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Thursday 25 de June de 2015, 08:43:56
24-05-15: Circular por Cingles de Bertí y Puiggraciós
Tipo de Entrada: RELATO | 1721 visitas

Acompañado por mi tocayo Droguero realizo una excursión matinal circular desde Riells del Fai por los Cingles de Bertí y el Puiggraciós. En concreto, ascendemos hasta la parte alta del risco a través del Grau Traver, vamos a buscar el Coll de Can Tripeta gracias al Grau Mercader, visitamos el Santuario de Puiggraciós y coronamos la montaña homónima para finalmente, a través del valle, regresar de nuevo al punto de partida en esta calurosa jornada electoral.

 

Son las diez cuando llegamos a Riells del Fai una calurosa mañana primaveral y, en términos políticos, jornada del inicio de un cambio en ciudades como Badalona, Barcelona o Madrid. Ajenos a la jornada electoral, nos adentramos en la naturaleza nada más dejar atrás las afueras del pueblo, siguiendo el cordal que se dirige a una imponente mole rocosa coronada por una ondulante Estelada, de nombre Turó de les Onze Hores y gratamente incluida en mi listado de cimas conquistadas. Por su vertiente sur iniciamos la aproximación hasta el Grau Traver, siempre transitando a los pies de los Cingles de Bertí, un risco mitad blanco y mitad rojizo cual barra de helado de fresa y nada. Tras nosotros, Sant Feliu de Codines, Gallifa, Sant Llorenç de Munt y Montserrat. A nuestra derecha, acariciada por el mar y atenazada por la contaminación atmosférica, la ciudad de Barcelona, en pleno vuelco político causado por el electorado. Y por delante, el Coll de Can Tripeta y el Puiggraciós que, la verdad sea dicha, de gracioso tiene bien poco; las urbanizaciones prácticamente le llegan hasta el cogote.

 

Tras algún desvío en falso dejado atrás, nos plantamos en la bifurcación que, una vez tomado el sendero a mano izquierda, da paso al ascenso del Grau Traver, que nos va a permitir acceder al altiplano superando una canal del risco camino empedrado mediante. ¿Una vía excursionista? Ni de lejos. Son los caminos que antaño se utilizaban para comunicar a los habitantes de las masías de arriba y Sant Pere de Bertí con la llanura del Vallès Oriental. En pleno ascenso, nos topamos con el desvío señalizado por un montoncito de piedras –hito– a la Cova de la Guilla, una cueva de pequeña entrada y largo y estrecho recorrido –un par de cientos de metros– que en enero de 2014 tuve la fortuna de recorrer en su totalidad junto a Dani mientras nuestras parejas, Alba y Estela, nos aguardaban tras tan sólo poder afrontar los primeros metros. Fruto de mi nostalgia y de mi deseo de ir recordando los lugares para no olvidarlos, nos desprendemos de las mochilas y nos acercamos a ella, inclusive el tramo equipado al borde de un barranco. ¡Qué buenos recuerdos! Me meto los primeros metros, David me toma una foto desde el exterior, y para fuera. Sin duda, soy un animal diurno y, espero, más sensato que los inquilinos de la alegórica caverna de Platón.

 

Una vez retomado el Grau Traver, no tardamos mucho en acabar de remontar la canal y plantarnos en el altiplano, prácticamente al lado de la masía homónima. Una pista nos conduce al inicio del Grau Mercader, que como su nombre recuerda, era utilizado por los habitantes de la zona para bajar al mercado de Granollers, de origen medieval. Un recuerdo bueno: aquí nos trincamos una botella de litro de horchata Alba, Julio, Pau y un servidor un caluroso día años atrás de camino a Sant Pere de Bertí. Si no me equivoco, todavía no he vuelto a ir. Y como una moneda o un medallón, la otra cara de la vida: un coche barraco abajo entre la vegetación. El conductor se despeñó esta semana entre el lunes y el martes y cuando fue localizado por un helicóptero de rescate ya había pasado a mejor vida, si es que hay otra, pues peor es difícil de imaginar. Según nos cuenta una señora de Riells que pasea a un perro, precisamente en este momento lo están enterrando valle abajo, en el cementerio. Parece ser que era un montañero del pueblo que se venía a los Cingles, aparcaba e iniciaba ya desde aquí arriba su excursión. Un ejemplo más, y van incontables, de que cuando uno menos se lo espera, todo llega a su fin, por lo que más vale, como algunos dicen, ir disfrutando de lo que te va aconteciendo aunque mientras tanto estés cavilando otros planes.

 

Unos ciclistas venidos desde Santa Coloma de Gramanet nos piden que les tomemos una foto grupal. Son cinco o seis y de unas edades comprendidas entre los cuarenta y los cincuenta. Aprofitant l´avinentesa –aprovechando la ocasión, nos toman una foto a ambos con el Vallès y Barcelona como telón de fondo. Menuda pinta llevo: sombrero de paja y camiseta larga interior para no quemarme los brazos. No sirvo ni de espantapájaros; más que huir, sería fruto de sus risas fijo. Y para más inri, con la mochila fosforita de KH-7 que me regalaron en la Mitja Marató de Granollers por acudir de voluntario a entregar dorsales, cuyo lema reza És quan corro que hi veig clar –es cuando corro que lo veo claro–. Además de beteteros, hay excursionistas y paseadores de perros, muchos de ellos provenientes del cercano santuario. ¿De dónde ha salido tanta gente? –nos preguntamos. A excepción de este pequeño tramo tan concurrido, en el resto de la excursión no nos cruzamos con nadie más que con nosotros mismos. Cosas más raras se han visto.

 

Al llegar al Coll de Can Tripeta iniciamos una nueva circular, que consiste en ascender al Puiggraciós pasando junto al santuario y descender directamente bajo una línea de alta tensión. Así, la ruta de hoy, más que circular, tiene forma de ocho, cual pista de Scalextric o, en términos más modernos, el Circuito en 8 de la Copa Champiñón del Mario Kart, al menos en la Nintendo DS. No tardamos mucho en alcanzar el Santuari de Puiggraciós; la pista es amplia y la hemos seguido en sentido descendente. Un Déu vos guard nos recibe; es el saludo de una anciana monja benedictina de la comunidad que habita el santuario desde 1973. Bon dia –le respondo tímidamente por miedo a romper el silencio propio de otros tiempos del interior del templo. Como en Montserrat y en Santiago, es posible subir hasta la imagen, en este caso gótica y de la Mare de Déu de Puiggraciós, por unas escaleras y bajar por el lado opuesto. Además de la Virgen, hay una maqueta del santuario, que aunque data del siglo XVIII, fue quemado durante la Guerra Civil y reinaugurado en 1957. Emplazado a 689m de altitud en el término municipal de El Figaró, es aquí donde Raimon Casellas sitúa alguna de las escenas de su novela Els sots ferèstecs. Wikipedia dixit.

 

Una vez en el exterior, nos acercamos a la próxima capilla levantada en el lugar donde supuestamente un pastor con su buey encontró a la Virgen. A escasos metros se emplaza la torre de un antiguo telégrafo óptico, catalogada como bien cultural de interés nacional. Si bien ésta bien podría considerarse uno de los antepasados del WiFi, el tema de la capilla, el pastor y el buey parece más emparentado a Gowex; puro humo. Sea como fuere, atrás dejamos la vertiente religiosa del Puiggraciós y nos dirigimos hacia lo que realmente atrae al montañero, su cumbre, aunque antaño, también los feligreses, el 25 de marzo, la coronaban portando la imagen de la virgen en procesión. Una pendiente un poco ardua de afrontar con el calor del día y la hora nos permite alcanzarla. Aquí, a 808m de altitud, confluyen los términos municipales de Bigues i Riells, l´Ametlla del Vallès y El Figaró i Montmany. Además de restos de un poblado ibérico –estos también amaban los puntos elevados– se halla una gran torre de vigía para la detección de conatos de incendio. ¡Quién pudiera subirse a ella y contemplar el paisaje desde ahí arriba!

 

Además de los lugares descritos anteriormente, ahora disponemos también de vistas a los tres macizos del Montseny: el del Pla de la Calma, el del Matagalls y el del Turó de l´Home y Les Agudes. También divisamos el vehículo accidentado, blanco y bastante nuevo, entre la verde y frondosa vegetación algo alejado del pie de los riscos, en un lugar de difícil acceso. El Grau Mercader es fácilmente reconocible mientras que el Grau Traver permanece oculto desde nuestra perspectiva. Dado que son prácticamente las doce y media, el calor aprieta y a las dos queremos ver la salida del Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1, emprendemos sin mayor demora el regreso. Bajo la línea de alta tensión y con un resbalón de Droguero incluido, alcanzamos rápidamente el Coll de Can Tripeta, desde el que tiramos valle abajo para plantarnos en el pueblo sin ningún contratiempo hacia las dos menos cuarto. Hay que ver lo bonita, solitaria y cercana a Barcelona que es esta zona, exceptuando los alrededores de Grau Mercader y el santuario. Y sí, a las dos, justo a tiempo, nos plantamos en Sant Feliu de Codines ante el televisor para disfrutar de la salida de una carrera que, error de estrategia mediante, va a perder Hamilton en favor de Rosberg. ¡Nosotros sí que no hemos dejado escapar la oportunidad de ganarnos una entretenida excursión en el día de hoy! 

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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