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Saturday 3 de July de 2010, 12:16:52
19al25-06-10 : Camino de Santiago (Roncesvalles-Logroño)
Tipo de Entrada: RELATO | 1 Comentarios | 6393 visitas

Después de haber estado en el Camino en otoño, primavera e invierno, esta vez toca probar suerte en la entrada del verano de un año jacobeo, con el fin de sintonizar con aquello que pretendo transmitir en mi primera novela, comenzada en marzo de 2006 y aún sin terminar de pulir. Las jornadas vividas pueden caracterizarse por el madrugón, el calor agobiante, las esperas en la puerta de los solícitos albergues, el contacto con personas de diferentes regiones del planeta y la vida en comunidad, que no comunitaria, como bien explica un profesor universitario de filosofía y religión en Virginia que peregrina junto a quince de sus alumnos estadounidenses, con quienes coincido a diario.

 

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19-06-10 Llegada a Roncesvalles

El viaje de ida hacia el punto de inicio del Camino es siempre el comienzo de una transformación. En mi caso la emprendo en el autobús de Vibasa que me lleva hasta la capital navarra, Pamplona. Como dispongo de varias horas hasta la partida a las 16h del autobús a Roncesvalles (hoy es sábado), callejeo por el centro de la ciudad por instinto, hasta plantarme donde creo que dormí en 2005. No tengo ante mí un albergue, sino un hotel de cuatro estrellas (Puerta del Camino). Abandono las inmediaciones de tan funesta conversión y pregunto por el albergue llamado Jesús y María, que es el que reemplaza al anterior desde hace tres años. Una vez localizado regreso a la calle Estafeta, a la plaza del Castillo y a la estación de autobuses, que ahora es subterránea y más digna que su predecesora. Autocares Artieda tiene dos coches dispuestos a partir hacia el enclave pirenaico, eso sí, después de colocar multitud de bicicletas que llevan la rueda delantera sacada y tropecientas voluminosas mochilas. Los humanos pagamos seis euros, y diría que los ciclos otros tantos.

 

Al llegar a Roncesvalles (17:10) el albergue (100 plazas) está completo, por lo que una vez pagados otros seis euros (esta vez por pernoctar) te llevan al llamado campamento, que son barracones como los utilizados en Cataluña a modo de aulas de escuela o instituto pero de unas dimensiones mucho más modestas. Como me he traído la credencial con la que llegué a Santiago (la ampliación de la primera) me ahorro el euro y medio que cuesta (ha subido un 50%). Una vez instalado por una de las hospitaleras holandesas que regentan el albergue (siempre lo llevan personas de dicha nacionalidad), me dirijo a la colegiata, pues hoy es sábado y la misa con la bendición al peregrino comienza antes. Multitud de asistentes llenan los bancos, a diferencia de cuando estuve aquí en octubre de 2005. El acto litúrgico se hace largo, pero finalmente los futuros peregrinos (y los que vienen del otro lado de los Pirineos) recibimos las palabras que nos han de proteger en el Camino.

 

El menú del peregrino cuesta 9 euros, y hoy consta de pasta, salmón con patatas fritas, yogur y vino o agua. La joven camarera me asigna a una mesa donde cenan dos holandesas que llevan un mes pedaleando desde su país, y un joven japonés llamado Sosei que se dedica a la pintura y a la escultura. Como no domino mucho el inglés me veo obligado a conformarme con pillar alguna cosa o a formular preguntas sencillas. En situaciones de este tipo uno se lamenta de ser tan nulo en el idioma de Shakespeare, Dickens o Joyce, pero que le vamos a hacer si la vida es así. Un peregrino que acarrea con su violín nos deleita con una música celestial que o bien es buena o el vino lo hace parecer, pues todo son aplausos.

 

20-06-10 Roncesvalles – Zubiri

 

Hoy es el primer día de caminata, toca aclimatarse al ritmo de vida del peregrino. No he madrugado mucho, de lo cual me alegro: entre las 7:15 y las 7:30, cuando la mayoría ya estaba en marcha, he escuchado desde el saco de dormir como una fuerte lluvia golpeaba sobre el metálico techo del barracón. Me he ahorrado desempolvar mi precario poncho del todo a cien. Tampoco salgo muy tarde, a las 7:40, pero soy de los últimos. A ver si va a ser cierto eso de las carreras en verano para coger plaza en el siguiente albergue.

 

Me fotografío ante la señal de tráfico que indica “Santiago 790” (eso es dar ánimos) e inicio el paseo hasta Burguete por una senda que se abre paso bajo un hayedo que en otoño, cuando vine la anterior vez, presentaba un aspecto mucho más colorido y bonito. En el pueblo coincido con Sosei, cuyo nombre tardaré en aprender varios días. Lo inmortalizo junto al hostal, leyendo el panel informativo de la “Ruta Hemingway”. Por estos lares venía a dormir la mona y a pescar truchar con sus amiguetes de Sanfermines, como describe en su novela de 1926 The sun also rises, titulada en nuestro idioma Fiesta (menuda traducción, diríase que al estilo de las películas).

 

En los siguientes pueblos (Espinal, Gerendiain, Lintzoain) parece no haber cambiado apenas nada, aunque hecho de menos un busto que inmortalicé en mi novela en el primero de ellos (ahora hay una placa en el suelo). La subida y posterior descenso al Alto del Erro la dinamizo con algo peculiar: como no puedo distraerme contando puntos kilométricos al estilo del Camino en tierras de Castilla, mato la monotonía contando al número de peregrinos que adelanto: cuarenta y séis en total en esa parte de la etapa. Menudo contraste con octubre de 2005, cuando en el albergue no coincidimos ni una decena de peregrinos.

 

El albergue de Zubiri, antigua escuela del pueblo, también ha cambiado, pero tampoco lo voy a modificar. En mi novela las duchas están como entonces, en barracones sobre la acera, y el comedor está en el aula (dormitorio) y no en el patio como ahora. Uno de los estudiantes de la universidad de Virginia quiere pagarle cinco tickets a la señora, incluidos compañeros suyos que aún andan por el descenso del alto del Erro, lo cual logra gracias a mi traducción, por lo que recibo su agradecimiento. Desconocía que esa práctica fuese aceptada por los hospitaleros, quizá se los haya cobrado al entender que ya estaban llegando a las instalaciones.

 

Por la tarde le doy clases de castellano a Sosei, quien apunta en su libreta diferentes frases prácticas en nuestro idioma, en inglés y en japonés. Tiene una especie de traductor en el que escribe en japonés y lo puedo escuchar traducido al español, lo cual hace bastante gracia. El profesor de Virginia viste una camisa “hawayana”, lleva “coleta” y habla en inglés con una barcelonesa que se dedica a las visitas guiadas en la ciudad condal. Por lo poco que pillo, hablan de la vida en comunidad, que diferencian de la vida comunitaria. Escucho algo del “sentido del Camino” pero no logro entenderlo, por lo que me lamento de ser tan malo con el inglés.

 

A la noche me junto con peregrinos de Molins de Rei, Olot, Premià y Madrid (prefiero no concretar nombres) para ir a cenar al bar del pueblo. Iré conincidiendo con ellos a diario, catando los diferentes menús en Pamplona, Puente la Reina, Estella y Los Arcos. En el local sirven unos bocadillos enormes; el mío es de chistorra. En la televisión dan algún partido del mundial de fútbol, y también aparece el anuncio de una cosa muy graciosa llamada Shake Weight o algo parecido. A la vuelta nos acostamos temprano, como buenos peregrinos que somos.

 

21-06-10 Zubiri – Pamplona

 

Uno de los peores tramos del Camino está al acecho: el paso por los terrenos de la empresa Magna (Magnetitas Navarras). Llama la atención que donde hace unos años había residuos ahora encuentro vegetación, quizá estén enterrados como hacen con las canteras “extintas” para disimular el impacto en el paisaje. Luego viene (más bien voy yo) Larrasoaña, en cuyo puente medieval sobre el Arga desayuno galletas de chocolate con los pies colgando. Los bandidos que actuaban por la boscosa zona le dan nombre a la construcción; por suerte los tiempos han cambiado y uno puede recorrer la senda con un elevado grado de seguridad si no deja a la vista cámaras, móviles o carteras.

 

Pequeños pueblos reciben a la multitud de caminantes. En uno de ellos hay una iglesia a “300 metros”, demasiados como para que el desvío convenza a mi cerebro, cosa que es una lástima: Sosei ha ido y le han dado un escrito en inglés sobre el sentido del Camino y le han dejado tocar las campanas. Con él afronto el tramo urbano que comienza junto a Trinidad de Arre. Nos aborda un señor que sobrepasa los ochenta; asegura que realizó el Camino hace muchos años, pero ahora se conforma con ver a los peregrinos, lo que le alegra.

 

En la capital me junto con el de Olot, el madrileño y la que habla tan bien el inglés para ir a comer a una tasca vasca de la calle San Nicolás. Bien saciados regresamos al albergue, donde a las 18:30 he quedado con Sosei para cenar; se ha comprometido a preparar unos espaguethis a la carbonara para nosotros. Casi sin tiempo para descansar salimos de nuevo, esta vez a un curso de cata de vinos organizado por la Universidad Pública de Navarra. Resulta que antes ha pasado por el albergue una mujer y le ha informado al madrileño al respecto.

 

El curso de verano tiene lugar en una especie de palacio que alberga una exposición de fotgrafías del Camino en la planta 2. Al comienzo estamos la profesora, el enólogo, los de la prensa (varias cadenas de TV y algún fotógrafo) y nosotros tres. Con el paso del tiempo van llegando peregrinos hasta completar las veinte plazas del curso, cuyo certificado de asistencia nos enviarán a nuestros domicilios. Cuando el señor de la bodega comienza a explicar su cultivo ecológico, su tendencia a la exportación (el 90%), la forma de elaborar el vino y el procedimiento con que realizaremos la cata (limpiando el vaso para eliminar posible polvo, suciedad, olor de no haber sido utilizado recientemente), los de la tele filman y los fotógrafos toman instantáneas. Catamos tres vinos: 2 tempranillos y uno que sabe a madera. Luego intercambiamos impresiones y me entrevistan los de un canal de TV, lo mismo que a otros peregrinos.

 

La cena que nos prepara Sosei está rica. Ha invitado también a tres coreana jóvenes con quienes practico el saludo en su idioma: “Año jaseió”. La botella de vino se acaba y el japonés quiere que le vaya a comprar otra (por lo que mañana se levantará tarde). En el supermercado, un boliviano bajo los efectos del alcohol me “abraza” y me dice: si vosotros venisteis a robarnos el oro, no me podéis decir que yo venga a robaros. Le comento que yo nací en 1981 y no respondo ante los actos de personas de hace quinientos años, ante lo que responde “era un chiste irónico”. Lo repite una y otra vez hasta que logro quitármelo de encima y regreso a la cena del albergue. Poco después es hora de acostarse, por hoy ya es suficiente. Por cierto, el cartel de Completo está colgado, lo mismo que sucederá los próximos días allá donde duerma.

 

22-06-10 Pamplona – Puente la Reina

 

Dejar atrás una capital para entrar en los campos siempre es bueno, y más aún si sucede de forma tan repentina como aquí. Cuando te has dado cuenta te hallas entre campos de trigo ante los aerogeneradores del Alto del Perdón. La fantasmagórica iglesia de Galar esta vez no lo es, el día se presenta soleado. Tampoco me desvío gratuitamente a visitarlo ni me hago una tendinitis en la rodilla a su bajada. El árbol del cementerio de Zariquiegui está podado, perdiendo así todo su explendor. El viento sigue azotando fuerte en lo alto de la sierra, como debe llevar haciendo miles y miles de años. La plana con Uterga, Murazábal, Óbanos y Puente la Reina es un fino lienzo que pervive con el paso de los años. La novedad radica en el “Minibar”, que es un coche con una nevera portátil que avitúa a los peregrinos para alegría del bolsillo de su dueño. Supongo que aquí hacienda no le debe encontrar.

 

El descenso lo acometo con mucha precaución y lentitud: la pendiente es considerable, pero lo peor es la gran cantidad de cantos rodados que uno no sabe de donde han salido, si no es a causa de la erosión producida por el río de peregrinos. En Murazábal tengo la oportunidad de desquitarme de una espina clavada desde hace cinco años: desviarme hasta el Camino Aragonés, concretamente hasta la ermita (no iglesia) de Eunate, cuyo origen es bastante misterioso. Una coral de la zona está cantando en el interior, lo que aprovecho para filmar un vídeo con música. En el exterior hay un hombre sentado con las piernas cruzadas a punto de levitar, debe de  estar canalizando la energía que confluye en este lugar (al estilo Machu Picchu).

 

En Óbanos “los dos caminos se hacen uno”, y no en Puente la Reina. La señora mayor que hay en la iglesia sellando credenciales me comenta que este año no se representará El misterio de Óbanos porque no hay dinero, debe de ser a causa de la susodicha crisis. No muy lejos está la ciudad final de etapa, pero el calor aprieta tanto que eterniza el caminar. Una vez instalado y después de haber sobrevivido a la cola para entrar en la ducha, nos vamos a buscar menú (dos madrileños, la de Molins de Rei, el de Olot, los de Premià y un italiano de Milán). Tengo la oportunidad de degustar las “aluvias rojas de Puente con chorizo”, que te regargan de energían para el día siguiente.

 

Sosei aparece sobre las cuatro, cuando el albergue ya está completo. Según él se ha perdido al salir de Pamplona, pero algunas fuentes fiables me han comentado que el vino de anoche ha hecho estragos en su hora de levantarse y en su conducta. Luego coincidimos en el cesped junto a la orilla del río, en el paseo de aprovisionamiento de comida de rigor. También nos acompaña un coreano de mediana edad que va con una mujer más joven (primero pensé que su hija pero más bien debe de ser su pareja) con quien practico un poco de inglés, igual que con Sosei. Visitamos la iglesia de Santiago (está ensayando una coral) y la del Crucifijo (de origen templario), cenamos en el magnífico patio ajardinado del albergue y nos acostamos más tarde que temprano si nos atenemos al “timetable” propio de la vida de peregrino.

 

23-06-10: Puente la Reina – Estella

 

Dentro de un par de horas me reencontraré con un pueblo que me robó el corazón: Cirauqui. Aparece sobre una colina después de haber ascendido al pueblo de Mañeru. Está presidido por dos iglesias, una de las cuales tiene un pórtico que me cautiva con sus graciosas y humildes figurillas (una especie de león, un señor saludando…). A la salida están la calzada y el puente romanos, escoltados por cipreses que apuntan al cielo. Me planteo la posibilidad de realizar las dos etapas de un tirón, como hiciera en octubre de 2005, pero ni estamos en otoño ni por entonces llevaba nueve meses sin salir de excursión. La lógica me dice que no es posible: si camino lento no llegaré cansado a Estella pero será tarde para continuar a Los Arcos, y si voy rápido llegaré temprano a Estella pero estaré cansado para continuar. Ante tal razonamiento, el sofocante calor a partir de las 11h y las primeras molestias en el pie derecho, sólo cabe resignarse, como ante tantas otras cosas.

 

Pasado Lorca el camino llega a Villatuerta, donde uno para refrescarse puede meter la cabeza bajo el chorro de agua de una “fuente payaso”. Comparando fotos apreciaré que en estos cinco años se ha deteriorado (más bien la han deteriorado) y ha perdido su sombrero. Pronto llegan Sosei con una joven japonesa, y un señor de Albacete de más de setenta años que ya ha realizado el Camino en otras ocasiones (incluida la Vía de la Plata). Anoche, durante la cena en el patio, nos explicó muchas cosas sobre las tumbas romanas de Mérida, los íberos y sus experiencias pasadas de peregrinaje.

 

A las 12:25 llego al albergue de Estella junto al grupo con el que suelo comer. Hay una enorme cola de mochilas y peregrinos a la espera de que habran el albergue (a las 13h), que va a colgar el cartel de completo muy temprano. Una vez instalados nos vamos a comer a una tasca vasca. El último en llegar a comer es el italiano, que ante el excesivo peso de su equipaje y la inutilidad de algunas prendas (varios polares,…), ha expedido un kilo y medio hacia su casa a través de Correos por 22 euros. De todas formas, mañana le preguntaré al final de la etapa y me dirá que apenas se nota la diferencia; va realmente cargado. Supongo que en unas jornadas más aprenderá que en el Camino, como en la vida, no hay que cargar con cosas innecesarias que sean un lastre y te impidan avanzar, sino que hay que valorar realmente lo importante para avanzar mejor y más ligero y así llegar a buen puerto.

 

Por la tarde nos vamos al supermercado DIA, donde además de adquirir pan, atún, olivas y patatas fritas para la cena, alguno se lleva unas cuantas latas de Estrella. Cenamos en el patio del albergue. El coreano quería ir a ver al bar el partido de Corea en el mundial (y nos habíamos comprometido a acompañarle) pero nos dice que él llevaba los horarios de su país, y a causa de los diferentes husos horarios resulta que ya han jugado; se ha conformado con ver el resumen del encuentro en Youtube. Por cierto, eso es algo que sí ha cambiado: ahora en todos los albergues hay ordenadores en los que metiendo un euro accedes a internet durante 20 ó 25 minutos. Como siempre (al menos hasta ahora), hay que irse a dormir para reponer fuerzas. El día que inventen algo que lo sustituya, ganaremos 25 años de vida útil, que es el tiempo que podemos pasar durmiendo si expiramos a los setenta y cinco u ochenta.

 

24-06-10: Estella – Los Arcos

 

En el albergue de Estella los seis euros incluyen el desayuno, formado por leche, café y tostadas con mermelada puestos a discreción sobre la mesa. Lo más difícil es hacerse con un sitio en la mesa, llena de peregrinos. Una mujer me regala un saco de dormir que va a tirar (lleva dos), de esos que ocupan tan poco volumen. Antes de salir hablo con una de las estudiantes de Virginia: a uno de sus compañeros le operan mañana de apendicitis en Pamplona. No es tan fácil llegar hasta Santiago, cualquier contratiempo te puede alejar del objetivo; quizá regrese a España en otra ocasión a terminar lo comenzado.

 

A la salida de Estella está la fuente del vino, donde hay que proveerse de “fuerza y vitalidad”. El pie derecho cada vez se resiente más; le doy un respiro sumergiéndolo en la gélida agua de una fuente medieval situada en la subida a Villamayor de Monjardín, una especie de aljibe a la sombra. Una fría insensibilidad que hiela la sangre me hace sentir como nueva mi querida extremidad. Al llegar al pueblo le regalo a Sosei un vale por una cerveza o café que me han dado y tiro para adelante, conocedor de que de camino a Los Arcos quedan doce kilómetros de exposición al sol entre campos de cereal y viñas, y cuanto antes llegue mejor. Como he comentado antes, a partir de las 10:30-11h el calor comienza a hacerse insoportable para andar cargado con la pesada mochila por el mundo.

 

A las 11:30 llego al albergue y me sitúo en la larga cola que ya hay formada. Los que lo atienden (siempre son belgas) abren las instalaciones a las 12, pero hay tanta gente delante que la espera se eterniza bajo un sol agobiante. Para variar, una vez instalados nos vamos a la caza de un menú bueno, bonito y barato, algo difícil de encontrar en el Camino en cuanto a lo tercero. A la tarde hacemos un paseo por el pueblo, seguido de la bendición al peregrino, cuyo acontecer es mejor obviar en este breve relato. La cena tiene lugar de nuevo al aire libre, a base de bocadillos. Al mediodía solemos comer tanto que algunos vamos a regresar con algún kilo de más a casa, en vez de menos; es una de las sorpresas que la vida nos depara.

 

25-06-10: Los Arcos – Logroño

 

Cerca de treinta kilómetros nos separan de Logroño, motivo por el cual cuando me despierto (léase me despiertan) son las tres y media. Los que no van a pernoctar en Viana se están preparando las mochilas, y yo no voy a ser menos. A las 4:10 parto con el coreano y su “woman” bajo el brillo de la luna y de Júpiter. Como en la oscuridad todos los gatos son pardos (entiéndase nos pasamos el desvío), acabamos en una carretera que lleva a un pueblo que nada tiene que ver con la ruta, por lo que toca aquello que a nadie le gusta: retroceder.

 

Junto con Mike, el hermano mayor de uno de los estudiantes de Virginia, encontramos la senda buena. Nos lo encontramos viniendo por el lugar equivocado a nuestro regreso. Como el ritmo de la coreana no es que sea muy ligero, me despido de ellos (“see you later”, que nunca se cumplirá) y avanzo ligero hasta Sansol y Torres del río. De este último guardo un buen recuerdo, pero al llegar con el amanecer no puedo tomar dignas fotos ni hablar con ningún vecino.

 

Rumbo a Viana y Logroño hay que efectuar un descenso que para los fatigados pies del cargado peregrino es un escollo importante, no así para un andarín ligero y fresco. Dado que a causa de mi molestia camino con precaución, a baja velocidad, me alcanzan el madrileño y el de Olot. Compartimos un rato más de nuestra existencia hasta que les invito a continuar sin mí, pues prefiero ir a mi ritmo y con tranquilidad.

 

En la última localidad navarra les alcanzo gracias a que se han parado a tomar algo en un bar. En una terraza cercana está el profesor universitario de Virginia, cuyo pupilo debe de estar recién operado de apendicitis con sus padres acabados de llegar de Estados Unidos. Sin detenerme tiro para Logroño, que el mediodía se aproxima y la señora María espera a los peregrinos. Como su madre Felisa (fallecida en 2002 a los 92 años), se dedica a ofrecer agua, amor e higos a los peregrinos que desfilan por delante de su casa y de su higuera.

 

A las 11:10, después de siete horas de caminata, llego a la cola del albergue de Logroño, que abre a las 12. Decido ir a la estación de autobuses por si hubiese algún billete para Barcelona. La suerte me acompaña: quedan tres plazas libres para el de las 14:30. Conocedor de que a las 21h ya estaré en casa y el sueño del Camino habrá terminado y su magia comenzará a volatilizarse en mí, me dirijo a la cola del albergue para despedirme de los dos madrileños, el de Olot y el italiano. Los de Premià y la de Molins duermen hoy en Viana y mañana regresan a Barcelona, mientras que el coreano y Sosei ya no los voy a volver a ver, llegarán más tarde al albergue. Así, el “nos vemos luego”, como decía, no será posible. De hecho, en casa recibiré un email del coreano lamentándose de no haberse podido despedir de mí. Sólo coincidiremos en el caso de que algún día visite Barcelona y me informe de ello, pues veo un “poquito” difícil que yo vaya a ir en alguna ocasión a Corea.

 

Después de seis horas de viaje me apeo en Barcelona Nord. Un mal trago para mis vías respiratorias, que comienzan a irritarse fruto de la contaminación. Los oidos, acostumbrados al silencio de los campos, tardarán en habituarse a los ruidos continuos de la ciudad. Los olores de la naturaleza dan paso a los de sustancias desagradables (léase volátiles del combustible, emisiones de la industria), la vida de peregrino se acaba. Adiós al madrugón, desayuno, caminata, ducha, menú, paseo, compra de comida, cena y descanso, compartido con gentes de todos los rincones. Como diría el profesor de Virginia, adiós a la vida en pequeña comunidad. Todos los sueños se acaban, y el Camino y la vida no son una excepción.

 

Corto vídeo (3min) disponible en www.youtube.com/dmiraher

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito


1 Comentarios
Enviado por Máximo Rubio el Sunday 24 de July de 2011

“He terminado la primera parte del "Camino.." desde Roncesvalles a Santiago. Todo maravilloso, pero.... denuncio para quien corresponda el mal estado y funcionamiento de la estación de autobuses de Logroño. Apagan luces y cierran lavabos y servicios a las 22,45 h. tirando a la gente a la calle, a pesar de que el tráfico de buses se alarga al menos hasta las dos de la mañana, como en mi caso. ¡¡ Una vergüenza¡¡ ”


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