Realización de la vÃa ferrata Cala del Molà dos semanas después de su reapertura. Con sus cuatrocientos ochenta metros de recorrido y veinte de desnivel, una aproximación de dos minutos, una dificultad baja-media y cinco puentes, se trata de una ferrata apta para todos los públicos cuyo principal atractivo, sin duda, es su ubicación: los acantilados de la Costa Brava, lo que la convierte en la única del mundo que discurre sobre el mar y desde la cual, entre cambio y cambio de mosquetón, puedes distraer la vista observando a peces, medusas o erizos de mar.
Introducción:
Ocho años han pasado desde que la vía ferrata Cala del Molí fuera cerrada en enero de 2005 por motivos técnicos, según indica su panel informativo, o por falta de entendimiento entre Albert Gironès, su equipador, y el Ayuntamiento de Sant Feliu de Guíxols, en cuanto a temas de responsabilidad civil en caso de accidente se refiere. A raíz del cambio de gobierno local en mayo de 2011, las negociaciones pudieron ser reconducidas y como resultado, el pasado 1 de junio se reabría oficialmente la vía ferrata en medio de una gran expectación. La reacción de los aficionados no se ha hecho esperar y en estos pocos días que han pasado, más de un millar de ferrateros venidos de distintos e incluso distantes puntos han tenido la suerte de poder disfrutar de su recorrido, dando pie a multitud de comentarios en la red al respecto de su masificación en estos primeros días y a la espera de que, próximamente, sea inaugurada una nueva variante atlética que ya está siendo equipada.
Acceso:
Para acceder hasta ella, se debe tomar el paseo marítimo en dirección norte hasta su final, donde llegado a una rotonda te obligan a girar hacia la izquierda o hacia la derecha. Tomando esta última opción entramos en la calle Cristòfol Colom y llegados a la Disco Las Vegas, cuya fachada de color rojo es fácilmente reconocible, debe tomarse la calle que surge a mano izquierda, que lleva por nombre Carretera de Sant Feliu de Guíxols a Sant Pol. Entre los hoteles que indican hacia ella, está el Hipócrates Curhotel. Unos centenares de metros después, una curva cerrada hacia la izquierda lo rodea y debe tomarse la calle que surge a mano derecha a mitad del rodeo, de nombre Sicília y que conduce sin pérdida al inicio de la vía ferrata pues es una calle sin salida. Una construcción blanca con arcos y tejado –Mirador de les Triadores– y los coches aparcados que uno se encuentra si no llega el primero marcan fácilmente el lugar. La posición exacta es: 41º46´45´´N – 3º02´30´´E.
Alrededores y aproximación:
Como me han dicho que está bastante concurrida he intentado llegar temprano, aunque el hecho de haber tenido que dejar a Alba en Lloret de Mar de camino me ha condicionado y no he podido llegar hasta las nueve. A esa hora, en vez de equiparme, me acerco hasta el borde de los acantilados para echar un vistazo de la vía ferrata, pero los pinos apenas me dejar vislumbrarla. En mi opinión, lo mejor es comenzar a equiparse en la construcción a la que antes hacía referencia –Mirador de les Triadores– o junto al coche y una vez colocados el arnés, el kit de vía ferrata y el casco, realizar la aproximación a través del GR-92. Estamos hablando de tan solo un par de minutos de bajada a través de unos escalones y de recorrer un estrecho sendero por lo alto del acantilado en pleno bosque de pinos, en esta época del año infestado de una colonia de gaviotas en período de cría.
La vía ferrata está asentada en la Zona PEIN de la Cala de l´Ametller, lo que se traduce en que forma parte del Pla d´Espais Naturals d´Interès Natural de Catalunya y por tanto se trata de una zona protegida. Según un panel informativo cercano, se trata de un paraje de gran belleza paisajística, con un pinar mediterráneo bien conservado que llega hasta el mar y bellos acantilados. Su zona marina, también protegida, destaca por la presencia de numerosos escollos fruto de miles de años de erosión marina sobre las rocas y acantilados, con un fondo marino bastante rico y no demasiado profundo, que lo hacen ideal para la práctica del submarinismo. Añade también: una vía ferrata cruza la zona de la Cala del Molí. Para utilizarla deben seguirse las normas de seguridad que se indican en el cartel de inicio del recorrido, respetando en todo momento la flora y la fauna que pueda encontrarse en el camino.
Datos técnicos:
En ese otro cartel, que es el que se encuentra el ferratero que se dirige hacia la vía ferrata, se muestra información sobre el material necesario para su realización –arnés, baga de anclaje equipada con un disipador de energía, mosquetones de seguridad, casco y calzado adecuado–, su desnivel –entre 5 y 20 metros–, su orientación –Sud-SSE–, la longitud del recorrido –480 metros–, sus coordenadas –41º46´45´´N-3º02´30´´E–, el tiempo aproximado de recorrido –1:30 a 2h– y su dificultad. El primer tramo, inaugurado en junio de 2002, está clasificado como fácil, mientras que el segundo, abierto en febrero de 2003, tiene una dificultad media. Sus reequipadores han sido Albert Gironès Domènech, quien también la instaló por primera vez, y Albert Gironès Stierle. A todo esto le siguen las típicas advertencias, referidas a la necesidad de afrontarla bien equipado y con los conocimientos necesarios, así como la manida frase de que la responsabilidad del uso de las instalaciones recae en cada persona. Por último, encontramos el teléfono del equipador, el 637.431.577, a quien se puede llamar para solicitar información o para comunicarle cualquier desperfecto en la instalación.
Bajada hasta el mar:
A pocos metros de este panel informativo, se pasa junto a la salida de la vía de escape que hay entre el primer y el segundo tramo, por la que está prohibido descender directamente al segundo tramo debido al peligro de desprendimiento de piedras. Acto seguido llega el deseado momento de anclarse al cable de vida, aunque las primeras grapas aún van a hacerse esperar: hay que descender unos veinte metros, hasta el nivel del mar, primero siguiendo un sendero y en la parte final a través de terreno rocoso en el que hay que utilizar las manos. En total, unos cuarenta o cincuenta metros de tranquila progresión y ahora sí, con vistas aéreas de la vía ferrata. Por ejemplo, tres puentes sobre el mar quedan a la vista y uno ya comienza a hacer sabor de boca viendo lo que le espera.
Como delante de mí va un grupo que incluye dos niños, me entretengo observando a la cría de una gaviota, un pollo de color pardo que se camufla muy bien con las rocas y que emite un sonido diferente y mucho menos audible que los adultos. La especie, según uno de los carteles consultados, es la Larus cachinnans, es decir, se trata del “gavià argentat” (gaviota patiamarilla o del Caspio). Estas aves suelen ser monógamas de por vida y poner tres huevos por temporada, algunos de los cuales ya han dado lugar a pollos que a los 35-45 días ya pueden echar a volar –esto aún no ha llegado–. Con una envergadura cercana al metro y medio, sin duda serán un elemento a tener en cuenta durante toda la progresión, pues dado lo cerca que sobrevuelan tu cabeza no parecen muy dadas a la timidez.
Primeras dos moles rocosas:
Una vez llegado al mar, toca comenzar lo que propiamente es la vía ferrata, en el sentido de contar con elementos metálicos para ayudarse durante la progresión. Según mi modo de verla, lo primero que toca es rodear dos grandes moles rocosas que hay en el interior del agua. Las llamaré primera mole rocosa y segunda, y para pasar de la primera a la segunda o para regresar de la segunda a la primera y terminar el rodeo, serán necesarios sendos puentes, bueno, en realidad tres: dos más uno. Un chico del septeto que me precede me invita a dejarme pasar pero le digo que no tengo ninguna prisa, que prefiero ir tomando anotaciones y fotos detrás de ellos, a lo que una compañera suya aduce: “Esta ferrata es para disfrutar de las vistas”.
Junto a un mar que hoy se muestra tranquilo me anclo al cable de vida para iniciar el rodeo de las dos grandes rocas asentadas sobre el mar. Llama la atención lo inmaculado que está el cable, aunque supongo que la exposición a las sales marinas acabarán haciendo mella en él. Si bien este primer tramo está catalogado como fácil, tiene algún paso más entretenido que otros, entre ellos el primero, en el que el pie ha de buscar agarre sobre la roca, mientras que otras veces lo que toca es ir echado hacia atrás o estirar más de la cuenta el brazo o la pierna. Como se avanza a poca distancia del agua, hoy se pueden observar con claridad multitud de medusas arrastradas hasta aquí por la corriente. Concretamente, son de la especie Pelagia noctiluca, caracterizadas por su color lila y por ser luminiscentes y extremadamente urticantes.
Un tramo en el que hay que hacer una ligera fuerza de brazos para compensar el peso del cuerpo, que queda un poco inclinado hacia atrás, da acceso a los dos primeros puentes: un tablón de madera de poco más de dos metros y uno tibetano de unos cinco metros de longitud tras el que acometiendo una pequeña subida posterior pueden tomarse mejores fotos de ambos. Con la ilusión de un niño los atravieso y me planto en lo que he llamado la segunda mole rocosa. Esta, a diferencia de la anterior, tiene numerosos pasos en los que debe colocarse el pie en la roca, aunque aquí no reside su máxima dificultad, sino en un descenso en diagonal hacia la superficie del agua, que cada vez está más cerca. Aquí hoy no hay medusas y el fondo se ve nítidamente, lo que invita sin duda a lanzarse al agua pero debe resistirse la tentación: aún queda mucha ferrata por hacer.
Un tercer puente, este más corto y nepalí, permite regresar desde la segunda mole rocosa hasta la primera, para poco después concluir el rodeo de ambas. En este punto comentaré que, ante el uso indistinto por parte de muchos de los términos puente tibetano y nepalí, yo siempre opto por referirme a tibetano a los que tienen dos pasamanos, uno a cada lado, y se avanza de frente, mientras que llamo nepalí a los que tienen un pasamanos y se avanza de lado, como sería el caso del de Les Baumes Corcades de Centelles. Aclarado esto –aún quedan dos más por venir–, me referiré ahora a algo curioso, y es que en este punto casi te cruzas con los que están comenzando el rodeo, que pasan a aproximadamente dos metros de ti. La tentación podría ser grande pero hacer atajo supondría, por un lado, incumplir la norma de mantenerse anclado al cable de vida y, por otro, exponerse innecesariamente a un riesgo de despeñarse.
Acantilado del final del primer tramo:
Tras el rodeo a las dos moles rocosas dispuestas sobre el mar, se accede propiamente al acantilado de la línea de costa, de unas decenas de metros de altura. En esta parte de la vía ferrata, visible desde las moles rocosas pues queda enfrente, se hallan el final del primer tramo, la vía de escape y el comienzo del segundo tramo, en el que se encuentran los pasos más difícil de toda la vía ferrata. Se comienza con una pequeña subida seguida de un flanqueo de una decena de metros sin grapas para los pies. El terreno de progresión no las hace necesarias y uno puede avanzar con relativa comodidad. Al ir a tomar unas anotaciones, me percato de que el folio que estoy utilizando no está en el bolsillo. Al echar la vista atrás me lo encuentro disfrutando al sol en una repisa, ¡será vividor! Como le he sacado una cierta ventaja al cuarteto de chicos que me sigue, retrocedo para recuperarlo. De no ser así, la mayoría de lo escrito hasta aquí se habría perdido diluido en el Mediterráneo.
Un giro de noventa grados de la pared conduce a través de un terreno más accidentado y provisto de grapas a un recoveco en el acantilado en el que está a su abrigo el cuarto puente, tibetano y de mayor longitud que los anteriores, unos siete metros. Me llama la atención el hecho de que una cuerda permita bajar hasta las rocas que hay abajo, eso sí, a pulso. Supongo que está ahí por si a alguien se le cae alguna cosa que precise recoger, aunque no creo que me aventurara si al folio le diera por practicar puenting. Aquí los dos pasamanos quedan a mayor altura que la cabeza pero tampoco lo veo un inconveniente. De hecho, el único puente que conozco en el que uno puedo pasar apuros es el antes citado instalado en Centelles, aunque como se encuentra en una variante opcional tampoco es realmente necesario su paso.
Final del primer tramo y vía de escape:
Tras el puente, con una corta subida a través de unas grapas se concluye el primer tramo de la vía ferrata; la mitad de la faena ya está hecha. Tres opciones se muestran entonces: tomar la vía de escape, iniciar el segundo tramo o descansar. Yo opto por esto último pues a esta hora, es de los pocos lugares que están a la sombra y siempre va bien dejar que los que van delante vayan tomando ventaja sin tener que estar esperando a la solana y colgado de alguna grapa. Una vez hidratado y tomadas las pertinentes notas y algunas fotos de las dos moles rocosas, que quedan enfrente, me acerco a explorar la escapatoria con la intención de dilucidar si la vía de escape es un itinerario ferratero o un sendero. Resulta ser esto último, eso sí, provisto en todo momento de cable de vida, pues lo que hace es remontar todo el acantilado y el patio, además de la pendiente, es considerable. Una vez acabado con los deberes, me dispongo a iniciar el segundo y último tramo de la vía ferrata.
Segundo tramo:
El segundo tramo, a diferencia del primero, está catalogado como de dificultad media. Volviendo a mi modo de ver las cosas, yo de hecho la definiría así: una vía ferrata sencilla con más pasos entretenidos en la segunda parte que en la primera, pero en ningún momento con un paso realmente atlético o complicado, sino simplemente más entretenidos. Tampoco me parece realmente fácil pues en algunos pasos un inexperto podría encontrarse en apuros sin el acompañamiento adecuado. En todo caso, lo evidente es que ahora toca afrontar una de las paredes más aéreas y complicadas de todo el recorrido, aunque por aéreo no debe entenderse un patio sino mayor distancia con el agua. Y sí, aquí también dan ganas de dejarle la mochila a alguien y hacer una evacuación a nado.
La característica principal de esta parte del recorrido es el uso de unas grapas para las manos que tienen aproximadamente medio metro de longitud, es decir, son anormalmente largas. A diferencia de grapas para los pies, las hay a montones. La suela de las botas, en cambio, ha de agarrarse a la roca, y cuanto mejor se haga menor fuerza de brazos habrá que realizar. Al avanzar un rato con el cuerpo echado hacia atrás, podría ser útil anclarse con una cinta para descansar, pero la inclinación tampoco es mucha y en mi caso no me parece necesario. Un matrimonio y su hija se acercan vía mar en una barca para vernos. Supongo que si uno va escrutando el litoral y de repente, en unas paredes, se topa con decenas de personas vestidas con llamativas ropas en medio de los acantilados, no puede hacer más que acercarse a echar un vistazo. Con anterioridad, un yate y un kayak también han venido llevados por la curiosidad y de la misma forma los he saludado con el brazo y sonriente. ¿Se pensarán que estoy zumbado?
Un ascenso en diagonal algo extraplomado, unido a la solana, hace que uno comience a sudar la gota gorda. En mi opinión, no obstante, aquí finaliza lo realmente entretenido de este segundo tramo y a partir de ahora la progresión será más sencilla que en el primero. Abajo, una especie de serpiente marina de aproximadamente un metro y de color grisáceo centra mi atención. ¿Qué demonios será eso? “Un congrio” –me dice el chico que me sigue al sentirse interpelado–. “Con él se hacen buenas sopas”. Y parece que también buena literatura. Y es que Neruda le dedicó una oda, concretamente la Oda al caldillo de congrio que finaliza con estos dos versos: para que en este plato / tú conozcas el cielo. Parece pues que tanto el escritor chileno como mi vecino ferratero comparten entre sí el mismo gusto culinario.
Próxima apertura. Variante atlética:
Un nuevo tramo desprovisto de grapas para los pies por el que se avanza con facilidad conduce al quinto y último puente de la vía ferrata, diría que el más largo, de unos ocho metros de longitud. Como ha sucedido en el anterior puente, hay algo que llama mi atención, esta vez un conjunto de cuerdas y tramos de cable de vida ya equipados de lo que será de aquí a unos meses, si todo va bien, una variante atlética. Un cartel junto al inicio del puente indica: Tramo deportivo cerrado. Próxima apertura. Consultado por mí, Albert me ha comentado que no sabe realmente cuándo podrá concluirlo pues en palabras suyas, además de estar bastante ocupado con otros asuntos, trabajar ahí abajo es bastante complicado y además tendrá que venir un ingeniero a certificar la nueva variante, como se hiciera con todo el itinerario actual.
Final del segundo tramo y de la vía ferrata:
Una vez cruzado el puente, la vía discurre por unos acantilados que cada vez está más alejados de la Cala del Molí y las vistas y el mar se abren hacia la Cala de l´Ametller. Un cable de vida se une por la derecha: no resulta difícil imaginar que será el punto en el que la futura variante atlética se una con la variante normal y única a fecha de hoy. Conforme se rodean estos nuevos acantilados se gana sensación de altura, pero en ningún momento la cosa se complica. Las gaviotas continúan a lo suyo, emitiendo unos sonidos muy intensos y a muy poca distancia nuestra. Yo, por mi parte, ya tengo cerca de cincuenta fotos tomadas y el folio lo tengo prácticamente lleno. El reloj marca las once cuando me desligo del cable de vida: la vía ferrata ha concluido.
Un último apunte:
No me gustaría acabar este escrito sin dejar claro mi agradecimiento hacia la persona de Albert Gironès por su dedicación y esfuerzo desinteresados, pues nos permite disfrutar, de una manera gratuita, de la única vía ferrata en el mundo que se abre paso junto al mar. Es una gran inversión en tiempo, energía y dinero gracias a la cual el resto, con un simple viaje en coche y provistos del material necesario, podemos disfrutar en la compañía deseada de esta singular vía ferrata. Gracias.
P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí: www.youtube.com/felizexito