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Friday 5 de July de 2013, 17:30:58
29-06-13: Pollegó Inferior por la Gran Diagonal (Pedraforca)
Tipo de Entrada: RELATO | 1 Comentarios | 3712 visitas

En compañía de Julio, Manuel y Pau, describo un trazado circular por el Pollegó Inferior que aprovecha sus dos únicos puntos débiles para quien no esté provisto de material de escalada: las Costas d´En Dou y una canal de la vertiente oeste que alberga un paso de tercer grado. Tomando como punto de inicio el área de descanso La Serra, ascendemos a través del bosque hasta la base de la célebre Tartera, donde tomamos la ruta normal hasta llegar al Balcó de la Joaquima. De camino a las Costes d´en Dou, la abandonamos para tomar el desvío a la Feixa Alta, que nos lleva hasta la base de la Gran Diagonal, una repisa ubicada en las vertiginosas paredes de la cara sur del Pollegó Inferior. No es difícil de superar –grado II– pero sí es algo expuesta. Tras acometerla, por un pedregal se accede al último obstáculo: una trepada por una zona herbosa que conduce a una canal de unos treinta metros que incluye un paso de tercer grado. Una vez alcanzada la solitaria cima, es cuestión de descender por la ruta normal, las Costes d´en Dou, con un único paso estrecho equipado con cadenas que no encierra dificultad alguna.

 

Son las 7 de la mañana cuando me reúno con Julio, Manuel y Pau en la salida 62 de la C-16, a la altura de Sallent Sud, para continuar hacia la zona del Pedraforca en dos coches; delante vamos Julio y yo y detrás Manuel y Pau. Hoy nos espera una excursión largamente deseada por mí. Corría el año 2005 cuando, formando parte de una riada humana, ascendí al Pollegó Superior, punto culminante del célebre macizo. Allí lo vi por primera vez, cercano y misterioso, sin nadie sobre su cúspide. Sin duda  llamó mi atención y hasta en dos ocasiones más  he coronado a su hermano mayor sin acabar de acometerlo. Él seguía ahí, algo menos altivo –esa es su salvación– pero oponiendo mayores resistencias a quien se propone someterlo bajos sus botas. Así es como pasó a formar parte de mis objetivos a largo plazo, de esos de “algún día tengo que hacerlo”, y hoy ha llegado el gran día. Resulta que lo teníamos previsto desde mayo pero, a causa de las sucesivas e inesperadas nevadas, no hemos tenido más remedio que irlo posponiendo, pero al fin estamos aquí y me muero de ganas por acometerlo.

 

Ahora lo veo a lo lejos, pero cada vez más cercano. Es realmente imponente. Conforme uno se acerca a Saldes por la carretera, el Pedraforca se muestra cada vez más espectacular. Es la célebre cara este, la que aparece en noventa y nueve de cada cien fotografías del macizo, Espacio Natural de Interés Nacional desde 1982 y actualmente gestionado dentro del Parque Natural del Cadí – Moixeró. En el centro se halla la Enforcadura, una hendidura causada por la erosión de unos materiales más blandos que separa dos moles rocosas calcáreas verticales e imponentes: la del Pollegó Superior (2498m), con algunas cumbres vecinas como el Calderer (2493m) o el Cim Nord (2428m), y la del Pollegó Inferior (2436m), que cuenta con un Fals Pollegó Inferior (2407m) al otro lado, en el oeste, no visible desde aquí. Me llama la atención el hecho de que las grandes paredes, en el Pollegó Superior, estén  situadas en la cara norte, mientras que en su homólogo inferior se concentran en la vertiente sur. En uno y otro lugar se han escrito algunas de las páginas más remarcables de los orígenes de la escalada en Cataluña.

 

Fueron Lluís Estasen y sus compañeros quienes, en los años veinte del pasado siglo, abrieron varias vías en la cara norte, como la Canal Roja y la Canal de la Grallera, ambas en 1922, o la Vía Estasen, en 1928, que supuso vencer toda la muralla norte por primera vez. Un día, en 1947, de camino al acto de colocación de la primera piedra del refugio que llevaría su nombre, el señor Estasen sufrió una embolia poco después de partir de Saldes que le causaría la muerte unos días después a la edad de 57 años. Tres años antes, en 1944, Jordi Panyella y Jordi Casasayas, apodados respectivamente Pany y Haus, habrían la primera vía en la pared sud del Pollegó Inferior siguiendo una marcada chimenea, la Pany-Haus, que con sus 280 metros y una dificultad de quinto grado sigue siendo una de las vías más asequibles de las que se abren paso por la muralla sur junto a la Gran Diagonal. La primera ascensión documentada por esta última, en cambio, es un año posterior. Fue el uno de abril de 1945 cuando el mismo Jordi Panyella, acompañado por Jaume Renyé y Francesc A. Peyre, acometió la Gran Diagonal, una repisa entretenida que no llega a ser una vía de escalada, si la fuente que he consultado es correcta –me extraña un poco–.

 

De regreso al presente, lo primero que debemos hacer es estacionar los vehículos. La mayoría de gente que se propone ascender al Pollegó Inferior por la Gran Diagonal opta por dejarlos en una pista forestal que parte de la pista al Mirador del Gresolet a la altura de una explanada de tierra; otra opción sería hacerlo en el propio mirador, como muchos de los que acometen el ascenso al Pollegó Superior. A mí, en cambio, la opción que me parece más estéticamente adecuada es una tercera: emprender la ruta en el área de descanso de La Serra. En mi opinión, es la manera más elegante de abordar al menor de los dos pollegones. Se trata de tomar un sendero señalizado por un rótulo –“Tartera del Pedraforca”– que conduce a la base de la misma tras casi una hora de marcha a través de un bosque con vistas a la Enforcadura y con sendos pollegones como centinelas de piedra. Llegado a la Tartera, habrá que rodear el Pollegó Inferior hasta la vertiente contraria, algo que no sería así si ya partiéramos desde la vertiente sur, desde la pista forestal antes citada, y finalmente habrá que regresar de nuevo hasta aquí, cerrando la vuelta completa.

 

El área recreativa de La Serra se encuentra en la segunda mitad de la pista asfaltada que conduce desde Saldes hasta el Mirador del Gresolet, a unos 1450m de altura, cerca de un kilómetro por debajo de la cumbre que hoy nos hemos propuesto ascender. Este merendero, además de constar en el mapa  Serra del Cadí–Pedraforca de la Editorial Alpina, está señalizado por un cartel del Parque Natural bien grande que indica el lugar –Area recreativa La Serra–, así que no tiene pérdida. Se emplaza en una recta tras una curva a la izquierda y, eso sí, no cuenta con un aparcamiento tipo explanada, sino que los coches deben dejarse en el margen de la carretera y no suele haber ninguno estacionado. Un sendero parte de la misma carretera, bien señalizado con un poste que indica “Tartera del Pedraforca / Gósol”. Pasan veinte minutos de las ocho cuando una vez equipados lo tomamos.

 

En un principio las marcas son de color blanco y verde para luego ser durante un rato las blancas y amarillas del PR-C 127 e incluso las hay azules. La referencia, pues, no deben ser las marcas, sino el sentido común. Si la Tartera queda justo arriba, se trata de tirar en esa dirección a través del bosque y acordarse del camino para el regreso. Bajo la sombra del pinar aprovechamos para sacarnos las primeras fotos del día en un clima aún distendido por la facilidad del terreno. La verdad es que la sombra se agradece, pues aunque sea temprano, comienza a notarse que estamos en verano, caminando cuesta arriba y cargados con una mochila. Algunas prendas de ropa empiezan a sobrar y con la parada oportuna estas pasan a la mochila, aunque no es mi caso. Hoy me he puesto un pantalón largo y una camisa de manga larga, además de sombrero, para evitar quemarme con el Sol, y a pesar del calor aguantaré con esta indumentaria durante todo el fin de semana, me aguantaré para no llegar a casa como un tomate; es lo que tiene el no querer usar las cremas de protección solar. Pau, por su parte, nos hace saber que somos los primeros en pasar por aquí en bastante tiempo. “Me estoy comiendo todas las telas de araña”, nos dice algo quejumbroso.

 

Tras unos cincuenta minutos, de los cuales los últimos diez subiendo por un río de piedras a su vez traídas por las riadas findesemanales de humanos, nos plantamos en la base de la Tartera, a unos 1850m de altitud, unos 400m por encima de los coches, donde coincidimos con un señor que es la única persona no escaladora con la que nos vamos a encontrar en nuestras casi nueve horas de excursión. Se trata de un corredor de carreras de montaña que pretende subirla y bajarla tres veces consecutivas y que de momento, a las nueve de la mañana, ya va por la primera. Nos indica que el Pollegó Inferior “es mucho más bonito, ahí vais a flipar”. Respecto al Superior, considera que “está demasiado masificado”, y nos lanza un aviso: “tendréis que encontrar el camino”. De momento, lo que hay que hacer es tomar el sendero junto a una gran roca con la que todo el que baja de la Enforcadura se encuentra y que tiene inscrito con pintura verde “Pollegó Inferior”. Más de una vez me ha tentado acometerlo de regreso del Pollegó Superior, pero a esas alturas de la excursión no es que a uno  le queden muchas fuerzas precisamente.

 

En un primer momento, se trata de abandonar el pedregal y ello comporta que el acto de caminar sea bastante inestable e ineficiente, dando medio paso hacia atrás por cada uno que se avanza, un poco como nos sucede en la vida. Una vez dejado atrás, abandonamos la dirección oeste para enfilarnos hacia el sur en dirección al Balcó de la Joaquima, donde comienza la cresta este del Pollegó Inferior que nos conducirá hasta la Feixa Alta. Para acceder a dicho balcón hay que remontar una ladera repleta de pinos, a veces utilizando las manos cuando el terreno se vuelve rocoso y prestando atención al mejor lugar para progresar, pues aunque hay un sendero, este tiene pinta de tener múltiples atajos y variantes. Desde la gran roca citada antes, la ruta normal de ascenso está señalizada con marcas circulares de pintura de color verde oscuro que será mejor no perder de vista. Mención aparte merece una gran roca con una marca horizontal de pintura, pues simplemente indica que se continúe por el sendero y lo que no debe hacerse es ir hacia ella y meterse en un nuevo pedregal. De él viene un atajo que incluye una trepada y que no cuenta con señalización –ni siquiera consta en el mapa–, por lo que será mejor no tomarlo si no se es conocedor de la zona. Diría que se trata de un atajo de descenso para escaladores.

 

Llegando al Balcó de la Joaquima, uno parece poder abrazar el cielo. Se antoja como una puerta hacia otro mundo; es el más allá del pinar, donde aguarda el prado alpino. Una vez arriba, situado en lo alto de la atalaya, uno puede contemplar un dilatado paisaje, el mismo que escrutan unas rapaces de una envergadura cercana al metro ochenta que planean bajo nosotros, posiblemente ejemplares de águila culebrera –Circaetus gallicus– que en esta época anidan en la zona. Sin duda lo de balcón parece afortunado, aunque desconozco el porqué de la Joaquima, quizá fuera una señora a la que le gustaba el lugar y pasara muchas horas aquí deleitándose con el paisaje. Además de tener Saldes a vista de pájaro, nos quedan enfrente la Serra d´Ensija y su punto culminante, la Gallina Pelada, quién sabe si quizá relacionada con una Joaquima hambrienta. Abajo, hacia el sur, están las pistas en las que la mayoría inicia la ascensión al Pollegó Inferior por la Gran Diagonal, con un gran depósito de agua destinado a sofocar un hipotético incendio que ojalá se muera de asco y le salgan telarañas por los siglos de los siglos y más aún. Respecto a la ruta de ascenso, se da la circunstancia de que la ruta normal, las Costes d´en Dou, seguramente no sea la más habitual, aunque sin duda es la más sencilla y segura. Ya puestos a escoger una cima poco visitada, ¿por qué no afrontarla por su vía más entretenida y no siguiendo el trazado más obvio? Así se deja doblemente lo normal de lado.

 

Empujados por unas ganas tremendas de que comience la parte más entretenida, comenzamos el avance por la cresta este hasta la bifurcación a la Feixa Alta. La Gran Diagonal se muestra imponente, diríase que inexpugnable. Pau y Manuel parecen mirarla con temor y no acaban de creerse de que por allá vayamos a subir. Un pequeño descenso algo expuesto nos lleva a un marcado collado en el que diría que comienza el atajo antes mencionado, aunque no estoy seguro pues como ya he dicho no aparece en el mapa. Un centenar de metros más adelante abandonamos la ruta normal, que está a punto de entrar en las Costes d´en Dou, para flanquear por su base las grandes paredes de la vertiente sur. Es la llamada Feixa Alta y el sendero, en ligero descenso, nos conduce hasta el inicio de la marcada Gran Diagonal. Ante la posible caída de piedras, nos colocamos el casco y con sumo respeto iniciamos su acometida.

 

Se trata de una repisa inclinada de al menos un centenar de metros que sube de manera diagonal desde la base de la muralla sur hasta un pedregal que conduce al collado entre el Pals Pollegó Inferior (2407m) y el Pollegó Inferior (2435m). Según he leído, “es la manera más bella, entretenida y elegante de ascender al Pollegó Inferior”. La dificultad no supera el grado II siempre y cuando uno se abra paso por los lugares más accesibles y buscando las mejores presas, a ser posible evitando acercarse al extremo izquierdo de la repisa pues supone exponerse innecesariamente al vacío. A mano derecha, en cambio, la pared sube hacia arriba y la sensación de patio es minúscula si no se mira hacia atrás. La única parte equipada está prácticamente al final, en una losa de piedra que cuenta con una cadena de unos cinco metros en un estado bastante precario que permite superarla con facilidad, por lo que si se va con gente inexperta puede ser recomendable el uso de la cuerda.

 

La primera parte de la Gran Diagonal es de avance sencillo, prácticamente caminando, hasta el inicio de una vía de escalada mítica que antes cité, la Pany-Haus, que se abre camino por una marcada chimenea. Diría que esta primera parte aún no es la Gran Diagonal propiamente dicha, aunque como mínimo es su continuación natural sobre el terreno. Al pie de la citada vía de escalada hay dos señores a punto de emprenderla, mientras que en otra cercana de mayor dificultad dos escaladores ya están manos a la obra en plena pared, sin duda con buenas vistas sobre nosotros. Los de la Pany-Haus nos comentan que es la más sencilla de la zona, aunque también han realizado las otras. Parecen no tener prisa y siguen a lo suyo mientras nosotros iniciamos la trepada. En un primer momento se progresa fácilmente, pero pronto Julio ha de sacar su cuerda para echársela a Pau, concretamente en las proximidades de un gran techo que serviría de resguardo en caso de mal tiempo.

 

Más arriba, la cuerda le vuelve a ser necesaria. Me comenta que creía que la trepada sería más sencilla, a pesar de haberle enviado fotografías de la misma y haberlo avisado de que era una trepada de segundo grado. Esta vez, en vez de usarla anudada a modo de pasamanos como si de una cuerda fija se tratara, Julio le ha deshecho los nudos y desde arriba va recuperando cuerda con Pau avanzando ligado al otro extremo junto a mí, que lo ayudo a progresar. De esta forma, poco a poco, vamos avanzando por la Gran Diagonal ganando altura con seguridad, pues si bien no es difícil ello no implica que un mal paso no pueda resultar fatal. La inclinación, no obstante, dista de ser del todo vertical y contribuye a que la sensación de patio sea pequeña, en especial si no se mira hacia abajo. Eso sí: según por donde uno se meta, puede complicarse la vida todo lo que quiera. Por todo ello, me parece un terreno fácil de superar siempre y cuando sea en seco, en sentido ascendente y se esté habituado a las trepadas, mientras que no me parece apta ni para un simple senderista no habituado a terrenos agrestes ni para niños. Un escalador, por su parte, la subirá o la bajará con los ojos cerrados, eso por descontado.

 

Una vez alcanzado el tramo de la cadena, volvemos a ligar a Pau de la cuerda. Si bien está mostrando bastante temor e inseguridad y no queremos que se nos despeñe más de un centenar de metros, Manuel, en cambio, no aparenta tener dificultad alguna a pesar de que cuando subimos hace un tiempo al cercano Cim del Calderer (2493m) a través de varios tramos equipados con cadenas, tuvimos que colocarlo entre Julio y yo y ayudarlo en todo momento, motivo por el que ha venido a la excursión con un cierto respeto y de la que sus aptitudes trepadoras van a salir reforzadas. No obstante, me guardaré de hacer comparación alguna entre ambas subidas, pues me parecen ascensos bastante diferentes tanto en su concepto como en lo que se refiere a su realidad física.

 

Una vez superada la Gran Diagonal materializamos algo que nos hemos ganado a pulso: el derecho a un descanso y a llenar el buche lejos de barranco alguno. Aunque queda bien decirlo, esto último no es del todo cierto, pues hemos ido a parar a una especie de balcón, no de la Joaquima, sino el de un cuarteto que sueña con coronar el Pollegó Inferior desde hace tiempo. La comida transcurre con vistas aéreas sobre una montaña que parece surgida del Colorado, la Roca Roja, y el prado que la acompaña, Prat de Reo, así como sobre parte del Cadí y sobre Gósol, cuya piscina y camping parecen ocupar la mitad de la localidad. Desde este pequeño pueblo, en 1906, un jovencísimo Pablo Picasso emprendió la Ruta de los Segadores, hoy señalizada como PR-C 127, hasta Bellver de Cerdanya en compañía de Fernande Olivier cruzando la sierra del Cadí por el Pas dels Gosolans (2430m); se trata de un camino que utilizaban los habitantes de la zona para ir a trabajar a la Cerdaña en la época de la siega de los cereales y que no me disgustaría realizar algún día.

 

Una vez recobradas las fuerzas y aligerada la mochila de alimentos, nos disponemos a acceder al pedregal de la parte alta del Torrent de Cal Ninot, que conduce hacia el collado entre los dos pollegones inferiores, el auténtico y el falso. Un paso expuesto en el que parece que la pared te eche hacia afuera motiva que volvamos a sacar la cuerda para que Pau lo pase con una mayor sensación de seguridad. Esta vez lo que hacemos es que Julio sujeta la cuerda desde un lado y yo desde el otro, de manera que con ella empujamos a Pau hacia la roca mientras atraviesa el paso, dificultando que pueda ser escupido hacia el exterior. Como es de suponer, no lo está pasando muy bien en esta excursión, a diferencia del resto, en especial Julio, a quien siempre le ha gustado hacer el cabra. Me confiesa que cuando le escribí para que estuviera preparado para la aventura, pensó que se lo decía por decir. Según cuenta, tiene experiencia en trepadas y vías ferratas pero no “tan difíciles”.

 

De subida por el pedregal, de nuevo toca experimentar el avance a trompicones, retrocediendo involuntariamente un poco a cada paso. Si no fuera porque tenemos una meta clara, no llegaríamos a lugar alguno. Y no, no se trata de lo más evidente, el marcado collado que hay arriba del todo y por el que podríamos acceder mediante un destrepe sencillo hasta la Enforcadura y de ella al Pollegó Superior. Lo que toca es abandonar el pedregal y tomar un terreno herboso a mano derecha, hacia una canal que nos aguarda con un paso de tercer grado. Y digo herboso porque está poblado de hierba, que no herbáceo, de propiedades similares a la misma. En este punto, todas las reseñas hablan de un arbusto, pero me gusta más seguir las indicaciones que ayer me dio Avi Jordi por teléfono: “Cuando veas un lugar en el que digas, por allí me aventuraría a subir, ese es”. Y está en lo cierto: el resto son paredes inexpugnables.

 

En la subida medio trepada por las gradas con hierba Pau se queda atascado. Le pido a Julio, que ya está en la base de la canal con Manuel, que nos lance la cuerda. Con ella, tirar para arriba es pan comido incluso con las dificultades que está mostrando Pau por su falta de experiencia en este terreno, su miedo a las alturas o por ambas cosas a la vez. Nada más acceder a la canal, me percato de que aquí sí que habrá que encordarlo, así que saco mi arnés de la mochila y se lo doy para que se lo ponga. Mientras Julio lo encuerda, me dispongo a superar el paso de grado III para subir hasta arriba y ver si hay alguna instalación en la que montar el seguro. Es un único paso muy encajonado en el que hay que subir caminando todo lo que se pueda hasta que la pared parece echarte hacia atrás. Entonces se pueden alcanzar dos presas para las manos muy buenas que permiten superarlo con facilidad.

 

Arriba no hay rastro alguno de instalación. A mitad del paso sí hay un pitón antiguo, pero nada más. Cuando llega Manuel, le propongo que vaya buscando la senda a la cumbre para ganar tiempo pues no parece estar indicada. Julio, por su parte, monta la instalación con una cinta pasada sobre una roca fiable, un mosquetón y un ocho, mientras que yo desciendo hasta lo alto del paso para indicarle a Pau la manera de superarlo. Una vez alcanzadas las dos presas lo deja atrás sin mayores complicaciones y lo acompaño hasta lo alto de la canal, donde guardamos todo el material repartido entre todas las mochilas. Ahora es cuestión de bordear una pared y emprender una pequeña subida por terreno rocoso para alcanzar, pocos minutos después, lo alto del Pollegó Inferior. ¡Ya es nuestro!

 

El más pequeño de los dos pollegones es, sin duda, el más agradecido de visitar para el montañero que huyendo de las acumulaciones ciudadanas urbanas, no quiere verse metido de pleno en una acumulación humana también en la naturaleza. Mientras que aquí, como era de prever, no hay absolutamente nadie, enfrente, multitud de personas aparecen en el Cim Nord de camino al Pollegó Superior, están en lo alto de este último, descienden hacia la Enforcadura, están en ella o bajan por la Tartera. ¡Menudo goce! Son las dos del mediodía, aún nos quedan mil metros de desnivel que perder y cuatro horas más de excursión por el Cadí a última hora de la tarde, pero ha valido la pena y la satisfacción es máxima, en mi caso en parte por haber logrado uno de mis objetivos, algo que no sucede ni cada día, ni cada mes, ni siquiera cada año. A partir de hoy ya no se me habrá perdido nada en el Pedraforca y podré centrarme en nuevos objetivos. De momento, lo que toca ahora es disfrutar; no siempre se es feliz y hay que aprovecharlo.

 

Como Julio, Pau y yo tenemos otros planes para hoy y además Manuel ha de regresar a Barcelona, tampoco nos entretenemos mucho y hacia las 14:20, veinte minutos después de haber estado disfrutado de las vistas y de la gratificación de haber hecho cumbre y también de habernos inmortalizado con el Pollegó Superior y el Cim del Calderer a nuestras espaldas, iniciamos el descenso hacia el área de descanso de La Serra, donde los coches nos aguardan. Aunque estamos un kilómetro en vertical por encima de él, el regreso no tiene gran complicación y será más ardua la pérdida de desnivel que el propio terreno, a diferencia de la subida, en la que con tantas detenciones y con tanto detenimiento al progresar, el desnivel prácticamente no lo hemos notado. Se trata de descender siguiendo las marcas de pintura circulares de color verde oscuro hasta la base de la Tartera con un único obstáculo, ante el que precisamente uno se planta un par de minutos después de abandonar la cima: una estrecha canal carente de toda dificultad al estar equipada con cadenas y que además no es expuesta. Una vez superada se trata de descender por un prado bastante inclinado, aunque en las postales y fotografías parece mucho más vertical, que lleva por nombre Costes d´en Dou. Por estos prados alcanzamos la cresta este, que nos conduce al desvío a la Feixa Alta, bifurcación que esta vez obviamos. A partir de aquí, se trata de deshacer lo andado durante parte de la subida pasando por el Balcó de la Joaquima y la base de la Tartera hasta iniciar el recorrido por el bosque, cosa que se dice pronto pero que nos deja en el coche hacia las cinco de la tarde.

 

Al llegar, Julio, que se ha avanzado, está haciendo “la comida fuerte”, dice, de cara a una aproximación de cuatro horas y 800m de desnivel que dentro de una hora vamos a encarar en el Cadí con la ausencia de Manuel, que regresa hacia Barcelona y de ahí que hayamos venido en dos coches desde Sallent Sud. Contento de haber coincidido con nosotros y de la excursión realizada, abandona el merendero de La Serra mientras nosotros descansamos un poco antes de ir para Josa de Cadí y encarar el ascenso al refugio libre Cortal de Cortils. Mañana intentaremos coronar algunas montañas de la sierra vecina, como el Vulturó o el Costa Cabirolera, y así exprimir este fin de semana montañero a tope, pero como se suele decir, eso ya será otra historia. En lo que se refiere al Pollegó Inferior, tan solo me queda animar a aquellos que se vean capacitados a que lo visiten algún día, pues sin duda descubrirán un tesoro en él: el de la soledad.

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito


1 Comentarios
Enviado por Jorge el Thursday 3 de November de 2016

“Comenzando mi comentario por el final de esta soberbia crónica, yo también descubrí en el Pollegó Inferior el tesoro que buscaba: el de la soledad. Comencé mi ascensión en la primera explanada a la izquierda que te encuentras tomando la carretera que va al refugio viniendo de Saldes. Ahí nace (o muere)una pista apta para vehículos que yo preferí hacer a pie. Eso sí, ninguna señal, indicador o marca de pintura. Llegados al coll de Jou se toma una pista a la derecha que llanea y luego sube en una curva hasta llegar a un poste indicador que señala el camino por el interior del bosque hacia Prat de Reo. Es por allí. Y no digo más o comentaré aquí toda mi experiencia. Un gran día para mí, posiblemente por lo mal que lo pasé y por llegar finalmente a la cumbre. Tu crónica, David, magnífica. ”


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