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Estas en » ExCuRSiONiSmO RoMáNTiCo FoReVeR » Archivo de Relatos » October 2011 » 15-10-11 : La Magia Del Pedraforca
Sunday 23 de October de 2011, 10:47:53
15-10-11 : La magia del Pedraforca
Tipo de Entrada: RELATO | 3707 visitas

Pocas montañas de una altitud inferior a los 2500m se muestran tan espléndidas, hipnóticas, abruptas y provocativas. Víctimas de su atracción, ascendemos hasta el Pollegó Superior (2498m) y su vecino Calderer (2493m) Julio, Manuel, Jordi y yo. Los dos primeros no han estado nunca en este macizo, y como Jordi hizo las funciones de guía hace tres sábados en el Puigsacalm, hoy me toca a mí dirigirlos por el buen camino, lo que no es poco para la fama que algunos me atribuyen de inquieto montañero más dado a la exploración de nuevos terrenos que a seguir la senda establecida. Pero le digo a Jordi que no, que voy a ser bueno, cosa que cumpliré en gran parte de la salida.

 

 

Prendado por el recuerdo de la magia del Pedraforca, montaña por la que sentí un amor a primera vista, me aproximo por tercera vez a sus altivas paredes, en esta ocasión en compañía de Manuel, con el que he quedado a las seis de la mañana en la rontonda de Potosí, en Barcelona. Tras varias horas de viaje, pasando por entre otras, por Sabadell, Terrassa, Manresa y Berga, nos plantamos cinco minutos antes de la hora establecida, las ocho, en el aparcamiento del Mirador de Gresolet, a escasos quince minutos a pie del refugio de montaña Lluis Estasen (1668m). Tal equipamiento al servicio del montañero lleva por nombre el de un señor que, según la wikipedia catalana, fue el que “introdujo la técnica del piolet y los crampones en España”. La filosofía de este gran escalador, según la citada fuente, incluía un acercamiento a la montaña con la finalidad de contemplar una gran obra maestra: la naturaleza. En ese sentido, no me extraña que pasara tanto tiempo colgado de las paredes de este macizo.

 

Como era de esperar, Jordi y Julio ya están en el lugar. El primero ha pernoctado en el mismo aparcamiento en la furgoneta junto a Cris, la cual aún duerme pues, por lo visto, no le gusta el Pedraforca y no tiene intención de acompañarnos. El segundo ha  pasado la noche en la zona con María (Intineta), que nos va a acompañar durante los primeros compases de la excursión y no más a causa de sus molestias en la rodilla. También se encuentran presentes varios cocker spaniel: el de María, Duna, y otro que tiene aspecto de Mozart por su blanca cabellera y del que la perra que nos acompañará ha quedado prendada; sí, como yo del Pedraforca. Con ella, con su dueña, y con mis tres compañeros de ascensión, parto a las 8:27. En las primeras escaleras, las que salen del asfalto, ya me invitan a encabezar la marcha, cosa que delego a Manuel, en principio nuestro eslabón más débil, aunque sería más correcto hablar del menos fuerte. Con menudos se ha juntado para ascender al Pollegó Superior y al Calderer…

 

En los primeros compases de la marcha, intercambiamos impresiones sobre variopintos temas, algunos de índole inconformista ante el sistema establecido. Jordi siente curiosidad por saber si es verdad que porto una Cola Lidl, pero de momento tendrá que esperar para salir de dudas. Incito a la perra a seguirme en primera posición y a aligerar el ritmo. Manuel, María, Julio y Jordi van charlando y casi nos vamos por otra dirección al estar despistados, concretamente planeando una ascensión al Gran Paradiso para la próxima temporada. El último de ellos me dice que la condición es dormir en el refugio intermedio, nada de una acometida en una sola jornada; también quiere asegurarse en un lugar como Ulldeter de la conveniencia de sus futuros compañeros de cordada. Otros futuros proyectos que nacen de nuestra andadura de hoy son una ascensión con raquetas de nieve a la Tossa Plana de Lles, y otra sin nieve por el Cadí, sierra en la que ni Manuel, ni Julio ni yo hemos estado nunca, por lo que los guían serán Jordi y Cris, y la fecha, dentro de dos domingos.

 

A la altura del gran refugio, María y Manuel se van a la fuente a por agua. Yo, de mientras, observo un cartel con diferentes direcciones, entre ellas las que llevan al Pollegó Superior por la tartera o por el Coll de Verdet. Esta última, en ligero descenso, es la que tomamos nosotros para dentro de seis horas regresar por la otra. Se trata de realizar un flanqueo por la parte baja de la montaña, casi el único tramo sin una considerable pendiente de toda la ruta hasta la cumbre. Una espesa niebla nos amaga las grandes y blancas paredes del Pedraforca, pero en ocasiones surgen del algodón celestial que las embadurna y aprovecho para indicarle a Manuel que hemos de subir aún más alto que ellas; ¡como que vamos al punto culminante del macizo!

 

Cuando estamos a punto de iniciar las constantes cuestas arriba, demostrando su gran conocimiento del terreno, María se despide e inicia el retorno. Como es la que en más ocasiones ha ascendido a esta montaña, tampoco creo que le suponga un gran trauma no poder coronarla una vez más. Jordi y yo, en cambio, la hemos ascendido sólo en un par de ocasiones –él quizá tres o cuatro–, pero cada acometida es distinta y la excursión, como no, resulta irrepetible. Recuerdo con mucho cariño mi primera vez, aún como montañero inexperto, incauto, inquieto y con muchas “i” más, aunque más mérito tuvo la segunda, en la que logré que Alba saliera indemne de tal itinerario, aunque el descenso de la “tartera” (pedregal) se le hizo inhumano y más largo que un día sin Cola Lidl. Hoy, nada tiene que ver con ninguna de ambas salidas, y como recalca Jordi, la gracia está en repetirla con gente que nunca la ha hecho. Ahí está la clave de que Avi Jordi haya realizado ya unas treinta veces la vía ferrata Baumes Corcades de Centelles. Y las que le faltan…

 

Llegado a un torrente en un lugar abierto, con un abrevadero de madera y un tubo negro del que brota agua, sigo a los dos chicos que van delante mientras camino abstraído en la conversación que mantengo con Manuel. Resulta que nos estamos yendo para otro lugar, desde el que sin duda también lograríamos acceder al Coll de Verdet pero supongo que por la retaguardia. Jordi, que va bastante más atrás con Julio, nos pega un grito para advertirnos de nuestro error, y al ver que tardo en regresar –estoy escrutando la zona, pues el Coll de Verdet es visible arriba, intuyendo si se puede acceder de manera fácil por otro lugar diferente– me pregunta que qué quiero hacer. “Nada”, le respondo, y regreso como buen niño –si es que ser dócil es bueno– hasta la senda establecida junto a Manuel y Julio, que ha venido a ver qué hacemos aquí. En ella hay una procesión de gente, aunque por atrás debe de haber mayor masificación, pues Manuel y yo hemos partido de Barcelona bien temprano. Como ha sucedido hasta ahora, rebasamos a gentes que no han medido bien sus fuerzas y deben parar a tomar aire asfixiados. No hay duda que la forma más rápida de superar una cuesta, y la más relajada, es siguiendo el propio ritmo, no el del prójimo o el que se cree que uno tiene. Para conocerlo, no hay nada mejor que la práctica; siempre será menos sufrido que el método del ensayo y error.

 

La rampa final de acceso al Coll de Verdet, tras tanta subida, se hace literalmente cuesta arriba. Suerte que este es el cuarto sábado consecutivo que salgo a la montaña –Puigsacalm, Montserrat y Canigó– y mi biorritmo ya tiene un pico de actividad el día previo al descanso dominical que me provee de las fuerzas necesarias para vencer a la gravedad paso tras paso, metro a metro. En el herbáceo collado un frío viento arremete contra el montañero que osa encaminarse hacia la Canal del Verdet, donde hace tres semanas falleció una profesora de física y química de Mataró. Se trata de un lugar con un negro currículum al respecto, y si análogamente a los puntos negros de la carretera, se hiciera algo similar en el mundo montañero, sin duda esta transitada canal aparecería en el “top ten”. A ella nos dirigimos con la debida cautela y ohhh, sorpresa. No es un catálogo de “Miró”, sino una cola para acceder a ella la que llama nuestra atención y nos hace sentir parte del rebaño. ¡Bendita la soledad del Pollegó Inferior!

 

Un señor nos informa de que hay bastantes niños que van al frente del numeroso grupo, lo que invita a buscarse la vida trazando un itinerario paralelo que no pueda afectarles por exposición a caída de piedras. El primero en hacer el cabra es Julio, que es muy dado para ello, seguido de Duna, la cocker spaniel que tanto llama la atención en estos lares. Yo me mantengo a la espera y, cuando llegan Jordi y Manuel, les informo de que Julio ha tirado recto por ahí. Le pregunto a Jordi y, vistas las retenciones, me dice que adelante, así que tomamos la directa uno a uno. Una vez reunido con Julio, le comento que hay que adelantar a los niños antes de llegar a la chimenea final, si no queremos perder por lo menos media hora. En poco tiempo los dejamos a todos atrás y salimos de la Canal del Verdet, ya en las inmediaciones del pico norte (Cim Nord, 2475m). Abajo vemos como Manuel y Jordi adelantan al numeroso grupo justo antes del paso más difícil, equipado con un cable de acero, que sin duda van a tardar un montón en superar. Jordi les pregunta si necesitan ayuda y recibe un “no, gracias” como respuesta. Yo también me he llevado lo segundo antes al comentarle al guía lo que les espera por delante y preguntarle si todo va bien.

 

Encaramados al Cim Nord, Jordi duda de que lo sea porque su GPS lo sitúa en otro punto que, sin necesidad de tecnología norteamericana alguna, es claramente más bajo. Acaba diciendo que vale, que tengo razón, que estamos en lo alto del pico. Entonces hace algo en su aparato para que marque que ha pasado por él. Por lo visto, el artilugio guarda el track y luego te da el desnivel, la distancia, el tiempo, etc, siempre y cuando no se quede sin cobertura, cosa que sí le va a suceder dentro de un rato. A partir de ahora, diríase que por altitud ya lo tenemos a tiro, pero nada más lejos de la realidad: esto se parece a la Cresta de Castellets de acceso a Les Agudes. Es preciso descender –con algún destrepe– y ascender –sí, has supuesto bien, con alguna trepada– varias moles rocosas hasta llegar realmente a lo alto del auténtico Pollegó Superior, lo que a lo tonto puede suponer media hora más de excursión. A eso venimos, ¿no?

 

La altura ganada nos permite aparecer sobre el mar de nubes y contemplar algunas montañas que también emergen del mismo como islas en el mar, cual archipiélago soñado por todo montañero. Me refiero a algunas cumbres de la vecina sierra del Cadí cuyos nombres desconozco –no así el túnel que lo atraviesa, cuyo peaje cuesta 11,63 euros– y a la zona del Puigmal, incluyendo el Noufonts, desde donde Félix (Narhinan) “nos está viendo” –por la misma regla de tres, nosotros lo vemos a él–. Un tropiezo tonto no pasa de ser tonto; Duna sigue valiéndose por sí misma; Julio sigue disfrutando de hacer el cabra –ya le dije que le iba a gustar el Pedraforca–; Manuel y Jordi van más atrasados; al fin, la cumbre. El punto culminante, estrecho, se halla disponible, así que aprovecho para sacar la foto de Xavier (Amunt) y Julio me fotografía junto a ella, lo que me hace seguir la estela de Salvador y Avi Jordi, entre otros, que lo homenajean llevándoselo consigo a las cumbres en formato foto a la espera de que pueda hacerlo por sí mismo en un futuro no muy lejano.

 

Pronto llegan Manuel y Jordi y los cuatro nos tomamos una fotografía de cima. Como se trata de un lugar concurrido y con mucho jaleo auditivo, comenzamos el descenso hacia un lugar más tranquilo en el que desayunar. Es el momento de servir la Cola Lidl de dos litros en vasos de plástico, y las patatas y las olivas en varios platitos. ¡Hoy he venido preparado! Manuel me comenta que no le gusta la Coca Cola, sino la Fanta, pero como no lo sabía, pues deberá conformarse con su monóxido de dihidrógeno, con el que hay que andarse con ojo según su entrada en la wikipedia española. Lo que no rechaza, son las patatas onduladas. Me sabe mal haberme olvidado los palillos, que tenía pensado traer para poner algunas olivas en remojo en nuestras Cola Lidl. Parece que esta marca blanca, considerada en algunos foros de internet la más fiel a la auténtica Coca Cola –a mí también me lo parece–, les ha gustado, y no hago más que rellenarles el vaso una y otra vez e incitarles a comer olivas para que se acaben. ¡Hay que ver qué bien sientan estas cosas a partir de cierta altitud!

 

Una vez acabado el refrigerio, nos dirigimos al cercano Calderer, por el que Jordi ha venido hoy a la excursión. A esta cima poca gente va, pues lo normal es ascender hasta el Pollegó Superior e iniciar el regreso, y de los cuatro soy el único que lo ha coronado. Es un pico que aparece en la guía de vías ferratas y caminos equipados que ha publicado recientemente Editorial Alpina. Resulta que viniendo desde el Pollegó o la “enforcadura” es preciso superar varios tramos equipados con cadenas, la última de las cuales hay que subir a base de fuerza de brazos. Manuel no lo ve claro porque le dan miedo las alturas y nunca ha recorrido ningún tramo de canal equipada. Le aseguro que el ascenso no está expuesto a grandes patios y le invito a probar, pues siempre se está a tiempo de no continuar. Así, nada más llegar a la primera pared con cadenas, lo situamos entre yo y Jordi, mientras Julio ata a la perra, pues es imposible que pueda subir por aquí. Le voy indicando dónde debe sujetarse y dónde ir colocando los pies, y así, poco a poco, nos ventilamos fácilmente el primer tramo de cadenas. A todo esto Julio ha regresado y lo hemos dejado pasar para que tire para arriba solo, pues ha de regresar cuanto antes junto a la perra, que lo aguarda con inquietud perruna.

 

El segundo tramo de cadenas, como mi recuerdo indica, es más complejo, y sin ellas dudo que pudiera superarse a causa de una lisa roca en la que hay que subir a pulso ayudado de ellas. Manuel no lo ve claro y se pone nervioso ante la llegada de dos montañeros, así que los dejamos pasar. Jordi le dice que nunca ha de preocuparse porque venga gente detrás, que él ha de ir a lo suyo. Le doy unas inidcaciones y le digo que tras ambas cadenas solo queda un pequeño paseo hasta la cumbre. Finalmente acaba pasándolas, eso sí, habiendo dejado la mochila abajo. Resulta que se trata de un paso estrecho y puede resultar tan molesta que impida el paso. Julio pretende regresar sin alcanzar la cumbre para reunirse con la perra, pero lo animo a seguir, advirtiéndole de que no le quedan ni dos minutos andando. Así, la corona y abandona el lugar antes de que nosotros lleguemos, lo que comporta que en la foto de cima solo aparezcamos los tres. Dos personas más hay en la cumbre, lo que contrasta con la masificada cima vecina, en la que parece que los pequeños humanos no quepan y algunos vayan a precipitarse al vacío.

 

El regreso es un poco más laborioso que el ascenso. Manuel ya ha aprendido a manejarse en una roca lisa con una cadena como ayuda, pero Jordi acaba enganchándose con la mochila a la pared. De todas formas, acabamos saliendo del Calderer satisfactoriamente y con la cumbre en nuestro palmarés –yo por segunda vez–. Una vez reunidos con Julio, tomo un descenso directo hacia la “enforcadura” por un terreno de pendiente media –vale, baja a saco– en el que haciendo pequeños zigzags perdemos altura rápidamente. Antes de practicar el descenso de “esquí de tartera”, les informo de que me acerco un momento a la brecha oeste para ver si es accesible sin necesidad de escalar. Es un dato que me será útil de cara a planear una futura ascensión al Pollegó Inferior, unas doscientas o trescientas veces menos visitado que su hermano mayor y que aún no he tenido el honor de subir. Por ganas no será, pero como hoy no he venido solo, me conformo con ir a hacer una pequeña exploración de sus accesos.

 

Y sí, tras una pequeña trepada, me planto en diez minutos en la brecha que hay entre el Pollegó Inferior (2436m) y el Fals Pollegó o Cim Occidental (2407m). Intento atisbar una vía de ascenso, en especial la canal herbosa que te lleva hacia su cumbre, pero únicamente dispongo del tiempo que he empleado para llegar hasta aquí, pues no quiero dejar solos a mis compañeros y me apetece ver cómo les va a Julio y a Manuel el descenso de la famosa “tartera” (pedregal). No tardo mucho en alcanzarlos, pues en ella cuanto más imprudente se es más rápido se baja. Cada paso es un desafío al equilibrio y un baile con un compañero llamado resbalón. No hay más que levantar la vista –bueno, más bien bajarla– para ver lisiados por aquí y por allá. Una chica incluso es atendida botiquín en mano. Otro niño se lamenta de los dedos; una niña, en cambio, parece un poco harta de todo y paga su frustración con su amigo. Pronto paso a ser parte de esa especie de hombre, el que ha caído durante el descenso. No es durante mi rápido descenso hasta ellos, sino en un tranquilo “esquí de tartera” junto a Manuel. Por suerte no pasa de una raspada y me vuelvo a maldecir por haber caído por enésima vez en la trampa de la confianza. Hay que ver lo que me despista conversar con alguien, menuda abstracción. El sábado pasado casi me voy para abajo por un terraplén del Canigó por señalarle a Julio dónde estaba el coche, en el punto más fácil de todo el macizo, un sendero llano…

 

Al acabar nuestro descenso de la “tartera”, una perra con 33 tresmiles en su haber, Brush, nos espera junto a su dueña, Cris, que ha venido a esperarnos. Con ambas emprendemos el largo flanqueo de la montaña que nos lleva hasta el refugio Lluis Estasen, y poco después, a las 14:40, al mirador de Gresolet, donde nos reunimos con María, que confiesa haberse aburrido un poco. Llega el momento de lavarse un poco los pies, cambiarse de calcetines, echar un rato la charla y despedirse para iniciar el regreso a Barcelona con Manuel. Eso sí, del que no me despido es del Pollegó Inferior, que algún día verá como mis botas le pisan el cogote para satisfacción de mi intelecto. Hasta entonces, con otras montañas habrá que conformarse, pues amores a primera vista pocos hay, pero ya se sabe, tampoco es cuestión de abusar, pues todo lo bueno acaba cansando y es mejor dejar la visita al Pedraforca para contadas y placenteras ocasiones. ¿Será su blanca hermosura? ¿Su atractiva silueta? ¿Sus esbeltas paredes y solícitas cumbres? No, es su magia; la magia del Pedraforca.

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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