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Estas en » ExCuRSiONiSmO RoMáNTiCo FoReVeR » Archivo de Relatos » January 2011 » 16-01-11 : Canal Dels Micos, Miranda Dels Ecos, Montgròs Y Canal Del Mejillón
Saturday 29 de January de 2011, 19:03:49
16-01-11 : Canal dels Micos, Miranda dels Ecos, Montgròs y Canal del Mejillón
Tipo de Entrada: RELATO | 1 Comentarios | 3649 visitas

A lo largo de diez horas de tranquila excursión por el macizo de Montserrat, Julio y yo, partiendo de Santa Cecilia, subimos a la Miranda dels Ecos a través de una canal equipada, la Canal dels Micos. De ahí, mapa en mano, llegamos al Montgròs y luego, tras rodear el Camell, nos plantamos en la capilla de Sant Jeroni. Entonces nos acercamos al Moro, que por cuarta vez intento coronar sin éxito. Apresurados por la proximidad del ocaso descendemos por la canal del Pou de Glaç, también conocida como Canal del Mejillón, encadenando sucesivos rápeles, los últimos bajo la luz de la luna.

 

 

Pocos minutos pasan de las nueve cuando partimos del aparcamiento de Santa Cecilia con la intención de dar rienda suelta a nuestra faceta caprina. Con nosotros llevamos el mapa de Editorial Alpina, que nos servirá para ir decidiendo qué queremos hacer, y la guía de vías ferratas y caminos equipados de Desnivel, en la que aparece descrita la Canal dels Micos, una canal equipada por la que, según leemos, hay que ir trepando ayudado por las raíces de los árboles. Una breve disquisición sobre las opciones disponibles –en Montserrat casi ilimitadas– ha sido suficiente para dejar de lado la Canal del Cavall Bernat, la vía ferrata Teresina y la canal del Mejillón en sentido ascendente, más propia para superhéroes que para simples mortales con cierta limitación en lo que a fuerza de brazos se refiere. Así, con un proyecto abierto y todo el día por delante, emprendemos la segunda excursión de Julio por el macizo de Montserrat.

 

En un primer momento, nuestros pasos se encaminan por el sendero de gran recorrido GR-172, que por esta zona transcurre a los pies de la Paret de Sant Jeroni y de la aguja de Santa Cecilia. Pronto llegamos a una canal que nos resulta familiar, la de Sant Jeroni, que tendríamos que remontar si nuestro objetivo fuese La Teresina o coronar de una manera rápida la Miranda de Sant Jeroni, el punto culminante del macizo. Pero hoy nuestras intenciones pasan por hacer un poco el cabra por senderos poco transitados, así que seguimos bordeando las altas agujas. La toponimia del mapa nos informa de que entramos en el Camí de la Font del Llum y, como no podría ser de otra manera, una vez abandonado el GR en un desvío señalizado, tomamos rumbo a la citada fuente y a un collado evidente, el Portell de Migdia. Otro desvío, bastante tentador, lleva a mano derecha al caño del que brota el oro incoloro, inodoro e insípido del montañero, del caminante. Con un grito advierto a Julio de que no hay más de dos minutos y, tras abandonar su mochila junto a la mía, se viene hasta la cavidad en la que uno puede refrescarse, vivaquear o escalar. Los parabolts insertados en la pared así lo atestiguan.

 

Parece mentira lo rápido que pasa el tiempo cuando uno está inmiscuido en una grata tarea, como es el caso. No queda más remedio que abandonar el solitario lugar, no sin ensoñaciones de pernoctar aquí algún día, y reencontrarse con las mochilas, echárselas a la espalda y finalizar la ascensión al collado, el citado Portell de Migdia. Como desconocemos estos lares, echamos mano del mapa y de la guía Desnivel, que describe la aproximación a la Canal del Mico. Se trata de bajar un poco por la otra vertiente, la sur, y tomar pronto a mano derecha un sendero señalizado con marcas de pintura, a veces de color cambiante, la mayoría azules o amarillas creo recordar. Cuando acabe la excursión, las notas que voy tomando acabarán todas en la lavadora: irrecuperable información centrifugada, remojada y chafada, pero nada de lo que valga la pena lamentarse, si acaso los horarios parciales.

 

La Canal dels Micos –de los Monos en castellano– hace honor a su nombre, de manera que no se trata de hacer el cabra, sino de abrirse paso entre raíces arbóreas, con un paso especialmente acrobático, aunque en general me decepciona un poco, quizá por esperar demasiado de tan emotivo nombre y de su inclusión en una guía de nivel peninsular. Lo que sí es cierto es que, aún sin ser gran cosa, permite que te adentres en un terreno arisco y solitario, entre altas agujas (Los Ecos) de paredes verticales imponentes a las que, a simple vista, parece imposible acceder sin la técnica y el material de escalada. Ahí dentro, en una canal, coincidimos con tres personas que bajan, toda una novedad en esta región. Intento recabar información de alternativas posibles, pero según dicen, sólo se puede avanzar por un paso vertical equipado con cadenas en el que han preferido darse media vuelta ante el riesgo de sufrir un percance.

 

La canal finaliza entre las cumbres de dos monolitos altísimos, a escasos tres metros de altura por encima de donde estamos. Nos enfilamos al de la derecha, el Eco Superior (1225m) según el mapa, que tiene anexo otro inaccesible a pie, separado por una brecha a la que da miedo asomarse. Si bien me da miedo acercarme a cualquier extremo, más pavor me produce observar a Julio, por lo que le recomiendo que no se acerque mucho a los patios de varios cientos de metros, ademá de optar por no mirarlo para que no me invada el pánico. Una vez destrepado al encajonado collado coronamos la cima de la izquierda, La Miranda dels Ecos (1223m), de enormes paredes verticales pero con una cima diminuta de la que parece que puedes caer por cualquier lado. Una placa metálica en recuerdo de un fallecido de 23 años dice: “Toda la vida es una escalada. A mí me ha tocado caer en la flor de la vida”. Julio se acerca hacia el sur por si el “camino” a las cadenas es por ahí, pero le convenzo de que lo deje estar, no hay más que patio.

 

Una vez de nuevo en el collado, con los pies en tierra firme, vuelvo a sacar el mapa para ver por donde demonios está la salida de este infierno celestial para el miedoso a las alturas, como es mi caso. Una correcta interpretación nos lleva a la conclusión de que hay que rodear la miranda, cosa que hacemos por un sendero primero evidente, pero luego no, de manera que nos arrimamos a la pared. En Montserrat, entre las paredes y la vegetación suele haber un espacio libre, supongo que por la acción del agua, que en este macizo se antoja como el elemento modelador más importante. De esta manera llegamos a un nuevo collado: es la cúspide de una canal que se abre bajo nuestros pies. Es en ella donde nos topamos con las cadenas de las que nos hablaron antes, dispuestas prácticamente en vertical. A decir verdad, supongo que de venir a pelo nos daríamos la vuelta, como el grupo anterior, pero no es el caso: ya hace rato que tenemos puesto el arnés, el kit de vía ferrata y el casco. Sólo es cuestión de sacar la cuerda, y a tirar de rápel, que ya nos va bien para prácticar de cara a la vía ferrata de Les Agulles Rodones.

 

Así, una vez montado el rápel, nos dejamos llevar con una suavidad de brazos digna de un gran deleite psicológico que si cabe se acrecenta más con el constraste visual de las cadenas verticales. Calculo que son unos ocho metros, pero visto desde arriba impresiona. Una vez abajo las remonto a pulso con la intención de volver a rapelar mientras Julio me filma con la cámara. Vuelvo a pasar la cuerda por el ocho, pongo una mano arriba, la otra tras la espalda, y para abajo de nuevo, esta vez siendo inmortalizado. Tras recoger la cuerda seguimos descendiendo por la canal hasta contactar con un sendero que sube hacia un nuevo collado en su camino al Montgròs. Trepamos al monolito de la izquierda, con vistas a la masificada Miranda de Sant Jeroni. La cima parece un hormiguero con personas hacinadas tras haber superado unos mil doscientos escalones desde el monasterio de Montserrat. Aquí, en cambio, solo estamos Julio y yo. Él en la cima de la izquierda, y yo en la de la derecha. Acabo de  subir a esta para investigar, movido por mi cuirosidad. A diferencia de la suya, es bastante larga. Al llegar a una brecha que la separa de la cima siguiente lo dejo estar y me reencuentro con mi compañero en el pequeño collado.

 

Para ir al Montgròs tenemos que descender hasta el sendero de pequeño recorrido PR C-78. En una cueva cercana, marcada en el mapa Alpina con un 35, que correponde a “Cova del Montgròs”, dejamos nuestras pertenencias para subir ligeros como el viento, aunque con mayor desgaste que este. En el collado entre la cima que ansiamos y la Roca Plana dels Llamps tomamos a la izquierda y, al fin, coronamos el Montgròs (1133m), una montaña que suele ser ascendida desde la zona sur del macizo (Can Jorba, La Vinya Nova). Con vistas a casi toda Montserrat, me vienen a la mente recuerdos de un ascenso en grupo con multitud de gente, entre ellos Amunt, Avi Jordi, Japallas, Pratenc, Touanda, Nurimosa, Anto… ahora sería imposible volver a hacer coincidir a todos. Sé que por aquí hay una especie de cueva, pero como no sé dónde, y además me da miedo asomarme a las paredes, me digo a mí mismo que podré seguir viviendo tranquilo sin haberla visitado, lo que no es otra cosa que consuelo, o un eufemismo para la resignación.

 

Como pasan de las tres y anochece a las cinco y pico, dejaremos la Gorra Frigia para otro día, ya que queda en otra zona del macizo. Hoy le he estado hablando a Julio de su entretenido acceso y de sus buenas vistas sobre el monasterio. Bajamos por el sendero hasta la cueva, retomamos las mochilas, proseguimos por la senda, rodeamos El Camell y nos plantamos en la zona de la Albarda Castellana y en la ermita de Sant Jeroni. Así, dicho de carrerilla, parece rápido, pero requiere su tiempo y su esfuerzo. De camino hemos visto a tres cabras y escuchamos a un grupo discutir. Parece haberse perdido y avanza bosque a través por una ancha canal, montaña abajo. Nos acercamos al mirador de la Paret de l´Aeri y al Montcau o Moro (1206m), junto a un helipuerto. Le explico a Julio que lo he intentado subir en unas tres ocasiones, y hoy es la cuarta, también sin éxito. Más que nada es que no tenemos mucho tiempo, por lo que mientras él baja hacia la ermita yo intento rodearlo por la izquierda para avistar una canal con un árbol de la que me han hablado pero que no llego a ver. Otra vez será.

 

Por la zona de la ermita buscamos mapa en mano la canal del Mejillón, apresurados porque el tiempo apremia. Tardamos un rato en encontrar su salida, reconocible por las cuerdas que ayudan a bajar los primeros metros de menor pendiente. Luego ya vienen las cadenas verticales de los resaltes, algunos de los cuales debemos superar montando rápeles, con la demora que ello conlleva. Total, que en plena Canal del Pou de Glaç, que es su nombre correcto si nos atenemos al mapa en vez de a los residuos que alberga –mejillones de las paellas que servía un restaurante–, nos cae la noche encima. Como es lógico, al estar encajonados la falta de luz se percibe antes. El consuelo nos lo da una luna expléndida, casi llena, que nos alumbra, a falta de linternas, en nuestros quehaceres de montar y desmontar rápeles, uno tras otro. Llegado el momento me entretengo con un bidón que contiene la libreta de visitas, y de la otra mano se me cae la cámara al suelo e irremediablemente fallece. A la pobrecilla le tengo que agradecer el servicio prestado hasta hoy, miles y miles de fotos de instantes ya pasados, perdidos para siempre no se sabe dónde. Tendré que buscarle una digna sustituta.

 

Los últimos rápeles, bastante largos, los afrontamos con las fuerzas algo mermadas. No hay luz. Es una sensación extraña tener abajo el aire y no llegar a vislumbrar el suelo, si acaso se intuye un poco. No comprendo como por estas paredes tan largas uno puede subir a pulso por las cadenas, supongo que debe de hacerse autoasegurado con alguna cinta exprés que te permita ir descansando a media cadena. Una vez finalizada la canal debemos seguir descendiendo por la Canal de Sant Jeroni, que por suerte me conozco bastante bien. Tomamos el flanqueo del pasamanos, nada evidente a oscuras, porque sé dónde está. Hace apenas dos o tres semanas pasamos por aquí tanto de subida a la Teresina como de bajada. Luego tomamos el sendero que las lluvias medio arrancó de cuajo, con la pérdida de luz lunar que supone adentrarse en la vegetación. Largos minutos se suceden, uno tras otro, hasta que llegamos al aparcamiento a las 19:15 tras diez horas de excursión, la última hora y pico a oscuras. Es entonces cuando Julio descubre una linternita que cuelga de su mochila. ¡A buenas horas! Como ayer le pregunté si “tenía la tarde libre”, me comenta que la próxima vez que se lo diga incluirá un frontal en la mochila. Y es que de todo se aprende. Gracias a esto, dentro de una semana las linternas nos sacarán de un apuro en el Puigsacalm en una noche sin luna. Si es que ya lo dice el refrán: no hay mal que por bien no venga.

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito


1 Comentarios
Enviado por Jorge el Saturday 20 de February de 2016

“Buena crónica montañera con chispazos de irónico humor.”


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