ExCuRSiONiSmO RoMáNTiCo FoReVeRExCuRSiONiSmO RoMáNTiCo FoReVeR
 Zodiaco Zodiaco
Estas en » ExCuRSiONiSmO RoMáNTiCo FoReVeR » Archivo de Relatos » December 2014 » 07-12-14: Puigsacalm Por Los Ganxos Nous Y Ganxos Vells
Monday 22 de December de 2014, 13:18:53
07-12-14: Puigsacalm por los Ganxos Nous y Ganxos Vells
Tipo de Entrada: RELATO | 2476 visitas

Sin más compañía que mi mochila, asciendo una fría mañana de diciembre al Puigsacalm (1514m) partiendo de un pequeño pueblo de la Vall d´en Bas, Joanetes (604m), situado prácticamente un kilómetro más abajo respecto al nivel del mar. De subida, opto por los Ganxos Nous, equipación situada en la Canal Fosca o Nova –ambos topónimos son válidos–, mientras que para regresar enlazo el Camí del Pas dels Burros con los Ganxos Vells, estos últimos ubicados en la Canal dels Ganxos. En total cinco horas y media de excursión y más de mil metros de desnivel positivo acumulado, lo suficiente para regresar físicamente reventado pero satisfecho a nivel mental y en global.

 

Aprovechando que he de dejar a Alba en el cercano pueblo de El Mallol, me dispongo a retomar el intento fallido de ascenso al Puigsacalm de hace algo más de tres años, esta vez con la ausencia de Javier, Javier (Pratenc), Jordi, Cris, Florenci, Félix (Narhinan), Begonya, Julio y Manuel; de hecho, hoy he venido solo. Para ello estaciono el coche cerca del pueblo, a seis kilómetros del Coll de Bracons, en la GIV-5273. Nada más apearme, observo ya la cumbres del Puigsacalm y el Puig dels Llops, rocosas y altivas sobre la masa forestal colindante. Al salir de casa he tenido la sensación de que algo me dejaba, y ahora veo el qué: las botas de montaña. Al menos calzo unas bambas, ¡qué se le va a hacer!

 

Si bien la ruta normal al Puigsacalm parte del Coll de Bracons, desde aquí abajo también hay buena señalización hasta las inmediaciones del Puig Corneli. Se trata de buscar un cartel con la indicación “Santa Magdalena pel Barret, 1h30min. Les Olletes 2h” e ir siguiendo las marcas de pintura amarilla presentes en todo momento, aunque a veces algo distantes entre sí. Prácticamente al inicio, es preciso pasar junto a una masía, donde una escalera que sirve para subir hasta la copa de un árbol llama mi atención. Atrás quedan una decena de coches ya vacíos; son las 10:45, una hora casi indecente para acometer una ascensión con tantos metros de desnivel en esta época del año, cuando la noche cae alrededor de las cinco y media. Pero qué se le va a hacer.

 

A la altura de la masía un nuevo cartel con las mismas indicaciones avisa de que es preciso abandonar la pista forestal y tomar un sendero que se adentra en el bosque. Ojo con no pasarse de largo. Caminando por su interior, siempre cuesta arriba, me adelanta un corredor. Parece que no ha sido capaz de dejar la prisa atrás –pienso. No pasan ni cinco minutos que me lo vuelvo a encontrar, esta vez de bajada. Sí que has ido rápido –bromeo. Me dejo cosas –aduce. Las prisas no son buenas consejeras –me digo. Si bien respeto su manera de entender y disfrutar de la montaña, válida como cualquier otra, me parece una lástima extender nuestra lucha diaria contra el cronómetro a nuestro tiempo de ocio. Pero qué se le va a hacer.

 

Al llegar a un claro en el bosque, un poste de señalización situado en el perímetro del prado me trae a la memoria que, hace unos años, de regreso del Puigsacalm con Julio, Droguero y una amiga suya, nos cayó la noche encima y fue harto difícil divisar este poste y, por lo tanto, saber por dónde continuar. En aquella ocasión la ascensión fue desde el Coll de Bracons y esta zona, que realizamos de bajada, era nueva para nosotros. Hoy, en cambio, la dificultad radica en lo resbaladizo del terreno: hojas y barro, este último causado por las lluvias de los últimos días, convierten el terreno en una tómbola cuyos boletos, cual amañados, llevan la inscripción “patinazo”. Qué se le va a hacer.

 

A pesar de la baja temperatura, la sensación térmica, a causa de la constante pendiente, es más bien de calor. Nada más adelantar a una madre acompañada de su hija –o eso creo por sus edades–, me detengo en un lugar con vistas, entre el follaje, a la Vall d´en Bas, para aligerar un poco en cuanto a vestimenta se refiere. Ahora ya no reculo –me asegura el corredor. Es la tercera vez que nos topamos. Si bien dejar toda la ropa que me sobra en el maletero es tentador, está tan lejos… Opto, pues, por meter en mi pequeña mochila, como puedo, la camiseta de manga larga y el voluminoso polar que me sobran, quedando provisto de la insólita combinación de una camiseta interior térmica gris de las de toda la vida con mi abrigo rojo como segunda capa. Sin duda mi look es hortera, pero prefiero dar preferencia –valga la redundancia–al pragmatismo. Qué se le va a hacer.

 

Además de las marcas de pintura amarilla actuales, en ocasiones me encuentro también con marcas rojas de aspecto antiguo, pero igualmente útiles y, sin duda, más discretas por su desgastado estado –menuda rima–. La fragancia del tomillo alegra mi pituitaria y la presencia de algunos representantes del reino animal, como el gorrión y la lagartija, mis conos y bastones y, en última instancia, a mi cerebro. El summum del deleite, no obstante, acontece en cuanto abandono el bosque y aparece, a un par de centenares de metros, la muralla rocosa formada por mis tres objetivos montañeros de la jornada, en la que distingo, además de las cimas, ambas canales. Pocas veces el futuro se nos presenta tan nítido; tan previsible y al alcance de la mano. Sobre todo en momentos de incertidumbre y preocupación. Pero es lo que hay; qué se le va a hacer.

 

Una pareja de mediana edad y, por ende, mayor que yo, me fotografía con el Puigsacalm al fondo. Son de El Prat de Llobregat y, según me cuentan, no están muy seguros de la ruta a seguir. Les comento que el itinerario más frecuente parte desde el Coll de Bracons, aquel de allí –les señalo con la mano–, mucho más directo, sencillo, rápido y transitado que este, así como mejor señalizado. También les informo sobre ambas canales –no han estado nunca en la zona ni portan mapa– y les recomiendo subir por la Nova o Fosca (Ganxos Nous), más dificultosa, y regresar por la dels Ganxos (Ganxos Vells), más aérea pero sencilla. Respecto a las dos fotos que me toman, en una aparezco frunciendo el ceño a causa del sol y, en la otra, ambas piernas asemejan estar amputadas. Pero bueno, qué se le va a hacer.

 

Un numeroso grupo, formado por unos veinte excursionistas, desayuna antes de afrontar, en su caso, la Canal dels Ganxos, a la que se accede tomando en “El Barret” la senda a mano izquierda –en mi caso, como voy a la otra, tomo hacia la derecha–. A groso modo estimo que la mitad de los coches estacionados al inicio de la ruta son suyos. Poca gente, pues, me precede. Entre ellos están un matrimonio y una hija, menor de edad esta última. Los adelanto al pie de la Canal Nova o Fosca; se están equipando con arnés, ocho y kit de vía ferrata. Estimo que esto quizá asuste un poco a los del Prat, por lo que decido esperarlos en el tramo de mayor dificultad: una pasarela metálica –el icono de esta canal– seguida de seis grapas. Nada más llegar, la del Prat, alucinada, comenta: “No veas que chungo, ¿no? Pero bueno, si hay que subir, se sube. ¿Qué se le va a hacer?” –si bien no es cierto, qué bien queda J

 

De regreso a la realidad, se presentan ambos y, sin mayor problema que los diez metros de exposición y una ligera fuerza de brazos necesaria, superan el paso. Con el alivio de no haber conducido a ningún inexperto hacia un fatal desenlace, prosigo el ascenso hasta el cercano desvío que conduce, a mano derecha, a la pequeña y célebre campana con vistas a la Vall d´en Bas, al borde de un precipicio de varios cientos de metros. “Benvinguts siau” –reza. Como si no hubiera mañana, la hago sonar con locura, fuera de mí. Quizá sea por aquello de que el que la toca algún día volverá. Suena bien, pues implica seguir vivo. Y si no fuera así, ¡pues qué se le va a hacer!

 

La progresión por la canal continúa gracias a la ayuda de dos barandas metálicas, la primera a mano derecha y la segunda a mano izquierda. Es un tramo muy encajonado y bastante vertical, seguramente inviable de acometer si no estuviera equipado. Finaliza en un diminuto collado en el que, si te apetece o la curiosidad te obliga, a mano derecha puede accederse a un balcón espectacular con varios cientos de metros bajo los pies y grandes vistas –Olot, El Mallol, etc.–. Ya de nuevo en la senda, se me ocurre colocar la cámara de fotos sobre una rama para fotografiarme junto al manto de nieve que aún se conserva en esta sombría zona. A los diez segundos, gracias al modo de disparo automático, quedo retratado, eso sí, a un precio elevado: al intentar tomarla, a causa del resbaladizo terreno, se me escurre de las manos y además de caer, rueda unos cinco metros rocas abajo hasta que por fortuna se frena. Qué mala suerte pero, ¡qué se le va a hacer!

 

Al llegar a las proximidades de Santa Magdalena, en el prado, abandono el camino señalizado seguido hasta ahora, que según un cartel indicador en treinta minutos te deja en Les Olletes, para enlazar las tres cumbres del día: Puig Corneli, Puig dels Llops y Puigsacalm. Al primero accedo directamente por el cordal, junto a una gran estrella fugaz navideña que, según imagino, deben de encender por las noches en esta época. Si no se tiene interés en esta cumbre, lo mejor es bordearla por un sendero que discurre junto a los riscos, pasado un repetidor. Una baranda de madera con un cartel puede servir como punto de referencia:

 

Delimitación del área ocupada por especies de flora de gran interés de acantilados y prados. La baranda de delimitación no es un elemento de seguridad, por tanto, pase con precaución”.

 

Una vez coronado el Puig Corneli, me dirijo al cercano Coll de Joanetes. De camino, a la altura de la salida de la Canal dels Ganxos, me paro a comer. Con las papilas gustativas entretenidas por el bocadillo de atún, espero a que lleguen los del Prat, que me van siguiendo, para comentarles que aquí está, aunque poco señalizado, el inicio de la canal de regreso. Poniendo en práctica el tan manido “hay que saber delegar” –Alba lo llama explotación–, le dejo la tarea al matrimonio que aún viste arnés, casco y kit de vía ferrata, nada más darme alcance. Se me está haciendo tarde –me excuso. Y así es, pues el evento de El Mallol apenas dura hasta la hora de comer y luego, antes de que anochezca, vamos a pasarnos por la Feria Medieval de Vic. De hecho, allí se nos va a hacer de noche y la rasca será casi insoportable. Pero qué se le va a hacer.

 

A partir del Coll de Joanetes la ruta vuelve a estar señalizada. En esta ocasión las marcas de pintura son rojas y azules, diríase que patrocinadas por el F.C. Barcelona. Como el lugar es sombrío, además de enfangado presenta restos dispersos de nieve. La pendiente vuelve a ser importante y uno ya no anda, ni en el sentido literal ni en el figurado, para muchos trotes. Suerte que mi memoria, en el ambiente montañero al menos, es bastante buena y al alcanzar un gran hito en el hayedo, recuerdo que ya prácticamente estoy en el Puig dels Llops; tan solo me queda un pequeño tramo de pseudocordal. Aun así, todavía hay tiempo para la sorpresa: un corredor baja a toda leche a la vez que conversa a través de su teléfono móvil. Por si acaso, me aparto no sea que tal antítesis del excursionismo romántico me alcance. Como se suele decir, cada loco con su tema. ¡Qué se le va a hacer!

 

Dos horas y cuarenta minutos después de mi partida, a las 13:25, alcanzo el bello y solitario Puig dels Llops, vecino del masificado Puigsacalm, en el que, visto desde aquí, diríase que en su cima no cabe ni un alfiler. Su acceso es a través de una loma estrecha surcada por sendos barrancos a ambos lados. A diferencia de su exitoso hermano, tiene vistas aéreas sobre Santa Magdalena y sobre el Puig Corneli. Aquí fue donde en compañía de los ya citados antes, me vi atrapado en el diluvio universal y tuvimos que salir por patas, Manuel y yo empuñando nuestros paraguas. Hoy la situación meteorológica es, en cambio, propicia. En la foto que un señor me toma en la cima, el azulado cielo se muestra radiante, lleno de luz –por ser redundante–. ¿Me puedes tomar otra? Ha salido descentrada –le solicito. Se toman así –me informa–. Siempre has de aparecer en unos de los tercios de la foto, a izquierda o derecha–. No lo sabía –le respondo incrédulo–. Yo siempre me sitúo en el centro de la foto–. Ya aprenderás con el tiempo –concluye. No creo, pero bueno, qué se le va a hacer –me digo.

 

Pasado un cuarto de hora, a las 13:40, alcanzo la solícita cumbre del Puigsacalm. Cuento cerca de cuarenta personas y lo dejo estar, es inútil. Extrapolando, debemos de ser unos setenta. La mayoría son padres con sus hijos, aún en edades tempranas. Creo no equivocarme si aseguro que son los montañeros del mañana. Caminadores, escaladores, corredores, ferrateadores o raquetadores, quién sabe. Pero sin duda, el futuro les pertenece. De regreso al presente, observado por varios buitres surcadores del cielo, intento abstraerme de la multitud y centrar la vista en el popular juego del qué reconozco: se aprecian Montserrat, el Moncau, La Mola, el Matagalls, el Turó de l´Home, Les Agudes, la Vall d´en Bas, Olot, el Bassegoda, Ulldeter, Vall de Núria, el Cadí, el Pedraforca, la Serra d´Ensija y el Port del Compte, entre otros. Es bastante más sencilla la identificación que la abstracción; demasiada gente. Qué se le va a hacer.

 

La verdad es que la multitud y la montaña no parecen ser una buena combinación, al menos si lo que uno busca es más desconectar, meditar y estar tranquilo y en comunión con la naturaleza más que hacer vida social. Así pues, esta cita con la cumbre es más bien corta; si tres son multitud, setenta no invitan a alargar mucho la estancia. Con tal de convertir la ruta en más circular y minimizar la repetición de recorrido, inicio el descenso por la ruta normal, es decir, hacia el Coll de Bracons, en busca del Camí del Pas dels Burros. Un botiquín llama mi atención: está en el interior de una especie de buzón. También lo hacen varias familias que se adentran en el bosque en busca de un tesoro de geocaching. Incluso una placa en recuerdo a un montañero muerto cuando yo contaba con apenas catorce días de vida, allá por 1981:

 

Me preguntan por qué estoy aquí en la montaña. Yo no respondo, sólo sonrío. Con paz en el corazón caen las flores, corre el agua. Todo se va sin dejar huella.

 

El Camí del Pas dels Burros, señalizado con marcas de pintura amarilla, es una senda bastante poco transitada que recorre la vertiente agreste del Puigsacalm y del Puig dels Llops, a los pies de la citada muralla rocosa. Nada más comenzarla, la marabunta desaparece. Diría que he visto a más gente en estos diez minutos que en todos los últimos meses juntos y casi en todo lo que va de año. Incluso aviso a un chico con el que me topo con un “ya llegas a las Ramblas”. Aquí, en cambio, en todo el resto del recorrido sólo me voy a cruzar con un único grupo. Si bien hay varios pasos equipados con cuerdas y en algunos tramos el sendero es expuesto, no presenta grandes dificultades. Lo que sí comienzo a notar es, a mi pesar, el problema de la ausencia de fuentes en el recorrido: se me acaba de terminar mi segunda botella de agua de medio litro; ya sólo me queda una. Pero qué se le va a hacer.

 

Mi camino prosigue. Cruzo varias canales –alguna es un torrente seco– y transito junto a varias atalayas. Sin duda es un buen lugar para el deleite visual y el caminar sosegado. No obstante, estoy bastante inquieto por el tema logístico –he de recoger a Alba– y acelero el ritmo. El grupo al que hacía referencia lo vuelvo a ver junto a una de las atalayas citadas. Sin ánimo de ofender, parecen haberse juntado por Facebook y, según presiento, no son aún muy montañeros. Pues sí que corres tú –me suelta uno. Les deseo suerte y continúo, a buen ritmo, hacia el Coll de Joanetes. Poco antes de alcanzarlo, supero un flanqueo horizontal por terreno rocoso equipado con cuerdas que en caso de lluvia debe de ser bastante peligroso. Tiene que ser el Pas dels Burros. Sin duda me decepciona pero, ¡qué se le va a hacer!

 

Dado que el acceso a la Canal dels Ganxos, según mi opinión, no está muy bien señalizado y en esta zona, si se te echa la noche encima –lo sé por experiencia–, la cosa se complica bastante aun llevando frontal, me anoto como referencia para futuras excursiones los pasos que cuento desde el poste indicador del citado collado. Son cuarenta hasta una bifurcación y, siguiendo por la derecha, vienen otros ciento sesenta pasos, en total doscientos. Sé que “el paso” no es una medida exacta y depende de factores como la persona o el ritmo, pero no tengo otra cosa a mano. Qué se le va a hacer.

 

Más que una canal, parece un río de piedra, un torrente seco. Cuento tres grapas dispersas y nada más, en este primer tramo más encajonado. En un momento dado, debe evitarse continuar descendiendo por el torrente –al no sonarme tan complejo de mi vez anterior, regreso–. Lo correcto es tomar un sendero poco evidente al otro lado. Intuyo que es aquí donde la gente que en la red escribe que se perdió y fue a parar a un barranco yerra. Tras cerciorarme, construyo un pequeño montoncito de piedras –hito– por si a alguien le puede ser de utilidad y le evita meterse en problemas, aunque no sé lo que durará en pie. Lo mío no es la arquitectura, qué se le va a hacer.

 

Nada más tomar el sendero que he pasado por alto, salgo a un terreno más abierto equipado, primero, con una cuerda y cuatro grapas y, a continuación, con un tramo vertical de diez grapas junto a una barandilla metálica que, en caso de venir equipado con el kit de vía ferrata, sirve de cable de vida. Una vez realizado el destrepe, me encuentro con dos cadenas y dos grapas que conducen, ahora sí, a la última pared equipada, de nuevo con la barandilla metálica que sirve de cable de vida y siete grapas, pocas para la longitud del tramo: principalmente deben colocarse los pies sobre la roca. Sin duda es lo más entretenido de la canal aunque, si te gusta, se te hace realmente corto. Es lo que hay: la cosa no da para más. Qué se le va a hacer.

 

Una vez dejada atrás la zona equipada, se regresa de nuevo al torrente seco. Un cartel para los que vienen de la roca “El Barret” avisa de la proximidad de los Ganxos Vells. Mediante un flanqueo alcanzo la citada roca, donde finaliza mi ruta circular. A partir de aquí, se trata de deshacer toda la cuesta que he realizado hace unas horas desde Joanetes, pero ahora pendiente abajo. Como tengo algo de prisa por el tema de Alba, bajo a un ritmo bastante alto, aspecto que el terreno propicia, de forma que a las 16:15, cinco horas y media después de haber partido, alcanzo el coche y doy por finalizada mi última excursión del año. No todos los días, ni todas las semanas, e incluso ni todos los meses, uno puede salir al monte. ¡Qué se le va a hacer!

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




Añadir nuevo comentario
Usuario de Madteam.net No usuario




Vista Previa



 

 
MadTeam.net | Suscribirte a este blog | Creative Commons License Blog bajo licencia de Creative Commons. | compartir este enlace en Facebook