguno. Aún me queda alejarme del litoral en busca de Arenys de Munt. Es el momento más duro de la jornada por varios motivos. En primer lugar, a estas horas el calor es máximo, y la irradiación solar también. En segundo lugar, es un itinerario poco atractivo, cercano a la carretera. En tercer lugar, estoy bastante cansado y por la mente aparece la idea de que lo que estoy haciendo objetivamente ni tiene sentido ni sirve para nada. Y por último, y más importante aún, me hecha para atrás la idea de que luego voy a tener que volver hasta la costa.

 

Una fuerte tentación me empuja a cesar de subir y emprender el regreso hacia el mar, pero por otro lado mi fuerza de voluntad y capacidad de sufrimiento propia del montañero me impulsa a continuar adelante. Llegar a Arenys de Munt es un placer porque puedo cobijarme en la acera con sombra, pero este placer se esfuma al abandonar la ciudad y seguir subiendo hacia los bosques. Camino por una pista sin asfaltar, siempre en subida junto a la riera. La última hora se está haciendo eterna, diríase que consta de horas. Pero en algún momento hay que recoger el merecido fruto del esfuerzo. Atravieso una zona de barbacoas y mesas de piedra del merendero. Paso junto al restaurante, la fuente, el bar; ante mí, el deseado Santuario de Lourdes.

¡Quién me hubiera dicho de pequeño que un día vendría hasta aquí caminando!

 

Aunque he soñado mucho con este momento, no me quiero demorar porque aún me queda el regreso hasta Caldes d´ Estrac. Me gustaría poder ver en casa el final de etapa del Tour de Francia como cada día. Tomo algunas fotos donde aparezco con una vela roja de Montserrat que he traído desde casa. La enciendo y la coloco junta al resto de velas que hay consumiéndose inexorablemente hasta que el viento o el tiempo detengan la combustión. Pienso que me he quitado un buen peso de encima, pues debe de pesar unos quinientos gramos. Más que las galletas y el bocadillo que también llevo en la mochila. Voy a unos árboles próximos donde hace más de una década enterré con mis hermanas a nuestra tortuga Rafi, pero la zona está erosionada por el agua formando unas ranuras profundas en la tierra (como “traileras”). Creo recordar el árbol donde la enterramos en el interior de una caja de galletas Tostarica.

 

Tras rememorar viejos tiempos de aventuras infantiles en las pendientes y bosques del lugar, emprendo el cansado descenso hacia el mar. Primero por la pista forestal bajo una fuerte irradiación solar, demasiada para mi blanca piel. Después cruzar el pueblo de Arenys de Munt buscando desesperadamente la sombra. Seguidamente el poco amigable recorrido hasta Arenys de Mar, teniendo que pasar bajo la autopista por el arcén de la carretera. De la costa hasta Caldes d´Estrac, donde puedo coger el tren con mi T-10 de tres zonas, hay sólo unos quince minutos, pero de un fuerte calor. Milagrosamente, llego a casa cuando los cuatro escapados en la etapa del Tour atraviesan la pancarta del último kilómetro, y observo la disputa de la victoria. Aunque quieren llegar los primeros, no hacen más que mirar para detrás. En cambio, en la vida, como en la montaña, siempre hay que mirar hacia delante si se desea conseguir lo que se quiere.

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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