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Estas en ExCuRSiONiSmO RoMáNTiCo FoReVeR Archivo de Relatos July 2009 18-07-09 : Al Puigsagordi Por La Vía Ferrata Baumes Corcades (centelles)
Sunday 19 de July de 2009, 13:08:56
18-07-09 : Al Puigsagordi por la vía ferrata Baumes Corcades (Centelles)
Tipo de Entrada: RELATO | 3076 visitas

Ascensión al Turó de Puigsagordi (972m) a través de la populosa vía ferrata de Centelles, que responde al nombre de Baumes Corcades, una calurosa mañana de verano en compañía de Juanjo, el padre de mi novia. Aunque es su primera vía ferrata, como está fuerte, es ágil y no tiene miedo a las alturas responde mejor que yo, pisándome los talones en todo momento. Dentro de las diferentes alternativas de la propia vía ferrata, evitamos el paso del puente nepalí, ya que no hemos madrugado y no es plan de estar más de una hora haciendo cola, y escogemos la variante “muy difícil” al final del largo flanqueo, en la llamada variante de la Tosquera inaugurada en 2006.

 

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Les Baumes Corcades es con toda probabilidad la vía ferrata más concurrida de Cataluña, y a ello ayudan varios factores, como la proximidad a la ciudad de Bacelona (55km), la variedad de su itinerario (pared vertical, flanqueos, extraplomos), el efecto llamada del larguísimo y oscilante puente nepalí y la posibilidad de evitar cualquier tramo con el simple hecho de optar por el sendero alternativo, algo de gran utilidad cuando alguien pretende iniciarse en el mundillo vertical de las grapas y el cable de vida. Cuando despierto hacia las ocho y media ante un monótono día más, me viene a la cabeza la opción de ir a Centelles y así transformar el previsible día hogareño por un día de aventura en la montaña. Y digo aventura por el hecho de cambiar lo previsible, lo cotidiano, por salir a la naturaleza hacia lo imprevisible, hacia los posibles contratiempos, las previsibles sensaciones positivas (como el respirar alejado del smog de Badalona) y el encuentro con uno mismo, que de otro modo no es posible.

 

Llegado a Granollers, en casa de Alba la invito formalmente a venir, aún sabiendo que por nada del mundo abandonaría el mundo de sábanas, bostezos y tranquilidad para venirse al sufrido mundo del calor, las cuestas, las paredes, el cansancio y, en general, de todo lo ligado a la montaña. En cambio, su padre parece ser un aventurero en bruto al que sólo de proponerle el trepar por unas grapas de metal a través de atractivas paredes acepta de inmediato pese a desconocer el mundillo montañero, en especial el vertical. Así, se equipa con una ligera mochila en la que básicamente hay un tetrabrik de un litro de leche, le presto el equipo de vía ferrata que a su vez me ha dejado Droguero y tomamos rumbo a la cercana comarca de Osona, comunicada con la capital del Vallès Oriental a través de la C-17. Y sin más preámbulos, hacia las diez de la mañana dejamos atrás el viejo Kadett en el aparcamiento de la vía ferrata, donde tan sólo hay estacionados siete vehículos; hoy es día de playa.

 

Después de haber hecho hace dos día la vía ferrata Teresina, la aproximación de hoy es un placer, simplemente unos diez minutos de tranquilo caminar, sin pesadas rampas o estrechos senderos con molesta maleza a ambos lados. Junto al pie de la vía ferrata nos equipamos con arnés, disipador y casco, colocamos la cámara de fotos a mano y observamos junto a una joven embarazada acompañada de un perro negro como sus dos amigos acometen el ascenso de la primera pared vertical. Más tarde nos iremos topando con su inquieto perro, que camina de un lugar a otro como inmune al cansancio y el calor, y con ella ya en el descenso de la cima. El primer tramo de la vía ferrata es el más vertical y aéreo, aunque la variante “muy difícil” inaugurada en 2006 también tiene bastante patio, al menos para alguien como yo, que me da miedo estar avanzando colgado de una pared a ciertas alturas. Compuestos por tres paredes, no presenta ninguna dificultad técnica, y es donde Juanjo aprende y domina las sencillas técnicas de progresión por una vía ferrata, incluyendo el truco de “Avi Jordi” para no dejarse atrás los mosquetones y en un momento dado no tener que bajar a recuperarlos si se han enganchado abajo, cosa que suele suceder.

 

Caminando hacia el segundo tramo, un largo flanqueo de quizá ochocientos o mil metros de longitud, contemplamos a un valiente joven venciendo a sus propios miedos en lo alto del puente nepalí, sobre las copas de los árboles. Unas cinco personas esperan su turno, más los dos chicos que van por delante nuestro (los conocidos de la joven embarazada) que en poco se unirán a la espera. Es decir, hay al menos hora y media de cola, por lo que tomamos directamente el largo flanqueo evitando la alternativa del puente colgante. Lo mejor para acometer la variante del puente, inaugurada en 2004, es sin duda madrugar. Si no es así, estás destinado a una larga espera tostándote bajo el sol sin la compañía de toalla, parasol, ducha o nevera con Coca Colas. Por primera vez y única vez nos topamos con ferratistas, que en este caso es una familia de cuatro miembros, supuestamente el padre, la madre y los dos hijos. Aprovechamos que están parados en el sendero porque unas gafas de sol han ido bosque abajo y uno de ellos está cuidadosamente bajando a por ellas para pasarles, lo que nos ahorrará mucho tiempo. Vemos una cabra de color negro y pequeño tamaño, esquiva quizá debido a su juventud, pero pronto llegamos ante una cabra marrón que diría que es la que siempre vemos aquí, amistosa y juguetona. Nos fotografiamos con ella, nos despedimos y mientras nos alejamos nos mira con indiferencia, si no es que yo no sé leer su cara o sus pensamientos, que tenerlos los tendrá; quizá está ahí esperando a que le ofrezcan bocadillo u otro tipo de alimentos, al más puro estilo gatuno pero sin ronroneos ni maullidos lastimosos.

 

Al final del segundo tramo, el del largo flanqueo por la “cinglera”, viene la bifurcación. A mano derecha continúa el itinerario original, pero el corazón de los aventureros siente la llamada de la variante de la Tosquera, inaugurada en 2006, y por lo tanto tomamos hacia la izquierda. La nueva variante en verdad son dos puesto que está la catalogada como “fácil” (realmente muy sencilla) y la catalogada como “muy difícil”, que para mí es el tramo que más dificultades entraña y más miedos despierta, un itinerario en el que a menudo vas hacia atrás, como si fueras a caerte al suelo, gastando energías en los brazos oponiéndote al pequeño extraplomo casi constante. Para mí no es un problema de fuerzas sino de miedo, en cambio para Juanjo no hay ningún problema, dice que sólo teme que falle algún cable o escalón, pero le digo que en principio no es posible. Me responde que todo es posible, pero lo digo que es más probable que la montaña a donde está adherido el material se venga abajo. Aunque de rocas el sabe más, pues lleva toda la vida trabajando con ellas en la fábrica, no me convence mucho el tema de que vayamos a irnos abajo enganchados como estamos. A mí en verdad me preocupa más que me caiga y quedarme colgando, o que el arnés o el disipador no respondan correctamente. De las grapas y del cable de vida sí me fío, de hecho siempre me agarro a ellas como un seguro de vida.

 

Así, con miedo y cansancio en los brazos voy haciendo esta variante, en cuyo acceso falta una grapa y uno ha de buscarse un poco la vida para superar el voluntario obstáculo que hace de filtro: unos pueden acceder al tramo y otros se ven abocados a retroceder y tomar la variante “fácil”. Nos tomamos varias fotos e incluso realizo un corto vídeo de treinta segundos para inmortalizar al padre de Alba en tan precaria ubicación, al borde de la muerte si no fuese por el hecho de ir anclado a la pared. Una vez superado esto sin que haya nadie en los alrededores, nos dirigimos al tercer y último tramo, donde tampoco va a haber nadie porque los dos que vemos en la distancia ya lo están dejando atrás para tomar corto sendero hasta la cumbre. La gente ha quedado atrás principalmente debido al puente nepalí, ya que cada uno suele tardar diez o quince minutos en pasarlo, y un grupo de cuatro puede demorarse tranquilamente entre pitos y flautas y también entre fotos y vídeos para colgar en Youtube cerca de una hora. Este último tramo es vertical y muy cortito, pero se caracteriza por tener dos extraplomos de entidad que obligan a algunos ferratistas a tomar el sendero alternativo hasta la cumbre. Al pie del primero, como es una especie de cueva en la que da un poco la sombra (más bien, no da el sol) nos sentamos a beber. Yo echo mano del agua, pero Juanjo abre el tetrabric de un litro de leche y se la toma toda, a sabiendas de que no va a haber ningún control antidopping de naturaleza láctea o proteínica en el resto de nuestro recorrido. La verdad es que no nos cuesta mucho superar este tramo, más aún con la que está cayendo en este soleado día estival, en el que más vale acabar cuanto antes con todo. Observamos una lápida a unos diez metros de la cumbre junto al sendero, con el nombre del chico y el intñervalo de fechas en que vivió (1983-2003). Con viente años y a apenas quince pasos de su objetivo, con la bandera catalana ondeando ya a la vista, algún traspiés en el sencillo sendero le haría caer por el contiguo, pequeño pero suficiente abismo. Y es que los accidentes suelen suceder en situaciones sencillas, y no difíciles, cuando uno pierde la noción de peligro y baja la guardia. Descanse en paz.

 

A las doce del mediodía nos acoge con los brazos abiertos la soledad de la cima del Turó de Puigsagordi, a tan sólo 972 metros de altitud, pero con amplísimas vistas, desde los Pirineos (Canigó – Puigmal) hasta el Tagamanent, pasando por el Turó de l´Home, Les Agudes, el Matagalls o el Puigsacalm, así como la Plana de Vic. Hoy está el cielo azul y nítido; la visibilidad es excelente, e incluso la Plana de Vic se muestra sin esa neblina que le es tan característica en situaciones de inversión térmica, cuando la temperatura aumenta con la altitud. Sin perder mucho tiempo nos tomamos tres fotos y dos horas después de partir del coche regresamos hacia él, que nos acogerá con las puertas abiertas y su calor característico dentro de media hora después de una bajada relámpago de veinticinco minutos. Como hay gente accediendo al puente nepalí, la opción de hacerlo ahora como prentende Juanjo tampoco es viable, así que finalmente llegamos al coche y dejamos atrás las soleadas laderas y paredes del Puigsagordi, no asimilando el hecho de que en dos horas y media hayamos ascendido hasta arriba, incluyendo el tramo muy difícil, y bajado de la montaña. Es seguro que el hecho de ser sólo dos personas ha ayudado mucho, y tampoco nos hemos quedado bloqueados ante ningún paso, aunque a mí la variante de la Tosquera me ha costado, como ya me pasara en la anterior vez en compañía de Avi Jordi. En fin, sólo añadir que les Baumes Corcades es una excelente opción para aquellos amantes de las vías ferratas, y agradecer a quien o quienes la hayan instalado todo su enorme y altruista esfuerzo para llevar a cabo semejante maravilla de la verticalidad.

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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