ExCuRSiONiSmO RoMáNTiCo FoReVeRExCuRSiONiSmO RoMáNTiCo FoReVeR
 Zodiaco Zodiaco
Estas en » ExCuRSiONiSmO RoMáNTiCo FoReVeR » Archivo de Relatos » February 2015 » 25-01-15: Ascenso Al Montcau Desde Sant Llorenç Savall
Monday 2 de February de 2015, 17:58:33
25-01-15: Ascenso al Montcau desde Sant Llorenç Savall
Tipo de Entrada: RELATO | 2389 visitas

En compañía de mi novia Alba, su hermana Siria y mi amigo Droguero realizo una ruta circular de unos veintiún kilómetros con inicio y final en el pueblo de Sant Llorenç Savall, a las afueras del Parque Natural, incluida la ascensión a una de las dos cumbres más representativas de la zona, el Montcau, de 1056m de altitud. En total siete horas de recorrido pasando por, entre otros, los siguientes lugares clave: La Creu de Ricó, La Muntada, Marquet de les Roques, Collet del Llor, Coll d´Eres, Montcau, Carena del Pagès, Morral del Drac, Ermita de Santa Agnès y Riera de Dalmau.

 

Fue Enric Soler i Raspall con su libro Un estiu de guaita quien me dio a conocer el Montcau. Sin ánimo de pasar en su cumbre tres o cuatro meses a la búsqueda de posibles columnas de humo indicativas de un conato de incendio, nos proponemos simplemente atacarla desde lejos, exactamente desde un pequeño pueblo que buenos recuerdos me trae: Sant Llorenç Savall. Tan solo una vez he estado en él, en concreto procedente a pie de Collformic, en la falda del Matagalls, y con destino a Montserrat, ochenta y tres quilómetros de caminata popular mediante. Siempre recordaré la parada de autobús, junto a la que hoy hemos estacionado, repleta de participantes que abandonaban, a la espera de ser llevados a la ciudad condal y, como no, de la misma forma permanecerá indeleble en mi memoria la inenarrable llegada, poco después del amanecer, al avituallamiento de Donuts, ya en el interior del parque natural.

 

El pueblo es más bien pequeño, situado en el interior de un valle, o como mínimo me produce tal sensación. Nada más verla, la reconozco: pequeña, estándar, con marquesina. Hay que ver lo que me impresionó la susodicha parada. Enfrente, un modesto descampado hace la función de aparcamiento. El nuevo y flamante Seat León de Droguero nos aguardará fielmente durante siete horas, el tiempo que necesitaremos para completar la ruta circular que he diseñado para la ocasión. Teniendo la oportunidad de transitar por nuevos parajes, ¿para qué vamos a deshacer lo andado hasta la cumbre? Fieles a la inquietud invernal típica, dudamos en si dejar el abrigo o no. La disyuntiva está clara: o pasas a primera hora algo de frío pero andas ligero, o vas bien abrigado a primera hora y cargado el resto de la jornada con el abrigo. Nosotros, más frioleros que de pesado caminar, nos decantamos por lo segundo.

 

Si tuviera que dividir la ruta en diversos tramos significativos, el primero sería el comprendido entre el pueblo hasta el Marquet de les Roques, un edificio en apariencia modernista situado en la base del Montcau. Se trata de pistas forestales sin apenas desnivel, poco transitadas y con vistas tanto a La Mola (1104m) como al Montcau (1056m). La amplia señalización de la zona nos permite dirigirnos hacia nuestro objetivo siguiendo las indicaciones “GR-5: Coll d´Estenalles, Rellinars”, supliendo así nuestro desconocimiento del lugar y la carencia de un mapa de la zona. Como de costumbre, nos detenemos a tomarnos algunas fotos, como en la Creu de Ricó, nos sorprendemos con lo que nos aguarda el camino –una ave doméstica en libertad, si es que los tres conceptos son compatibles– y nos interesamos por los aspectos culturales.

 

En este sentido, nos llaman la atención varias masías que atravesamos, aún habitadas. En la primera, La Roca, hay señalizado un horno de obra antiguo del que surge, cual aparición milagrosa, un gato manso, limpio y bien alimentado que nos acompaña durante un centenar de metros frotándose en la parte baja de nuestros pantalones. Según Droguero, lo mueve el interés por los bocadillos de atún que portamos. Poco después, llegamos a una segunda, Les Oliveres, si cabe más bucólica que la anterior. Alba fotografía a Siria en cuclillas junto a tres caganers mientras yo descanso en una mesa de piedra emplazada a la sombra de una encina. Es la Alzina de ´l´Era. Un poema escrito en un azulejo así lo atestigua:

 

 

El vent, el sol,

la pluja i la neu.

No fa l´ofici que vol

ni corre com una guineu.

Quatre arrels afermades a la terra,

quatre branques onejant

com senyera en crit de guerra.

No es passa la vida plorant:

perquè estigui corcada i mig seca.

Ella és la nostra bella i centenària

alzina de l´era.

 

Emili Dalmau, 1980.

 

 

“No se pasa la vida llorando porque esté carcomida y medio seca”. Esa es la actitud.

 

Una vez alcanzados La Muntada y el Marquet de les Roques, nos aprovisionamos de agua en la Font del Llor, situada en un sombrío y húmedo paraje en pleno bosque; a ella se accede a través de unas escaleras llenas de agua. Es aquí donde comienza el segundo tramo significativo de nuestra ruta, la ascensión al Montcau propiamente dicha, caracterizada por tener lugar a través de un sendero que supera un importante desnivel; atrás han quedado tanto las pistas forestales como el terreno llano. Ha llegado el momento de sudar la camiseta y de llevar el abrigo –e incluso el polar, en mi caso– a cuestas. El terreno tiene un aire a Montserrat, diríase que estamos progresando por una de sus amagadas canales boscosas. La empinada subida nos conduce a un terreno de conglomerado abierto con amplias vistas que flanqueamos. Droguero me fotografía con Siria sobre una roca con los Cingles de Gallifa y el Montseny en el horizonte; nuestra pose resulta un tanto extraña pero la foto me agrada, le da un toque divertido, despreocupado.

 

Poco antes de alcanzar el Coll d´Eres, próximo a la deseada cumbre, llegamos al desvío que lleva a la cueva Simanya, de unos cuatrocientos metros de recorrido. En compañía de Droguero me decido a visitarla mientras ambas hermanas nos aguardan. Multitud de niños pequeños acompañados por sus padres van y vienen en ambos sentidos por el estrecho sendero; desconocía que la natalidad estuviera tan alta en este país. Dado que la ruta normal al Montcau es corta y sencilla, resulta ser muy frecuentada, lo mismo que la gruta, que no anda muy lejos. ¡Con la de tranquilidad y soledad que hemos tenido hasta ahora! El acceso a la entrada es algo angosto, es preciso superar un pequeño desnivel encajonado entre rocas. Una vez arriba, nos quedamos impresionados con sus dimensiones: hará unos cuatro metros de altura, además de ser bastante ancha. Con la ayuda del flash de mi cámara, avanzamos unos pocos metros en la oscuridad. También nos retratamos, tanto hacia su interior como perfilando nuestra oscura silueta sobre la luz procedente del exterior. Me muero de ganas por regresar en el futuro bien equipado, con frontales, casco, botas de agua y ropa vieja e investigarla en profundidad –esto es literal–. ¡Otro día será!

 

Al regresar Alba está algo mosqueada por nuestra demora, por lo oído han cogido frío paradas esperándonos. Haberos movido –le espeto. Sin mayor disputa, nos dirigimos hasta el cercano y estratégico Coll d´Eres, situado en el cordal que une el Montcau y La Mola, de nombre Carena del Pagès. Es momento de abandonar las marcas blancas y rojas del GR-5 que llevamos siguiendo durante toda la ruta y emprender el ataque final a la cumbre. Este es corto, directo y tiene lugar a través de los afloramientos rocosos conocidos como codines, protegidos junto al frágil ecosistema que albergan, de manera que está tajantemente prohibido abandonar el sendero, que en principio está delimitado por unas gruesas cuerdas fijadas sobre el terreno. Según un poste informativo: el pisado elimina la vegetación, provoca la desaparición irreversible del suelo, la reducción de la capa protectora vegetal, la desaparición de especies de flora únicas y el incremento de la fuerza de erosión del agua cuando llueve.

 

El acceso a la cumbre es entretenido. Diríase que estamos en plena Montserrat. Esta me viene de nuevo a la mente tanto por el entorno como por el hecho de mostrársenos espectacular y no muy lejana desde que hemos alcanzado el cordal. Identifico el Cavall Bernat, el Morou, la Miranda de Sant Jeroni, la zona de Agulles… En medio de grandes vistas, que incluyen además el Mediterráneo, el Montseny y los Pirineos nevados, nos plantamos en la mesa de orientación situada en la cima tras cuatro horas de excursión. Conforme a lo previsto, nos protegemos del viento a la vera de unos matorrales y comemos en lo alto de nuestro objetivo; la una y media no es mala hora. Nos llama la atención una figura representada con pequeñas piedras sobre la hierba, formada por un sol y la palabra SMILE. Sin duda sonreímos porque, más que felices, estamos satisfechos. Nos hemos ganado el bocadillo de atún, las patatas fritas del Mercadona –que aquí arriba no saben a marca blanca– y las vistas aunque, eso sí, por enésima vez Alba trata de grabarse a fuego el no volver a salir de excursión.

 

Con la pereza propia del objetivo cumplido y el buche lleno, emprendemos el tercer tramo significativo de la ruta: el que nos conduce hasta el Morral del Drac, último collado antes de llegar a La Mola. En un primer momento es a través de la cómoda e hipertransitada pista de la Carena del Pagès, que recorre buena parte de la sierra. La señalización, sin ser necesaria, es la blanca y verde del SL-C 54, dirección “La Mola”. En sentido inverso, alcanzaríamos el también estratégico Coll d´Estenalles. La verdad es que da un palo tremendo dar el rodeo y la hora, al ser la de la siesta, no acompaña. Pero la decisión está tomada pues me aborrece ir y regresar en cualquier excursión por el mismo camino y, como Avi Jordi dice, denota una falta de recursos en el montañero. El avance es cómodo por el interior del bosque –en verano debe de ser una delicia– hasta que la pista da paso a un sendero bastante erosionado por el agua que pierde desnivel de forma decidida. La Mola se alza cercana, provocativa, pero no hay manera de convencer a nadie de ir a por ella. Ves tú –me dicen. Pero resulta que soy el único que ya la ha visitado y para mí, la gracia está en llevar a gente que aún no la conozca. En otra ocasión será –espero–.

 

En el Morral del Drac trepo hasta una pequeña cavidad que atraviesa la formación rocosa que lleva tal nombre de punta a punta: es la Cova del Drac. Siria viene tras mis pasos y juntos la destrepamos por su pared opuesta. Nos volvemos locos buscando un sendero que nos permita perder desnivel con facilidad hacia el pueblo. Hay varios pero parecen en desuso, así que continúo unos metros más hacia La Mola por si acaso y lo localizo: está señalizado. Tomar la Canal de Santa Agnès es despedirse de la civilización; el terreno se torna inhóspito, además de sombrío. Llegados a una bifurcación en la que dudamos por dónde continuar –no llevamos mapa ni conocemos la zona–, me acerco a explorar la opción que no pierde desnivel y me topo con una ermita amagada, sin duda también –qué pesado soy– con aires a Montserrat: es la Ermita de Santa Agnès. ¡Venid, venid! –les grito. Es guapísima, incrustada en la roca; es de hecho una cueva. Babeo con la simple idea de vivaquear aquí algún día, con vistas al cielo estrellado y a la salida del sol al amanecer, aunque le otorgo una probabilidad de materialización que ronda el cero, pero bueno, soñar es gratis y aconsejable para la salud mental.

 

Lo que ya no es recomendable es rondar por una zona que se desconoce y sin mapa. Es lo que tiene la organización apresurada de una salida y el no encontrarlo en la biblioteca más cercana a casa. El teléfono inteligente de Droguero, con Google Maps y geolocalización, nos permite situarnos respecto al pueblo y a las pistas forestales, pero poco más. Sin duda lo más valioso, y no dependiente del nivel de carga de una batería, es mi sentido de la orientación y mi intuición montañera. Combinando ambos factores, justo siete horas después, como estaba previsto, aunque a través de una carretera mediante, alcanzamos de nuevo Sant Llorenç Savall. La parada de autobús sigue ahí, como también en mi memoria. La Matagalls – Montserrat fue una de mis ambiciones montañeras y siempre con cariño la recordaré, o al menos hasta que una posible enfermedad tipo Alzheimer o la propia muerte me lo permita. Hoy el recuerdo también es bueno, aunque no será tan indeleble. De todas formas, a un domingo invernal a escasa distancia de Barcelona poco más se le puede pedir: naturaleza, tranquilidad, belleza, salud, amistad, bienestar espiritual… Para todo lo demás, Mastercard.

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




Añadir nuevo comentario
Usuario de Madteam.net No usuario




Vista Previa



 

 
MadTeam.net | Suscribirte a este blog | Creative Commons License Blog bajo licencia de Creative Commons. | compartir este enlace en Facebook