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Saturday 16 de May de 2015, 19:33:44
10-05-15: Subida al Matagalls desde Collformic
Tipo de Entrada: RELATO | 2223 visitas

Cómoda y tranquila excursión por el Montseny. En compañía de mi hermana Eva y su novio David, de Droguero –el tercer David contándome a mí–, de Pau, Alejandro, Ana, Pol y Oriol asciendo al Matagalls desde Collformic. Tras un picnic en un prado, descendemos por Sant Segimon y completamos la circular, regresando al punto de inicio a media tarde, algunos de nosotros bien quemados por el sol, como si de una jornada estival se tratara.

 

Pau, Alejandro, Pol y Oriol desde Barcelona; Droguero y Ana desde Hospitalet; y yo, con mi hermana Eva y su novio, desde Badalona. Distintos puntos de inicio pero un destino común: el aparcamiento de Collformic, emplazado a 1144m de altitud en el término municipal de El Brull. Sobre las diez y media de la mañana nos retratamos junto a la señal viaria que marca el collado y emprendemos nuestro camino hacia la cumbre. En un primer momento transitamos por la cómoda pista forestal que se dirige a un repetidor y a Sant Segimon, evitando así las primeras y empinadas cuestas del sendero marcado como GR-5.2. Las vistas sobre Centelles, la llanura de Osona, el Pla de la Calma, los Cingles de Bertí y de Gallifa, Sant Llorenç de Munt e incluso el macizo de Montserrat satisfacen nuestras ganas domingueras de montaña.

 

Llegados a una curva de ciento ochenta grados, abandonamos la pista y empalmamos con el sendero GR-5.2, que continúa remontando la Carena dels Roures pero con una pendiente más llevadera que la del tramo evitado; es la ventaja de conocerse el itinerario de veces anteriores. Droguero y yo andamos los últimos del grupo; nuestros compañeros diríase que tienen prisa. ¿Cómo puede ser, si es David quien lleva el vino? Yo, por mi parte, porto una mochila de diez kilos, a causa, entre otros, del litro de batido de cacao, el de zumo de naranja y el de néctar de piña, además del agua. Diríase que el desayuno que les voy a servir en nuestro picnic se asemeja a uno continental de cualquier hotel estándar. Así es más probable que no les desagrade.

 

El Pla de la Barraca es, además de un bonito prado provisto de un antiguo pozo de hielo, cual llamativo cráter, un lugar que me trae gratos recuerdos, pues mis inicios como montañero hace una década tuvieron lugar en esta ruta. Pau, que se come una manzana sentado sobre la hierba, me pregunta por la caseta de piedra que hay sobre el Turó d´en Besa. No es un refugio, sino un repetidor –le aclaro. Mi idea era parar aquí a desayunar y descargar la mochila antes de afrontar la ascensión al Turó Gros, lo más duro de la ruta, pero Alejandro, que está intentando con dificultad dejar de fumar –es fácil, ya lo he dejado varias veces, sería la broma fácil– prosigue sin detenerse dirección al Matagalls. Si me paro comienzo a toser –se excusa.En fin, el picnic tendrá que esperar.

 

Dicen que la historia se repite. Y sí: Droguero y yo volvemos a quedarnos solos. Tranquilo, que mientras llevemos el desayuno y el vino, no se alejarán mucho –le hago ver mientras ascendemos la dura cuesta del Turó Gros, con vistas sobre la masía de Santandreu de la Castanya, el Puig Drau (1344m), punto culminante del Pla de la Calma, y el Cucurull (1241m), una pequeña cima cercana a Collformic que luego pensamos acometer –finalmente va a quedar en el tintero– y que se me antoja más graciosa que el también reconocible Puiggraciòs.Al borde del abismo, sobre una roca, le pido a David que me fotografíe con el vasto paisaje tras de mí y hago luego lo propio con él. ¡Menuda panorámica!

 

Las grandes vistas son debidas, en parte, a la ausencia de árboles. Esto, con el sol que está pegando hoy –diríase que estamos en verano–, amplifica el efecto del calor que nos aprieta. Hay que ver lo bien que sienta acercarse, aunque para ello haya que desviarse, a las próximas Font Freda y Font de la Rosa. En ellas nos reencontramos con seis de nuestros compañeros. Alejandro, cual autómata, es de suponer que prosigue su camino hacia lo alto del Matagalls. Esperemos que no se pase de largo; su comportamiento es en ocasiones impredecible, como buen taxista de Barcelona.El resto descansa sentado sobre un banco de piedra pero nada más llegar les insto a retomar la marcha tras retratarlos. Hasta la cumbre vamos a tomar la directa, lo que nos evita regresar al sendero pero también  toparnos con nuestra avanzadilla.

 

Tanto es así que al alcanzar la cumbre del Matagalls (1696m), tercera altura del Montseny, entre el gentío no vemos a Alejandro. A lo lejos, montaña abajo, lo diviso, reconocible por su sombrero y su mochila roja. Tras pegarle un grito y realizar gesticulaciones varias, nos reconoce y regresa a la gran cruz que corona el pico. Al tomarnos la fotografía de grupo cimera preceptiva se nos cuela un instantáneo que mira fijamente a la cámara. A este pequeño Nicolás lo detectaré en casa al visualizar la foto en el ordenador. Dispuesto ya a desayunar, tomo asiento en un prado cercano con vistas a Viladrau pero no todos lo ven un buen emplazamiento y acabamos estirando mi viejo mantel de vacas y una sábana marrón de Pau unos cientos de metros sendero abajo en dirección a Sant Marçal. ¡Qué remilgados, por Dios!

 

Como si de una sesión de productos Avon –perdón, Hacendado– se tratara,voy vaciando la mochila en nuestro mantel de picnic: los ya citados batido de cacao, zumo de naranja y néctar de piña, seis flanes, pastas de té, ensaimadas, lentes y magdalenas valencianas. Hasta tengo el videojuego Big Brain Academy para Wii que ayer me compré en el Cash Converters de camino al Mercadona y que acabó en el cesto del supermercado junto al resto de productos. En la mochila restan los frutos secos, las patatas fritas, los ganchitos, las olivas y varias tabletas de chocolate, entre otros. Creo que me he pasado un poco. Nunca dieciséis euros habían dado para tantos dulces y alimentos poco sanos varios.

 

El vino de Droguero ameniza la velada diurna –aunque contrasentido, suena bien–. Por lo vistola “mesqueparaulada al Matagalls 2015”, nombre con el que bauticé días atrás la salida por ofrecerse David a traerse varias botellas del Més que paraules, no va a contar con este vino, sino con un Monólogo. Pau, de todas formas, se pone fino. No suelta la botella. En sus condiciones, cualquier chiste que le cuento lo hace partirse de risa. Sí, una de las actividades previstas para hoy era traerme impresos unos chistes cortos malísimos para contar, del estilo un cura al que se confiesa ¿Pecas, hijo? Sí, hasta en la planta de los pies o Tío, me han diagnosticado alopecia. ¡Joder, qué calvario! No tiene gracia. ¡Ya, ni un pelo! Estamos fatal pero nos lo pasamos bien. Para todo lo demás, Mastercard.

 

Antes de recoger, les paso a cada uno una fotocopia del flyer que he creado sobre el evento de hoy con una foto de la cumbre con la cruz y varias etiquetas del Més que paraules –després de la pluja neix l´herba, després del vi, les paraules– y les pido que en el mío me dejen algo escrito en el reverso. Como era de esperar, no aparecen precisamente pensamientos profundos: el pene supremo –con dibujo adjunto–; nosotras parimos, nosotras disfrutamos; un yo estuve aquí; un visca Catalunya; un ola k ase dicho por un pato –sin duda de mi hermana, veterinaria–; un yo que sé tío;El Torbe es un poeta, un filósofo –defiende otro; más vale polla en mano que 100 putas volando –este tiene tintes de Alejandro–; un Aki de excursión. Un sol dibujado, una piedra de la muerte, un símbolo nazi, una vulva, todo concentrado en un folio. ¡Qué locura, por Dios! Menos mal que sólo han sido dos las botellas de vino. A la próxima imprimo pequeñas tarjetas en vez de folios.

 

De regreso a la cima deshacemos nuestro camino recorrido hasta el prado del picnic. Parece que a Pau no le multarían en Estados Unidos si le hicieran caminar en línea recta, aunque su cara le delata. A la sombra de la gran cruz, en el móvil de Droguero, vemos la vuelta de formación y la salida del Gran Premio de España de Fórmula 1, que se corre a unas pocas decenas de kilómetros de aquí, en Montmeló. Menudo anticlímax montañero; cual víctimas de la hiperconexión, vemos como Vettel adelanta a Hamilton antes de llegar a la primera curva mientras que Rosberg mantiene la primera posición y por tanto, tras la primera vuelta, prácticamente se asegura la victoria. En algunos circuitos como el de Montmeló, esta representa más de media carrera. Ya me acuerdo –le digo a David al ser interpelado. Antaño acampamos en el cercano Pla de la Calma tras una sesión astronómica y madrugamos para ir a Granollers a ver un gran premio asiático. Eran otros tiempos, sin teléfonos más inteligentes que sus dueños. Y qué tiempos.

 

Finalizada la primera vuelta, tal y como hemos acordado, desconectamos el smartphone de Droguero –yo no tengo–y emprendemos el descenso hacia Sant Segimon siguiendo un sendero señalizado como de pequeño recorrido –marcas blancas y amarillas– a través de un bonito cordal paralelo al del Turó Gros que hemos utilizado para subir. Parece que la zona ha sufrido un incendio y en los lugares quemados y con matas chamuscadas están creciendo unas flores lilas que le dan un toque pintoresco y colorido al paisaje. Cruzado un pequeño bosque, nos encontramos con unas vacas que pacen y otras que se alimentan. Multitud de terneras de aspecto temeroso las acompañan. A continuación alcanzamos Coll Saprunera y finalizamos nuestro recorrido por el cordal junto a Sant Segimon, cuyo acceso al interior ha sido prohibido. A donde sí podemos acceder es a Sant Miquel dels Barretons, una ermita que data del siglo XVI. Por lo que cuentan, unos sombreros curaban el dolor de cabeza del sufrido visitante en tiempos en los que el Gelocatil o la Aspirina aún no habían sido creados. Gracias por traerme a este sitio, es una pasada –me agradece Pau cuasi extasiado.

 

Un fuerte descenso nos deja en la pista que conduce a Collformic, a escasos metros del Coll de Tres Creus. En pocos minutos, oh milagro, oasis en el desierto, calor en el polo, agua dulce en medio del mar, hamburguesa en un menú vegetariano: ¡bendita fuente! Agua fresca y en gran cantidad. Font de Sant Miquel dels Sants la llaman. Desprovisto de la mochila, meto completamente la cabeza bajo el generoso chorro. Luego un brazo; y el otro. ¡Esto es vida! Estamos como un cuarto de hora a su vera. Hace un sol de infarto, un calor infernal. Algunos se habían quedado ya sin agua. Botellas llenas nuevamente, como quien en un videojuego gana una vida o recarga su nivel de energía o munición. Desde aquí hasta Collformic y más allá. De momento a casa, por eso. Lo otro ya llegará, cada cosa en su momento. Son las cinco y media cuando alcanzamos el aparcamiento. Menuda exageración, siete horas. Adiós Curucull, otro día será. Algunos parece que venimos de Lloret de Mar cual gambas de origen inglés o alemán. Ha sido sencillo, sí, pero bonito, además de nostálgico, por los buenos recuerdos que me trae esta montaña. Y a partir de hoy aún lo serán mejores. Atendiendo al cuento de El Buscador de Jorge Bucay, con la jornada de hoy, tendrán que sumarle un día más a mi lápida. Quizá sea este el gran objetivo.

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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