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Tuesday 14 de July de 2009, 18:42:51
14-07-09 : Turó de Montcada, a la tercera va la vencida
Tipo de Entrada: RELATO | 2357 visitas

Esta mañana aprovechando que parecía nublado he intentado por tercera vez subir al Turó de Montcada y esta vez lo he conseguido, aunque de regreso ha hecho mucha calor. He salido de casa con la bicicleta y por el carril - bici del río Besos he hecho la aproximación, luego he atravesado Montcada, la C-17 y la autopista. Asciendo hasta la zona central, una especie de cráter debido a la extracción que se hacía. Rodeo lo que queda de pico (que es medio pico, la otra mitad está desaparecida y sólo hay una pared vertical blanca). Alcanzo la cumbre de la más ruidosa montaña, vienen ruidos de todos los sitios (C-58, C-33, C-17 ...), hay una invasión de una nube de mosquitos diminutos (son cientos) y salgo corriendo con los brazos y el pelo llenos de bichos diminutescos. Voy por el río a la desenvocadura, y de la playa de Sant Adrià a Badalona, llegando a casa asfixiado, colorado y de cabeza a la ducha, bajo el calor de las 12:30 de hoy, tras 4h de excursión con inicio y final en la puerta de casa. Espero no haberos aburrido. Por cierto, menudas vistas, desde la cumbre se aprecia la plana del valles, barcelona, collserola, serra de marina, montseny, montserrat, sant llorenç de munt, el mar... pero a la próxima me llevo tapones para las orejas, jejeje.

 

 

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Aún medio adormecido observo como en el cielo hay bastantes nubes, por lo que me parece el día perfecto para desempolvar la bicicleta y pedalear bajo un sol poco intenso. También influye el hecho de que el pasado jueves pasó el Tour de Francia por mi barrio y al ver pasar a David Millar seguido del pelotón me entraron ganas de volver a coger algún día la bicicleta pese al calor que está haciendo últimamente. Como el paseo marítimo lo tengo ya muy visto y la carretera es muy peligrosa para el ocasional ciclista, decido que hoy es el día de intertar por tercera vez llegar hasta el punto más alto del Turó de Montcada, una montaña con medio pico porque el resto ha sido escavado, como el también “Cent Cims” Turó de Montgat.

 

Hacia las ocho y media de la mañana salgo con la bicicleta a la calle, con Montcada i Reixach como destino. Por la avenida Alfonso XIII, donde hace apenas cinco días pedaleaban  ciclistas de la talla de Armstrong, Contador o Freire, me dirijo hacia el río Besòs, en tiempos pretéritos hogar de ratas y basuras pero que ahora cuenta con una excelente zona ajardinada con kilómetros de carril – bici y mucha gente haciendo footing, escuchando música o jugando al fútbol. En esta ocasión la avenida no está vestida de gala ni el tráfico cortado. Multitud de máquinas de matar circulan en ambos sentidos. Algunas de ellas, las más grandes, hacen paradas periódicas para recoger o apear a personas. Menudo deporte de aventura, el ser ciclista en la gran ciudad.

 

Al llegar a unos de los accesos al río Besòs me encuentro que la barrera está bajada; son las ocho y cuarenta y el parque abre a las diez. Como observo a multitud de corredores y ciclistas en él, paso por debajo y desciendo hasta el carril – bici, que avanza paralelo al cauce del río hacia Santa Coloma de Gramenet y Montcada i Reixach. El Turó de Montcada se va acercando conforme avanzo, aunque en realidad él no se mueva, al menos respecto a algo fijo como el río. En cuanto el carril –bici pasa a ser una pista de tierra es el momento de dejar el cauce y subir a la acera, y por ella seguir pedaleando hacia la fábrica Damm y finalmente llegar a Montcada. Cruzo al otro lado del río por un gran puente y pedaleo por una barriada de aspecto marginal. Ya en el centro de Montcada atravieso dos vías del tren, la C-17, la autopista C-33 y me planto junto a pequeño cementerio, punto en que acaba la larga aproximación y comienza propiamente el ascenso a la montaña. Son las 9:15. El ahorro de tiempo gracias a la bicicleta conlleva la gran desventaja de tener que ascender con la bicicleta a cuestas. Menudo lastre; cuando esté cansado de llevar una pesada mochila pensaré en ello porque como dicen, siempre puede ser peor. En el día de hoy sólo llevo una de esas mochilas que vacías las metes en el bolsillo, con un pequeño libro (que no uso), el DNI (por si me han de reconocer), la T-10 (por si pincho y he de coger el tren) y la cámara de fotos. No llevo comida y el agua está en la botella de la bicicleta.

 

Inicialmente subo por la pista del GR-92 desde el cementerio, y al llegar a un gran depósito de abastecimiento de agua dejo la pista para tomar un sendero. Aunque hace unos meses huboun incendio forestal, la vegetación ha crecido bastante y es molesta, sobre todo por el hecho de tratarse de un sendero poco transitado. Hago numerosas paradas porque cuando he de llevar la pesada bicicleta a cuestas ante determinados obstáculos me canso mucho. Empiezo a sentir una gran calor; me siento estafado por el aspecto matinal del cielo, pero de todas formas ya me esperaba que hacia las once comenzaría a hacer una gran calda y debería haber regresado a casa. Alcanzo un área con aspecto de cráter donde se extrajeron grandes cantidades de roca, desde la cual ya sólo queda acometer el ascenso al pico, cuyo aspecto desde aquí es una pared vertical blanca debido a la extracció de roca que sufrió. En realidad sólo hay medio pico, por lo que visto desde aquí parece más puntiagudo. En este punto me quedé en mi primer intento, pues estaba cansado y aúnme quedaba el regreso a Badalona. En el segundo intento, en cambio, vine con Alba en coche a Montcada pero lo logré encontrar el acceso a la cumbre; fue debido a que inspeccioné la cara norte pero el sendero está en la vertiente sur. Por la norte dicen que se puede acceder trepando o escalando, son solamente unos cincuenta o cien metros.

 

Al pasar bajo una torre de vigilancia de incendios tengo la impresión de que hay alguien dentro. Hasta hoy pensaba que era una antigua torre de la cementera pero parece ser que no. Aunque no lo he comentado, no he visto a nadie en la montaña a parte del vigía. Sólo me topo con dos adolescentes camino a la cumbre. Estando yo en el sendero de acceso a la misma, ocupado en la difícil tarea de apartar una gorda araña que me barra en su telaraña – fortaleza, aparecen los dos chicos con un teléfono móvil a modo de radio. Ligeros como el viento me adelantan mientras yo pago la factura por el lastre de la bicicleta. Lo de conseguir llevarla a la cima se ha convertido en el Objetivo; tonto, inútil, pero objetivo al fin y al cabo. Si la escondo en unos matorrales no voy a estar tranquilo y voy a querer descender temprano.

 

Estando a las puertas de lograr el Objetivo, observo con curiosidad como los dos jóvenes, de unos catorce años, se maldicen por la presencia de mosquitos; mueven los brazos con energía intentándo quitárselos de encima, pero ante la imposibilidad deciden abandonar la cima; al llegar yo me ocurre lo mismo. ¡Malditos mosquitos! Es una nube formada por cientos de diminutescos insectos que se te acerca y en un visto y no visto te deja los brazos, el cuello y el pelo lleno de bichitos pegados a la sudor o al cabello. Nunca había visto algo parecido. Ahora me puedo hacer una idea de la camiseta llena de sangre de insectos de la que habla Kerouac en su On the road (En el camino) camino a ciudad de México. Si aquí en un momento me he llenado de bichos, ¿qué no podrá ocurrir en la jungla tropical de México o Guatemala? Al menos los mosquitos de aquí no transmiten la malaria, y como mucho te puedes topar con los mosquitos tigre. Intento huir pero no es posible. Observo dos aristas que vienen del norte hasta la cima, que deben ser los accesos a través de la trepada, y abandono el lugar a toda prisa ante la imposibilidad de librarme de los diminutescos insectos.

 

Son las 10:10 cuando me intento sacar de encima los bichos muertos que tengo adheridos en los brazos, el cuello y el cabello. Anoto que uno de los chicos me ha dicho que está sin desayunar, “si es que a tomarse un vaso de horchata se le puede llamar desayunar”. Yo ando falto de agua pues el bidón de la bicicleta sólo debe de ser de 0,33 o 0,5L. Me tienta la idea de echarme agua sobre la cabeza porque hace un sol infernal y un calor espantoso, pero sé que la necesito para beber, así que no vuelvo a pensar en ello. De bajada no cargo con la bicicleta sino que la llevo del manillar, lo que no me cansa pero me hace extremar la precaución para no tropezarme con ella y caer. Lo que más temo es que se pinche una rueda con tanto bote en las rocas, o debido a las hierbas con pinchos, pero por suerte no va a suceder. El señor que vigila en la “torre de guaita” los posibles focos de incendio me dice que si sigo por la pista llegaré a la Asland, que no tendré problemas. El caso es que le hago caso y en la Asland, Weber o Lafarge (la cementera tiene o ha tenido varios nombres), un trabajador me dice que “aunque no esté vallado se trata de una zona industrial; hay maquinaria trabajando y es peligroso”. Es decir, que me tengo que dar la vuelta y volver a ascender hasta la zona parecida a un cráter. Deshago el camino, tomo el sendeor que quería evitar, y al cabo de unos minutos llego al depósito de agua, situado en la pista del GR-92. Hay un señor muy mayor con dos perros que me dice que si he visto a otro perro. Le digo que no, pero que yo no vengo de la pista. Me comenta que suerte que hace viento, y le contesto que he salido de casa porque cuando me he despertado el cielo estaba nublado. Nada tiene que ver la temperatura actual con la de las ocho y media, y cuanto antes llegue a casa mejor.

 

De regreso por el barrio de aspecto deteriorado me detengo ante un milagro: una fuente. Como me he quedado sin agua, relleno el bidón de agua, y ahora sí, me remojo la cabeza, los brazos y el cuello, en un intento de refrescarme y de quitarme bichos muertos de encima. De regreso por el río me adelantan un padre y su hija. El sombrero que llevo sobre la cabeza sale volando y debo detenerme y retroceder; me sucede varias veces, pero si me lo quito me voy a quemar con el sol. Cronometro el tiempo que me sacan padre e hija en varios puntos: primero son 30 segundos y luego 33 segundos. Como el terreno es llano la distancia es grande y desisto en alcanzarles, en primer lugar porque no les recorto tiempo y en segundo porque estoy extenuado. Dejo atrás el Col du Fecsa, una pequeña subida de apenas tres metros de desnivel junto a instalaciones de electricidad que se me hace dura, suspirando por la acera peatonal, que a diferencia del carril – bici no hace esa inapreciale subida y bajada. Al cabo de un rato el padre y la hija me sacan minuto y medio, pero no me preocupa pues hace rato que he arrojado la toalla. Hoy ya cumplí el Objetivo.

 

En lugar de tomar hacia Badalona a la altura del puente que une la avenida Alfonso XIII con la rambla de Guipúzco, entrada a Barcelona, continúo hasta la desenvocadura del río Besòs. Desde la playa de Sant Adrià de Besòs accedo a Badalona a la altura de su puerto deportivo, cruzo la vía del tren por un paso subterráneo y hacia las doce llego muy acalorado y cansado a casa, tras tres horas y media de excursión. Es el momento de pegarse una ducha, recuperar fuerzas, descansar y escrbir el relato. También toca disfrutar del hecho de haberme quitado una espina que tenía: no haber logrado ascender al modestísimo Turó de Montcada pese a haberlo intentado en dos ocasiones, aunque como le pasara a George Mallory en el Everest, la primera más bien fue un acercamiento con el objetivo de escrutar la posible ruta a la cumbre, aunque la posibilidad y las ganas de llegar hasta arriba siempre están ahí.

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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