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Wednesday 31 de August de 2011, 21:38:13
24-08-11 : Vías ferratas de Andorra III: Directíssima al Roc del Quer y Canal de la Mora (Canillo)
Tipo de Entrada: RELATO | 2076 visitas

Realización de la vía ferrata Dictectíssima al Roc del Quer y de regreso, aprovechando la recomendación de las guías, la combino con la vía ferrata Canal de la Mora en sentido descendente. Eso sí, para hacer la de Racons y empalmarla con Canal del Grau habrá que esperar a que la habran, pues de momento está cerrada por obras.

 

 

¿Puede en pueblo de poco más de dos mil habitantes albergar cuatro vías ferratas, tres de ellas catalogadas como difíciles? La respuesta es sí, Canillo. A tal paraíso para el practicante de las vías ferratas se llega desde Andorra la Vella por la carretera general dos (CG2). Si bien una opción es dejar estacionado el coche en el pueblo, lo suyo es tomar en la primera rotonda la carretera que nace a mano izquierda, llamada CS-240, que se dirige según las indicaciones al Coll d´Ordino. En unos quinientos metros aparece una curva a la derecha de 180 grados y es en la siguiente recta cuando aparece a mano derecha el aparcamiento, con capacidad para cuatro vehículos. También hay quien deja el coche en plena carretera, cuando está ocupado, pero no lo recomiendo porque los que vienen de bajada justo aparecen de una curva y desde el pueblo no hay más de diez minutos de subida a pie, algo que a ningún montañero debería de amedrentarle. Como he madrugado, cuando llego al lugar aún no hay nadie, pero me entretengo de camino a la vía ferrata de Racons y de mientras cuatro personas inician la vía ferrata que luego comenzaré.

 

Como es la primera vez que estoy en la zona, llevo en la mochila tanto el mapa de Editorial Alpina como una guía de vías ferratas, titulada Vies ferrades a prop nostre. También tengo la de Desnivel Ediciones, Vías ferratas y caminos equipados, pero esta es más voluminosa y pesa mucho más así que resta en la guantera del coche. Mirando el croquis de las cuatro vías ferratas del pueblo me dirijo a la curva de 180 grados con intención de acercarme al pie de la ferrata de Racons y cerciorarme de que, como he leído por internet, está cerrada. Y así es. Por lo visto esta zona de esta mole calcárea llamada Roc del Quer fue afectada por un rayo y ahora están realizando obras para evitar futuros desprendimientos. Por la parte alta observo muchas cuerdas largas colgando alrededor de un promontorio, así que lo dejo estar y, por tanto, mi plan de acometer esta vía ferrata y empalmarla con su continuación natural, la ferrata de Canal del Grau, queda suspendido, aunque prefiero pensar que no es más que un aplazamiento. Es una lástima, sí, porque según he leído ambas son difíciles y prometían mucho, pero la vía ferrata Directíssima al Roc del Quer, como su nombre indica, tampoco se queda corta. Según leo en ambas guías y en internet, puede combinarse con el descenso de la vía ferrata Canal de la Mora, lo cual me sorprende porque es la primera vez que leo acerca de recorrer una vía ferrata en sentido inverso y el sólo hecho de imaginarme un cruce con alguien que ascienda me crea ciertas dudas, aunque es la opción que acabaré tomando luego.

 

Tras la pérdida de tiempo que me ha comportado asegurarme de que no puedo hacer Racons más Canal del Grau, me dirijo de nuevo al inicio de la vía ferrata llamada Directíssima al Roc del Quer. Su evocador nombre identifica muy bien a un itinerario sumamente vertical y directo, que se abre paso a través de las paredes más impresionantes hasta llegar a lo alto de la mole, donde se sitúa el mirador de Roc del Quer con vistas sobre Canillo y las montañas de los alrededores. Son las nueve de la mañana y un hombre, creo que andorrano, me demora sobremanera porque junto a él está su hijo, cuya existencia no alcanza la década. Se trata de la primera pared, que está equipada con grapas y que viene a ser el talud de la carretera. Aunque no lo he comentado, tanto esta como la de Canal de la Mora nacen a pie de carretera, a unos doscientos y cincuenta metros del aparcamiento respectivamente yendo hacia Canillo, es decir, por donde se ha venido hasta aquí. Como no quiero presionar a nadie, me mantengo a una distancia prudencial; por otro lado, siempre hay que guardar dos seguros de distancia con el que va delante, pues una hipotética caída te puede conllevar recorrer hasta dos seguros, aunque tal condición no suele verse cumplir, especialmente en lugares realmente masificados como las Baumes Corcades de Centelles. “Lo estás haciendo muy bien para la edad que tienes”, escucho. “Papa, que ya tengo ocho años”.

 

Tras comentarle al buen hombre que sí que introduce a su hijo pronto en el mundo de las ferratas, me comenta que sí, que aquellas dos vías ferratas están cerradas –creo que la de Canal de Grau no lo está, pero callo–. Dice que de todas formas, aunque la Directíssima no es la más difícil, sí es la más entretenida. Su comentario me anima a levantar el vuelo, más aún teniendo en cuenta que me han dejado pasar. Así, comienzo a ganar velocidad en un terreno de tierra y vegetación que se dirige hacia la siguiente pared. De lejos veo a una pareja, que son los otros dos con los que voy a coincidir en esta vía ferrata. Un tramo vertical ayuda a entrar en calor antes de realizar un flanqueo hacia la izquierda que va seguido de una nueva pared con grapas en la que definitivamente doy caza a uno de ellos. Se trata de una zamorana a la que le dejo un espacio prudencial en un sendero que sube recto y cuya dificultad reside en que está muy erosionado y resbala. Como su inclinación no es grande, es un candidato ideal para caer rodando hecho una bola, cual puercoespín azul patrocinado por SEGA. Al final del sendero me dejan pasar delante de ellos y entablamos conversación. El hombre, también de Zamora, me cuenta que va a Alpesport desde hace treinta años, más o menos cuando abrieron la tienda. Yo por entonces nacía, pero un cuarto de siglo después compré allí mi piolet, mis crampones, mi casco, mi arnés, mi disipador, mis raquetas de nieve… aunque la mayoría de todo ello acumula polvo en casa desde hace tiempo. Le recomiendo que vayan a la cercana Regina de Oliana, que es más larga y completa que cualquiera de Andorra, y me dice que ya lo tenían previsto. Finalmente, cuando comienzo a subir el siguiente tramo de grapas, me espeta: “vigila, que ahí arriba está el control de velocidad”.

 

Lo que sí está ahí arriba es el tramo más técnico, aéreo e impresionante de toda la vía ferrata, lo que ya es decir llamándose la Directíssima. Mi miedo a las alturas aflora renovado, rejuvenecido por la impresión que me crea el ver el vacío bajo la grapa que sustenta mi bota, y por ende, mi pie. Sólo falta que la roca te eche un poco hacia atrás, o que te obligue a hacer un cambio de mosquetón en posición inverosímil, para acabar de incitar a que la adrenalina corra por las venas. Si bien no me parece un desplome al uso, tiene la peculiaridad de que es una esquina, y lo peor es que está colgada en el vacío. Una vez superada hay un flanqueo por grapas muy aéreo, de esos que me aferran a las grapas y que en principio invitan a no mirar abajo. Digo en principio, porque como debo de ser masoca, no paro de mirar en un intento de decirme a  mí mismo que no pasa nada, que todo es seguro y no hay que tener miedo. Pero en verdad pienso que la montaña se va a caer y que me va aplastar ahí abajo. “Al menos si me muero se venderán más ejemplares de mi novela”, fantaseo. A todo esto, el zamorano no para de tomarme fotos por la espectacularidad del tramo, que supongo que le ayudarán para decir que él estuvo aquí, donde ahora estoy yo pero que pronto será su grapa, y luego el de un niño de ocho años y la de su padre, y mañana vete a saber de quién. Y puestos a formularse preguntas, ¿quién demonios habrá puesto una presa artificial con forma de calavera en este tramo?

 

Sí, en esta vía ferrata hay presas de escalada. Incluso en la primera parte hay una pequeña rampa con unas cuantas, y más arriba encontraré una con forma de sol. Particularmente, me recuerdan a un tramo de la vía ferrata de Les Dames, la gran olvidada de Montserrat a causa de La Teresina, la madre de las ferratas ibéricas. Pero volviendo a esta vía ferrata: aún debo superar un tramo de pared expuesto, cosa que no tiene una dificultad especial, y posteriormente ir avanzando en diagonal y por terreno sencillo hacia su final. Sí, porque todo tiene un final, y cuando es algo que te gusta parece llegar temprano. “¿Cómo? ¿Qué ya he hecho la Directíssima al Roc del Quer? Si parece que ha sido un momento, déjame mirar el reloj. Ostras, una hora y veinte, quién lo diría; ha pasado volando”. Y sí, lo que era una vía ferrata aún por hacer, envuelta por un halo de intuiciones y suposiciones, ya nunca será lo mismo, pasará a ser una repetición. Volverán a ser los mismos quinientos metros de recorrido, los mismos trescientos ciencuenta de desnivel, la misma hora y media aproximada, nada nuevo. Qué disimulado ha quedado poner aquí los datos que se me han olvidado citar antes…

 

Es momento, pues, de ir a por otra, y con tales intenciones me meto en el bosque una vez observadas las vistas desde el mirador, en especial el pueblo de Canillo. No veo ningún sendero claro que me pueda llevar al final de la Canal de la Mora, y tras varios palos de ciego acabo en el sendero normal de regreso. Extremando la curiosidad por el entorno más cercano, movido por la intención antes citada, me acerco a lo que parece ser el final de una canal, y sí, el cartel indicador lo confirma: “Final de la vía ferrata Canal de la Mora”. El cable de vida desciende por terreno de tierra y por grapas hasta introducirse en la canal, lo que es toda una tentación; el choque con la idea de realizar una vía ferrata en sentido descendente me modera, me frena de una manera psicológica, pero tal flaqueza la combato en el mismo ámbito: si las dos guías indican que la combinación es posible, por algo ha de ser, ¿no? Supongo que habrá tramos de sendero en los que ceder el paso a los posibles ferrateros que asciendan. Total, que me vuelvo a equipar y a las once menos cuarto inicio la segunda vía ferrata del día, esta vez en sentido inverso. ¿Qué me esperará ahí abajo?

 

Como decía, el inicio de la bajada es bastante vertical, y comienza primero con un tramo de arena y luego ya con grapas. Progresar en este sentido tiene una peculiaridad respecto a la seguridad: el cambio de mosquetones, en vez de realizarlo lo antes posible, hay que demorarlo cuanto se pueda. Si se sufre una caída y aún no se ha realizado el cambio, los metros que se bajarán serán menos, todo lo contrario que sucede en sentido ascendente, cuando intentas por todos los medios asegurarte al nuevo tramo de cable de vida cuanto antes y volver a gozar con ello de una seguridad óptima. Así, sorprende que al superar un pequeño extraplomo, que de bajada es más difícil al quedar las grapas ocultas a la vista, haya que acometerlo sin haber realizado el cambio de mosquetones, cuando normalmente ante un extraplomo lo primero que queremos es pasarlos al siguiente seguro y así no proceder a la maniobra en una postura incómoda o con todo el peso de tu cuerpo soportado en un único brazo.

 

Una vez superado el exiguo desplome es el momento de cambiar de pared, algo que me lleva a acordarme de la Regina, aunque para nada este paso alcanza la categoría del famoso cambio de pared que allí aguarda al ferratero. La última grapa me deja a un metro y medio del suelo, así que toca espavilarse para tocar el eje de la canal y luego proseguir por él. Viene a ser más una canal equipada que una vía ferrata, en especial porque hay tramos carentes de cable de vida. Lo que se agradece es la sombra, pues estas cuatro ferratas de Canillo tiene orientación sureste y, por tanto, a todas les pega la solana, y eso en verano no es nada agradable –aunque en invierno debe de ser un placer–. Bajando por la canal hay que superar algunas rocas de uno o dos metros, lo que cuesta más de bajada que de subida. Con las precauciones debidas voy avanzando y aparezco en un tramo que me recuerda a la canal Joc de l´Oca de Montserrat. Son unas grapas con un acceso no muy sencillo a causa de que aquí hay agua y el suelo resbala. Una vez superado aparezco en una zona ya abierta y al sol en la que veo que el cable de vida se bifurca. Echo mano de la guía y no menciona nada al respecto, por lo que una ha de ser la variante tradicional, y la otra la nueva. A todo esto sigo sin cruzarme con nadie.

 

Por un lado, escruto ambas opciones y rápidamente me percato de que la de la derecha es una simple bajada de grapas hasta el eje de la canal, y luego tendría que seguir por ella sobre un riachuelo que baja por su interior. La de la izquierda, en cambio, debe de ser la variante más reciente y se dirige a terreno abierto y soleado. Esta es la que uno se encontraría a mano derecha de subida, y el zamorano me ha remarcado que si hacía esta ferrata, que tomara por la derecha, que recordaba un paso más difícil que toda la vía junta, algo que también me ha dicho respecto al Tossal Gran d´Aixovall, el cual ni me imagino que lo haré hoy tras haber acometido Clots de l´Aspra dentro de un rato. Todo ello me empuja hacia la variante nueva, catalogada en su base como poco difícil. Se trata de realizar un flanqueo por terreno rocoso asegurado al cable de vida pero a menudo sin grapas, lo que ameniza el avance y el cuidado que uno ha de llevar se acrecenta. Este flanqueo va seguido de una bajada de unos veinte o treinta metros que me recuerda al tramo más aéreo de Les Dames. Hecho a faltar algunos escalones y tengo que buscarme la vida a menudo en la roca, algo que cuesta en sentido descendente, aunque la gota que colma el vaso llega al final: cuando quedan unos dos metros y medio para alcanzar el suelo, de repente se acaban tanto el cable de vida como las grapas. Ahora entiendo a lo que se refería el zamorano.

 

Por un momento me imagino deshaciendo toda la variante hasta empalmar con la ruta normal, pero me digo a mí mismo que no, que esto hay que bajarlo como sea. Lo que más me choca es que me tengo que soltar del cable de vida, pues termina aquí y no baja hasta el suelo. Hago un amago de pisar el poste de madera que hay para indicar esta variante y su dificultad, y como creía no es para nada estable, así que lo descarto. La clave está en encontrar algunas buenas presas en la pared, que sean grandes y fiables, tanto para las manos como para los pies. Con varias de cada ya me puedo plantar cerca del suelo y dar un último salto final, así que analizo los detalles de la pared agarrándome de la grapa inferior y separando la cabeza de la pared. ¡Con lo chupado que sería de subida! Una vez localizadas a las candidatas me libero del cable de vida, me agacho sobre la última grapa, bajo los pies para abajo y me agarro de ella. El siguiente paso es abandonarla y agarrarme de la pared, y una vez afianzadas las manos perder altura con el pie hasta la siguiente presa. Así, poco a poco y con calma, supero el corto pero desnudo tramo de roca. ¡Tierra firme!

 

Qué placer se siente al caminar por el sendero. De hecho, no sé que se me ha perdido en las ferratas si lo que a mí me gusta es subir hasta las cumbres de las montañas. Será el sol, que no invita a los espacios abiertos. En todo caso, aquí está un chico, el único con el que me voy a cruzar. Una vez saludado le expongo las dos opciones que delante suyo se le van a abrir, recomendándole la de la derecha que es por la que acabo de bajar yo. La otra, más que nada, es que está convertida en riachuelo y es candidata ideal para abrirse la cabeza, y además con tramos sin cable de vida. Ya a la solana y cada vez más lejos de la canal, me acerco poco a poco a la carretera por esta vía ferrata que dicho sea, no lo parece, tan sólo guarda similitud con ellas en puntos concretos. Al venir de arriba me percato de la mala salida que tiene un tramo vertical equipado con grapas. Justo al salir de él, que es donde te puedes tropezar y caer muchos metros, se acaba el cable de vida. Es el típico lugar en el que Avi Jordi dice que no hay que desatarse hasta salir completamente de la pared, pero aquí no hay opción a seguir asegurado. Superado esto, no queda más que un flanqueo junto a las redes que hay sobre el talud de la carretera para detener posibles desprendimientos, y la bajada del propio talud, que tiene lugar por una escalera metálica que es realmente fotogénica. Al lado suyo hay una escultura de piedra en la que aparece un señor mirando hacia la mole del Roc del Quer, pero desconozco qué representa. A mí me parece un obrero con gorro.

 

Apenas dos horas y media he empleado desde que he partido del coche pues son las once y veinte. En el aparcamiento coincido con la pareja de zamoranos, que están en su autocaravana. El hombre me pide mi correo electrónico para enviarme las fotografías que me ha tomado, y le doy algunas referencias que se anota, como la de Baumes Corcades y la de Agulles Rodones. Me cuentan que llevan años viajando con ella y que tienen un manual de leyes para cuando algún funcionario municipal les llama la atención o los intenta multar por pernoctar en alguna ciudad. Se ve que en España hay alguna ley que lo impide aunque algunos municipios apliquen su normativa, porque según me cuentan no es competencia suya  o la otra normativa está por encima. Tras despedirme de ellos bajo paseando al pueblo para dar una vuelta y me compro en un supermercado en el que están liquidando el producto por cierre alguna cosa para comer. Sentado en un escalón mismo me lo como mientras en mi mente cobra fuerza la idea de desviarme con el coche hasta la cercana vía ferrata que hay en Cortals d´Encamp, unos siete kilómetros por encima de la población de Encamp, llamada Clots de l´Aspra, pero como no quiero alargar más este relato, esa ya queda para el siguiente. No sé si Andorra es el país de los Pirineos, pero lo seguro es que sí es el país de las vías ferratas. ¡Menuda densidad de vías!

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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