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Estas en » ExCuRSiONiSmO RoMáNTiCo FoReVeR » Archivo de Relatos » July 2014 » 27-07-14: Xxii Caminata Popular De Sant Quirze Safaja
Thursday 31 de July de 2014, 21:53:33
27-07-14: XXII Caminata popular de Sant Quirze Safaja
Tipo de Entrada: RELATO | 2656 visitas

Participación en la vigésimosegunda edición de la caminata popular de Sant Quirze Safaja, uno de los actos centrales de la fiesta mayor del pueblo, en compañía de Alba, Droguero, Esther, Siria y Paco. De entre los dos itinerarios posibles –de 12 y 14 kilómetros–, optamos por el más largo, que con inicio en el Parc de l´Aigua recorre parte del municipio a través de parajes ricos en vegetación mediterránea y, en ocasiones, provistos de vistas panorámicas.

 

 

Dos años después de haber participado en el vigésima edición de la caminata popular de Sant Quirze Safaja, de nuevo estamos Alba y yo a punto de iniciarla, esta vez en compañía de Droguero, Esther, Siria y Paco. Por lo que respecta al recorrido, es completamente diferente. Esta vez serán catorce kilómetros y no dieciséis, también circulares, con el mismo punto de inicio, el Parc de l´Aigua, pero en esta ocasión nos dirigiremos hacia el Camping l´Illa, el Molí de Llobateras, la Creu del Terme de Les Torras, el Collet de Can Sans, Roques Codines y la Bauma de l´Espluga. Lo que no ha variado es la puntualidad, o mejor dicho, la prontitud: a las 7:56 la multitud se pone en marcha y nosotros con ella.

 

El sonido del petardo que marca el inicio oficial de la caminata lo escuchamos ya de camino a la cercana iglesia parroquial de Sant Quirze, nada más tomarnos una fotografía en grupo en el Parc de l´Aigua junto a un pequeño embalse que abastece de agua al municipio. Pasado el núcleo antiguo del pueblo, bajamos a través del Camí dels Sagraments, un sendero que discurre por el bosque, hasta el río Tenes, cruzando la carretera y un descampado en el que se emplaza la escuela del pueblo, diría que compuesta por módulos prefabricados, eufemismo de barracones. Al inicio de la senda, en la Pujadeta de Màrius Torres, una placa recuerda unos versos del poeta:

 

Això és la joia

 

Això és la joia – ser un ocell, creuar un cel on la tempesta deixà una pau intensa

 

I això és la mort – tancar els ulls, escoltar el silenci de quan la música comença.

 

Que en castellano viene a ser:

                                                                                            

Esto es el gozo

 

Esto es el gozo – ser un pájaro, cruzar un cielo en el que la tormenta dejó una paz intensa.

 

Y esto es la muerte – cerrar los ojos, escuchar el silencio de cuando la música comienza.

 

Junto al río Tenes, que más adelante da lugar al conocido salto de agua de Sant Miquel del Fai por el interior del cual los visitantes pasan a través de una gruta, nos dirigimos hacia el Camping l´Illa. La fila de caminantes, en total más de cuatrocientos inscritos, es de a uno, lo que por motivos etnográficos llamamos fila india. Se les nota como con prisa, el ritmo es acelerado. Diríase que temen el calor que pueda hacer a una hora más tardía. Supongo que de ahí que la hora de comienzo sea tan pronto, las ocho, y además se comience con antelación. De momento, a la sombra, se nota una frescura que se agradece. ¡Y que dure!

 

Los helechos le dan aspecto paradisíaco a esta parte del trayecto. Lástima que crucemos por debajo del puente de la carretera a Centelles; ¡sueño desvanecido! Supongo que como el de una ciudadana argentina, que me adelanta junto a la que debe de ser amiga suya esgrimiéndole el motivo fundamental que la impulsa a regresar a su país: Acá no hay trabajo. Allá tengo contactos y mi título. Por lo que deduzco, pronto habrá una más que se habrá unido a la estampida. Así debe de ser fácil reducir las cifras del paro, ni siquiera hace falta generar empleo: adiós demandante, adiós parado, cual símil del muerto el perro, se acabó la rabia.

 

Junto al camping, un pozo de hielo como los que alberga –y esconde– el Montseny en sus bosques nos llama la atención. Es la Poua de gel Les Ferreries y su profundidad ronda la decena de metros. Lo que había que hacer para tomarse un gin tonic –comenta Paco–, aunque dudo que por entonces existieran. A Alba se le van los ojos con la gran piscina del camping: sin duda lo suyo no es el caminar, sino el pegarse un baño, entre otras cosas, pero de vez en cuando va bien romper con la rutina aunque sea, según la opinión de uno, para mal. Un día de caminata, una semana de salud –le recuerdo–, aunque su incrédula cara delata que no acaba de creérselo.

 

Pasado el campo de fútbol –un camping sin campo de fútbol no es más que una zona de acampada– avanzamos junto al borde de un talud por la periferia de un descampado en el que se acumulan viejas y abandonadas caravanas. Cada uno tiene lo suyo –se justifica Paco al pararse a fotografiarlas, creando retenciones tras de sí. Con la llegada a una pista forestal el tráfico senderista se descongestiona. Por ella pasamos junto a la masía Les Torras, una de las más antiguas del municipio. Cerca, en una segunda residencia, dos perros nos ladran con ímpetu, no sé si por motivos de vigilancia o más por aburrimiento. Diríase que contra todo pronóstico del saber popular, además de ladradores, son mordedores. Una verja, no obstante, nos ahorra el salir de dudas.

 

Muerta la pista, descendemos por una senda inundada hacia el río Tenes, pasando junto al Molí de Llobateras. El caudal es ínfimo, más parece un torrente en horas bajas que un río. Al otro lado, tras cruzarlo dando saltitos de piedra en piedra –me gusta ser mujer, diría el spot– afrontamos la corta pero intensa subida hasta la Creu de Terme de Les Torras. Una fuerza sobrenatural nos impulsa: la visión del primero de los cuatro avituallamientos, que no por mental pierde su potencial. A las 8:50 ya es nuestro. Bollycaos, magdalenas, coca con piñones y, para acompañar, zumo de mango o de fresa, a escoger. Lo que no escogemos son las pastas: una porción de coca, un fragmento de bollycao y media magdalena, para el buche. Umm… cosas así son las que hacen que valga la pena pagar por una caminata. ¡Y aún quedan tres más el obsequio!

 

Por Dios, parece que estoy en un concurso de fotografía. Esther fotografía el paisaje movida por la belleza estética del paisaje. Droguero, smartphone en mano, retrata un montón de bollycaos en la parte trasera de la furgoneta, de esas que son descubiertas. Paco fotografía a su novia, Siria, en compañía de Alba, la hermana de esta. Más por cuestión de salud mental que por otra cosa, retomo la marcha en solitario, eso sí, no sin antes repetir con la coca de piñones. Aún saboreándola, afronto un tramo de pista forestal con vistas a Riells del Fai, Cingles de Bertí e incluso, distantes y medio ocultas por la polución, las torres Mapfre en la Villa Olímpica de Barcelona. Es el momento de hacer hambre para el segundo avituallamiento, el del desayuno.

 

Parece ser que la práctica de la fotografía no ha durado mucho más: han tardado tan solo unos cientos de metros de atraparme. Mi ritmo, chinochanero de supuesto buscador de fósiles, les facilita la faena. Vete a saber, igual ni siquiera los hay por esta zona –me excuso. La orografía nos acompaña: el perfil topográfico de esta parte de la ruta podría superponerse al encefalograma de algunos. El calor, en cambio, comienza a hacerse patente y la inexistencia de sombras, causada por el incendio forestal de hace dos décadas, no favorece precisamente el confort térmico. Alba, poco propensa a la radiación solar, impone su ritmo de crucero, mantenido por un lado, por las kilocalorías aportadas por los bollycaos y pastas varias y, por otro, por mis alentadoras palabras: cuando lleguemos a la carretera de Centelles ya casi estaremos en el avituallamiento.

 

El acceso a la carretera tiene lugar tras afrontar una corta subida y pasar junto a una nueva masía, Els Plans. Un señor y dos adolescentes provistos de peto reflectante controlan el tráfico, por otro lado inexistente. Vamos de los últimos, ¿verdad? –le dejo caer al más veterano–. No, tranquilos, aún queda mucha gente por pasar –responde sin mucha convicción–. Sin ánimo de desmerecer a la tercera edad, hasta una mujer de unos ochenta años va justo delante nuestro. Passeu, passeu –me dice. Tampoco tenemos mucha prisa –pero la rebasamos. Si nos hubiera visto hace apenas unos minutos a Droguero y a mí, sentados reflexivos uno a cada lado de una bala de paja, y Siria en el centro con su falda de tenista haciendo gestos extraños, como de muerta, mientras Paco nos fotografiaba, se habría apartado no sin cierto pavor ante nuestra mera presencia. ¡Ojos que no ven, corazón que no teme!

 

Sobre el mapa, el segundo avituallamiento se halla próximo. El pequeño problema radica en la cercanía de las curvas de nivel: hay que subir hasta el Collet de Can Sans, en las proximidades de Puig d´Olena, antiguamente un sanatorio de enfermos de tuberculosis en el que el ya citado poeta Màrius Torres, antes de morir afectado por esa enfermedad, escribió gran parte de su obra. Según me comentará un caminante de dudosa credibilidad –está en el avituallamiento de cerveza–, ahora alberga a menores con familias que no están en condiciones de hacerse cargo de ellos. La pendiente es pronunciada y el sendero sinuoso; el calor, tortuoso. A más de uno será difícil volver a engañarlo –me digo. A Alba y a Esther se les olvida con el tiempo los sufrimientos a los que las someto en las excursiones, como zarzas o largas pateadas, y vuelven a caer. A Droguero ya le va bien, la cabra tira para el monte. Pero a Siria y Paco, será difícil volverles a hacer perder un día de playa.

 

Bocadillos de varios tipos, botijos con agua, porrones con vino, vasos con Coca Cola y Fanta, una cafetera y hasta una botella de Ballantine´s. ¿Acaso es una alucinación fruto de un golpe de calor? No, es el segundo avituallamiento. En casos así, la mente se vuelve lúcida. ¿Escoger el contenido del bocadillo? No, me decanto por el más largo. Escruto con la mirada los varios cientos de bocatas dispuestos en forma piramidal, cada templo dedicado a un embutido. Gana uno de bull blanc: ¡Es casi un bocadillo y medio estándar! A la sombra de unos árboles nos desparramamos por el suelo y nos lo zampamos. Menudo palo volver a retomar la marcha. Para más inri, delante nuestro, la ruta corta, de 12km, desciende por una pista forestal mientras que la nuestra, de 14km, prosigue a nuestro costado a través de un sendero ascendente hasta lo alto del cordal, con vistas al Montseny. Alba, casi con obscenidad, no pierde vista a la pista mientras yo pruebo de hipnotizarla repitiéndole del tríptico hoja de ruta lo siguiente: nos enfilamos por la cadena y el premio al esfuerzo son las vistas al Montseny. Debe de sonarle a anticlímax.

 

Con el buche lleno y un vaso de Coca Cola en la mano para el camino –hay que ser previsor–, emprendo la ruta larga seguido de mis compañeros. Una vez asegurado de que toman la variante larga, me descuelgo hasta la última posición y, de vez en cuando, me giro para contemplar los riscos de Sant Sadurní de Gallifa. Mira Esther, donde subimos hace dos semanas –le indico. A Alba no puedo pues, pensando en acabar la tortura cuanto antes, ha vuelto a tomar su ritmo de crucero. Al borde de un precipicio, Droguero se coloca en el sombrero negro de mafioso que lleva una gran pluma, también negra, quizá de un córvido que se acaba de encontrar. Con los brazos extendidos a ambos lados y una pierna flexionada en el aire, lo fotografío. Parece un antihéroe, un Robin Hood moderno con una misión imposible: devolverle al ciudadano lo que políticos y banqueros le han robado. A todo esto, una caminante que pasa le espeta, ajena al importante quehacer que tiene por delante: un paso más para atrás.

 

Si del dicho al hecho hay mucho trecho, de la publicidad a la realidad la brecha no es menor. Las vistas al Montseny, la verdad, decepcionan un poco: el Matagalls no muestra su cumbre, cubierta por las nubes; además, se halla bastante lejos. El Turó de l´Home apenas asoma junto a Les Agudes y el Puig Sesolles. No obstante, nos lo pasamos bien y, de improvisto, cumplo uno de mis múltiples objetivos veraniegos, que no por modestos dejan de serlo: trepar a un árbol. Para ello atravieso un campo seco de algún tipo de cereal –los de Badalona no somos gente de campo– y me encaramo a lo que supongo es una encina dibujada sobre el azul del cielo. Su tronco es triple y la trepada se antoja y resulta sencilla. Como siempre, es más comprometida la bajada, pero con buen pie no resulta excesivamente complicada. Tras fotografiarme Alba en uno de mis hitos estivales, Siria, su hermana, me sigue al lavabo de caballeros y, sin pudor, me inmortaliza a mis espaldas. ¡Qué pensaran los caminantes que pasan por la senda detrás suyo! Echo a correr y, al alcanzar a Alba, se lo explico. Van a pensar que es una depravada.

 

Cuando Paco me ha comentado que ha venido porque Siria le ha asegurado que daban cerveza en los avituallamientos, le he advertido de que lo habían vilmente engañado. Craso error. El tercer avituallamiento, situado en un afloramiento rocoso de nombre Roques Codines, es de cerveza. De cerveza y de claras. Estas últimas se toman directamente en porrones, aunque está la opción de mezclarse uno mismo en el vaso la cerveza y la Fanta de Limón. Un botijo de agua, casi envuelto en telarañas, es el plan B. ¡Siria llevaba razón! Y yo que esperaba sandía como indica la hoja de ruta. Según han avisado por megafonía esta mañana, la última parte del recorrido ha tenido que ser modificada y no concuerda con el mapa y la descripción del tríptico hoja de ruta porque el dueño de la finca no ha dado permiso a que la atravesemos. Diríase que cual corrupto político o retocaconstituciones veraniego, se pasa las leyes del derecho de paso por el forro. Y Droguero sin la pluma: ya la ha tirado. Ahora estila gafas de sol negras a juego.

 

Sobre un amplio abrigo rocoso que resta oculto bajo nuestros pies –Balma de l´Espluga– se halla emplazado, ahora sí, el cuarto avituallamiento, el de las sandías Fashion, sin pepitas negras: sí las hay amarillas. Sin duda, una estupenda manera de refrescar al caminante y hacerle reflexionar sobre si en su vida hay suficientes pepitas o si debería anotar en su espejo, pintalabios en mano, un ponle más pepitas a tu vida o, simplemente, enriquece tu vida con pepitas; pero de esas que producen jugosos frutos, que pueden ser exprimidos para sacarles el jugo. Que puedan ser plantadas junto a los rosales de verano que, a las 12:10, tras pasar por el Mirador de la Campana, recibimos como obsequio al finalizar la caminata. Son rosas bellas, naturales, frescas, de porte esplendoroso, que nos recuerdan que la vida es una semilla que debemos hacer germinar con mimo, cuidados y cariño, como única que es. Y nada mejor que una sencilla pero alegre caminata para nutrirla por unos días más.

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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