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Tuesday 21 de October de 2008, 09:01:00
04-10-08:Ascenso a Les Agudes por Castellets
Tipo de Entrada: RELATO | 1845 visitas

Entretenida excursión con Alba por el itinerario más aéreo y espectacular del Parc Natural del Montseny, expléndido mirador desde el cual divisamos tanto el mar como los Pirineos. Algunos momentos de apuro y angustia son el amargo recuerdo que nos llevamos junto a otros tantos realmente buenos, alimentando así por unos días el espíritu indómito que todos llevamos dentro.

 

 

 

Después de un viernes lluvioso, el sábado amanece con una gran visibilidad, quizá porque la precipitación haya arrastrado la agobiante y fatal contaminación atmosférica que nos envuelve a diario en los alrededores de Barcelona. De camino a Granollers, la presencia de hielo en diferentes márgenes de la carretera, así como un blanco campo de golf en Vallromanes, me dicen sin palabra alguna que la noche ha sido bastante fría. Llegando a la capital del Vallès Oriental observo que las altas cumbres del Montseny, a menudo cubiertas por las nubes, se muestran nítidamente, por lo que es un buen día para acometer la ascensión. Gran parte del premio que obtiene el sufrido excursionista al coronar tales cumbres consiste en el disfrute de las vistas, que abarcan desde el Mar Mediterráneo hasta los Pirineos, incluyendo el Canigó, Bastiments y Puigmal. Conforme nos acercamos a la montaña, vamos adelantando a grupos de ciclistas que forman pelotones poco estirados, ocupando todo el carril de la carretera, cosa por otro lado bastante habitual pues con dicha formación el riesgo de ser alcanzados es menor. A través de sinuosas curvas, desde Sant Celoni vamos ganando altura y energía potencial gracias a la combustión del combustible, valga la redundancia. Dejamos a mano derecha la Escola de la Natura de Santa Fe y, un kilómetro más adelante, la Font de Passavets a nuestra izquierda, escrutando en mi memoria el lugar de la cuneta donde hay que estacionar el coche, objetivo que dudo haber cumplido correctamente.

 

Ha llegado la hora de desempolvar la mochila, introducir las cosas necesarias e iniciar la marcha, en gran medida a ciegas, por el interior de un bosque al cual parece no haber llegado aún el otoño. Caminamos por una pista que no sabemos a donde irá, pero que es lo único que hay cerca de donde he aparcado. Su orientación no parece la correcta si queremos llegar a la cresta de los Castellets, pero tampoco hemos visto hasta ahora alternativa alguna. La baja vegetación dificulta el paso en ciertos momentos, hasta que llegamos a un claro desde el cual contemplo con nostalgia la mole del Matagalls, montaña que guarda cierta similitud estética con el Puigmal. Recuerdo como una vez con mi hermana Ana, cuando la llevaba de excursión conmigo, ascendimos al Matagalls desde Collformic, y bajamos hasta Sant Marçal, lugar que puedo ver aquí abajo, a los pies de la montaña. Desde ahí afrontamos un segundo ascenso, para luego bajar desde la cumbre hasta Collformic, donde debimos de llegar bastante extenuados. En cambio, Alba siempre recordará el Matagalls como la montaña donde se hundía en la nieve hasta las rodillas, pues aquel día lo pasó realmente mal. Dejamos atrás el claro, seguimos un sendero que tiene unas marcas violetas y logramos llegar a la zona rocosa de los Castellets, desde donde divisamos por primera vez el mar con los pies en tierra, no desde el coche.

 

Por delante tenemos la magnífica ruta de trepar y destrepar, lo que por estas tierras llamamos grimpar o desgrimpar respectivamente. Los primeros castellets (castillitos o castillos pequeñines) los bordeamos a través del sendero pues sé que a Alba no le va a hacer nada de gracia el tema de la trepada. Su única experiencia en ese sentido la tuvo hace poco, en el Pedraforca, donde también sufrió lo suyo, aunque hoy lo vamos a pasar peor. Ante un castellet prominente nos disponemos a trepar siguiendo unas marcas violetas creo recordar,  aunque también las hay rojas por la zona, e incluso a veces no hay nada. Lo que sí está claro es que nos va a costar más de lo que creo, quizá porque mis recuerdos me han engañado respecto al itinerario y su dificultad. Vamos progresando por la cresta cuando, en un momento dado, nos alcanzan y adelantan dos señores. Uno no parece tenerlo muy claro y su acompañante saca una larga cuerda, instante que aprovechamos para rebasarlos. En lo alto del castillo rocoso, acariciados por los rayos solares, nos comemos unas cortezas y unos ganchitos de una bolsa bastante grande que venden en el DIA. Gozando de nuestro descanso, con vistas al barranco final que tenemos enfrente, nos adelantan la pareja de señores y un grupo de tres jóvenes. El sol se agradece porque se nota un frío que nos tiene los dedos fríos y algo insensibles. Yo visto un polar pero me lamento el haberme dejado la chaqueta en el coche. El maldito viento es el que hace que cojamos frío, pues resguardados de él la cosa mejora en gran medida.

 

Hay que trepar y destrapar algunos tramos más hasta llegar a la base de la gran pared final, que son unos barrancos que quitan el hipo, cuyo vertical perfil es bien visible desde la Plana de Vic o los Pirineos. Lamentablemente, iniciamos la trepada siguiendo a tres chicos por donde, según me doy cuenta luego, no es el sitio correcto. Es un lugar expuesto en el que nunca he estado pese a haber subido dos veces a Les Agudes por los Castellets anteriormente. Hemos pasado un pequeño tramo de hierba al borde de la pared que implica un retroceso arriesgado, por lo que quizá lo más seguro es seguir a los tres chicos, los cuales se bifurcan cuando el terreno se complica un poco, cada cual buscando un mejor lugar de trepada. Agobiados y meditando que podemos hacer para salir de la incómoda situación en que nos hallamos, vemos pasar una roca que proviene de uno de los que van más arriba. Tiramos hacia donde va el tercer chico, quien ha hecho caer la piedra, pero el primer chico, que está ayudando al tercero, nos dice que por donde ha subido él mismo es más sencillo. Quizá lo sea, pero el gran problema es que es más expuesto y me da miedo mirar para abajo. Nos guía hasta donde él está, por suerte de subida, por lo que no veo lo que hay abajo. Una destrepada por aquí sería psicológicamente mucho más dura. Vamos a parar a un sitio que debe de ser la ruta normal de trepada, pero que difiere de mis recuerdos, cosa que no logro comprender, ni tampoco resolveré.

 

Poco a poco, guardando todas las precauciones posibles y soportando el frío de las manos, vamos ganando altura por el complicado itinerario. Quizá la dificultad me parece mucho mayor que en ocasiones anteriores porque esta vez está Alba conmigo. No lo estamos pasando nada bien por varios motivos: el frío de las manos, el respeto a las paredes, la incertidumbre o, en mi caso, maldecirme por haber metido a Alba aquí. Si mis recuerdos fueran como lo vivido hoy no la habría traído, pero en mi mente había una sencilla trepada. Quizá sólo sea un mal día, de esos en que todo sale mal, desde aparacar mal, no encontrar el sendero o iniciar la trepada donde no se debe, a lo que habría que añadir el olvido de la cámara fotográfica. Quizá sea el castigo que me impone la montaña porque esta mañana, cuando estaba en la cama, prefería seguir durmiendo a venir aquí, pero ya había quedado con Alba. Cosa que, por otro lado, me entristece bastante, pues antes nunca hubiese sido así. Llegamos a una especie de falsa cima, al menos vista desde la trepada, con vistas a la auténtica cumbre. Nos sentamos sobre la roca antes de recorrer los últimos metros que nos llevan a la cumbre, la misma que hemos alcanzado cómodamente en pasadas excursiones desde Santa Fe. Como se me ha olvidado la cámara, no podemos tomar ninguna foto, pero aprovechamos para observar el paisaje, cosa que me satisface bastante. A Alba, en cambio, no le gusta estar en sitios altos y alejados, y desearía estar abajo y desde ahí mirar hacia arriba. Fue en esta cumbre donde estropeé la cámara, aunque por suerte aún estaba en garantía. Quizá por miedo, su deseo ha sido quedarse en mi habitación, e inconscientemente así lo he comprendido y se me ha olvidado traerla. Creo que es la primera excursión a la que se me olvida llevarla conmigo.

 

Caminamos por la cadena hacia el Turó de l´ Home, pero nos detenemos en un punto que desde el Vallès parece la cumbre de Les Agudes por la perspectiva. Sólo un pequeño collado, por donde pasa la carretera, nos separa del Turó de l´ Home. Resguardados por un cortavientos constituido por pizarras amontonadas comemos en la descrita ubicación, con inmejorables vistas sobre el Vallès Oriental. Mientras que la Plana de Vic se ve nítida, la zona de Barcelona está borrosa, quizá debido a la contaminación. Las siluetas del Tibidabo y de Montjuic aparecen difuminadas. En el Turó de l´ Home hay mucha afluencia; personas que bajan, otras que suben, incluso por la carretera. Sospechosamente, no hay ningún coche en su aparcamiento, quizá hayan prohibido el tráfico rodado hasta las inmediaciones de la cumbre, sino es difícil de explicar el tráfico de personas por la carretera.

 

Decidimos comenzar el regreso pasadas las dos de la tarde, sin realizar la poca distancia que nos separa del Turó de l´ Home, cumbre que hemos pisado en diferentes ocasiones. Se disfruta de las mismas panorámicas que desde nuestro mirador, pero con gente. Nos planteamos bajar por la pista hasta la Font de Passavets, pero el inconveniente es que luego tendríamos que hacer cuatro o cinco kilómetros por carretera hasta donde hemos dejado el coche. En el Coll d´ Agulles tomamos el sendero que en principio nos ha de llevar al coche cómodamente, al menos según mi memoria, pero nada más lejos de la realidad. Intentando evitar las trepadas tomamos un sendero en descenso pronunciado, tipo trialera, que no va a ningún sitio y tenemos que regresar. Tenemos que trepar y destrepar aquel castellet donde los dos señores sacaron la cuerda de subida. Me lamento por no haber sabido que sendero tomar para bajar cómodamente, si es que existe más allá de mi encéfalo. Me cuestiono si realmente hay un sendero que descienda cómodamente, y si es así, donde se toma. Me arrepiento de no haber bajado por la pista hasta Passavets, lugar en que la Alba me podría esperar a que regresara con el coche. Estamos hasta el moño de los castellets, sólo queremos llegar al Kadett. Diviso más abajo de nuestra ruta un sendero bastante bueno, al cual bajo por una pendiente. Veo que tiene un tramo con cadena que tampoco es fácil, donde Félix un día me explicó que murió una chica de su centro excursionista. Se trata del camino por el que subí la primera vez, y que hoy no he sabido tomar. Alba no puede bajar hasta el sendero porque dice que hace demasiada pendiente, por lo que regreso a nuestra ruta, donde sólo nos falta una corta destrepada. Bendito sea el cómodo sendero que por fin aparece, para bordear aquellos castellets que obviamos de subida. Ahora ya bajamos alegres, pues sabemos que todos los peligros han quedado atrás. Es cuestión de tiempo llegar al coche, una quimera en algunos momentos del día. No logro comprender como todo ha podido parecer tan complicado, no siendo una ruta realmente difícil. Algún día regresaré con la intención de escrutar los senderos, trepadas y castellets, para intentar esclarecer los numerosos interrogantes que han surgido en mi mente en el día de hoy. Es el momento de dar por finalizada una de las empresas más desconcertantes que he realizado nunca. Esperemos que a la próxima todo vaya mejor.

 

 

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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