ExCuRSiONiSmO RoMáNTiCo FoReVeRExCuRSiONiSmO RoMáNTiCo FoReVeR
 Zodiaco Zodiaco
Estas en » ExCuRSiONiSmO RoMáNTiCo FoReVeR » Archivo de Relatos » May 2011 » 07-05-11 : Larga Excursión Por Sant Llorenç De Munt Y Serra De L´ Obac
Sunday 29 de May de 2011, 19:29:35
07-05-11 : Larga excursión por Sant Llorenç de Munt y Serra de l´ Obac
Tipo de Entrada: RELATO | 2979 visitas

Completa excursión por la dos sierras que conforman el parque natural: Sant Llorenç de Munt y la Serra de l´ Obac. De la mano de Javier nos marcamos una gran caminata circular de aproximadamente 22 km y unos 1200 metros de desnivel positivo que pasa junto a tumbas medievales, pozos de hielo, fuentes, cuevas, masías, alguna ermita, un arqueoobservatorio solar y por puntos neurálgicos de ambos macizos, tales como el Coll d´ Estenalles, el Coll d´ Eres, la cima del Montcau (1056m) o el punto culminante del macizo: La Mola (1107m). Se trata de la primera ruta de su futura guía montañera de la zona, que tiene previsto tener terminada en unos meses y que contendrá nueve rutas más, todas ellas largas y completas e incluyendo el paso por parajes interesantes poco conocidos. Vamos, que será imprescindible para indagar todos los recovecos de estas montañas.

 

Volver a ver a Javier (Pratenc) siempre es un motivo de alegría y un reencuentro con el pasado, cuando uno se lo pasaba bien ascendiendo a pequeñas y a menos modestas montañas en su compañía y con la de otros que tanto me enseñaron. El punto de presente lo pone el olotino Julio, persona con quien más proyectos he llevado a cabo últimamente, entre ellos dos de suma importancia para mí: la vía ferrata más larga y dura de España  –Agulles Rodones– y mi primera maratón, la de Barcelona. La pizca de futuro la pone Marian, con la que coincido por primera vez. Parece ser compañera de excursiones de Javier y de Japallas, entre otros. Así, el cuarteto, que aunque aún no figura con tal acepción en la RAE si aparecerá en la próxima edición, se da cita a la intempestuosa hora de las siete de la mañana en la Torre de l´ Àngel, situada al margen de la carretera, exactamente en el punto kilométrico siete de la BV-1221, en el término municipal de Matadepera. En principio la hora de encuentro era las ocho, pero insistí en adelantarlo por el calor que previsiblemente va a hacer a partir del mediodía. Marian está casi indignada por el madrugón y quizá deba plantearse acudir a las acampadas de Plaza Cataluña para mostrar su descontento al respecto –menuda evidencia de que este texto está escrito a posteriori–.

 

Si bien el conocedor de la zona es Javier –yo he estado sólo en dos ocasiones, Julio ninguna y Marian lo desconozco–, el que va a hacer las funciones de guía soy yo. “¿Por qué?” se preguntará el curioso lector. La razón es que quiere poner a prueba la corrección de su borrador y no enviar a sus futuros usuarios a la pérdida segura. Así, fotocopias en mano, debo ir siguiendo las instrucciones que se dan y leyéndolas en voz alta con tal de que Julio y Marian también intervengan en las labores de elección ante las diferentes bifurcaciones o cruces de senderos. Javier, cual supervisor de todo el proceso, sólo intervendrá en caso de que nuestros pasos se dirijan erróneamente hacia otro lugar. “Venga David, ¿para dónde tiramos?” me reta su ideador. Con la ilusión de ser los primeros en realizarla y de estar haciendo algo que es aún un proyecto de guía sin editar, nos enfilamos por el pedregal que queda al otro lado de la carretera, siguiendo un sendero poco evidente que nos lleva a una pista forestal. A partir de aquí vamos a ir enlazando cimas por el cordal situado en la zona oriental de la Serra de l´ Obac. La primera de ellas, la Punta dels Caus Cremats (812m), es opcional, pero rápidamente abandono el sendero para coronarla tras una entretenida subida que incluye una pequeña trepada. Se trata de una mole rocosa con vistas a las siguientes cimas, a La Mola, al Montcau, a Terrassa… Bajo un cielo amenzante mis compañeros se unen conmigo en tan privilegiada atalaya. Intuyo que nos mojaremos.

 

Tras leer la información sobre la Torre de l´ Àngel continúo con la descripción de los pasos a seguir, que en este caso se trata de dirigir los pasos hacia el lugar adecuado. Por adecuado, hoy, aquí y ahora, se entiende la cima del Puig Codina, que con sus 857m de altitud se muestra como una ligera elevación del terreno que no opone resistencia alguna al montañero, cual pacifista asentado en el suelo siendo atacado por el defensor del orden. Un corto descenso nos deja en el Coll de l´ Arca –esto va a quedar plagado de topónimos–, desde donde nos desviamos a mano derecha para coronar la Roca del Corb (877m), nombre que uno encuentra también en uno de los picos situados en la cresta que asciende al Puigsacalm desde el Collado de Bracons, aunque allí la población de la especie alada debía de ser mayor y hemos de referirnos en plural. Javier nos indica que el armatoste de cemento que estamos viendo es un soporte para antiaéreos –ametralladoras– y que más abajo, en La Barata, estuvo Manuel Hazaña durante la Guerra Civil. También nos informa de que era un hostal situado en el Camí Ral, una senda que unía Barcelona y Manresa.Más adelante contaré una leyenda al respecto.

 

La siguiente cima que coronamos es el Turó de la Carlina (933m). Luego, tras un largo descenso, nos plantamos ante el Pou de Glaç de l´ Estepar, un pozo de hielo que data de 1706 y que cuenta con pared y techo formados por piedras. A través de una rejilla dejo caer en caída libre una pequeña piedra que emplea 1,75 segundos en llegar al suelo, de lo que concluyo que la profundidad es de unos 4,7 metros. El cálculo lo he realizado en un folio en blanco y Marian ha quedado realmente cautivada; supongo que la ha pillado por sorpresa. “Se trata de multiplicar 4,9 por el tiempo en segundos al cuadrado” les explico. Pero el razonamiento no los quita de su asombro. Definitivamente, no se lo esperaban, y me pidan que vuelva a hacer algo parecido hoy, cosa que no va a suceder. ¡La espontaneidad forma parte de la magia! Lo que sí es premeditado es el itinerario a seguir, que ahora nos lleva hasta el Camí Ral pasando por el Collet Estret y por el Mal Pas del General. Leyendo el presente escrito diríase que las cosas se suceden rápidas, pero no: cada topónimo que aparece está separado por metros y metros de caminar; eso sí, intento pasármelos rápido porque no me gusta redactar una simple sucesión de instrucciones a seguir a pie de campo con el modo de piloto automático activado.

 

Dice la leyenda –y el escrito de Javier–que los bandoleros que asaltaban a los viajeros en este camino para acto seguido esfumarse en la espesura del bosque estaban compinchados con el hostalero de La Barata. El que regentaba el hospicio, presuntamente, colgaba determinadas prendas de vestir en relación a un código que tenían establecido y que servía para comunicarle a los malechores el poder adquisitivo de quien había pasado la noche en el lugar y se disponía a emprender la marcha. Por lo visto, en aquella época también a todo cerdo le llegaba su San Martín, de manera que el vil hostalero fue víctima de sus secuaces en varias ocasiones. Nosotros, a sabiendas de que en nuestros tiempos los asaltantes se encuentran en las urbes y en su subsuelo, caminamos con la tranquilidad que la falta de temor comporta y pronto enlazamos con el GR-5, el “sendero de los miradores”, que une los municipios costeros de Canet de Mar y Sitges pasando por cinco o seis parques naturales, entre ellos en el que nos encontramos, Montserrat y el Montseny. Por él accedemos hasta un gran cruce de caminos, el “Coll de Tres Creus”, donde uno puede tomar cinco opciones que Javier explica hacia dónde van en su futura guía. Nosotros, a bote pronto, tomamos un sendero de unos cincuenta metros que se inmiscuye en el bosque y que lleva al Avenc del Coll de Tres Creus. Se trata de una sima cubierta por ramas que impiden que nadie se precipite a su interior y que yo pueda emular de nuevo el experimento que Galileo Galilei practicaba en la Torre de Pisa –o eso cuentan–.

 

Una vez regresado al cruce de caminos tomamos una opción diferente; parece que estemos en un videojuego. En este nuevo escenario no encontramos ninguna vida extra ni objeto alguno que nos otorgue poderes especiales, pero una vez rodeado el Turó de la Pola acabamos ante las Tombes de la Porquerissa, tres tumbas medievales rectangulares compuestas por losas de piedra que fueron descubiertas hacia 1920. A pocos metros se encuentra la Balma de la Porquerissa, una pequeña cueva que en su día fue utilizada para guardar cerdos y en la que han sido halladas piezas de cerámica que datan de los romanos y del medievo. Los apuntes de Javier también informan de que es bastante probable que durante la invasión sarracena sirviera de refugio para los que lugareños que huyeron a las montañas. Sea como fuere, nuestro supervisor desempolva la cámara de fotos y nos toma la primera fotografía del día; su poca luminosidad y el amenzante cielo no invita a realizar muchas. Cual fieles seguidores de Xuxa, podríamos cantar aquello de “Es la hora es la hora, es la hora de…” ¿Jugar? No, de desayunar. Y con vistas al Paller de Tot l´ Any, un pico rocoso que me provoca.

 

Cuanto más larga y variada es una excursión, menos se puede explayar uno en las descripciones si no quiere que al final el escrito quede larguísimo. Así, sin más detalles, con el estómago saciado reemprendemos la marcha, esta vez para visitar la Font de la Pola y un arqueoobservatorio. La fuente no deja de ser eso, un lugar en el que el agua brota para deleite de los enamorados de tales surgimientos de un compuesto que en principio es inodoro, incoloro e insípido, o al menos lo era hasta nuestra llegada hace unos 200.000 años. Pero el ancestral observatorio ya llama más mi atención. Se trata de una cueva –símbolo de la maternidad– y de un monolito –representa la fecundidad por motivos obvios– en el que se hayan unas marcas talladas en la roca que señalan las sombras del sol en los solsticios. Por lo visto, en el solsticio de invierno la luz iluminaba el fondo de la pequeña cueva, de manera que a partir de la desviación que hoy encontramos puede estimarse su antigüedad, unos tres mil años, lo que lo sitúa en la Edad de Bronce. De tal preciado metal no hay rastro –quizá lo hayan robado–, pero trepando un poco a mano izquierda, tanto Julio como yo nos plantamos junto a las hendiduras en la roca. Javier, por su parte, escruta por otra zona –donde pierde sus papeles–, mientras que Marian se lo piensa pero opta por no probar la trepada, que más bien es una pequeña escalada provista de buenas presas y en la que puedes aplicar aquello de incrustarte entre dos paredes y hacer fuerza con pies y espalda para no caer, cual chimenea sin su Papa Noel.

 

Volvemos a lo de siempre: nada es tan fácil como parece. Para encontrar las marcas que delatan que estamos ante un antiguo observatorio, hemos tenido que buscar por los alrededores. Yo me he introducido en la cueva en busca de los agujeros y, arriba, en un recodo del techo, me he encontrado escondida una sospechosa bolsa de plástico. Menuda sorpresa al percatarme de que he encotrado mi primer geocaching (GC25BHV) , uno de esos tesoros que se esconden para ser hallados con ayuda de un GPS. ¡Pero yo no tengo! Quizá marque el principio de una nueva disciplina: el de encontrarlos a pelo. En el interior de la fiambrera habita una ardilla provista de lupa, que sin duda es ovípara, pues tiene toda la pinta de provenir de un “huevo Kinder”. Está acompañada de artilugios varios y de una libretita en la que dejo constancia de que la he hallado sin hacer uso del “Global Positioning System”, es decir, sin precisar de los satélites estadounidenses, a la vieja usanza. Mi inquietud montañera me lleva a buscar un camino que me permita acceder a lo alto del monolito, que no tiene una forma tan viril o que recuerde tanto a la “fecundidad” como otros, por ejemplo el archiconocido Cavall Bernat. De este último, una vez me contaron que su antiguo nombre era Carall Bernat (“Pene Bernardo” literalmente en castellano), pero esto incomodaba a algunos monjes de la Abadía de Montserrat y fue cambiado a Cavall Bernat (“Caballo Bernardo”). Cierto o no –supongo que sí– , su forma no se parece en nada a la de un caballo.

 

Por entre unos arbustos logro plantarme en la cúspide del arqueoobrservatorio y pronto llegan mis tres compañeros. Las vistas aéreas de la Font de la Pola son espléndidas y podemos ver como un grupo de jóvenes se acerca a mi mochila. Sí, tengo tendencia a abandonarla cuando me voy a investigar cosas, quizá porque suelo acabar trepando o metiéndome en lugares algo comprometidos y es mejor evitar posibles enganches que puedan hacerte caer. Una vez llegados a la fuente, donde los chicos parece que han venido a fumar, Javier se percata de que ha perdido el dossier donde está anotando las correcciones que tiene que hacerle a su escrito. Buscamos un poco por el bosque sin obtener ningún resultado, pero pronto me viene a la mente la imagen de Javier metido en la vegetación. Me voy para allá, y e aquí que entre tanto marrón y verde una mancha blanca llama mi atención. Sí, definitivamente hoy estoy de suerte. Lástima que el sorteo del Euromillones fuese ayer…

 

Satisfechos por nuestras indagaciones, pero con una demora que ronda la hora, nos vamos a la Cova del Recó Gran o Cova d´ en Tinet. Se trata de una cueva habilitada para pernoctar en ella y que me recuerda a algunas de las ermitas de Montserrat. A pocos metros visitamos la Font d´ Estelles, que tiene forma de un lavadero que en verano podría servir de bañera. Ya me imagino lo placentero que sería estar ahí dentro metido, fresquito, bajo un tórrido sol mientras los caminantes pasan asfixiados y sudorosos junto a tu particular jacuzzi. Dejando las ensoñaciones de lado, tomo rumbo a una pista forestal seguido de mis compañeros. La pendiente es bastante fuerte y en subida, lo que merma nuestra velocidad de crucero. En unos escalones de tierra giramos a la derecha y nos plantamos en el Coll de Boix. Son las 11:30 y el cielo está a punto de dejar de contenerse. Seguimos ahora por el GR-5 con un cambio de dirección evidente: hemos terminado de atravesar la Serra de l´ Obac y nos dirigimos hacia el macizo de Sant Llorenç de Munt. Estamos lejísimos de nuestros coches. Ateniéndonos a la Ley de Murphy, debe de estar a punto de comenzar a llover.

 

El siguiente paraje por el que pasamos es el Collet del Vent, que como suele suceder, hace honor al nombre que la cultura popular le ha establecido. Un intenso viento nos azota de camino a la ermita de Sant Jaume, a cuya vera comienza a llover. ¡Quiero un chubasquero! Menudo panorama: llevamos cinco horas de excursión, estamos en la otra punta, está todo gris, apenas vemos algo, llueve, hace mucho viento y aún tenemos que ascender a las dos montañas más altas y representativas del parque natural: el Montcau y La Mola. Todo ello me induce a no prestarle mucha atención a la masía a la que llegamos, La Mata, que data del siglo XVI. En sus inmediaciones cuenta con pozo de hielo y varios estanques. De aquí nos dirigimos hasta el Coll d´ Estenalles, por donde pasa la carretera. Es el lugar de inicio típico para acometer la ascensión al Montcau, que para nosotros será simplemente una pequeña fracción de nuestra ruta. Al cabo de un rato de haberlo dejado atrás llegamos a una sima de dieciséis metros de profundidad, llamada Avenc del Montcau. Ninguna de sus tres bocas me permite medir el tiempo de caída libre de una piedrecita. Además, cada vez me incomoda más la lluvia y la perspectiva de que se intensifique. Desde el Coll d´ Estella, en vez de avanzar por la pista de cemento por la que la gente viene y va, nosotros seguimos un sendero señalizado con postes verdes metálicos clavados en el suelo. Aquí no hay ni cristo, ni tampoco rastro de su gorro. Además, otra ventaja es que aquí caminas sobre piedra o tierra, no sobre cemento. Como suele suceder, la mayoría de la gente se encuentra realizando una minoría de excursiones, a saber: las más célebres. No hay lugares más tranquilos y solitarios que los cercanos a las grandes cimas, que atraen a todo el presente en la zona como el imán al hierro. Es mejor ser de aluminio, como las latas de refresco. Para latas de atún ya hay muchos.

 

¡Misión abortada! ¡Cancelado! Se fue al traste nuestra trepada al Montcau. El fortísimo viento nos puede lanzar montaña abajo, y no es cuestión de convertirse en una “piedra de tartera” a tan pronta edad. Javier asume las funciones de guía  y nos dirige a la retaguardia de la montaña y acabamos coronándola por el lado opuesto al de la ruta normal. De las vistas no diré nada, pues apenas puedo distinguirlos a ellos. Tanto es así que directamente han comenzado a descender mientras yo tomo alguna nota resguardado del viento junto al vértice geodésico. Me pregunto cómo otearía desde aquí la existencia o no de indicios de incendio Enric Soler i Raspall, autor del libro “Un estiu de guaita” (“Un verano de vigía”). Fue mi primer contacto con esta montaña, antes de mi primera ascensión con Avi Jordi y de esta segunda culminación a la mole rocosa que hoy esconde sus secretos bajo la espesa niebla. El citado libro es un compendio de las reflexiones que el montañero se hizo durante un verano que pasó aquí arriba vigilando si se producían incendios por los aldededores, teniendo que ascender a diario hasta aquí. Realmente fue un euro bien invertido, como el de su otro libro, “Escolta, vent…” (“Escucha, viento…”), en el que narra como empalma la transpirenaica con el Camino de Santiago en dos meses de caminata. ¡La de tesoros que uno puede encontrar en los encantes de viejo de las Glories! ¡Y sin ayuda del GPS!

 

Tras un rápido descenso llegamos al Coll d´ Eres, un cruce de caminos agradable y resguardado del azote del viento. Sin duda es el momento de zamparse los bocadillos –o las galletas, como es mi caso–.Dadas las circunstancias lo mejor que podemos hacer es continuar sin más demora. Ha dejado de llover, sí, pero falta mucho para llegar al coche y ya son las 13:25. Nuestra próxima empresa es recorrer todo el camino de la Carena del Pagès, que une este collado con el Morral del Drac, situado al pie de La Mola. Se trata de uno de los caminos más transitados del parque, según leo en el papel que porto. También pone que a unos cincuenta metros debemos tomar un desvío a mano izquierda para visitar la Necrópolis del Coll d´ Eres, descubierta por un pastor a principios del pasado siglo. Se trata de un conjunto de cuatro tumbas medievales formadas por losas incrustadas en agujeros cavados en el suelo. A pesar del expolio por parte de carboneros y de coleccionistas, fue encontrada una hebilla visigoda de bronce con motivos zoomórficos que actualmente se conserva en el Museo de Terrassa. Nos parece realmente interesante y un rincón tranquilo, pero no hay más remedio que continuar.

 

En el camino de la Carena del Pagés reconocemos el “Roure del Palau”, al que se le suponen treinta metros. Nosotros contrastamos dicho dato con la realidad y no nos parece que los mida. Unos cuantos kilómetros después, a las 14:20, alcanzamos el Morral del Drac, una pequeña mole rocosa que cuenta con una brecha en la que nos metemos Julio, Marian y yo para ir a salir por el lado opuesto. Ahora es cuestión de afrontar la ascensión a La Mola, el punto culminante del parque natural, por su ruta normal siguiendo los postes metálicos de color verde. Así, nada cansado físicamente pero empezando a estar harto de todo, voy ganando altura junto a mis compañeros hasta plantarnos en la cima. Es mi segunda vez. De nuevo nos quedamos con las ganas de poder contemplar el paisaje. La niebla postra a la mesa de orientación a ser un elemento meramente ornamental carente de toda utilidad. Son las 14:45. Tal cual llegamos tiramos hacia la vertiente contraria para iniciar el descenso sin parar a visitar ni la iglesia, ni el punto de información ni el restaurante, el cual se abastece gracias a las mulas. Durante la pronunciada bajada pasamos junto al cercado que delimita el prado en el que pacen. Esta zona recibe el nombre de Cingles dels Cavalls y combina tramos tranquilos con pasos sobre roca. Al cabo de un rato llegamos a una roca de considerable tamaño llamada El Bolet (“La Seta”). “David el Gnomo estuvo aquí”, pondría si hubiese algún lavabo. Julio y yo la ascendemos. Después: bajar, bajar y bajar. A través de un bosque, de un torrente, de rocas; ¡qué largo se está haciendo!

 

Poco después de pasar por una pista forestal nos encontramos con el tercer emplazamiento de tumbas medievales del día, en esta ocasión las Tombes de Can Robert. Las cinco son fácilmente reconocibles. Tras explorarlas un poco continuamos con nuestro descenso, ahora pasando junto a la masía de Can Robert, en donde había emplazado un poblado en época medieval en el que supongo que vivían los enterrados en las tumbas que acabamos de visitar. Mi compañero no sé, pero yo sólo tengo ganas de llegar al coche. Menuda excursión, ¡qué larga y cuántos sitios hemos visto! Es cuestión de seguir un sendero por el bosque, aparecer en un aparcamiento, tomar otro camino y finalmente, como si de un oasis se tratara, ahí están nuestros coches. Bendita la luz que los ilumina y la retina, los conos, los bastones, el cerebro y el resto de elementos que me permiten verlos y me llenan de gozo. Ya son las cuatro; han pasado ocho horas y cuarenta minutos desde que nos separamos. ¡Y cuántas cosas hemos visto! A saber la de lugares que englobaran las diez rutas de la futura guía de Javier. Pero hoy lo que sí está materializada, desde hace exactamente dos días, es mi novela, y le hago entrega de un ejemplar a Javier y otro a Julio. No tenía noticias de que Marian viniese ni sé si está interesada en leerla. A Avi Jordi, como vive a escasos kilómetros de aquí, ahora le iré a dejar otro ejemplar. Él será el que primero la lea de mis conocidos montañeros. Javier, por su parte, me ha propuesto un intercambio: él me regalará un ejemplar de su libro. A ver si es verdad. Eso implicará que su proyecto, como el mío, se habrá hecho realidad.

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




Añadir nuevo comentario
Usuario de Madteam.net No usuario




Vista Previa



 

 
MadTeam.net | Suscribirte a este blog | Creative Commons License Blog bajo licencia de Creative Commons. | compartir este enlace en Facebook