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Wednesday 2 de February de 2011, 11:56:34
23-01-11 : Coll de Bracons – Puig Tossel Gros – Puigsacalm – Joanetes
Tipo de Entrada: RELATO | 3249 visitas

Ascenso al Puigsacalm (1514m) desde el collado de Bracons a través de la cresta coronando de camino la Roca dels Corbs (1323m), el Puig Tossell Xic (1408m), el Puig Tossell Gros (1461m), el Puig de les Cibaderes (1449m) y el Puigsacalm Xic (1491m). A diferencia de la masificada ruta normal, nos nos topamos con nadie. Luego, durante el descenso al Coll de Joanetes o dels Ganxos, nos desviamos un momento para coronar el Puig dels Llops (1486m). Poco después, desde dicho collado descendemos por la Canal dels Ganxos, equipada con alguna cuerda, alguna cadena y varios tramos de grapas al estilo de una vía ferrata, con cable de vida incluido. Dada la demora producida por la inexperiencia de alguno, se nos hace de noche de camino al pueblo de Joanetes, pero al estar provistos de linternas no pasa de ser una incómoda anécdota. De algo ha valido que a Julio y a mí se nos echara la noche encima en Montserrat la semana pasada.

 

 

Con la tranquilidad que aporta a la conciencia el inaudito frío que está haciendo estos días, con temperaturas récord de las últimas décadas, quedamos en Joanetes con Julio a una hora excepcional, las 10:45. Aún así, pasando por Vic el termómetro marca -6ºC. Vamos en el coche de un amigo mío que se llama como yo, David. Nos acompañan varios conocidos suyos, Fani y Xavi, y a decir por lo que intuyo, todos hace meses que no salen de excursión, por lo que les falta algo de forma física, en contraste conmigo y con Julio, que últimamente estamos encadenando bastantes excursiones en un reducido intervalo de tiempo. De todas formas, como nos gusta ir a la montaña en plan paseo, sin prisa alguna y con paradas para comer, beber o tomar fotos –o anotaciones– en principio no hay ningún problema por la incompatibilidad de ritmos y la diferencia de fondo físico.

 

A dicha hora, uno de Badalona, otro de Hospitalet, una del Prat y un último de Collbató –a los pies de Montserrat– nos encontramos en el pueblecito llamado Joanetes con el de la cercana localidad de Olot, Julio. Tal amalgama de individuos, representativos de la segunda y tercera ciudad más poblada de Cataluña, del aeropuerto más importante, de un pueblo famoso por sus cuevas y de una conocida ciudad volcánica, se ponen en movimiento en un mismo coche –el Golf de Julio– con la intención de acometer una acción ingenua, improductiva, inocua, y para algunos carente de sentido: ascender a una montaña. En esta ocasión, será desde el collado de Bracons, cuya carretera está en franco desuso desde la apertura del túnel homónimo. El otro coche, el Almera de David, restará en Joanetes a la espera de nuestra llegada desde las alturas, desde aquellos terrenos propicios para la felicidad inmaterial, la sin sentido. Para la falsa, siempre estarán los centros comerciales.

 

El Collado de Bracons no difiere mucho del aparcamiento de un “Carrefour”. Vale, sí, es un poco exagerado, pero me sorprende la gran cantidad de coches estacionados conociéndose el pronóstico de intenso frío para hoy. David me devuelve el libro de Paul Theroux que le presté, “Patagonia Express”, con un regalo incluido en su interior: unas fotos que me tomó hace varios años en una subida invernal al Coll de Noucreus, con un retoque al blanco y negro que a uno le dan un toque de Edward Norton con la cúspide del Everest cercana pero inabarcable. Yo, en cambio, le debo su kit de vía ferrata y su arnés, que llevan más de un año en mi casa, pero de momento los llevo en mi mochila junto al mío. ¿Por qué? Pues el motivo es que de bajada, según he leído, hay una canal equipada, y como vienen varios amigos suyos que seguramente son inexpertos, más vale ir cargado de más que quedarse corto. Así, llevo ambos arneses y kits ferrateros “por si acaso”, como se suele decir en el Camino de Santiago antes de acudir a la oficina de Correos más cercana.

 

Como soy el único que ha subido al Puigsacalm –lo hice una vez con Alba– asumo el rol de guía que me pertoca éticamente, pero a la práctica es Julio quien va siempre primero a la espera de nuestra llegada, siempre rezagados. En esa disposición emprendemos la excursión a las once de la mañana, un horario indigno de todo montañero que se precie, pero como el frío a las ocho ha debido de ser excepcional, la contramedida para evitarlo también ha requerido serlo. Ya en camino, un paso tras otro, al encuentro del porvenir, de nuestra “cita con la cumbre”, nos percatamos pronto de que hay quien sí ha madrugado. No se si ayudados por Dios, los de sueño ligero ya regresan por las ramblas –por el sendero quiero decir– hacia el aparcamiento cual desafiadores de los partes meteorológicos, quizá con alevosía. Hay quien dice que los montañeros son –o somos– unos masocas. Algo de verdad debe de haber en ello.

 

Lo más importante si se pretende ascender al Puigsacalm por la cresta es no pasarse de largo en el desvío. La única pista de su llegada es una inscripción en pintura marrón o roja en el tronco de una haya que dice: “Tossal Gran”. El no saberlo cuando vine con Alba me imposibilitó ascender por tal lugar, y a la vuelta menuda pérdida de tiempo intentándolo encontrar por la zona alta para realizarlo en sentido descendente, cosa que se quedó en el tintero. Nosotros, a nuestro paso de grupo casi numeroso y con alguno inexperto, empleamos quince minutos en llegar hasta el desvío. Se trata de un gran momento, ya que a partir de aquí no nos toparemos con nadie más hasta que vayamos a parar a la ruta normal ya cerca de la cima, en un prado bastante grande que diría que se llama Cibaderes, como el cercano pico. La pendiente se acentúa, nada de rodeos; “bye bye”, “arrivederci” ruta normal, “ciao bambinos”, se acabaron los “bon dia”, “hola” y demás. ¡Nosotros solos y la montaña, y el aparcamiento lleno!

 

Pero claro, la soledad tiene un precio. Como decía, la subida se empina, se vuelve algo expuesta. Hay una especie de canal con hierba, pero nada de una típica cresta de roca entre dos patios. Se trata de ir siguiendo un evidente sendero en todo momento, aunque quizá en algún paso puntual haya que ayudarse de las manos. Pronto Fani empieza a dar muestras de “debilidad”, que no es otra cosa que tener un ritmo menor al del resto y una resistencia más baja. Le comento que no tenemos prisa alguna, que se ponga la primera. Me responde que le sabe mal que la tengamos que esperar, y que prefiere ir detrás para no entorpecernos. Le digo a Julio que si quiere que vaya tirando, pues le veo arriba siempre esperándonos, pero no nos deja en ningún momento, simplemente hace de avanzadilla para ir viendo que nos espera. En este punto, hay que recordar que ninguno de nosotros ha realizado nunca este itinerario y tememos que pueda venir un tramo realmente expuesto, algo que no vamos a encontrar. Así, a un ritmo más bien lento, nos plantamos sobre la Roca dels Corbs (1323m). Desde aquí podemos descansar a la vez que ya empiezan a haber vistas sobre la Vall d´en Bas, el Pirineo, el Montseny e incluso, en el horizonte, difusa por la neblina, Montserrat.

 

¿Falta mucho? ¿Cuánto falta? Son preguntas que Fani formula con asiduidad. A mí, como no me gusta engañar, la informo objetivamente. Eso sí, le aseguro que más arriba ya no hay cresta, sino prados de muy sencillo caminar, por los que se avanza con celeridad y sin apenas esfuerzo. Dejando atrás nuestro primer pico del día, afrontamos la canal de acceso al Puig Tossell Xic, que como digo, a mi parecer, ni esta cresta ni la canal responden a lo que suele entenderse por cresta y por canal, más aún viniendo de hacer la semana pasada canales como la dels Micos y la del Mejillón, situadas en el macizo de Montserrat; menuda mina de recovecos que investigar, explorar o recorrer. Sin dificultades destacables –tiene pendiente, pero estamos subiendo a una montaña– nos plantamos en su cima (1408m) y procedemos a un nuevo descanso. Fani, David y Xavi hacen un buen grupo, así que, dado que la “cresta” ha terminado, decido que el resto de picos, a los que hay que desviarse para coronarlos, los subiré con Julio, mientras que ellos avanzarán en paralelo nuestro por la senda que flanquea en horizontal tales cimas. Al trío le parece bien, pues no tienen ninguna inquietud en coronar tales atalayas.

 

El primer pico que subimos Julio y yo, el Puig Tossell Gros (1461m), es reconocible por su bandera catalana en la cima. Presenta un buzón con una libreta en la que Julio registra nuestro paso. De bajada coincidimos con los otros tres y pronto, de nuevo, nos dividimos. Con mi compañero de cimas asciendo al Puig de les Cibaderes (1449m), y luego el que aparece en el mapa con el nombre de Puigsacalm Xic (1491m), bastante más alejado que los otros, que se encadenan muy seguidos. A este último se accede por unos arbustos, a diferencia de los anteriores, que son prados que acaban de repente en un precipicio. Aunque no lo he comentado, todas estas cimas vistas desde el sur son paredes rocosas verticales, mientras que hacia el norte son prados de pendiente suave, por donde avanzamos nosotros y la ruta normal. También se me ha olvidado mencionar el desayuno de los cinco, en el borde que comentaba, con unas vistas extensas y el vacío bajo nuestros pies. Me han dicho que no habían desayunado nada en casa. ¡Con razón esa falta de fuerzas!

 

Tras la breve separación, en dos minigrupos nos volvemos a reagrupar, ya para el resto del día. Por la ruta normal acabamos de llegar a la última y corta pendiente que, una vez pasado junto a un gracioso botiquín en una especie de buzón, nos deja en la mismísima cima del Puigsacalm, una de las montañas más míticas de Cataluña, como tantas otras –Puigmal, Matagalls, Pedraforca, Pica d´Estats… por citar algunas–. Son las dos. Con ayuda de mis prismáticos reconocemos el Balandrau, que a diferencia del Puigmal o del Bastiments, resulta laborioso de identificar al estar contrapuesto con el Torreneules y el Coma del Clot. También asoma el Pic de l´Infern. Hacia el noroeste, junto al Cadí, el Pedraforca con su típica hendidura entre los dos Pollegons, el Superior y el Inferior. Al noreste el Canigó, y más hacia el este, una montaña con forma de pezón: el Bassegoda. Hablando con Julio me percato de que tanto él como yo con Alba llegamos a su cima tras perdernos, subiendo por una pedrera con vistas al golfo de Roses. Yo hasta me equivoqué de cumbre, pues llegué a una a escasos metros de la verdadera pero separada por una brecha insalvable y tuve que volver a descenderla y ascender la otra por el camino equipado de la vía normal, descrito en el libro de Desnivel de vías ferratas y caminos equipados.

 

En la cima, el punto más elevado de la sierra, comemos junto a multitud de gente y algún can. El coche de David, en Joanetes, es visible a simple vista, pero con los prismáticos se ve superbien, justo abajo. Parece mentira la de horas que vamos a tardar en llegar teniendo en cuenta lo próximo que aparenta estar. Como son las 14:15 y faltan más de tres horas para que anochezca, no veo el porqué para renunciar a nuestra idea inicial de bajar a Joanetes y cambiarla por un regreso por la ruta normal al collado de Bracons, opción que no me parece nada atractiva, ni que sea por la cantidad de gente que acumula. De bajada, pronto nos desviamos a mano derecha, a la cima del Puig dels Llops, en la que una manada de humanos, no de canes aulladores, se acumula apurando sus últimos minutos de su cita con la cumbre semanal, mensual o anual, según el caso. Lo mismo que con las mujeres –o con los hombres–.

 

A las 14:45, con tres horas de luz por delante, abandonamos la citada cima, la que presenta unas mejores vistas sobre la Vall d´en Bas. Desde aquí son bien visibles Sant Esteve d´en Bas y Olot, ambos últimamente noticia a nivel estatal por homicidios varios. También se muestra, pequeñito y prometedor, Hostalets d´en Bas, el pueblo de cuyos balcones cuelgan mazorcas que le dan un toque fotogénico y en el que está prohibido entrar en coche –hay un aparcamiento en su exterior–. La senda en un primer momento es decente, pero pronto se vuelve en molesta e incómoda para alguien tan inexperto como Fani. No es nada regular, está lleno de rocas, baja bastante empinado. Vamos, que no es un paseo de rosas. Total, que poco a poco nos vamos demorando. Son las 15:26 cuando alcanzamos el Coll de Joanetes o dels Ganxos, y en algún otro mapa, Coll de Santa Magdalena, nombre que proviene de la ermita próxima que a su vez es un refugio de montaña. En el collado tomamos a la izquierda y, unos doscientos metros más adelante, nos topamos con un hito, o sea, con un montoncito de piedras. En este punto es donde hay que ir a buscar la Canal dels Ganxos, equipada con cuerdas, cadenas y grapas.

 

Como es lógico, el camino se vuelve más inclinado, esto sí que es una canal, aunque no tan encajonada como las de Montserrat. Me sabe mal por Fani y supongo que me estará maldeciendo, pero es la ruta más directa al pueblo y la única que conozco mapa en mano, y ya pronto caerá la noche. Julio piensa que no, que aún queda mucho, pero ya le he advertido de que a este paso ya puede ir desempolvando la linterna. Como no me quiero alargar mucho en este punto, simplemente comentar que la senda baja por la canal, las hojas en el suelo son algo molestas, alguna raíz también. Nuestro avance es muy lento, apenas avanzamos y el tiempo transcurre. Pasamos algún paso expuesto pero sencillo que llevamos a cabo con extremada cautela, en especial el de la primera cuerda instalada junto a tres grapas ancladas en la roca. Julio hace de avanzadilla y cuando ve algo difícil se detiene. En ese sentido, ahora está en lo alto de una pared de unos cinco o seis metros de altura equipada con grapas y con una barra de metal con pivotes intermedios que la sujetan a la roca que sirve de cable de vida. Saco el arnés y el kit de vía ferrata de mi mochila y se lo ponemos a Fani por seguridad. Xavi dice que él no necesita ninguno, así que el otro no lo saco de mi mochila. Poco a poco, ayudada por mí desde abajo –le voy colocando los pies– y por el otro David desde arriba –le va haciendo el cambio de mosquetones– supera por primera vez un tramo equipado. Lástima que no sea verano y vayamos con prisa por las horas de sol.

 

Más adelante viene otro paso, esta vez equipado con una cadena horizontal, otra vertical y unas pocas grapas. Aquí no hay cable de vida, pero lo salvamos bien pues no es nada difícil –el anterior tampoco, pero a Fani le da miedo al ser su primera vez–. Una vez llegados a un indicador de madera que dice “Canal dels Ganxos”, deduzco que la hemos finalizado y se lo digo a los demás. El sendero mejora pero Fani anda cada vez más cansada. Le comento que no tenga prisa, que ya llegaremos, pero está preocupada porque se está haciendo tarde. Le digo que no pasa nada, que es mejor ir al ritmo que le vaya bien, que Julio y yo tenemos linternas, dado que la semana pasada nos pilló la noche en Montserrat y aprendimos del error de no llevarlas. Si bien creo que la excursión le irá bien para coger fondo, para entrar en contacto con tramos equipados y como experiencia vital, me siento culpable por haberla metido en este lugar que, si bien en ningún momento peligra pues todo está controlado y llevamos material de sobra, ella lo debe de estar pasando mal y debe de estar muy cansada. Por otro lado, la mala pata es haber cogido este frío día que nos ha hecho partir tan tarde, en condiciones normales jamás partiría a las once, pero siendo una montaña con un ascenso teórico de 1h15min, resulta poco imaginable ver como anochece sobre la marcha, y más aún habiendo partido de la cima a las 14:15, casi cuatro horas antes. De todas formas, a modo de disculpa, le aseguro que si hubiese conocido la senda de descenso no la hubiera metido por aquí. También le comento que el mapa parece más corta y según he leído no es nada del otro mundo –y no lo es, pero esto no se lo digo–.

 

Viendo que la noche se nos echa encima, ya en los bosques cercanos al pueblo, le digo a Julio y a David que se avancen hacia el coche y que suban a por el que hemos dejado en el collado de Bracons. Ellos disponen de la linterna de Julio, y nosotros tres de la mía. El aparato resulta vital porque en estos momentos no hay luna y se trata de ir siguiendo unas marcas amarillas por el interior del bosque. Como les he pasado la linterna a ellos para que anden mejor y yo voy de avanzadilla en busca de marcas, a veces me cuesta intuir por donde va el sendero y les pido la linterna, pero en general avanzo bastante bien viendo el sendero en el suelo porque, aunque de noche, la oscuridad no es total y el ojo humano se acostumbra rápido a base de dilatar las pupilas. Hay un momento en el que no lo veo muy claro, y eso que llevo yo la linterna, pero de nuevo vuelven a aparecer las señales. Siempre es una ventaja saber hacia qué dirección te diriges.

 

Pronto empiezan a verse las farolas del pueblo, tras los árboles del bosque. Deben de ser las 18:45 cuando llegamos al coche, por decir algo. Estar no está, pues han subido a por el otro al collado por la vieja carretera. Sentados en el asfalto, con el firmamento sobre nuestras cabezas y un fresco que se entremezcla con el calor del cansancio, la constelación de Orión y las Pléyades brillan ajenas a nuestras historias de humanos, de seres caducos de vida corta y a menudo desaprovechada. Más que “bajarse una estrella”, uno desearía convertirse en una y quedarse allí arriba, y desde los cielos contemplar como todo viene y va, como el rastro de algunos, cual cometas humanos, perdura en el espacio y en el tiempo.

 

. . <¿Dónde está David?>

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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