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Wednesday 8 de July de 2015, 16:36:47
14-06-15: Ascensión al Pollegó Superior (Pedraforca)
Tipo de Entrada: RELATO | 2362 visitas

En compañía de Droguero, Estela, Dani, Luis, Ana y Pau me presento en el Mirador del Gresolet, al pie del Pedraforca, con la intención de realizar la excursión típica y tópica del macizo, la ruta circular que sube al Pollegó Superior por la Canal del Verdet y que regresa por la Enforcadura y la Tartera. A excepción de los dos últimos, que se retiran por problemas técnicos –a Ana se le desprende la suela de una bota– el resto podemos completar el itinerario sin mayor inquietud que la derivada de las nubes y el pronóstico de lluvia que, como en mi última excursión al Puigmal, resulta fallido.

 

Hoy es un día grato. Como sucediera hace dos semanas, que ascendí al Puigmal tras haber fracasado el pasado invierno a causa del viento, de nuevo hoy voy a visitar el Pedraforca que, de la misma forma, fue escenario el pasado invierno de una retirada, en aquella ocasión debido a una nevada. Van a ser dos desquites en dos semanas, lo que me alegra en grado sumo pues para mí hacer cumbre es algo vital –el objetivo–. En la jornada que nos ocupa sí va a ser factible afrontar la canal del Verdet, no como en la citada ocasión en que el guarda del refugio no avisó de que esta estaba impracticable por la nieve y tuvimos que hacer el intento remontando la Tartera, en su parte superior también cubierta de nieve. Si bien para hoy el pronóstico del tiempo no es bueno, ahora mismo el cielo está completamente limpio y la dispersión de Rayleigh nos regala un azul radiante. De camino, Estela me llama para comentarme que no han encontrado ninguna panadería abierta, así que acordamos vernos en Saldes. En la fleca, algunos se toman un café; otros desayunan. Yo adquiero tres bolsitas de golosinas a 0,60€ cada una: regalices rojas enrolladas, lenguas azules y un mix, que serán mi aportación de glucosa durante la ascensión. Parece que a Ana se le está despegando la suela de la bota, así que en el coche de Droguero se van a la gasolinera con Luis y Pau mientras que yo, con la amiga de Alba y su novio –Estela y Dani–, me dirijo al Mirador del Gresolet en su primera visita a esta montaña.

 

Entre una cosa y otra son las 9:40 cuando partimos todos hacia el refugio, que alcanzamos en un cuarto de hora. Un chico que ve pasar la vida –y a nosotros– sentado en un banco me informa de que ayer estuvo todo el día lloviendo, de ahí que el suelo esté embarrado. Esperemos que la trepada que nos aguarda no esté mojada. Dejado atrás el bello claro en el bosque en el que se emplaza, acometemos el flanqueo que nos lleva en dirección norte con apenas pendiente, un buen momento para ir entrando en calor y optimizando el funcionamiento de nuestro cuerpo de cara a las cuestas que nos aguardan. La primera de estas nos lleva a un promontorio con vistas al Cadí en el que, consciente de que difícilmente vamos a hacer cima todos, propongo tomarnos una foto grupal, la única de la jornada. Un poco más adelante, pasado un abrigo rocoso, finaliza el flanqueo y emprendemos el duro –por prolongado– ascenso al Coll del Verdet, en gran parte por el interior de un bosque de pinos. Es aquí donde Ana, que tiene problemas con la suela de su bota, y Pau, que no se fía de la meteorología e intuyo que también, en parte, para acompañar a Ana, abandonan la ascensión y emprenden el regreso a pie no sólo hasta el coche, sino incluso hasta el pueblo, Saldes, donde nos los encontraremos dentro de unas horas en la terraza del bar tomándose unas birras.

 

La subida hasta el collado se le atraviesa un poco a Droguero, que sube a su ritmo, lento pero constante y sin paradas. Aguardando su llegada, nos tomamos algunas fotos con Gósol al fondo. Diríase que el camping ocupa medio pueblo. Una vez reagrupados, rodeamos una pequeña mole rocosa y nos plantamos al pie de la trepada de la Canal del Verdet, sencilla pero escenario de numerosos accidentes, algunos mortales, en parte debido a la masificación. Provisto de casco, encabezo la marcha seguido de cerca por Dani y con Estela, Luis y Droguero algo más abajo, aspecto que aprovechamos para fotografiarlos en repetidas ocasiones. No se aprecian piedras sueltas pero sí que está la roca bastante pulida en pasos concretos por el paso de innumerables montañeros. Uno incluso ha tenido que ser equipado con una cuerda. David, reacio a ellas, intenta superarlo a pelo y acabamos ayudándole, más mental que físicamente, yo y un chico que nos sigue. A partir de aquí es más fácil –le animamos.

 

Y así es. Accedemos a una primera cumbre rocosa, con un gran precipicio de varios hectómetros en la cara sur y con vistas al refugio y el aparcamiento. Luego viene una segunda e incluso una tercera. Hay bastante gente y avanzamos en fila. Una trepada final que permite el libre albedrío, sobre todo para no aguardar cola, nos deja en la auténtica cima, el Pollegó Superior (2497m), bastante pequeña en espacio para la gran cantidad de montañeros acumulados. Nosotros, como la mayoría, también aprovechamos para comer aquí. La hora invita: son las dos menos cuarto. Lo que no resulta reconfortante son los nubarrones que van creciendo en el cielo; parece que más pronto que tarde vaya a materializarse el pronóstico de lluvia. Optamos por comer más bien apresuradamente y hacia las dos, mediodía solar, emprendemos el descenso, bastante concurrido hasta llegar a la Enforcadura, tanto que formamos parte de una procesión. Desde fuera podría pensarse que somos automatismos, uno detrás de otro, del montón, unidos por la comodidad que aporta el rebaño. Al llegar al marcado collado que separa a los dos pollegones, formado por un material más erosionable que estos, la cosa se dispersa un poco: que si unos para Gósol, que si otros pedregal a través, que si mejor el sendero de pequeño recorrido…

 

 

Dani y yo optamos por la Tartera mientras que Estela, Luis y Droguero optan por el sendero, señalizado por las marcas blancas y amarillas característica de un PR. La primera opción es lo más divertido al afrontar el descenso por terreno inestable mientras que la segunda es la más segura, sensata y recomendada por un cartel. Precisamente el domingo pasado un montañero tuvo que ser evacuado de aquí por una herida abierta en la pierna. Hay quien baja el famoso pedregal corriendo, como es el caso de Dani, mientras se autofilma con la cámara del móvil. Otros los bajamos con mayor cautela, pendientes de dónde pisamos por lo poco que queda de ella y la tierra que te hace resbalar. Y luego están los que parece que bajan rodando, que cuando les miras los ves más veces en el suelo que en posición bípeda. A quienes han optado por el sendero tampoco se les divisa mucho mejor. Aquí es donde el pasado invierno tuvimos que retirarnos ante el inicio de una nevada. Diría que aquel día, sobre nieve blanda, bajamos con mayor comodidad que hoy sobre el propio pedregal o lo que queda de él. Una vez llegados a su base, afrontamos el flanqueo a través del bosque hasta el refugio guardado, donde se cierra la ruta circular. Droguero se estira y descansa en el prado junto a Luis, que observa el mundo sentado. El resto nos refrescamos los pies en el abrevadero. ¡Qué deleite! Los noto como nuevos. No hay ni rastro de Ana y Pau. A las cinco menos cuarto alcanzamos el aparcamiento y tampoco están. Como antes comenté, nos los encontramos en la terraza del bar de Saldes trincándose una cerveza. Acabamos de llegar hace un cuarto de hora –parecen excusarse. ¡Serán vividores! En la vida hay dos clases de montañeros, razono: los vividores y los que se lamentan si no logran hacer cumbre. Yo, por desgracia, suelo ser de los segundos. ¡Bien por ellos!

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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