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Wednesday 22 de December de 2010, 19:49:32
28-11-10 : 21ª Matagalls – Granollers (40km)
Tipo de Entrada: RELATO | 2628 visitas

Por primera vez me inscribo a la Matagalls – Granollers, lo que me permitirá ir a pie desde la cima del Matagalls hasta la casa de Alba, a unos dos kilómetros de distancia del local de l´Agrupació Excursionista de Granollers, donde finaliza la caminata popular al ser ellos los organizadores. En total serán unos cuarenta y dos kilómetros, algo parecido a la famosa distancia que recorrió Filípides en el año 490 a.C. entre las ciudades griegas Maratón y Atenas para informar de la victoria sobre los invasores persas. Por fortuna, yo no moriré del esfuerzo realizado, sino que espero salir del paso un poquito más sano.

 

 

 

 

 

Con la ilusión de un nuevo reto cercano me dirijo a la estación de autobuses de Granollers provisto de mochila, gorro de lana, guantes y poco más. Menuda sorpresa me llevo al ver que, aunque llego a la hora –las 5:45–, doscientas o trescientas personas hacen cola para obtener la hoja de control y subir a alguno de los autocares que ya están partiendo hacia el Montseny. Tal acumulación de gente que se pega el madrugón en su día de descanso para darse un palizón de andar parece indicar que no todo está perdido, que aún hay quien conserva la locura y se deja arrastrar por su espíritu indómito hacia la esencia de la verdad, hacia nuestro verdadero yo. Alabada sea la divinidad que nos ha salvaguardado de tener que formar parte de una mesa electoral en el día de hoy, y maldita aquella que me señaló en su día.

 

La inscripción a la caminata cuesta 19 euros, pero uno te lo devuelven en meta al retornar el vaso reutilizable de las fiestas de Blancs i Blaus que te entregan en la estación, desde la que comienzan a partir los autocares a las seis menos cuarto. La salida tiene lugar entre las 7 y las 7:30 en el Coll de Bordoriol, en el que depositando una hoja con tus datos participas en el sorteo de un viaje en globo aerostático. Luego, al llegar a la meta, en la calle Corró número diez, puedes comprobar que el agraciado no has sido tú, a no ser que últimamente hayas sido bastante desafortunado en el amor y se cumpla el dicho. La hora límite para plantarte en el local de la Agrupación Excursionista de Granollers son las 19:00, de manera que tienes un margen de unas doce horas para caminar, realizar las fotografías de rigor, pararte en los cinco avituallamientos, comerte la butifarra, sellar en los siete puntos de control y recoger el regalo sorpresa de Illa Sports, entre otras actividades varias. Para finalizar, comentar que existe “La Semi”, que son 21km entre Collformic y Cànoves, incluidos en la completa. Los que optan por esta opción parten en autocar a las 7h, toman la salida entre las 8 y las 8:30 y regresan en autocar desde Cànoves antes de las 14h. Además, es mi deber subrayar que uno de sus tres avituallamientos es el de la butifarra.

 

Cuando me apeo del autocar en el Coll de Bordoriol, a las 7:10, aún es de noche, algo que no he tenido presente,por lo que es cuestión de seguir a algún grupo que disponga de frontales. Tampoco me esperaba encontrar nieve ya desde aquí abajo, pero por fortuna he venido bastante abrigado. Así, con gente tanto por delante como por detrás, cosa típica en una caminata popular, inicio el ascenso al Matagalls. Aunque lo he coronado en numerosas ocasiones, es la primera vez que lo subo desde aquí, por una vertiente que parece resistirse más que la de Collformic o la de Sant Marçal, más que nada por las cuestas. O igual es que estoy desentrenado. En todo caso, lo cierto es que no es lo mismo acometer la subida solo que hacerlo en una caminata. La presencia de desconocidos con los que sólo interactúo visualmente le restan belleza a la excursión, pero es el precio que hay que pagar para poder llegar a casa de la Alba desde aquí, desde el otro lado del Montseny. Yo solo me perdería de camino.

 

Pronto amanece, aunque el sol no brilla, más bien comienza a desperezarse. Un cartel indica que nos dirigimos hacia la Font dels Mosquits. Si su nombre proviene de la presencia de tales insectos con “trompa”, habrá que alegrarse de que no sea verano. Lo que sí hay es un precioso bosque en esta época desnudo, despojado de unas hojas que ahora descansan bajo un fino manto de nieve que las cubre con cariño, “protegiéndolas del viento”, como canta Melendi. El sendero, impávido ante la belleza del origen de todo, serpentea juguetón por aquí y por allá abriéndose paso por entre el ejército de troncos erectos que le intentan privar, o al menos dificultar, su llegada a Coll Pregón, en cuyo prado me fotografían –previa solicitud– junto al monumento dedicado a Pau Casals, una losa de piedra –menuda redundancia– que apunta al cielo, supongo que hacia donde él se encuentra. Habrá que portarse bien por si acaso.

 

Que yo recuerde por aquí sólo he pasado dos veces, ambas en compañía de mi hermana pequeña. Aquel día ascendimos al Matagalls desde Collformic y bajamos hasta Sant Marçal, lugar en el que se unen tres comarcas, para luego volver a subir y descender de nuevo el Matagalls. Si bien por entonces era más joven y alguna desgracia aún no había acontecido, parece ser que por el prado los años no pasan, y apostaría a que cuando yo ya no esté aquí él seguirá exactamente igual a como me lo encontré el primer día, para disfrute de futuras generaciones. No muy lejos quedan las cercanías de la cima, ya en vertiente soleada y por tanto carentes de nieve, que no de hielo. Si algo me ha enseñado la montaña es a no confiarme, y eso aplico, en especial a las rocas que conservan su color pero que se muestran sospechosamente relucientes, lo que ayuda a que me haya dado tiempo a apoyar las manos en el suelo en un resbalón antes de estamparme con la cabeza en el suelo. Y eso que la pista de patinaje aún no ha llegado…

 

En una hora y veintisiete minutos (las 8:37) llego a la congelada cima del Matagalls, donde está situado el primer control de paso. El señor que me sella la hoja de ruta me comenta que han dormido acampados en Coll Pregón y que algo ha llovido durante la noche. También me dice que no se está mal, que el año pasado hizo mucho peor día, algo que me sorprende al no hacer sol y estar pseudopetrificado, si es que se puede estar así. Para evitarlo, lo mejor es no parar mucho, así que inicio el descenso a Collformic por la ruta normal de ascenso al Matagalls, que como es lógico me conozco muy bien. No en vano es la excursión que más he repetido e incluso la he realizado con raquetas de nieve, de noche… ¡y hasta con mi novia Alba! Se trata de un terreno propicio para recuperar posiciones después de haber salido en el sexto o séptimo autocar (tengo la hoja de ruta número 0320). El problema es que hay que extremar las precauciones porque está todo helado. Al respecto, una chica comenta “cada vez que miro hacia delante veo a tres o cuatro en el suelo”.

 

Pasadas dos horas y ventisiete minutos (las 9:37) llego a la cruz de las inmediaciones de Collformic, en la que aprovecho para hacer un primer cambio de calcetines y remojarme un poco los pies con mi agua sin saber que va a ser un esfuerzo infructuoso, que de todas formas me van a aparecer varias ampollas en los pies. Aprovecho para comenzar a rellenar la hoja de anotaciones que luego me sirve para dejar constancia escrita de lo vivido por medio de un relato y así poder resucitarlo en el futuro, cuando quizá la memoria ya no lo retenga. Como arriba hacía frío e iba con los guantes, me ha dado mucho palo tanto sacármelos como pararme, así que no he hecho ni lo uno ni lo otro, por lo que la narración se resentirá. Anoto que de bajada, a lo lejos, en el horizonte, Montserrat es bien visible, y que me ha recordado la vez en la que, cansado ya de tanto “hola” y “bon dia”, le hice a Alba la mala jugada de ponerla delante y hacerla saludar tropecientas veces por minuto de camino a Sant Jeroni por los 1200 escalones de la ruta normal. Otro pensamiento que me viene es la Matagalls – Montserrat. Más que el recuerdo de cuando la hice, pienso en que espero que la Matagalls – Granollers no muera de éxito como la otra, si no le prohibirían también su paso por la cumbre por un supuesto respeto a la naturaleza que poco tienen en cuenta en otros lugares más golosos económicament hablando.

 

El cronómetro marca dos horas y tres cuartos (las 9:55) cuando llego al Pla de l´Asse Mort, donde no hay rastro de asno muerto alguno, sino un avituallamiento con unas pastitas rellenas de chocolate (napolitanas) y sopa, además de té. De las dos primeras cosas repito mientras que lo tercero ni lo pruebo. El señor me comenta que han pernoctado acampados aquí y que no ha llovido durante la noche. Volviendo de nuevo al pasado, aquí realicé un vivac con Alba, y hasta la fecha no he repetido. No hay nada como llevarse mi pequeña tienda de campaña de cinco euros para marcar una barrera física entre mi ser y el resto, en especial aquellos a los que me referí antes, los provistos de “trompa”, que aquella noche, si mis recuerdos son fieles a lo que vi, eran de unas dimensiones considerables, nada habituales en Badalona. Y eso que aún no había llegado el mosquito tigre, pequeño pero matón.

 

Señales de la Matagalls – Montserrat, del GR-5.2, de la Ruta Verdaguer y del Meridià Verd siguen el Pla de la Calma por el que caminamos. Me pregunto si existe algún sendero que no pase por aquí. Esta vez no toca bajar a Aiguafreda y pasar la noche andando, sino dirigirse hacia Cànoves y hacia la capital del Vallès Oriental. Consciente de ello camino algo más rápido, adelantando de vez en cuando a algún pequeño grupo, diríase que soy el único que viene solo, aunque tampoco es plan de exagerar. Unos hablan del nuevo Decathlon de Mollet que se inaugura la próxima semana: que si es el más grande de España, que si afectará a las pequeñas tiendas de montaña, que si tiene gimnasio y minigolf… otro defiende su preferencia de llevarse la comida a los refugios porque son caros, habla de quince euros por cenar y de setenta y cinco euros si se son cinco personas. Otra comenta que desde que se fue de casa su calidad de vida ha aumentado, que si esto, que si lo otro, total, que se escuchan muchas cosas aún sin ser chafardero, pero tampoco es plan de montar aquí un escrito de salsa rosa, así que valgan tales ejemplos para imaginarse otros temas varios que acaban evaporándose en los aires del Montseny impulsados por el viento de la felicidad verdadera, aquella que se siente cuando se camina, actividad para la cual nuestro cuerpo está creado. Hay que tener en cuenta que cuando nos hicimos bípedos el sofá aún no existía.

 

El paisaje es una mescla de tierra y nieve, lo que inevitablemente me trae a la memoria mi paso por las tierras leonesas hace tres diciembres de camino a Santiago. Tres chicos de la organización indican el momento el que que hay que abandonar la pista para seguir un sendero, y a partir de aquí es cuestión de ir siguiendo a los que están delante o, en su defecto, a las cintas blancas y rojas con publicidad de una entidad bancaria que colocaron ayer para señalizar la ruta y que supongo que hoy retirarán los que cumplen el rol de “coche escoba”. La Plana de Vic, presidida por la capital de Osona, queda a mano derecha y nos separa del Ripollès y de la Garrotxa, tierras de aires más puros, si es que una mezcla puede ser calificada con ese adjetivo. Más cerca está Centelles, con sus tramos de vía ferrata bien reconocibles: el espolón del primero, la larga “cinglera” (barrancal) del segundo, el recoveco de la variante de la Tosquera, y el tercero de los extraplomos, unas franjas rocosas ya cercanas a la cumbre del Puigsagordi. La de gente que debe de haber allí pasándoselo bien o haciendo cola en el puente tibetano. O las dos cosas.

 

A las 4h15min (son las 11:25) llega la hora mágica, el avituallamiento de la butifarra, la coca cola y el vino, situado en la masía llamada El Bellit. Pero no me gustaría pasar por alto una anécdota importante que denota el ambiente festivo que la caminata propicia. Resulta que paso junto a dos chicos de la organización que están al lado de una bolsa de basura grande aparentemente llena de hierbas y nos saludamos. Al poco, la pareja que me sigue es recibida con un canto en voz alta que dice algo así como: “cinco minutos, la butifarra, cinco minutos, la butifarra”. Y claro, los incautos caminadores se alegran, pero la consigna es la que marca que un tercer chico, escondido en el interior de la bolsa de basura, pegue un brinco y le de un buen susto a los participantes de la marcha, más pendientes de los cinco minutos restantes y de las ensoñaciones con el ansiado pedazo de carne que por estar al caso de una inerme bolsa de basura. A lo que iba, menudas butifarras a la parrilla. Previa entrega del ticket me hago con una y me dirijo al prado en el que están las mesas con los porrones y la coca cola, con vistas al turó (colina) de Tagamament. Es el momento de ponerse las botas.

 

Veinte minutos después abandono el lugar algo más contentillo y con el hambre saciado. El itinerario se acerca algo más al Tagamanent pero, de repente, deja la trazada longitudinal del Pla de la Calma para desviarse hacia las estribaciones que se inmiscuyen en la Plana del Vallès, separada del mar por la Serralada Litoral, bien identificable a la altura de Badalona por la presencia de tres torres eléctricas, una de ellas enorme y cercana a un poblado ibérico poco conocido. La verdad es que se nota que por aquí poca gente pasa, y seguro que sin las marcas de la caminata me extraviaría tarde o temprano. Son pequeñas montañas con nombres que nada me dicen pero que poseen el carácter de aquellas que no forman parte de las excursiones clásicas. Una de ellas se llama Roca Centella, y por lo que parece, a pocos les llama la atención, pues pasan de largo del desvío que te indica que se corona en cien metros. Allí me dirijo y, de pronto, desde su vértice geodésico se abren unas grandes vistas, con el Sui, el llano y la mencionada sierra costera (Montnegre – Corredor, Serralada de Marina, Collserola…). Mientras aprovecho para tomar unas fotos aperece una pareja con varios niños de estética china, algo cada vez más habitual por estos lares. Nos saludamos y me explican un poco la zona. Por lo visto vienen de abajo, de Cànoves, menuda paliza que se habrán dado con los pequeños. Sólo cabe admirarlos.

 

Una vez retornado al itinerario de la marcha, no pasan ni cinco minutos hasta que llego a un nuevo habituallamiento, este provisto de tortas, coca cola y galletas con forma de dinosaurio. Llevo seis horas de marcha, por lo que son las 13:10, y el señor me dice que me espavile, que aún me queda la mitad. También, como llevo el abrigo colgado de la mochila, me dice “veig que tu no camines massa” (veo que tú no caminas mucho), y tiene la amabilidad de colocarme el abrigo en horizontal entre mi espalda y el respaldo de la mochila, algo que le agradezco pues ese truquillo no lo sabía y la verdad es que te evita clavarte determinadas cosas en las costillas. Como no quiero emplear ocho mil años en llegar y el terreno que resta no tienta mucho estéticamente hablando, decido espavilarme un poco, en parte movido por la prisa que me ha metido el hombre. Luego me enteraré que no, que sí que iba bien, y que llego en bastante buena posición, pero ya me está bien su consejo para ponerme un poco a tono. En algún momento uno ha de volver a poner los pies en la tierra y dejar de fantasear. La montaña ha quedado atrás.

 

Menuda tortura la bajada a Cànoves a través de una pista. Qué contrasentido que un descenso se haga cuesta arriba, pero qué le vamos a hacer, el tiempo de inactividad siempre pasa su factura, en este y otros campos. Como el entorno no me atrae y el sufrimiento físico comienza a aparecer, en especial en los pies, me entretengo dándole al coco, y anoto en mi hoja doblada que luego reescribo a relato lo que se me pasa por la cabeza: “Quizá todo lo que hacemos sea una manera de llenar el vacío que la vida conlleva”. Mientras medito acerca de mi hipótesis me planto a los pies del Montseny, en Cànoves, y es el momento de mostrar mi faceta de monstruo de las galletas. El avituallamiento consta de esas rellenas de chocolate (“príncipe”) y de las de forma de dinosaurio. También hay fruta y agua. Aquí es donde me dicen que voy muy bien de tiempo, que no han pasado ni la mitad de los caminantes, algunos de ellos caminadores (según la RAE, el que camina mucho). Yo quiero ser uno de ellos.

 

Un poco más adelante, tras siete horas y cinco minutos (las 14:15), procedo a realizar el segundo cambio de calcetines, esta vez con los pies mermados por la destrozante bajada del Montseny. Pasado un rato transcurro por una calle de la urbanización “Ca l´Esmandia”, cuyo nombre parece responder a algún parque de atracciones de nueva generación más que a un grupo de torres o chalets. Dado que por aquí poca inspiración se puede encontrar, registro en mi folio mi paso por el control 4 a las siete horas y veintisiete minutos (las 14:37). El señor, que además reparte trozos de manzana, de naranja y magdalenas, me dice que soy el número 262 en pasar por el control, situado ya pasada “La Semi”, por lo que es un indicador real de la posición en la que puedo llegar al final, y según me han dicho la completa la realizamos 536 participantes. Estoy casi en el equinoccio, no sé si de primavera o de otoño. En cualquier caso, toca cambiar de estación y, a las ocho horas y treinta y cuatro minutos (las 15:44) me planto en el control 5, atendido por una amable joven acompañada de una gran bolsa de patatas fritas, de galletas, de tortas y de zumos varios, motivo por el cual me quedo un rato comiendo un poco de aquí y un poco de allá con un chico de acento argentino que resulta ser el que repartía los vasos reutilizables esta mañana en la cola del autocar. Le comento que al menos habrá podido participar gratis pero me dice que no, que también ha pagado su inscripción. Aunque he llegado el número 247, no paran de adelantarme mientras en inflo de patatas fritas con el argentino, que vive aquí al lado, en Les Franqueses.

 

A las nueves horas y trece minutos de caminar me encuentro con la señal viaria que indica que estoy entrando en Granollers, lo cual me alegra sobremanera. Al pasar junto a un colegio electoral vuelvo a agradecer a las divinidades que pueblan el cielo el llevar tantos años sin que me haya vuelto a tocar el realizar tan ingrata tarea. Siete minutos después llego al control 6, en la puerta de la tienda Illa Sports, que te premia con un regalo sorpresa (una libretita de papel reciclado con un boli) y con un vale del 15% de descuento que caduca el 20 de diciembre. En mi caso vendré el día 18 a por una cinta exprés para llevarme a la ferrata de Centelles, pero al ser un precio de oferta (9 euros) no me aplicarán este descuento ya que no son acumulables.

 

El cronómetro marca 9h27min cuando llego al local de l´Agrupació Excursionista de Granollers tras cuarenta kilómetros de caminata. Parece mentira que venga del otro lado del Montseny, aunque mis pies no lo ponen en duda: ya voy casi cojeando porque me duelen, debo de tener alguna ampolla recién aparecida. Mientras ataco al zumo, a la coca y a una caña de chocolate, me ponen el último sello en la hoja de ruta, es el control 7. La señora, bastante mayor, me comenta que la tengo muy nueva, que parece que no haya realizado la ruta. Por suerte no se entrega, así me la puedo quedar de recuerdo, algo que no sucede en la Matagalls – Montserrat si la memoria no me falla, lo que no suele suceder. Tras preguntarlo, me informan de que soy el número 247 en llegar, en principio aún restan 289 por llegar hasta los 536 inscritos, aunque alguno seguro que ha fallado y no le ha sido posible venir. Según me dijeron antes, este año hay menos participantes que el anterior, quizá por la previsión de frío o por las elecciones.

 

Una vez recogido el recuerdo que te dan en meta, en la presente edición una especie de cartera maletín de esas que puedes llevar de la mano o del hombro como si fuese una bandolera, mis mermados pies me llevan por la plaza de la Porxada y sobre el irregular pavimento de la plaza de la Corona, donde hay que prestar atención al suelo para no tropezar. Luego, a través de la calle Francesc Macià me planto en el pavellón municipal de deportes, donde se disputan los encuentros de la liga Asobal de balonmano cuando al Granollers le toca jugar en casa. A pocos metros, a las 16:58, tras 9h47min y unos 42km de caminata, toco al timbre de la casa de Alba. La excursión ha terminado.

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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