ExCuRSiONiSmO RoMáNTiCo FoReVeRExCuRSiONiSmO RoMáNTiCo FoReVeR
 Zodiaco Zodiaco
Estas en » ExCuRSiONiSmO RoMáNTiCo FoReVeR » Archivo de Relatos » July 2013 » 29y30-06-2013: Circular Al Vulturó O Puig De La Canal Baridana Desde Josa
Thursday 11 de July de 2013, 18:08:28
29y30-06-2013: Circular al Vulturó o Puig de la Canal Baridana desde Josa
Tipo de Entrada: RELATO | 3884 visitas

Tras ascender al Pollegó Inferior (2436m) en compañía de Julio, Pau y Manuel, con los dos primeros inicio una ruta circular desde Josa de Cadí (1397m) con la intención de ascender hasta el Vulturó o Puig de la Canal Baridana (2653m), punto culminante de la Serra del Cadí, pernoctando en el refugio libre Cortal dels Cortils (2250m) y coronando el techo provincial de Barcelona, el Costa Cabirolera (2605m), así como el Salt del Sastre (2593m), el Puig de la Canal del Cristall (2586m) y la segunda cota del macizo, el Puig de les Gralleres (2617m).

 

Son cerca de las cinco y media de la tarde cuando damos por finalizada la excursión al Pollegó Inferior y me dirijo con Julio y con Pau hacia el cercano pueblo de Josa de Cadí haciendo una breve parada en Gósol para refrescarnos en la fuente de múltiples caños que preside su plaza Mayor y proveernos del preciado líquido. Dado que la Serra del Cadí tiene muy pocos senderos que se abran paso por su vertiente sur, ascender al Vulturó por un lugar y descenderlo por otro para completar así una circular va a requerir que tracemos un recorrido bastante largo, de muchas horas de duración, y de ahí que prefiramos comenzarlo hoy y así mañana regresar más temprano a casa, a pesar de venir de una ascensión con un desnivel real superior a los mil metros. Con el fin de evitarle a Pau, el miembro más débil del grupo, cerca de tres kilómetros de carretera, y librarnos Julio y yo de realizarlos cargados con las mochilas, al atravesar el río Cerneres, de camino a Josa, hacemos una parada para dejar a Pau descansando sobre la hierba junto a nuestros bártulos, que sin duda serán uno de los hándicaps de esta larga excursión: el tener que ir cargado constantemente, de pico a pico, con el saco de dormir, la tienda de campaña y una gran cantidad de comida y agua.

 

Unos dos mil setecientos metros más adelante, a la entrada de Josa (1397m), estacionamos el vehículo y ligeros como el viento, con la espalda libre de acarreo alguno, deshacemos los cerca de tres kilómetros que nos separan de Pau y de nuestras pertenencias a través de la solitaria y sinuosa carretera que nos ha conducido hasta este pequeño pueblo, encaramado en un montículo y con la iglesia en su punto más elevado, donde antaño presidía el lugar el castillo de Josa. Si bien el GR-150.1 discurre por el otro lado del río, ni nos planteamos otra opción que no sea la carretera, desde la que vemos una ermita románica cercana. De camino coincidimos con un señor mayor que fue guarda forestal. Está buscando desde su vehículo, escrutando el cauce del río, a un rebeco enfermo que le han dicho que merodea por la zona.

 

Como nuestra velocidad de crucero, libre de cargas, ronda los seis kilómetros por hora, a las 18:50 ya hemos alcanzado a Pau, que dormita en el prado junto a dos puentes, el de la carretera y el que resiste junto a él, más viejo y en desuso. Este lugar recibe el nombre de Pont de Cerneres (1437m) y si se dispusiera de dos coches, sería posible dejar uno aquí y otro en el pueblo. Lo primero que debemos hacer una vez reagrupados es remontar durante unos cuantos kilómetros este valle, el del Río Cerneres, hasta un marcado collado, el Coll de les Bassotes (1860m), en el que también se podría estacionar un vehículo accediendo por la pista de tierra que comienza en el Mirador del Gresolet, lugar típico de inicio del ascenso al Pollegó Superior, punto culminante del Pedraforca. La aproximación serían cinco kilómetros desde el citado mirador y ello evitaría remontar todo este valle si se ha dejado otro coche en el pueblo.

 

Conforme nos abrimos camino por el valle de una manera cómoda a través de una pista forestal, siempre en ascenso, me percato de que hay algo que no está saliendo como tenía previsto, y es que creía que no íbamos a pasar tanto calor a estas horas.  Entre la cuesta, las horas que llevamos hoy caminadas –nueve antes de comenzar esta aproximación– y el peso con el que nos desplazamos, nos sentimos sofocados sobremanera para estar rozando las ocho de la tarde. El cansancio hace mella en nuestro cuerpo, en especial sobre Pau, quien me confiesa que nunca ha realizado una excursión superior a las siete horas y hoy va a tener que caminar por encima de las trece, sin duda algo lo ayudará a curtirse como montañero. Avanza en todo momento en última posición, ocupando Julio siempre la primera. Por razones obvias, preferimos cada uno ir a nuestro ritmo e ir realizando paradas de reagrupamiento; si el terreno fuera complejo no sería así, pero no es el caso.

 

Este avance por el valle, siempre cercanos al río Cerneres, nos está permitiendo ganar cerca de 480m de desnivel de una forma paulatina, sin sobresaltos para las ya cargadas piernas. A mano izquierda, el Cadí cae sobre nosotros sin llegar a mostrarnos las altas cumbres por las que mañana, encadenando una tras otra, desharemos todo este caminar, diría que de unos ocho kilómetros hacia occidente. Solo de pensar en tan extenso avance  por lo alto del cordal ya comienzo a salivar, aunque será mejor que de momento me centre en lo que hoy nos atañe. Nuestra intención, en principio, es llegar hasta donde las fuerzas o la luz del día nos permitan, aunque en el fondo de nuestro corazoncito montañero deseamos alcanzar un refugio libre de nombre Cortal dels Cortils, situado a unos 2250m de altitud, lo que serían 850m de desnivel más a sumar al kilómetro del Pollegó Inferior. “No descartes que lleguemos”, le digo a Julio dejando la puerta abierta a tan remota posibilidad.

 

A las 20:10, casi dos horas después de haber partido del pueblo, dejamos atrás una pesada cuesta y nos plantamos en el Prat de la Baga, junto a una cabaña de piedra. Mientras Julio y Pau descansan sobre la hierba, me acerco a explorarla. Su nombre es Barraca del Bover (1750m) y figura en el mapa de Editorial Alpina. Me parece un bonito lugar en el que pernoctar, con vistas a Josa de Cadí y a una montaña de silueta majestuosa que parece escoltarlo, el Cadinell. Si bien carece de puerta, sus cuatro paredes y techo auguran una noche tranquila y agradecida en caso de tormenta o, incluso, un rato de sequedad para quien en plena excursión sea sorprendido por la lluvia. No obstante, como aún es temprano, lo que hacemos es continuar ganando altura y, sobre todo, ganando tiempo de cara a mañana. Pernoctar aquí sería un gran error estratégico, pues para nada compensaría el acarreo de saco de dormir y tienda de campaña el haber ganado tan poco terreno en el día de hoy.

 

Dicen que cuando te encaminas hacia un propósito, cualquier logro intermedio debe ser celebrado. Si es así, ahora sería el momento de sacar de la mochila mi bolsa de ganchitos y alguna Coca Cola. Y es que hemos completado el remonte del valle hasta alcanzar el Coll de les Bassotes (1873m), en el que unas vacas con cuernos pastan literalmente a sus anchas. Pau me advierte de que debo ir con cuidado al tratarse de toros. “¿Desde cuando los toros tienen tetas?” –le digo. Hasta aquí podríamos haber llegado en coche y ahorrarnos un montón de kilómetros de caminata, pero hemos venido a caminar, ¿no? Ahora que se ha ido el calor, si bien las horas de caminata van haciendo mella en nuestras piernas y el peso de la mochila hace lo propio con hombros y espalda, para mí es un placer el caminar en este entorno. Dos hombres han aparecido de la nada, al trote, y de la misma forma han desaparecido; son corredores en plena Cavalls del Vent que siguen las marcas de un color naranja chillón que la señalizan. Nosotros, en cambio, a nuestro ritmo nos abrimos paso por los prados, uno tras otro, siempre en sentido ascendente y en ocasiones con una inclinación superior a la deseada. Así, llegamos a atravesar tres: el Prat Toixones, el Prat Socarrat y el Prat Llong, uno situado por encima del otro, con la noche ya cayéndonos encima. En este último toca abandonar las marcas blancas y amarillas del PR C-124 y tomar el desvío a la cabaña a la que tanto ansiamos llegar, pero la falta de luminosidad nos lo dificulta. A las 21:53 exactamente encontramos el hito de piedras que marca el inicio del descenso al refugio. Es el llamado Pas de Cortils (2300m).

 

Iluminados por el frontal, acometemos el descenso desde el citado paso, situado en la zona alta de la Serra Pedregosa. En un primer momento el terreno es bastante inclinado y descompuesto en el que cuando avanzamos un paso no retrocedemos medio, sino al contrario: avanzamos paso y medio de una zancada. Julio se ha adelantado y Pau no para de propinarme expresiones del estilo “esto es una locura”, “nos vamos a matar”, “por aquí no es”, “os habéis perdido” y afines. Intento hacerle ver que todo eso no está más que en su mente, pues el avance es cómodo y no hay duda de que nos dirigimos hacia el refugio; con nocturnidad y alevosía, pero así es. Pasada la crisis, cuando el terreno se vuelve más suave, me comenta que escucha sapos y hasta se detiene para alumbrar al margen del sendero e intentar localizarlos. Le digo que ahora no es momento de pararse a buscar nada, que tenemos que llegar hasta abajo y buscar el refugio. Llevamos cerca de trece horas y media entre ambas excursiones y digo yo que no es plan de ponerse ahora a avistar anfibios. Abajo, Julio, con un frontal Black Diamond de no sé cuántos lumens, nos hace señales cual faro de Normandía; diríase que en la Coma de Cortils no hay emplazado un refugio libre, sino una discoteca con láser show y un cartel que reza: Bienvenidos a Lloret de Cadí.

 

Alcanzado el fondo del valle, le comento a Julio el tema de buscar la cabaña, quien en un principio cree que aún está más lejos. “No, mira el mapa, está justo por aquí”, le digo. Eso lo anima y pasadas las diez y media nos separamos los tres para hacer una batida de la zona. Si de día ya dicen que está algo escondida, con noche cerrada y sin luna es poco probable hallarlo; y así parece. Nos estamos como un cuarto de hora de aquí para allá, cada uno en su terreno, intentando localizarlo, pero nuestros esfuerzos son infructuosos. Le grito a Julio, que ha ganado bastante altura, que lo deje estar. Pau está en el llano y su búsqueda tampoco ha dado resultado. Como me sabe muy mal haber llegado hasta aquí y tener que plantar las tiendas, de camino al reagrupamiento no desisto y en vez de ir de manera directa, me desvío hacia unas rocas por si acaso estuviera entre ellas: como he leído que está algo escondido… Y sí, intuyo algo grisáceo a lo lejos cuando ilumino la zona, que al acercarme no dejar lugar a la duda: es el refugio libre de Cortal dels Cortils. “¡Lo he encontrado! ¡Lo he encontrado!” –les grito. Son las once.

 

Para nuestra sorpresa, en su interior hay acostados tres montañeros de Hospitalet y ello comporta varios contratiempos. Por un lado, como la capacidad es de cinco plazas, Julio prefiere montar su tienda de campaña junto a la cabaña para dormir a sus anchas y no algo prieto. Por otro, como no quiero molestar, coloco la esterilla y el saco de dormir y me acuesto sin cenar aun teniendo bastante hambre. Si fuera de día podría hacerlo fuera pero ahora, ahí parado, me helaría en pocos minutos con lo friolero que soy. Además, creo que una parte de mí pasa de comidas y lo único que quiere es reposar después de tantas horas de caminata y con vistas a madrugar mañana y encadenar cinco o seis cumbres. Tocará pues desayunar “fuerte”, como diría Julio. Un bonito día ha terminado.

 

*  *  *

 

A la mañana siguiente me despierto inquieto. Son cerca de las seis y me gustaría que mis compañeros de cabaña fuesen madrugadores pues no veo el momento de proseguir con la excursión, pero no es así. Me espero una media hora y como no parece que nadie vaya a levantarse pronto, cojo la chaqueta, la cámara de fotos y un paquete de galletas y salgo al exterior. Donde anoche solo había negrura, ahora hay prados y algunas paredes rocosas. Una montaña, el Costa Cabirolera, se alza altivo desafiándome con su pose. Si hubiera venido solo ya estaría de camino pero habrá que esperar. Me dirijo al punto donde ayer comenzamos la búsqueda de la cabaña, la Font de Cortils (2186m), una fuente en la que una manguera deja caer el agua sobre un abrevadero cuádruple, pasando esta del primero al segundo, del segundo al tercero y del tercero… a mi boca. ¡Qué fresquita! Y sí, prosigue luego hacia el cuarto continente.

 

Enfrente del Costa Cabirolera observo la Serra Pedregosa, de verticales paredes en su parte cenital, así como el sendero que desciende por una ladera pedregosa hasta aquí. Anoche, tan solo veíamos un poco delante nuestro, sabedores de por dónde nos movíamos a pequeña escala pero desconociendo el todo, un poco como aquello de que los árboles no nos dejaban ver el bosque, aunque esta vez no era la vegetación el motivo de nuestra ceguera parcial, sino una noche carente de luna. Esta debió de salir tarde pues, de hecho, ahora mismo sí brilla en el cielo a plena luz del día. ¿Lo habrá hecho a propósito? Movido por mi insaciable curiosidad, intento adivinar los movimientos que dimos ayer por estos prados en busca del refugio. Julio tiró pendiente arriba, Pau hacia el llano y yo hacia el frente, hacia donde realmente estaba el refugio. El mapa de Editorial Alpina que he tomado prestado de la biblioteca es una edición del 2002 y ni siquiera el sendero de gran recorrido pasa por el refugio, como realmente sucede, pero de todas formas me ayudó bastante a orientarme y localizarlo, aunque más por intuición montañera o suerte que por otra cosa. Dos senderos parten de esta fuente en sentido contrario al de la Serra Pedregosa, uno de ellos hacia el refugio, pero a las diez y media de la noche nos pasaron totalmente desapercibidos.

 

De regreso al refugio ya me he zampado todo el paquete de galletas entero –se nota que ayer no cené–, algo poco común en mí pues de buena mañana no acostumbro a tener hambre. Me noto fuerte y no veo el momento de emprender el ascenso al Costa Cabirolera y avanzar por el cordal unos ocho kilómetros hasta encadenar cinco o seis picos, todos ellos comprendidos entre los 2586m de altitud del Puig de la Canal del Cristall y los 2653m del punto culminante del Parque Natural del Cadí – Moixeró, el Puig de la Canal Baridana o Vulturó, pasando por el citado Costa Cabirolera, a la vez techo comarcal del Berguedà y techo provincial de Barcelona. Ahora, en cambio, espero sentado en el exterior de la cabaña a que ahí dentro o en la tienda de Julio haya señales de vida. ¿Dónde sentirán primero la llamada de la montaña? Sin duda en la tienda de campaña: su tela es más fácil de traspasar que la roca de la cabaña. Julio, nada más salir, cual salamandra de sangre fría, se va al sol a desayunar, mientras que yo, poco afín al sol, aguardo a la sombra. Cuando termina, pasado un tiempo prudencial, me decido a entrar a avisar a Pau. Son las ocho menos cuarto y aunque le parece una hora muy temprana, le aviso de que a las 8 partimos. ¡Al final vamos a salir más tarde que ayer, que veníamos de lejos!

 

Desde el refugio hasta Josa de Cadí tan solo tendríamos que seguir el GR-150.1. Lo pongo en condicional porque el sendero de gran recorrido prácticamente no pasa por ninguna cima, como sucede por ejemplo con nuestro primer objetivo del día, el Pic de la Costa Cabirolera. De todas formas, como las cumbres pueden coronarse abandonándolo unos pocos centenares de metros, lo vamos a seguir en muchos tramos. Lo primero que debemos hacer, es alcanzar un paso llamado Pas del Cabirol. Para ello remontamos una ladera que cae sobre la cabaña y parte de la Coma de Cortils. Por “coma” se entiende un valle de fondo plano, pequeño y envuelto por pendientes bastante pronunciadas; desconozco cuál sería el término en castellano si es que tiene una equivalencia. Estas características las reúne, por ejemplo, el lugar en el que está emplazado el refugio Coma de Vaca, entre Núria y Ulldeter. Al llegar a lo más alto de este pequeño valle, de repente nos cierra el paso la mole del Costa Cabirolera, cuyo pedregal habrá que remontar en fuerte pendiente hasta el citado Pas del Cabirol. Otra opción, muchísimo menos frecuente, sería abordarlo por la arista noreste, pero supongo que, además de tener que llevar material de escalada, habría que ir más ligeros de equipaje.

 

El pedregal, como todos los pedregales, nos complica el avance. Aquí una zancada no es paso y medio, sino simplemente medio. Será la crisis, que todo lo recorta. Por lo visto, a estas alturas también llega la política y no con las tan manidas banderas de cumbre, sino de un modo más sutil o, como mínimo, más integrado en el paisaje: algunos se han entretenido a formar  una “estelada” en el prado con centenares de piedras extraídas del próximo pedregal. También hay, más discreta, una bicicleta llevada a cabo con el mismo procedimiento. Si algún animoso construyera un 100 a su lado, sería cuestión de llamar al helicóptero que ayuda en la retransmisión del Tour de Francia para que se animara a tomar unas imágenes por su centenario, eso sí, amagando el origen de la filmación. Tanto lo uno como lo otro, por fortuna, cada vez los vemos menos: estamos ganando altura. Aunque es prontísimo, el sol ya nos sofoca en exceso y los ciento veinte metros de desnivel a superar con una pendiente tan pronunciada precisan de una parada a la sombra de unos bloques de piedra. Retomado el aire, tras un último esfuerzo por un terreno con grandes rocas alcanzamos el Pas del Cabirol y con él nos plantamos en la parte alta de la Serra del Cadí, es decir, en la parte cenital de su vertiente sur. Como es sabido, la cara norte cae a plomo en casi toda su extensión.

 

Antes de abandonar el GR y dirigirnos a la cumbre, disfrutamos de las vistas que se nos abren. Tenemos, al otro lado de la Coma de Cortils, el Pas dels Gosolans y el Comabona. Hacia el sur, próximo, el Pedraforca, y a lo lejos, sobre un mar de nubes, asoman Les Agudes y el Turó de l´Home, en el Montseny. Montserrat, en cambio, permanece oculta. Las vistas hacia el norte las obtendremos mejor desde el Costa Cabirolera, también llamado –se supone– Roca Punxenta (2605m), al que accedemos tras doscientos o trescientos metros después de abandonar el sendero de gran recorrido. Ahora sí, desde esta atalaya, situados en el punto culminante del Berguedà y de la provincia de Barcelona, tenemos ante nosotros el Pirineo, desde el Canigó hasta el Aneto pasando por cumbres como el Puigmal, el Carlit, el Puigpedrós, la Tossa Plana de Lles o el Perafita. Y lo mejor, con un cordal kilométrico por delante.

 

En este juego de la oca gigante, se trata de encadenar las cumbres una tras otra, yendo de una casilla de la oca a la siguiente evitando caer en la del pozo, la de la cárcel y lo que sería peor, la de la muerte. A diferencia del juego de mesa, aquí lo mejor no es avanzar a toda prisa por inercia; lo suyo es deleitarse con la experiencia, saborear cada momento, antes de regresar a la realidad de la urbe. Pau se toma este punto en serio y camina escuchando música con unos auriculares, que según cuenta le ayuda a experimentar un estado místico de comunión con la naturaleza. Dice que, a diferencia de ayer, hoy está disfrutando muchísimo con la excursión, le gustan las que son de este tipo. Julio, por su parte, si tuviera que elegir, se quedaría con las trepadas por las paredes del Pollegó Inferior. Yo las veo simplemente diferentes, ambas enriquecedoras a su manera.

 

Situados en el Costa Cabirolera, la próxima casilla a la que aterrizar es el Salt del Sastre (2593m), una montaña con una fisonomía semejante a la de esta y que desde aquí se muestra espectacular. Todas ellas se caracterizan por un acceso a su cumbre suave por la vertiente sur a través de prados o pedregales de suave inclinación y una caída a plomo en la vertiente norte de unos ochocientos metros, cara por la que se abren paso canales que permiten el ascenso desde los pueblos de la Cerdaña, como la Canal del Cristall o la Canal Baridana. Dado que el sendero de gran recorrido no avanza por lo alto de la sierra, con un caminar alegre y sin prisas nos dirigimos a través del pedregal a la atalaya desde la que quizá en algún momento, un sastre decidió poner fin a su vida sacando partido de la fuerza gravitatoria.

 

Desde el Salt del Sastre, ya intuimos el marcado Coll de la Canal del Cristall, collado en el que nace la famosa canal homónima, fácilmente accesible partiendo desde el pueblo de Estana tras pasar por el archiconocido Prat de Cadí. Si bien, como he dicho, hay varias canales que permiten bajar hacia el norte, no hay ninguna escapatoria que nos permita abandonar la sierra por la vertiente sur, por lo que si uno piensa emprender esta larguísima excursión más vale que se asegure primero de que el tiempo meteorológico le va a acompañar. A través del pedregal empalmamos con el GR-150.1 y siguiendo sus marcas nos plantamos en el collado, desde el que se ve, unos metros más arriba, el Puig de la Canal del Cristall (2586m), pico al que Julio y Pau prefieren no subir en vistas a que aún nos queda mucho de excursión y ya son las diez y media. Satisfaciendo mi afición de coronar picos por secundarios o poco llamativos que sean, mientras ellos se encaminan al Vulturó siempre siguiendo el GR, me desvío hasta lo alto de este pico que hace poco menos de dos años, en mi única visita al Cadí hasta este fin de semana, coroné en compañía de Javier, Jordi, Cris y Félix, entre otros. Ojalá pudiera encontrarme con mi Yo de entonces y observar cómo actúa, o haberlo hecho entonces con el de doy; quién sabe cuándo andará un tercer Yo por aquí y en qué compañía.

 

En la cima, una pequeña cruz me recuerda que me hallo próximo al cielo, sobre una nueva casilla de la oca; es la tercera del día. Intento no demorarme mucho pero para mi infortunio, durante el descenso se me comienza a despegar la parte delantera de la suela de la bota. Para impedir que se siga desprendiendo y evitar posibles tropiezos, me detengo y con varias bolsas hago un apaño que dura poco. Lo que sí dura, en cambio, son las consecuencias de esta parada, pues he dejado sobre el pedregal la cámara de fotos, el mapa de Editorial Alpina y una bolsa de almendras y ante el contratiempo, no me he acordado de volverlos a coger. De ello me doy cuenta cerca de un kilómetro más abajo, habiendo pasado junto a la Canal de l´Ordiguer, donde en mayo falleció un montañero a causa de un alud, y habiendo llegado casi hasta la base de la acometida final a la mole del Vulturó.

 

En un primer momento, lo que echo de menos es mi cámara en el bolsillo. Sin dudarlo, dejo la pesada mochila en el suelo, junto al camino, y deshago unos centenares de metros hasta iniciar de nuevo el ascenso al Puig de la Canal del Cristall. Si bien me daría pena quedarme sin la cámara, esta contiene unas fotos y un vídeo que tomé el viernes de Alba en su primer concierto de violín –lleva unos meses aprendiendo a tocarlo–, y por si fuera poco, las fotos que me ayudarán a recordar en el futuro, junto al relato, la estimada ascensión de ayer al Pollegó Inferior. Así pues, pienso encontrarla sí o sí. Por suerte, cuando voy por la montaña no lo hago con el modo descerebrado activado, sino que suelo prestar mucha atención a los lugares por los voy pasando y los retengo en la memoria. Esto ayuda a que en medio de un pedregal inabarcable, me dirija a la zona concreta por la que he descendido. Me percato entonces de que tampoco tengo el mapa Alpina, sin duda una gran noticia. Su superficie al menos cuadruplica a la de la cámara y su color será mucho más reconocible en medio de las piedras que la funda negra de la cámara. ¡Ya son míos!

 

Este contratiempo me hace retrasarme cerca de media hora respecto a mis compañeros; diríase que he caído en la casilla de la cárcel y he tenido que estar dos turnos sin tirar, con el aumento de desventaja que ello supone. Al menos la de la muerte sigue lejos, o eso espero. Mi única ventaja competitiva es el ritmo de avance de Pau, en especial en terreno ascendente. Para ahorrar algo de tiempo, desciendo y hago gran parte de la aproximación hasta la mochila corriendo, ligero por la ausencia de peso añadido pero algo cansado por las cerca de diecisiete horas que ya llevo caminadas desde ayer. De camino, me cruzo con una pareja que ha visto mi mochila al margen del sendero: “Los ganchitos han corrido peligro”, bromea uno de ellos. Resulta que llevo una bolsa bastante gigante, de esas que son una mezcla de cortezas, ganchitos y palitos que venden en los Supermercados DIA, adherida al exterior de la mochila y, aunque parezca mentira, aún no la he abierto: la reservo para lo alto del Cadí, para la cumbre del Vulturó. A por ella vamos.

 

Desde el Coll del Quer o del Llitze diría que son unos 150 metros de desnivel a ganar. Como mis compañeros me han tomado tanta ventaja que ni los veo, emprendo el ascenso de la manera más rápida posible. Esto no consiste, por raro que parezca, en acelerar el ritmo. En mi caso, la experiencia me ha demostrado que la forma más rápida de remontar un pedregal es subirlo a pasos cortos y evitando grandes pendientes, trazando una subida no muy inclinada y jugando con la pendiente en función de mi cansancio en las piernas y mi ritmo respiratorio. Alcanzando un equilibrio óptimo entre todo esto es cuando logro minimizar el tiempo de ascenso. Con este proceder, en un cuarto de hora alcanzo la ansiada cima, la cuarta del día. Poco después llegan Julio y Pau, quienes además de haber dado más vuelta siguiendo el GR durante más tiempo, han parado un rato a esperarme. ¡Objetivo principal conseguido!

 

El Vulturó o Puig de la Canal Baridana (2653m), situado en la provincia de Lérida, es más alto que el Costa Cabirolera a pesar de no ser el punto culminante de ningún territorio a excepción de este parque natural, el del Cadí – Moixeró, que data de 1983. Es, además, el punto culminante de todo el Prepirineo, desde el Cantábrico hasta el Mediterráneo. Preside este macizo situado a caballo entre tres provincias: el Berguedà, la Cerdanya,  y el Alt Urgell, otrora lugar de paso de bandoleros, contrabandistas, segadores y trajinantes, entre otros. Hacia el noroeste, en el llano, observamos la ciudad de la Seu d´Urgell, a las puertas de Andorra. Más cercano, en un claro del bosque bajo la vertiente norte, vemos el Santuario de la Mare de Déu del Boscal, sin duda ubicado en un idílico paraje. Un montañero francés y otro autóctono de ritmo rápido nos acompañan en la solitaria cima, siendo con los dos que se han fijado en mis ganchitos las únicas cuatro personas con las que nos vamos a cruzar en todo este kilométrico recorrido por lo alto de la sierra, sin duda algo que le añade belleza a la salida.

 

Con la tranquilidad que da el hecho de haber realizado la subida fuerte, comemos con los más de 1200m de desnivel que hemos de perder hasta Josa de Cadí (1397m) en la mente. Es cuestión de hacer acopio de fuerzas, si cabe un poco más por el hecho de cargar cual caracoles con la tienda y el saco de dormir a cuestas. Desde aquí, observamos nuestros dos próximos objetivos, el Coll de la Canal Baridana y el Puig de les Gralleres, segunda cota del macizo con sus 2617m de altura. Se trata de la única de todas estas cumbres por la que el GR-150.1 sí pasa. Nada más abandonar la cima,  empalmamos con él y en poco tiempo alcanzamos el marcado collado del que nace la Canal Baridana. Partiendo de un pueblo situado al norte llamado Querforadat, es posible remontarla para ascender al Vulturó e incluso la excursión se puede alargar por la sierra hasta descender por la Canal del Cristall. En todo caso, lo que hoy toca es seguir por el cordal, y ello implica abordar la subida al Puig de les Gralleres, que deben de ser unos cien metros de desnivel. No está nada mal para haber supuesto que ya solo nos quedaba bajar, más aún por la hora que es, las 12:20. ¡Cómo aprieta el calor!

 

El primero en remontar la ladera es Julio. Como hay un pequeño paso rocoso por el que hay que trepar, espero a que llegue Pau por si he de ayudarlo, cosa que no resulta necesaria. Una vez arriba nos reagrupamos y decidimos que, en vez seguir el GR-150.1 hasta las inmediaciones del Pic de les Tres Canaletes, lo que vamos a hacer es atajar directamente por el pedregal de la vertiente sur, perdiendo altura en diagonal hasta empalmar con el GR en su bajada en picado hacia el pueblo. Aunque en un primer momento parece una buena opción para ahorrarnos seguir subiendo para luego volver a bajar, se trata de un kilométrico flanqueo muy pesado y molesto para los pies, pues carece de traza alguna. En honor a la verdad, he de decir que hemos alcanzado la línea en la que uno, por muy bonito que sea ir de excursión, ya solo piensa en llegar al coche. Lo bucólico de la salida al monte ha dado paso a cuestiones más terrenales, como el cansancio y el azote del calor, y ya se sabe: cuando hay necesidades físicas no cubiertas, es difícil de lograr el disfrute del intelecto.

 

Cerca de una hora después avistamos un prado con un árbol en el que enlazaremos con el sendero de gran recorrido. Pau literalmente anda rendido y la comunicación con él es difícil, pues sigue con su música y cuando se le habla no acostumbra a darse cuenta. Le hemos estado sacando bastantes metros de ventaja en poco tiempo después de cada reagrupamiento y aún nos restan muchos metros por perder. Al llegar al árbol, esperamos a su sombra a que Pau haga acto de presencia y baje hasta nosotros. Sobre el mapa, interpretamos que el descenso desde este punto va a ser bastante duro hasta un collado intermedio, el Coll de Jovell (1781m), que separa el Cadinell de la Serra del Cadí. Luego la pérdida de desnivel hasta Josa de Cadí ya será de forma muy gradual. Intuyendo lo que le va a costar a Pau bajar toda esta empinada ladera, le comento a Julio que lo mejor es que se adelante y que, si quiere, suba con su coche por la pista forestal hasta el collado, sin duda una decisión que va a resultar acertada.

 

Como es de esperar, nada más reanudar el descenso Julio nos comienza a sacar metros y metros de ventaja con facilidad. Tanto es así que lo perdemos de vista. El descenso con Pau es paulatino y desafortunadamente, siguiendo a dos franceses que nos preceden, se me pasa por alto que han dejado de seguir sin percatarse las marcas del GR. Ello nos conduce a que, al superar una franja rocosa, lleguemos a un paso expuesto que prefiero evitarle a Pau por lo que pueda suceder. Este contratiempo nos hace perder aún más tiempo, pero prefiero ir a lo seguro y subir hasta el GR que jugármela. Una vez en el sendero, descendemos la franja rocosa junto a una pequeña canal y a partir de aquí, ya por terreno más cómodo, vamos perdiendo altura. Julio, por su parte, llega hasta el pueblo dando un enorme rodeo por la pista forestal –le tendría que haber cedido el mapa– y, de forma simultánea, a las 16:20, alcanzamos el Coll de Jovell, nosotros a pata y él al volante de su Golf. De esta manera concluimos con veintidós horas de caminata en nuestras piernas y veintidós horas de vivencias en ruta por estas montañas del Cadí y el Pedraforca, sin duda un magnífico lugar para comenzar a disfrutar de este verano de 2013. Y que sean muchos.

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




Añadir nuevo comentario
Usuario de Madteam.net No usuario




Vista Previa



 

 
MadTeam.net | Suscribirte a este blog | Creative Commons License Blog bajo licencia de Creative Commons. | compartir este enlace en Facebook