Sencilla excursión por el itinerario clásico llevada a cabo durante las primeras horas de la mañana. Gracias a ello, una ruta masificada se convierte en un solitario paseo hasta la hora en que los cremalleras comienzan a llegar al santuario, y la gente despierta en la zona de acampada tras una fresca noche.
Hacia las seis y media de la mañana abandonamos Alba y yo la tienda de campaña en la que hemos pasado la noche, instalada en la zona de acampada del complejo turístico. Un cartel informa de que la acampada libre está prohibida en todo el término municipal de Queralbs. Abrigados por un polar y aún algo adormecidos, acometemos las primeras cuestas por unos húmedos prados subalpinos. Cerca de un torrente nos sentamos, pues Alba no tiene ningún interés en seguir adelante. No le he hablado de que más arriba nos espera una fuerte subida a través de una tartera. Como a estas alturas ya se muestra quejumbrosa y lo peor aún está por llegar, optamos por seguir cada uno su Camino, o como un conocido escritor brasileño diría, nuestra Leyenda Personal. Mientras yo soy feliz sufriendo el cansancio de una ascensión pirenaica, Alba lo es descansando sobre el saco de dormir y leyendo cómodamente El Alquimista, de Paulo Coelho. Anoche en la tienda terminó una novela de Agatha Christie y ahora, en este rincón de mundo, sólo tiene a mano el libro que me ha prestado mi padre del citado autor brasileño.
Ascender al Puigmal no representa ninguna novedad para mí, pues ésta es la cuarta vez que accedo a su cumbre, la segunda más alta del Pirineo Oriental (2913m), sólo superada en altura por los 2921m de la Pica del Carlit, en territorio francés. Dos rutas típicas nos llevan a su cumbre: la de Fontalba y la del Santuario de Núria. De la primera cabe destacar que uno se ahorra los muchos euros del billete del cremallera, así como la frecuente presencia del viento que suele limpiar de nieve la zona en invierno. La segunda, en cambio, transcurre en gran parte por un valle donde suele acumularse gran cantidad de nieve en invierno. Hasta los años 30, sin embargo, era necesario emprender la marcha en Queralbs, pues no existían ni el cremallera ni la pista de Fontalba, aunque algunos contaban con mulas de carga y porteadores.
De camino al Puigmal desde Núria sólo nos encontramos yo y un grupo de tres personas que nos ha pasado mientras meditábamos sentados lo que iba a ser de esta excursión. En poco tiempo les adelanto fácilmente, pues llevo una ligera mochila en comparación con lo que ellos portan, material de acampada inclusive. La ascensión por los prados finaliza en las inmediaciones de un pluviómetro. Es el momento de torcer hacia la izquierda y encarar la larga tartera. Sus lazadas intentan hacer menos pesada la marcha al caminante, pero aún así el cansancio es elevado. Me entretengo de vez en cuando contando mis pulsaciones, obteniendo en torno de 148 latidos por minuto. Abajo, en los prados, numerosos puntitos dispersos se acercan; es el inicio de la masiva peregrnación con la que voy a topar durante el descenso. Ha sido una gran idea el madrugar, para así además evitar el calor y posibles tormentas al mediodía.
Las inmediaciones de la cumbre se hayan inmersas en la niebla. Son en realidad unos nubarrones grises que están atravesando la zona alta de la montaña. Tres personas que deben de haber subido por Fontalba me indican hacia donde está la cima, cercana pero imposible de divisar. La visión en estas condiciones meteorológicas (que no climatológicas, cosa que varías al menos en décadas y no en horas o días) se limita a unos siete u ocho metros. En la cumbre el viento, gran ausente del resto del recorrido, es gélido y molesto. Busco instintivamente la protección detrás de una hilera de piedras, pues hace que el sudor me produzca gran sensación de frío. Fotografío a un señor con su perro, y él me fotografía a mí junto a la cruz. Aparecen un señor extranjero y su hijo, perdiéndose en dirección a la olla de Núria. A las nueve de la mañana emprendo el descenso con la intención de llegar temprano abajo para así volverme a reunir con Alba lo antes posible.
Durante la bajada me cruzo con los tres excursionistas que suben cargados desde Núria, y que serán los segundos en subir desde Núria. La fuerte bajada la aprovecho para dejarme llevar, teniendo que emplear mis fuerzas prácticamente sólo para ir frenándome a cada paso. Una vez en los prados, comienzan a aparecer multitud de personas, e incluso un grupo de unas treinta personas. Me congratulo de haber madrugado y así haber intimado con la montaña en soledad. En sólo cincuenta minutos alcanzo la zona de acampada para gran sorpresa de Alba. Nunca hubiese imaginado que se podía ascender al Puigmal y estar de vuelta a las 9:45. Mi percepción de que en verano no se pueden acometer montañas sin pasar un calor sofocante se ha ido al traste ante la posibilidad de pegarse grandes madrugones. Es fácil cuando se ha dormido en el lugar, pero más difícil si se parte desde casa. La alegría del momento me anima a intentar mañana el ascenso al Noufonts, única cumbre que me queda por coronar en las queridas montañas de Núria.
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