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Estas en » ExCuRSiONiSmO RoMáNTiCo FoReVeR » Archivo de Relatos » February 2007 » 17-02-07: Caminando Bajo La Lluvia Por Montserrat
Monday 19 de February de 2007, 00:00:00
17-02-07: Caminando bajo la lluvia por Montserrat
Tipo de Entrada: RELATO | 3265 visitas

La princesa Alba, la señorita Esther, el señor Droguero y don Zodiaco callejean por las mojadas calles de la villa de Monistrol de Montserrat, manteniendo una conversación mística con una habitante del lugar. Posteriormente, se adentran en un mundo de piedra envuelto en las tinieblas rumbo a la cima de Sant Jeroni, alcanzándola tras subir mil doscientos cincuenta escalones pasados por agua. Tras zamparse las patatas fritas de rigor y el bocadillo resguardados en una ermita, realizan una ruta caminando bajo la lluvia. Contemplan la sonora lucha entre dos machos cabríos en lo alto de una aguja, ante la presencia de una hembra. El resbaladizo acceso a un techo comarcal, la anciana de la casa milenaria, los gatos inexistentes, las brujas legendarias y el chiste del San Bernardo completan la narración de la experiencia montañera llevada a cabo por el joven grupo.

 

Zodiaco, Droguero, Alba y Esther a la hora de comer en la ermita de Sant Jeroni
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Zodiaco, Droguero, Alba y Esther a la hora de comer en la ermita de Sant Jeroni
Esther, Alba, Droguero y Zodiaco en la cima de Sant Jeroni (1236m)
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Esther, Alba, Droguero y Zodiaco en la cima de Sant Jeroni (1236m)
Alba, Droguero y Esther en Sant Joan, lloviendo y sin gatos
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Alba, Droguero y Esther en Sant Joan, lloviendo y sin gatos
Zodiaco en el monasterio de Sant Benet
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Zodiaco en el monasterio de Sant Benet

Una mañana lluviosa de invierno, Alba, Esther y David decidieron abandonar su acomodada vida en la ciudad para pasar el día caminando bajo la lluvia. A Alba no le gustaba la montaña, estaba movida por el impulso de acompañar a su querido y a su amiga y compañera de estudios. Las dos jóvenes habían llegado a este mundo hacía dos patitos cada una, mientras que Zodiaco ya había cumplido el cuarto de siglo. A falta de que la princesa acabase las prácticas de autoescuela y se sacase el carné de conducir, David estaba obligado a ir al volante del Opel Kadett, mayor de edad, que les dejaría cerca del casco antiguo de un pueblo llamado Monistrol de Montserrat, situado en la base de la montaña. Otro David, apodado Droguero debido a un antiguo oficio, trabajaba hasta las diez y media por lo que el trío haría una visita turística a la población hasta que ése llegase. No tenían intención de pagar por duplicado los cuatro euros que costaba el aparcamiento en el monasterio de Montserrat, así que decidieron quedar al pie de la montaña y subir los cuatro en un mismo coche.

 

                Los tres jóvenes caminaron por varias callejuelas antiquísimas hasta llegar a una plaza llamada Bo – Bo, donde Zodiaco se sorprendió del nombre exclamando:

                –Mirad, se llama la Plaza del Bo – Bo.

                –La Plaça del Bo- Bo, està en català –dijo una anciana, vecina de la localidad.

                –¿Qué significa? –preguntó el joven lleno de curiosidad.

                –Es un baile que se realiza en enero desde hace muchos siglos.

Protegida de la lluvia bajo el paraguas, la mujer explicó en catalán al joven y a sus dos acompañantes la historia del baile, creado por las viudas sobrevivientes a una gran catástrofe que tuvo lugar en la localidad muchos siglos atrás. Comentó que su casa databa del siglo XI, era una de las más antiguas del pueblo.

                –¿La torre que hay en ruinas es de un castillo? –preguntó David.

                –Sí. Estaba antes de que se creara el pueblo.

                –¿Y el monasterio de Montserrat?

                –Se construyó más tarde.

La mujer, que no era nacida de allí pero llevaba viviendo más de cincuenta años en el pueblo, les contó que hacía muchos siglos vivían varios eremitas en la montaña. Uno de ellos talló una virgen y murió en una cueva junto a ella (la Santa Cova). La imagen fue encontrada, y más tarde se construyó la iglesia, que daría lugar al actual monasterio.

                –¿Hay algún museo en el pueblo? –preguntó David.

                –Estamos pidiendo que hagan uno pero aún no tenemos ninguno.

 

                Una vez finalizada la mística conversación, cuya extensión no está plasmada en este escrito íntegramente por falta de memoria, continuaron caminando por las mojadas calles del pueblo bajo una densa niebla a media montaña que impedía apreciar el cielo. Alba consideraba que el joven no era tímido pero éste reiteraba que sí lo era. Decidieron protegerse de la lluvia en el interior del coche, dejando los mojados paraguas junto a sus pies, a la espera de que Droguero hiciera acto de presencia en el lugar. El flamante Nissan Almera del currante apareció conducido por su dueño, demostrando que en esta vida todo llega, sólo hace falta esperar lo suficiente. Un corto viaje les llevó al Monasterio de Sant Benet, donde vieron su espléndido campanario y dos monjas que vivían en el complejo religioso.

                –Pregúntales si venden pastitas –dijo David a Esther–. Tengo entendido que las hacen las monjas y las venden.

                La joven no se animó a tanto, pero si cumplió otro deseo de David:

                –¿Se puede visitar el interior del monasterio? –preguntó a una monja.

                –La iglesia sí.

Acto seguido, la religiosa apareció para abrirles la puerta de acceso a una moderna iglesia y volvió a sus aposentos. Quedaron sorprendidos ante la extrañeza del templo, pues era una iglesia atípica. La asemejaron a una sala de convenciones e incluso a la universidad. En una esquina estaba el Cristo, arrinconado, formando sus dos brazos un ángulo de noventa grados, con un brazo en cada pared. Zodiaco se acercó a un altavoz e incitó al resto a reflexionar y a predicar por la paz en el mundo y para que al señor Droguero le toque el Euromillones. La razón era que el currante prometió que cuando fuera agraciado cumplirían sendos sueños: ascender al Aconcagua y realizar el rally París Dakar. Se despidieron de la sonriente religiosa y tomaron rumbo al monasterio de Montserrat, el cual sería desalojado al día siguiente por una falsa bomba (el paquete sospechoso resulta ser el termo olvidado de un excursionista).

 

                La tranquilidad de una zona turística en un día de lluvia reinaba en el ambiente, nada que ver con la llegada de destacados personajes culturales y políticos del día siguiente junto a la llama de la cultura catalana (o algo por el estilo). A las doce del mediodía entraron en el monasterio con la ilusión de escuchar el Virolai pero algo falló: se estaba celebrando una boda. Droguero quería decirle al novio “te acompaño en el sentimiento”. Fueron a tocar a la Moreneta, la Virgen de Montserrat, y Zodiaco puso un cirio verde antes de partir deseando que la excursión se desarrollase felizmente. Los cuatro amigos abandonaron la zona turística vistiendo chubasqueros con la intención de adentrarse en la tenebrosa montaña. La densa niebla y la llovizna no impidió que emprendieran la aventura. David avisó que los 1250 escalones eran 1250 posibles resbalones, llamando a la precaución del inexperto grupo.

 

                Durante el primer cuarto de horas ascendieron los primeros ochocientos escalones. Los chubasqueros comenzaban a sobrar y el calor hizo acto de presencia. Alba, la única que iba sin mochila, metió en la de Zodiaco su chubasquero y su chaqueta. Cerca del paso de los franceses se cruzaron con  dos excursionistas. Pese a ser un itinerario generalmente muy transitado, sólo se cruzaron con media docena en todo el día.

                –Mira como se está poniendo allí arriba –comentó uno de ellos.

La llovizna cedió aunque la densa niebla no les abandonó. Caminaron por encharcados senderos cruzando un húmedo bosque hasta las inmediaciones de la Albarda Castellana, un techo comarcal. Zodiaco les hizo abandonar el camino que se dirigía hacia Sant Jeroni con la intención de coger otro y coronar la cúspide de la comarca llamada Baix Llobregat. Ante un paso de roca horizontal Alba se negó a continuar pese a la insistencia de sus compañeros. En ese momento, aparecieron dos montañeros que acabaron por desanimar a Alba:

                –Yo he ido por él –dijo uno de ellos señalando a su compañero.

                –¿A qué no queda nada más difícil? –preguntó David.

                –Sí, aún queda otro paso complicado.

Alba, que se hallaba sentada en el suelo sin ninguna intención de levantarse, se aferró aún más a su idea inicial, e instó a sus compañeros a continuar sin ella a la cercana cumbre. David se quedó junto a ella pese a que la chica le repetía una y otra vez que no hacía falta que se quedase con ella. Sobre un resalte rocoso apareció Droguero y David acudió a su llamada escalando la dificultad rocosa que no había sido capaz de superar unos meses atrás. Mientras Alba contemplaba tres cabras hispánicas, sus tres compañeros intentaban acceder a la cumbre de la Albarda Castellana pese a lo resbaladizo que estaba el mojado terreno rocoso. Una pared a modo de muro, de unos cuatro metros de altitud, fue un obstáculo difícil de superar. Ambos Davids lo habían superado fácilmente en seco anteriormente, pero en mojado era completamente diferente. Droguero fue el primero en intentar subir pero su intento resultó infructuoso. Al verlo, Zodiaco buscó las mejores presas, se las mostró a sus dos compañeros y subió a lo alto de la pequeña y resbaladiza pared con la incertidumbre de si caería o no.

                –Aquí arriba hay una chapa y un cordino. Si tuviésemos una cuerda podríais subir asegurados o al menos ayudarnos de ella.

                Esther escaló la primera parte de la pared con cierta facilidad pero se quedó encallada en la parte central. David se acercó al borde, y agarrado con una mano al cordino, cogió con la otra fuertemente la mano de Esther y la ayudó a alcanzar a superar el tramo final de la pared. El tercero en superarla, tras varios intentos, fue Droguero, quien no sucumbió ante el poderoso obstáculo conociendo la proximidad de la cima. Tras las fotografías de rigor junto a un cartel que indicaba el techo comarcal, observaron como dos cabras luchaban en lo alto de una aguja junto a otro animalillo que debía de ser la hembra. Se ponían a dos patas, alzaban las delanteras y chocaban fuertemente los cuernos emitiendo un sonido intenso perfectamente audible a considerable distancia. Este sonido estaba acompañado del que provocaban las pequeñas piedras que caían por la pendiente de la aguja fruto de la batalla que se estaba llevando a cabo.

                –Es como ver un documental de Félix Rodríguez de la Fuente –comentó Droguero.

 

La bajada por la pared aún era más dificultosa y peligrosa que la subida. El primero en bajar fue Zodiaco, y desde abajo guió el descenso de Droguero. Ambos supervisaron la bajada de Esther y se dirigieron al primer paso complicado, único obstáculo que les separaba de la princesa Alba. Zodiaco guió los pasos de Droguero desde el otro lado y posteriormente a Esther, la cual lo superó con bastante facilidad. Comenzaron a caminar hambrientos hacia la cercana cima de Sant Jeroni pues habían pasado las dos del mediodía. Se fotografiaron en el punto más alto del macizo y cambiaron de planes.

                –Hace demasiado viento para comer aquí –comentó Zodiaco–. Vamos a la ermita de Sant jeroni, allí estaremos resguardados.

                En la ermita, David escuchaba el crujido de las Lays al punto de sal que se comía Droguero y las Lays Campesinas que se comían Alba y Esther mientras él se tenía que conformar con el bocadillo de salchichón. La princesa no le permitía comer guarrerías hasta terminada la comida. Droguero hacía ruido expresamente con las patatas para tentar a su amigo, el cual estaba bajo la ley seca patatera. Sentados en los escalones de la ermita acabaron de comer, excepto David que aún seguía con su frío bocadillo de salchichón. Mientras ascendían al mirador del Moro el joven se terminó el bocadillo y pudo cumplir un sueño: comer patatas. Desde el mirador contemplaron lo que la niebla les permitía ver. Habían pasado las tres de la tarde cuando el cercano Montcau quedó escondido por la niebla y comenzó a llover en el mirador.

 

Emprendieron el camino hacia Sant Joan, deshaciendo en parte el camino hecho hasta el momento. Alba iba en primera posición a gran velocidad porque en anteriores ocasiones había visto a numerosos gatos en esa zona y le gustaban mucho así que quería llegar lo antes posible. Se cruzaron con dos perros.

                –¿Habéis visto el primer perro? –preguntó Zodiaco–. Es el perro de los Fraggle Rock que viajaba por el mundo junto a un viejo.

                No recordaba exactamente si el perro salía al mundo exterior, pero sí sabía que un ejemplar de esa raza aparecía en aquella serie de dibujos animados de 1983 basada en unos personajes de medio metro de estatura que tenían una vida despreocupada y empleaban su tiempo en jugar, explorar y divertirse. ¡Quién fuera un Fraguel Rock!

                Continuaron caminando bajo un cielo imponente mientras David seguía rumiando sobre el perro, hasta que se acordó de un chiste que provocó las risas de sus compañeros:

                –Eran dos borrachos que iban por la montaña y les atrapó un alud. Cuando estaban medio enterrados por la nieve, se acercó un gran San Bernardo a ellos con el barrilete lleno de güisqui en el cuello con la intención de rescatarles.

                –Mira, por allí viene el mejor amigo del hombre –dijo uno de los borrachos.

                –Sí, y viene con un perro – comentó el otro.

El señor Droguero iba el último con la lengua fuera mientras Alba iba la primera a gran velocidad seguida de David y Esther.

                –Alba, estás dejando a Droguero atrás –comentó Zodiaco.

El joven escuchó a su amigo y aceleró con la intención de hacerlo antes de que se girase la chica pero fue pillado de pleno, y el grupo rió durante un largo rato. Las ilusiones de la joven bautizada con el nombre de una salida de Sol finalizaron en el momento en que llegaron a San Joan y no había ni rastro de gatos. Donde otras veces había turistas, comida, e interesados gatos, aquel día sólo había soledad y agua. Droguero se arrodilló ante una máquina de refrescos y le hizo reverencia. Visitaron la pequeña exposición, incluyendo las leyendas de la zona. Una trataba de unas brujas que danzaban en círculo cogidas de la mano e invocaban al diablo. Se desplazaban sobre escobas pero también sobre cabras voladoras. Zodiaco propuso hacer un encuentro místico para danzar en círculo cogidos de la mano pero sin invocar a nadie. Al salir de la exposición había comenzado a llover bastante fuerte, así que antes de abandonar el techo se pusieron los chubasqueros.

               

De camino a Sant Miquel Alba propuso hacer una carrera. El vencedor fue Zodiaco seguido de cerca por Alba. Esther se hizo con la tercera posición mientras que Droguero había desistido hacía rato pues no estaba para correr bajo la lluvia. De camino a Sant Miquel, Zodiaco mostró que había más agua en el interior del chubasquero que fuera de él. Estaba chorreando por las orejas, la nariz y presentaba el pelo mojado. En la cruz de Sant Miquel, un lugar típico de suicidio, no faltaban los múltiples ramos de flores en el mirador, en lo alto de un gran precipicio. Una vez contactaron con el territorio de los turistas en tejanos, zapatos y paraguas, no tardaron mucho en llegar al monasterio, donde se desprendieron del chubasquero y de las mochilas. Los dos Davids fueron de nuevo a ver a la Moreneta, a la cual se accedía subiendo unas escaleras, y la tocaron por última vez. Contemplaron una estatua de Sant Jordi en una capilla y se juntaron con la princesa Alba y Esther.

 

La lucha entre los dos machos cabríos que habían presenciado en la montaña se quedaba corta en comparación con la disputa que mantenían ambos Davids por pagar los cuatro euros del estacionamiento.

                –No quiero tu sucio dinero –dijo Zodiaco.

                –Lo anotaré en mi agenda, a la próxima lo pago yo –respondió el otro.

Una vez salvadas las diferencias, se despidieron en Monistrol de Montserrat. Droguero se dirigió hacia su morada, ubicada en Hospitalet de Llobregat, la segunda ciudad más poblada de Cataluña. El trío se dirigió a la casa de la princesa, donde mantuvieron una reñida partida de Scrabble. Finalmente, la princesa se impuso al resto seguida de cerca por David, el cual disfrutaba como un crío chico de una bolsa gigante de gusanitos que había comprado el día anterior en el Makro. Al llegar el momento de la despedida, la princesa y David acompañaron a Esther a la estación de tren de Granollers para que fuese a Barcelona, donde vive. Más tarde, David se dirigió a Badalona, la tercera ciudad más poblada de Cataluña. Entre los cuatro jóvenes había un representante poco representativo de cada una de las tres ciudades más pobladas de la región. La mayoría de sus pobladores debían de haber pasado el día en el interior de sus viviendas dado el mal tiempo, mientras que ellos aprovecharon para vivir la vida de otro modo y aventurarse en la naturaleza. Rehuyeron del calor de sus hogares para mojarse en la montaña. Dejaron atrás el sofá y la tele basura y optaron por una buena dosis de cultura, naturaleza y salud.

 

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito




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