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Thursday 10 de March de 2011, 19:46:54
06-03-11 : 33ª Maratón de Barcelona
Tipo de Entrada: RELATO | 2444 visitas

Participación en la maratón más multitudinaria de España y, en cuanto a llegados a meta se refiere, sexta de Europa y decimocuarta del mundo. Como es la primera vez que corro, el objetivo es completar el recorrido en las seis horas que la organización permite, lo que en un principio parece bastante asequible dado que, sólo caminando rápido, calculo unas siete horas. Pero claro, a una maratón se va a correr, no a caminar, pero por intentarlo no se pierde nada.

 

 

42195 metros por delante. Seis horas de margen. Ese es el reto. Ni montañas, ni valles ni prados, sino una gran ciudad, Barcelona, cortada por un día en gran medida al tráfico rodado para que gentes procedentes de más de cuarenta países la conquisten con la intención de despalzarse a pie, eso sí, a una velocidad de crucero algo superior a los cuatro o seis kilómetros por hora del caminante que todos llevamos dentro. En concreto, matemáticamente basta una velocidad constante de siete kilómetros por hora para plantarse a solo 192 metros de meta en el tiempo máximo permitido, y varios minutos más serían suficientes para cruzarla, pero algunas paradas son obligatorias, como las visitas al lavabo, para las que habrá que realizar una cola de hasta tres minutos.

 

El motivo de mi inscripción, y el de Julio, al que he convencido para apuntarse, es el de tener la experiencia de haber corrido una gran maratón a pesar de no ser corredores, es decir, lo consideramos una de esas cosas que vale la pena realizar una vez en la vida, como la Matagalls-Montserrat o el Camino de Santiago, actividades las tres que han hecho sufrir a mi rodilla izquierda, pero como una espectadora tendrá anotado hoy en un papel para darnos ánimos a los corredores, “el dolor es momentáneo, pero el orgullo es para toda la vida”. Hemos pagado cincuenta y sesenta euros, e incluso los últimos de los 15075 inscritos han tenido que abonar los setenta que costaba la inscripción en su periodo más tardío, aunque una vez al año no hace daño. La cifra de participantes, por descontado, es un éxito y un nuevo récord, en concreto un 24% superior al establecido el año pasado. Pero no sólo es la mejor del país en cuanto a participación, sino también en cuanto a calidad. Las 2h7min30seg de Jackson Kotut en 2010 son la mejor marca de maratón en España y en el día de hoy el vencedor, Levi Omari Matebo, se va a quedar a un solo segundo de tal registro, no llevándose los cinco mil euros que aguardan a un nuevo plusmarquista por tan breve espacio de tiempo, literalmente un suspiro.

 

Lejos de las aspiraciones de los atletas keniatas, que coparán hoy los seis primeros puestos de la clasificación, Julio y yo apenas hemos preparado la maratón. Si bien hace tiempo que estamos inscritos y nos hemos bajado la planificación de entrenamientos del sitio web, a la práctica resulta difícil sacarle tiempo al tiempo y en especial ganas para salir a la calle a correr y pasar frío o molestias, supongo que porque no somos corredores y por tanto no estamos enamorados de tales procederes. Aún así, las salidas por el paseo marítimo, desde casa hasta Montgat y El Masnou, me han servido para dos cosas: para sorprenderme de que puedo correr más allá de la esquina más cercana, y para evaluar qué y cuánto puedo correr. Por tanto, esos entrenamientos básicos del estilo “6 minutos caminando, 25 minutos corriendo suave, cinco minutos caminando, 20 minutos corriendo suave”, no van a servirme para buscar marca alguna, como es frecuente en casi la totalidad de los corredores, sino que han sido la base para no llegar a la salida de la maratón, echar a correr como un loco y estar rebentado a los doscientos metros, cosa que sí me sucedió en su día en la carrera popular de Badalona que se disputa durante las fiestas de mayo, llamada “Cursa del Dimoni”.

 

Con la intención de tener referencias de cara a completar la carrera en seis horas, he tuneado una pulsera que ayer cogí en la Expo Marató que te marca los tiempos cada cinco kilómetros con tal de acabarla en cinco horas, escribiendo en boli los tiempos para realizarla en seis. Todo aquel que durante la carrera vaya en busca de un tiempo de 4h30min o inferior encontrará a las “liebres” como referencia, que son unos corredores aficionados que cuentan con una gran preparación y experiencia y que pueden acreditar un tiempo holgado al tiempo que quieren representar. Su función es realizar la maratón en ese tiempo llevando atados unos globos amarillos o rojos que tienen escrito el tiempo concreto a rotulador. Si por ejemplo alguien quiere superarse y acabar con un tiempo de cuatro horas, lo mejor que puede hacer es seguir a la liebre de las cuatro horas, que le marcará un ritmo constante que, en principio, es lo mejor para llegar hasta la meta. La cuestión es que entre las 4h30min y las 6h no existe liebre alguna, por lo que la pulsera de las 5h y tuneada a 6h me puede dar referencias al paso por los km 5, 10, 15, 20, media maratón, 25, 30, 35 y 40, y así será. Al ser yo novato, su función será si cabe de mayor importancia, pues todo va a ser nuevo para mí. Eso sí, para ir haciendo boca, ayer corrí la corta Breakfast Run, que sube hasta el estadio olímpico siguiendo los últimos kilómetros de la maratón disputada en las Olimpiadas de 1992. Según escuché, aún existen récords mundiales logrados en él que no han sido superados.

 

Lleno de nervios y con algo de frío, dejo mi mochila y me quedo en pantalón corto y camiseta corta junto a Julio y María. Para lo friolero que soy, ir con tal vestimenta aún en invierno no es nada agradable, pero nos mantenemos a la espera en el interior del pavellón hasta las 08:20, a diez minutos del comienzo, donde la temperatura es más agradable. En el exterior tampoco es que haga frío, son 11ºC, y el sol va a ser radiante y el cielo va a estar absolutamente despejado, cosa nada buena de cara a afrontar “El Muro”, que los entendidos sitúan entre los kilómetros 30 y 34. Según me ha comentado un experto, el bajón de fuerzas se produce ahí porque es el momento en el que el cuerpo agota los hidratos de carbono y comienza a tirar de grasas, que son más lentas para la obtención de energía. En ese sentido, ayer acudí con Alba –y luego fue Julio con María– a la Pasta Party, que se supone que es una comida de hermandad entre corredores en la que obtienes los hidratos de carbono que al día siguiente vas a necesitar para acometer los 42,195km y a la que se puede asistir con un acompañante que no esté inscrito en la carrera. Yo dudo que con un plato de pasta se pueda llegar al primer avituallamiento, pero la idea es buena.

 

María nos va a tomar la primera y única foto de recuerdo. Le comento que nos la haga con una de esas grandes fuentes de Montjuich que salen en las postales y que han encendido para que quede más fotogénica la salida de la maratón, pero el agua nos viene impulsada por el viento y decidimos tomárnosla hacia el otro lado, con los corredores y la salida tras nosotros. Entonces nos despedimos de María y nos dirigimos a la salida. Como nos hemos inscrito en el intérvalo de “+4:30”, nos pertoca salir los últimos del todo, y encima al llegar justos de tiempo somos los últimos de los últimos. De todas formas, no ha de cundir el pánico: portamos un chip ligado al cordón de una bamba que comenzará a contar a partir de que crucemos bajo el arco de salida. Tan lejos estamos, que ni intuimos la salida. La cosa luego comienza a moverse poco a poco, la marabunta avanza. A causa de la falta de entendimiento entre la Federación Española de Atletismo y los organizadores, los atletas federados, entre sesenta y cien, toman la salida dos minutos antes que los trece mil restantes. Sí, no somos quince mil. De los 15075 inscritos tomamos la salida 13062. Se ve que por norma general, aproximadamente el 15% de los inscritos a una maratón, por diferentes motivos, no toman la salida.

 

Cuando Julio y yo llegamos al arco de salida, el tiempo que marca el reloj de meta –que coincide con la salida– supera los trece minutos. ¡13 minutos! Menos mal que no somos supersticiosos. Es entonces cuando todos los caminantes echan a correr y te permiten tener vía libre. Por delante, toda la ancha calle de Sants con una hilera larguísima de corredores. Por detrás, algo bien distinto. “Mira para atrás Julio”. No hay más que cuatro gatos y la ambulancia, menudo puesto que llevamos. Sin preocuparnos por tiempo alguno nos dejamos llevar por el ritmo de la masa que nos envuelve, que dada nuestra ubicación en carrera debe de ser la menos veloz –sí, la más lenta–. Estos primeros centenares de metros son muy divertidos, es la primera vez que corremos entre tanta gente, y casi la primera que corremos. Realmente lo importante es participar y disfrutar de esta fiesta ciudadana entre tanto extranjero, el 43,5% de los inscritos. Con el paso de los kilómetros conversamos sobre asuntos varios e intercambiamos impresiones de sobre cómo nos encontramos. Dejamos atrás la calle de Sants y el Camp Nou y nos inmiscuimos en la avenida Diagonal, que como su nombre indica traza una diagonal que divide la ciudad en dos mitades. Pasamos junto al Corte Inglés, donde conocí a David cuando éramos reponedores nocturnos. Le explico a Julio que allí lo llamábamos Droguero porque estaba en la sección de droguería, mientras que la mayoría andábamos en alimentación, y de ahí que a veces lo llame así.

 

En el km5 llegamos al primer avituallamiento, que se encuentran cada cinco kilómetros y constan de agua y Powerade de color amarillo. La primera novatada que pagamos es coger una botella de agua, porque hay truco: al comienzo las mesas solo tienen agua, pero las del final ya tienen la bebida de sabor a limón. Habrá que esperar al kilómetro 10 para probarla. Uno de los voluntarios en el puesto es un antiguo vecino al que hace muchísimos años que no veo, llamado Jordi, y paro un momento a saludarlo y me pregunta “¿qué haces aquí?” a lo que le respondo “he venido a probar”. Diría que son cerca de cuatro mil las personas que han decidido dedicar una parte de su tiempo para hacer posible la maratón de una manera altruista, lo que es de admirar y de agradecer. Multitud de botellas y vasos de plástico inundan el bordillo, lo que da una imagen de poca sostenibilidad que supongo que con el equipo de limpieza que viene junto a la ambulancia cerrando el pelotón se soluciona. Al terminar la Travessera de les Corts nos topamos con el primero de los cuarenta y dos espectáculos que animan a los corredores y al público, la mayoría musicales. Algunos tienen su gran día de gloria, lo que es bien visible en sus rostros, porque creo que jamás han sido escuchados por más de trece mil personas. Especial emotividad parece que le ponen los del grupo que luego me encontraré actuando en Plaça Universitat, de estilo rock.

 

Por la calle Berlín y la Rocafort llegamos al km10, en cuyo avituallamiento probamos la bebida isotónica tras renunciar al agua que te ofrecen en las primeras mesas. Estamos sorprendidos del rato que llevamos corriendo, más de una hora, algo que nunca hemos logrado, quizá ni probado. Yo guardo recuerdo de que si me pongo a correr no aguanto ni doscientos metros, pero creo que es un problema de intensidad. Como me dijo Manuel respecto a la bicicletas, se trata de encontrar un ritmo al que pudieras aguantar hasta el infinito sin cansarte. Ahí reside la clave. A un ritmo superior nos tendríamos que parar al momento. En cambio, a tu propio ritmo, o por debajo, los kilómetros pasan como el tiempo, volando, y tu sigues corriendo ajeno a los problemas físicos que a la esquina te esperan; mira que el futuro es perverso. En la calle Tarragona, próximos a la salida pero con once kilómetros en los pies, vemos a María entre el público. Su próxima cita con nosotros será en el km26, en la parte baja de la Diagonal. Antes de salir nos ha dicho “os admiro” en referencia a nuestro propósito de tomar parte de la maratón. Pero quizá somos los corredores los que hemos de admirar al público, al fin y al cabo nosotros hacemos –o hacen– lo que nos gusta, y ellos vienen a ver como llevamos a cabo aquello que nos gusta –o les gusta–. Las acotaciones las pongo porque no me considero un corredor, sino un probador de algo nuevo.

 

Por la Gran Vía seguimos sorprendidos de llevar más de una hora y cuarto corriendo sin parar. Tenemos bastante cerca a un grupo de corredoras extranjeras con camisetas rosas fluorescente que parece que están siendo nuestra referencia, porque sin quererlo siempre están ahí, a unos cien metros por delanté. La liebre de las cuatro horas y media, que porta unos globos rojos en vez de amarillos, la tenemos también delante pero bastante distante, diría que a unos quinientos metros como mínimo. Le comento a Julio que vamos superbien de tiempo, que estamos por debajo de las cinco horas a este ritmo y que tenemos ganado un buen margen por si comenzamos a cojear en algún momento. Él me comenta que aún queda mucho, que ya veremos, y de hecho al poco de tomar Paseo de Gracia en sentido ascendente, llega su momento de parar, que en este caso no es detenerse, sino caminar. Encima la maldita calle no ayuda, pues de llana no tiene nada. Si acaso un falso llano de esos que tan evidentes se hacen con la bicicleta. Total, que en plena subida de la glamurosa zona, nuestros caminos maratonianos se separan, lo que implica tener que abordar el resto de la maratón a solas. Sí, me da lástima dejarlo atrás, pero luego igual soy yo el que ha de parar y no él, así que tengo la esperanza de que en breve nos reencontremos. Los catorce kilómetros hasta aquí, 1h34min, sin su compañía habrían sido más largos.

 

Al paso por la pancarta de los 15km mi tiempo sigue siendo bueno, bastante por debajo de las cinco horas. Cuando digo bueno me refiero para mí, que tengo el único objetivo de llegar en seis horas. El registro es de 1:37:27, mientras que mi pulsera de 5h indica 1:46:38 y mi maquetación de 6h marca 2:07:59. Así, he ganado un margen de 40 minutos en estos primeros quince kilómetros. Con el dilema de si estar contento o no, de si mirar el reloj o destruirlo, de si mantener el ritmo, desacalerar o acelerar –Julio anda detrás y la liebre tentadoramente delante– recorro la calle Rosselló y bajo para Sagrada Familia. Hoy la calle no está cortada por la visita del Papa, sino por el paso de los 13062 maratonianos, lo que parece que no ha levantado ninguna protesta. Multitud de gente está presente en la zona, y un speaker se queda clavado con “desde…” y le ayudo “La Sagrada Familia”. “Sí, desde la Sagrada Familia”. La verdad es que correr junto a tan altivo templo es espectacular, no parece el mismo cuando lo ves desde la acera parado, que si le echas un vistazo sobre la marcha, de bajada, disputando una maratón. Viene a ser como recorrer los pueblos del Camino de Santiago a pie o en coche. Diríase que alguien ha cambiado los pueblos y son otros.

 

Por la calle Valencia me entran unas ganas de ir al lavabo que al llegar a la Meridiana se acrecentan y la hacen parecer más larga de lo que es. No sufro por correr, ni siquiera por pensar en lo que queda, sino porque quiero ir al water. Llega un momento en el que una hilera de conos separan los corredores que vamos al punto más distante de los que ya regresan de allí: la parada de Metro Fabra i Puig. Fantaseo con encontrarme a la vuelta con Julio y darle ánimos, pero resulta que va bastante cerca de mí, pero claro, eso lo sabré a posteriori. Antes de llegar al extremo paso por el km20. Corriendo solo he marcado mi mejor tiempo estos últimos cinco kilómetros, 30minutos y 27 segundos. Los otros tres intérvalos de 5km han sido 33:02, 32:18 y 32:08. Y aún así Julio anda cerca de mí, lo que indica que debe de haberse repuesto del repecho de Paseo de Gracia. Nada más iniciar el regreso encuentro un lavabo, pero hay cola. El tiempo que pierdo esperando, tres minutos, me va a impedir terminar la media maratón en 2h15min, a un ritmo de 4h30min como la liebre de los globos rojos. Una vez salgo del lavabo siento unas molestias al volver a ponerme a correr, supongo que porque hace más de dos horas que no he parado de correr. Por descontado, la liebre se ha alejado y ya no la veo, menuda lástima.

 

¡Pi, pi, pi, pi! Los chips vuelven a sonar al paso por la pancarta de la media maratón, unos 21,1km. El registro es de 2h17min30seg y la posición la 12404, 109 puestos peor que hace 1,1km por la parada en el lavabo entre el km 20 y el 21. Continúo el regreso mirando a los corredores que vienen de frente por la Meridiana de camino a Fabra i Puig, pero no localizo a Julio, que al igual que yo viste la camiseta de un color naranja chillón que nos han dado con la bolsa del corredor. Le he dicho que me la pondría porque como no corro, si no la uso hoy se me va a quedar en el armario a estrenar. Creo que es una buena forma de distinguir entre los asiduos a las maratones, que ya corren con su camiseta favorita, y los novatos, que supongo que nos ponemos esta por ser la primera y única que tenemos, y claro, no hay donde escoger. Cuando dejo la Meridiana para tomar la calle Felipe II, en la cual pasamos sobre el Puente Calatrava, se acaba la esperanza de ver a Julio. Lo que no sé es que ha cruzado la pancarta de la media maratón muy cerca de mí, a dos minutos y trenta y nueve segundos (2:20:09), por lo que está claro que he buscado inútilmente encontrármelo de frente. Pronto tomo de nuevo la Gran Vía y la maratón parece que se aproxima a zonas más humildes, en dirección a Sant Adrià y Badalona. Un giro de noventa grados en dirección al mar me lleva a la Rambla Prim, en la que se me comienza a atragantar el recorrido. La verdad es que ahora tengo hambre, y más aún cuando una extranjera que lleva escrito en la camiseta “baby on board” habla con un autóctono sobre cuánto falta para el primer avituallamiento con comida. “Ah, ¿pero dan comida?” les pregunto. Se ve que sí.

 

Paso por la pancarta de los 25km tras otros 34min39seg, que en total ya suman 2h42min39seg de correr. Demasiado para mí. Unos metros después me encuentro con el primer avituallamiento de comida, y ahí está la novatada, al acecho del incauto. Dejo de correr para pelarme un plátamo, y cuando intento reiniciar el paso rápido, ¡oh, sorpresa! La maldita tendinitis en la rodilla izquierda ha regresado. En ese preciso momento sé que todo ha cambiado por completo. Son muchos kilómetros de experiencia con esa dolencia en el Camino de Santiago y en la Matagalls-Montserrat, que completé tras cojear por su culpa los últimos 25km. Intento ponerme a correr pero el dolor intensísimo al flexionar me lo impide. Voy caminando, me paro a mover la pierna, vuelvo a intentarlo, pero nada. Decido caminar un rato y volver a probar más tarde. Entonces me molesta menos y logro estar de nuevo al trote, pero ya no es lo mismo que antes. Soy consciente de que estos últimos 17km van a ser mucho más duros que los 25 primeros, y de que ya me puedo ir olvidando de la liebre de las 4h30min. Tengo ilusión en al menos bajar de las cinco horas, marca que hasta el momento iba a cubrir holgadamente, pero a partir de ahora comienza una carrera diferente.

 

Entre el kilómetro 25 y el 30 apenas hay separación física. Se trata de ir desde la inmediaciones del Forum hasta Les Glòries por la Diagonal, y regresar en sentido contrario hasta casi el mismo sitio pero con cinco kilómetros más en el cuerpo. Le he comentado a Julio con el itinerario en la mano que psicológicamente iba a ser durísimo ir para luego regresar al mismo punto, estando yo acostumbrado a caminar hacia el horizonte, hacia nuevos lugares, y siendo muy reacio a dar un solo paso atrás. No me he equivocado. Cuando María me ve llegar solo tiene cara de sorprendida. Le comento que a Julio lo he dejado en el km14 y que le dé ánimos, que ya queda poco. Si yo lo estoy pasando mal, él que va tocado desde hace más tiempo debe de estar sufriendo bastante y la opción de dejarlo estar le puede ser bastante tentadora. Y en efecto, en el km28 se retira. No por falta de tiempo, pues con lo que llevamos ganado podemos llegar a meta caminando, sino porque le duele mucho incluso caminado, de manera que lo volverá a probar el año que viene. En meta me dirá que no se arrepiente de haber venido ni de que le haya dicho de apuntarse, y que seguramente será una experiencia que tendrá continuidad, pero que a la próxima se la preparará más en serio. Por cierto, lo he visto al otro lado de la Diagonal subiendo, siete minutos después de comenzar a bajar yo, por lo que tampoco le he sacado tanto antes de retirarse, sobre unos catorce minutos.

 

Al kilómetro 30, aún en la eterna Diagonal, llego tras emplear 38min34seg en los últimos cinco kilómetros, el parcial más alto de los seis tramos de cinco kilómetros que llevo recorridos. En total son 3h21min05seg, mientras que mi brazalete de las 5h marca que aquí derería pasar en 3:33:17 y en mi modificación de 6h pone 4:15:57. Está claro que por muy cojo que ande, a meta por tiempo puedo llegar, otra cosa es el sufrimiento a pagar y el tiempo empleado. En el avituallamiento hay más comida, y como ya no aspiro a tiempo alguno con mi lesión, me pillo varios trozos de coca, un plátano, frutos secos y un powerade, y con las dos manos llenas y chino chano me voy poniendo hasta el culo sin ninguna prisa. A la esquina, al otro lado del centro comercial Diagonal Mar, pega una solana de escándalo que me va a acompañar durante el famoso muro, del km30 al 34, que en Barcelona tiene lugar junto al paseo marítimo. Dado que son más de las 12 y el sol pega de lo lindo, se me va a poner la cabeza como una olla, porque entretenimiento no tengo ninguno ya que estoy impedido para correr. Quizá algo puedo correr, pero aquí apenas hay gente y prefiero guardármelo para el centro de la ciudad en los últimos kilómetros. La cabeza me dice que ponerme a correr aquí expuesto al sol y quedarme aún más cojo a tantos kilómetros de meta es una locura, así que paso. Un voluntario me anima para que corra y le digo señalando a mi anaranjado atuendo: “lo que hay que hacer por una camiseta”. Él, por su parte, mostrándome su indumentaria de voluntario me espeta con una sonrisa: “y yo por una chaqueta… que llevo aquí desde las cinco”.

 

53min 47seg tardo en llegar desde el km30 al 35, menudo éxito, más que caminando. Yo camino a 6km/h, lo que da 50 minutos para 5km. He ido parando para flexionar y tocarme la rodilla a ver si algo mejoraba, aprovechando la falta de público y la gran cantidad de gente que anda, que en mi “privilegiada” zona somos la mayoría. De hecho, a estas alturas, 4h14min15seg, la mayoría ya habrá llegado a meta. A lo mío, mi conocido experto en maratones lo llama “tener margen de mejora”. Por primera vez estoy fuera de la pulsera de las 5h, que aquí marca 4h08min49seg. Pienso que quizá luego, medio corriendo, algo pueda recuperar, pero no va a ser así. Una sensación de impotencia, tampoco muy marcada, me invade porque querría correr rápido, y seguramente podría, porque cansado no ando, pero es que la maldita rodilla me impide coger un ritmo sostenido. Siempre que hago bastantes kilómetros acaba molestándome; aún no sé cómo no fue así en la relativamente reciente Matagalls-Granollers, de 40km más dos extra a casa de Alba, precisamente la misma distancia que hoy pero con subidas y bajadas.

 

Una vez dejado atrás el paseo marítimo, la Villa Olímpica y el parque de la Ciudadela, el itinerario vuelve a adentrarse en territorio urbano, con sombras de vez en cuando y con bastante gente animando. Como llevamos el nombre en el dorsal, los desconocidos te dicen “venga David”, “ánimo David”, “David es tuyo”, “David ya queda poco”, “David dónde te has metido” –vale, esa me la he inventado yo–. Al ritmo al que voy me es fácil devolver los ánimos con un gesto o excusándome: “es que me duele la rodilla y no puedo hacer más”. De todas formas, tampoco debo quejarme mucho, pues he visto a gente realmente tocada en ambulancias, pero esos más bien debe de ser porque se marcan tal pedazo de metas, que se les debe de salir el corazón por la boca de los ritmos que llevan, e incluso a la altura del Parc de la Ciutadella he visto una foto y unas flores de un joven de 27 años de Escocia que murió en ese punto durante la edición de 2009. Como tampoco me he entrenado mucho ni me he fijado ningún tiempo por debajo de las seis horas, no pasa de ser un mal rato y nada más. Si fuera a por tal marca, la molestia de la rodilla sería más hiriente a nivel psicológico, pero no es el caso.

 

Por la Ronda de Sant Pere llego a Plaza Cataluña. Es el momento de sacar las fuerzas de flaqueza, no por el cansancio pulmonar, sino por soportar la dolencia de la rodilla. Comienza un pedazo de itinerario céntrico que te echa para atrás. Por Puerta del Ángel paso por donde ayer paseaba con Alba después de recoger el dorsal y la bolsa del corredor, incluida la librería Happy Books y la Catedral. Allí vuelvo a visitar un lavabo en el que apenas hay que hacer cola. Entonces tiro para varias calles más y subo hasta la Plaça de Sant Jaume, donde están el Ayuntamiento y el Palau de la Generalitat. Tras bajar por la calle Ferrán, adoquinada, me planto en Las Ramblas, infestadas de gente. Turistas de incontables estados rodean a las estatuas humanas. Saludo a una que es un orangután con varios peluches orangutanes, que ayer nos sonrió a Alba, a su amiga y a mí. “Esos monos guapos”, y se gira y me replica “a correr mucho, guapo”. Ese hombre sí que es simpático, y pone una boca realmente de mono. En cambio, otras estatuas tienen muy mala leche y si no les echas suficiente dinero se tapan la cara para que no las fotografíen.

 

En el monumento de Colón, que sigue señalando a América, tomo la Avenida Paralelo, famosa por su acumulación de teatros y por su pasado bohemio. Un señor me aconseja: “tómatelo con calma y no corras, que hace subida y hace mucha calor”. Las palabras del espectador son realmente sabias, pero si no corro ahora, que quedan poco más de dos kilómetros, ¿cuándo lo haré? La gente va bastante tocada y logro ganar algunas posiciones. Es una posición ficticia, pues depende de nuestro chip, que tiene grabado en qué momento hemos salido. Igual el que corre delante de mí está detrás en la clasificación. Lo contrario es difícil, pues he salido de los últimos, tras trece minutos de carrera. De todas formas, es por deleite personal, pues no pretendo lograr posición alguna, simplemente llegar en las seis horas estipuladas. Así, el paso por la pancarta de los 40km, a las 4h59min18seg, es todo un logro, pues indica que estoy a un tiro de piedra de lograr un objetivo vital, el haber corrido una maratón, y encima la más importante de España y de las mejores de Europa y casi del mundo; ahí ya la encontramos en decimocuarta posición, ¡pero el mundo es muy grande!.

 

Los dos últimos kilómetros y ciento noventa y cinco metros los dedico a pensar en si habrán venido Alba y mis padres, que creo que no, y en mirar hacia atrás para ver si veo a Julio, algo que he hecho en innumerables ocasiones. Uno de los motivos que me han hecho andar bastante, además de la rodilla, ha sido la esperanza de que me atrape, cosa que supongo que habría hecho si no se hubiera retirado, aunque yendo también tocado igual hubiésemos avanzado al mismo tiempo pero separados. No lo veo aparecer. Delante, al final de la calle Sepúlveda, que hace cuesta arriba, veo ya plaza España, ya no queda nada. “Ya veo el final”, le voy diciendo sonriente a la gente que me dice “David ya queda poco” “David esto”, “David lo otro”. Nunca había escuchado pronunciar tanto mi nombre. Voy supersobrado de fuerzas, ¡como que me he pasado un buen rato andando por la rodilla! Llego al último tramo vallado, cual etapa del Tour o de la Vuelta, corriendo a buen ritmo. La rodilla ya puede reventar si quiere, que la meta está ahí y eso me llena de felicidad. Tomo la última curva, en Plaza España, que me mete en Avenida Maria Cristina. Parece que en vez de correr esté volando. Sí, la felicidad está en los pequeños detalles, aunque midan 42195 metros. En el público alguien grita demasiado alto “Daviddd”. Son mis padres, y Alba que me está filmando. Paso el km 42, quedan menos de 200 metros. Una hilera de voluntarios cerca de la pancarta esperan ansiosos a darme las felicitaciones. Choco mi mano derecha con uno de ellos, pero no paro, quiero eschuchar el “pi, pi” de mi chip pasando bajo el arco de meta. Piiiiiiiiiiii, Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. 5h14min48seg, posición 12181, que más da, soy feliz. La medalla que me cuelgan del cuello no tiene precio.

 

                                   Km                       t (5km)                t               posición

 

                                  Km5                    00:33:02          00:33:02         12748

 

                                  Km10                  00:32:18          01:05:20         12675

 

                                  Km15                  00:32:08          01:37:27         12529

 

                                  Km20                  00:30:27          02:07:54         12295

 

                                  ½ maratón                 -                02:17:30         12404

 

                                  km25                   00:34:39          02:42:32         12249

 

                                  km30                   00:38:33          03:21:05         12187

 

                                  km35                   00:53:47          04:14:51         12298

 

                                  km40                   00:44:27          04:59:18         12231

 

                                  Final                          -                 05:14:48         12181

 

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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