Wednesday 11 de September de 2013, 13:26:25

Realización de la vía ferrata Cala del Molí en compañía de Avi Jordi, Sigrid, Javier, Alberto, Mari, Manuel, Julio y Iris. Droguero también nos acompaña hasta el nivel del mar pero no acaba de encontrarse bien y opta por una retirada a tiempo.

Estamos en el primer día de mes cuando, con motivo del deseo de Avi Jordi de hacer la vía ferrata Cala del Molí, nos disponemos a realizar esta actividad programada para el mes de septiembre. Como aún se está recuperando de haber sido operado del hombro, teníamos planeado venir con alguien más que también lo pueda ayudar en caso de necesidad, como Javier o Julio. El primero, viene acompañado de una pareja, Alberto y Mari, que aún no ha hecho esta vía ferrata. Por su parte, Julio viene acompañado de Iris, una escaladora que hoy se estrenará en el mundo de las vías ferratas, al igual que Manuel, al que he animado a venir. Por último, mi amigo Droguero, con poca experiencia ferratera, también se ha apuntado con la intención de desempolvar su material. Parece que vamos a ser un buen grupo.

Por esto mismo, he propuesto como hora de encuentro las ocho y media. Ello nos obliga a partir de casa bastante temprano, pues Sant Feliu de Guíxols, una localidad costera del Empordà, no es que quede muy cerca, pero ello nos va a garantizar ser los primeros del día y no tener a nadie por delante ni causar una gran retención por detrás –de hecho no la habrá en medida alguna–. En lo que a Droguero y a mí se refiere, a las 06:30 partimos de casa en compañía de Alba con destino Granollers, donde a las 07:00 hemos quedado con Manuel. Nada más llegar, se sube en nuestro coche y, a través de la C-35 –a diferencia de la AP-7, gratuita– y de la C-65 accedemos al Balcó de les Triadores. Son las 8:15 y aún no ha llegado nadie más.

Con Alba ya en la playa, nos equipamos junto al coche y al balcón del que parten las escaleras que bajan hacia la vía ferrata, en pleno GR-92 y con vistas al mar. No tardan en llegar, por un lado, Javier, que viene acompañado por Alberto y por Mari, y por otro, Avi Jordi y Sigrid. También lo hace Julio. Nos falta su amiga escaladora, Iris, que ha quedado con Albert Gironès, el equipador de esta vía ferrata y de otras vecinas –Agulles Rodones y Gorges de Salenys– para alquilar únicamente el disipador, pues al ser practicante de la escalada ya dispone tanto de casco como de arnés. Una vez listos los diez, nos dirigimos hasta el inicio de la vía ferrata y nos anclamos al cable de vida en un orden preestablecido, en concreto este: Alberto, Mari, Sigrid, Javier, Avi Jordi, yo, Manuel, Droguero, Iris y Julio.

Nada más comenzar, de bajada al mar, todos los inexpertos son asesorados sobre las normas de progresión y las van poniendo en práctica en un tramo que es bien sencillo, en su mayor parte sendero, a excepción de una última zona rocosa que nos deja en la cala, donde comienza lo realmente divertido. De cerca, nos sigue un grupo de cinco chicas que, en un primer momento, parecen avanzar más rápido que nosotros, pero decidimos no dejarlas pasar porque una nueva evaluación nos lleva a concluir lo contrario. Además, nos parece una buena idea que nos cubran la retaguardia por si aparece algún ferratista desalmado con intenciones de partirnos el grupo. Para evitar esto, precisamente, he colocado a Julio el último.

Ahora sí, iniciamos lo que más propiamente vendría a ser la vía ferrata, con el rodeo de dos grandes moles rocosas que hay sobre el mar. Droguero no parece encontrarse bien y le doy las llaves del coche para que se vaya a la playa con Alba mientras nosotros hacemos la ferrata. Desde el primer momento queda claro que el terceto formado por Alberto, Mari y Sigrid, el que abre la comitiva, tiene un buen ritmo y casi siempre van a ir, excepto en las paradas de reagrupación, algo retirados del resto. Javier es quien abre nuestro septeto precediendo a Avi Jordi, a quien controla desde delante, mientras que yo lo sigo por detrás. Junto a mí, Manuel se mueve con soltura en sus primeros pasos ferrateros, algo inclinados hacia atrás y que requieren hacer un poco de fuerza de brazos. Iris, como es de esperar, tampoco presenta ningún problema para el avance, mientras que Julio, repetidor en esta vía ferrata, se entretiene tomándonos algunas fotos. De esta guisa recorremos ambas moles rocosas, que incluyen varios puentes, con Avi Jordi practicando una rara modalidad: el tiro del brazo.

Sobre un mar en calma y hoy, a diferencia del pasado junio, libre de medusas, dejamos atrás el recorrido sobre las dos grandes moles rocosas y accedemos al acantilado que iremos siguiendo hasta el final de la vía ferrata. En un primer momento, la progresión es bastante sencilla y no presenta ningún paso complicado. Pasado un nuevo puente, el cuarto, llegamos hasta la escapatoria, situada aproximadamente en la mitad de la vía ferrata. Es un buen punto para reagruparse, entre otras cosas, porque es una de las pocas zonas que permanecen a la sombra. Nuestra distancia respecto al grupo de cinco chicas no ha dejado de crecer y nos vemos, curiosamente, “con toda la vía ferrata para nosotros”. A pesar de ser nueve personas, la verdad es que estamos avanzando bastante rápido, y el hecho de madrugar, sea o no gracias a una ayuda divina, nos permite disfrutar en soledad de una masificada vía ferrata y soportando muchísimo menos calor del que luego hará.

Pasada la escapatoria, la vía ferrata comienza a ganar su altura máxima sobre el nivel del mar en un tramo del acantilado especialmente vertical, el menos sencillo de todo el recorrido, eso sí, sin llegar a resultar en ningún momento especialmente difícil o atlético; de ahí que parezca una buena vía ferrata para la iniciación si se viene correctamente equipado y bien acompañado a pesar de contar con una única vía de escape por tierra. Javier, quien recorre por cuarta vez esta ferrata que “cada vez le gusta más”, nos informa de que está preparado para encordar a Jordi o a Manuel en caso de necesidad, por lo que dejo pasar a este último y se coloca justo detrás de Jordi. No obstante, no llega a ser necesarios ya que ambos responden bien, así como Iris, que me sigue con Julio detrás.

Disfrutando de la experiencia, del buen tiempo, de la poca gente y del poco calor, la vía ferrata se nos va quedando pequeña y casi con pena, vemos como nos vamos acercando hacia su final. Aún quedan varios puentes en los que Manuel acaba de coger soltura siguiendo el consejo de Javier: “Coloca los pies como si fueras Chaplin”. Da tiempo también a que Avi Jordi nos siga tomando fotos y a que nos cuente que, como no puede levantar el brazo más arriba del hombro, lo que hace es tomar impulso y lanzarlo hacia arriba; una vez agarrado sí puede hacer fuerza. Curioso deporte ese del lanzamiento de brazo, aunque eso sí, efectivo. Alberto, junto a Mari y Sigrid, nos toma algunas fotos desde el final de la vía ferrata. Esto se acaba.

Durante los últimos pasos, saboreamos lo poco que nos queda de esta vía ferrata, ubicada en un lugar tan espectacular como lo es el haber instalado aquí este itinerario: la Costra Brava. Hoy su bravura permanece adormecida, como va a poder comprobar Manuel con Droguero tomándose un baño mientras yo paseo con Alba por el mercado del paseo marítimo. Antes, eso sí, toca despedirse de los compañeros, felicitarse de que todo haya ido bien y desear que próximamente, en algún otro lugar y momento, podamos volver a coincidir y compartir una nueva experiencia montañera. Nos vamos, pues, con Jordi contento de haber realizado una vía ferrata por la que “estaría dispuesto a pagar para hacerla” sin que finalmente haya tenido que contratar a ningún guía para ayudarlo. Por último, solo falta agradecer a Albert Gironès el hecho de obsequiarnos con este itinerario y al que animo para que, en los ratos que pueda, siga con la nueva variante atlética que está equipando, que sin duda hará que esta vía ferrata, si cabe, goce aún de un mayor éxito.

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