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Estas en ExCuRSiONiSmO RoMáNTiCo FoReVeR Archivo de Relatos August 2014 01al03-08-14: Ascensión Al Posets (3375m) Y Diente De Llardana (3094m)
Wednesday 6 de August de 2014, 20:29:42
01al03-08-14: Ascensión al Posets (3375m) y Diente de Llardana (3094m)
Tipo de Entrada: RELATO | 1 Comentarios | 3277 visitas

En compañía de Julio y de Manuel asciendo a la segunda cumbre más alta del Pirineo, el Posets o Punta de Llardana, tras realizar el trayecto y la aproximación hasta el refugio del Forcau o Ángel Orús el viernes y un intento fallido de hollar cumbre el sábado, abortado por una fuerte tormenta. De regreso, me encaramo hasta lo alto de un tresmil vecino, el Diente de Llardana –o Tucón de la Canal o Grande Dent–, de acceso sencillo (grado II, PD) pero muy expuesto al vacío. Finalmente, regresamos a casa con el Posets en el bolsillo tras haber dudado de poder lograrlo hasta que, a escasos diez metros, hemos vislumbrado su vértice geodésico entre la espesa niebla.

 

Viernes 1 de agosto:

 

A las tres de la tarde, como estaba previsto, me reúno con Manuel y Julio en Manresa con la intención de realizar el viaje hasta el valle de Benasque en un mismo vehículo, acción que agradece tanto el medio ambiente como nuestros bolsillos. En el Golf de este último nos plantamos, en poco más de tres horas, en el aparcamiento de la Pleta del Estallo ( 1445m), en los alrededores de la Cascada de Espigantosa, al final de una pista forestal de unos cinco kilómetros que nace poco después de cruzar el pueblo de Eriste en sentido a Benasque, en la carretera A-139. Como tenemos previsto realizar entre hoy y mañana la ascensión al Posets, y entre mañana y el domingo coronar el Vignemale desde Ossoue, parte del material lo introducimos en la mochila y, el resto, sobre todo comida y ropa, se queda en el maletero. Dado que para mañana pronostican tormentas, Manuel es precavido y parte más cargado en previsión de pasar una segunda noche en el refugio, sobre todo en cuanto a alimentos se refiere. Julio y yo somos más optimistas; quizá nos puede más la ilusión, la esperanza, que el raciocinio. Qué se le va a hacer.

 

Hemos partido a las siete menos cuarto con dirección al refugio Forcau o Ángel Orús, situado a 2100m de altitud. Ha sido emprender la subida, en total unos quinientos cincuenta y cinco metros de desnivel, que se ha puesto a chispear. Julio y Manuel, capelina mediante, se protegen de la fina lluvia, no así del sudor. Yo, en cambio, prefiero ir con el abrigo y, según cuando remite o nos sobreviene de nuevo, me coloco o me retiro la capucha. De esta guisa vamos remontando el valle de Eriste junto al río homónimo, con la tranquilidad que da el saber que tenemos tiempo suficiente para que no nos caiga la noche encima; en principio el tiempo necesario es de una hora y media, aunque nosotros vamos a tardar algo menos. Respecto al perfil topográfico, es al inicio y sobre todo al final cuando las mayores cuestas hacen mella en nuestro bienestar físico, mientras que en la parte central la subida es bastante plácida e incluso se muestra, por primera y penúltima vez en todo el fin de semana, la cumbre dels Posets, nuestro objetivo de mañana.

 

Se trata de ir siguiendo las marcas de pintura blancas y amarillas del PR-11, además de estar señalizado como S4 dentro del Parque Natural Posets – Maladeta, durante tres mil cien metros. En lo alto del último repecho, plagado de lazadas que ayudan a superar la pendiente con un menor número de suspiros por minuto, se halla y se presenta, de repente, el refugio, provisto de una terraza con vistas panorámicas al valle que acabamos de remontar. Pasan cinco minutos de las ocho cuando lo alcanzamos. En la puerta, una mula nos aguarda. En cuanto la veo, le pido a Manuel que me tome una fotografía con ella. Aunque el grueso de las provisiones y demás, así como la evacuación de residuos, tiene lugar por medio aéreo, ella es la encargada de aprovisionar al refugio de elementos menos pesados y más frescos, como la verdura, faena que realiza siempre entre semana. El resto del tiempo, como comprobaré mañana, lo dedica a deambular apaciblemente por los alrededores y pasarse de vez en cuando, a horas estratégicas como esta, para ver si le cae algo de comida de alguno de los visitantes.

 

Una vez cambiadas las botas por las chancletas de goma que hay a la entrada y registrar nuestra arribada, escogemos una de las veinticuatro camas –doce literas– que hay en la habitación que nos han asignado, llamada Llàntia, provista de dos lavabos con ducha, y nos dirigimos a la cocina a cenar. Mi típico bocadillo no puede competir con lo bien provisto –y cargado– que va Manuel, que incluso mañana padecerá dolor de espalda, o Julio, que hasta ha traído el fogón. A través de cristal observamos como aún llueve y también el anochecer. ¿Hará mañana mejor tiempo? La previsión meteorológica no da pie al optimismo. De hecho, Manuel incluso ha propuesto acampar junto al coche y subir mañana al refugio, pues sus amistades han pospuesto la pernoctación a mañana para intentar la ascensión el domingo, que por lo visto pinta mejor. Antes de acostarnos, echamos en el comedor, mientras se toman un par de cervezas, la última charla del día; un día que muere, previo a nuestro primer intento y fracaso en el Posets.

 

 

Sábado 2 de agosto:

 

Un nuevo día nace; un día en el que nuestro ansiado objetivo se nos va a resistir. Como aún no lo sabemos, abandonamos alegres el refugio; es la llamada felicidad del ignorante. Somos los primeros en partir, lo que tampoco es que tenga mucho mérito pues, supongo que a causa del mal tiempo, muy poca gente ha pernoctado aquí. Entre que nos hemos aseado, desayunado y preparado la mochila con el material necesario, que incluye los crampones y el piolet, hemos salido por la puerta a las siete menos cuarto. Si el tiempo aguanta, pues, somos los que tenemos mayores posibilidades de alcanzar la cumbre. En el exterior del refugio, cuatro jóvenes que han llegado a las tres de la madrugada aún vivaquean ajenos al éxito que les espera. Nosotros, esperanzados por las pocas nubes que hay en el cielo, nos enfilamos a buen ritmo valle arriba, hacia el paso más complejo de la ruta normal al Posets –algunos la llaman Ruta Real–, la Canal Fonda, a causa de la presencia de nieve que, hasta finales de verano, suele hacer necesario el uso de los crampones, al menos si no se quiere correr un riesgo innecesario de accidentarse.

 

Tras treinta y cinco minutos de ascensión, llegamos a la bifurcación señalizada por un poste en la que hay que dejar la senda, que se dirige al refugio de Estós (5h), y tomar el desvío a mano izquierda hacia el refugio de Viadós (5h 15´). El terreno se vuelve más rocoso y de más laborioso progreso hasta alcanzar una pasarela metálica que ya lleva varios años deformada por algún tipo de impacto y que ha sido incluso motivo de examen en la Escuela de Ingenieros de Montes de Madrid. A partir de este punto, vuelve a aparecer una senda por la que, cómodamente, se va ganando altura junto al río Eriste, que en esta zona me recuerda a las Gradas de Soaso, en el valle de Ordesa. Llegados a una marca de pintura blanca y roja en forma de aspa, abandonamos el GR-11.2, que veníamos siguiendo desde el refugio y se dirige al de Viadós pasando por el Collado de Eriste, para tomar un sendero que se enfila de forma evidente hacia el paso situado entre el Diente de Llardana (3094m) y la Tuca Alta (2910m), es decir, hacia la Canal Fonda, cuyo estado nivológico desconocemos. Y desconoceremos hasta mañana.

 

Sin aviso previo, comienza a llover. El primer pensamiento es: la cosa pinta bastante mal, aún estamos bastante abajo. Mis compañeros se colocan el poncho y yo, el abrigo con la capucha. Manuel duda en continuar –eufemismo de opta por regresar– mientras que yo, consciente de que continuar hasta la cima es inviable, me decanto por proseguir hasta entrever cuánta nieve hay en la canal y saber a qué nos enfrentaremos mañana. El problema radica en que nada más reiniciar la subida, la lluvia, en forma de nieve, se intensifica y al otro lado del circo, tras el cordal que forman La Forqueta y la cresta de los Forcau, comienzan a caer rayos, seguidos de atemorizantes truenos. Así que definitivamente abortamos, a las ocho de la mañana, el intento de hacer cumbre, lo mismo por lo que optan los grupos que nos siguen, ante la falta de refugio alguno frente a las inclemencias del tiempo y las pocas perspectivas de mejora.

 

Como hemos sido los primeros en partir, somos los últimos en conseguir alcanzar el refugio, que en estas circunstancias hace honor a su nombre –a veces parecen un hotel, por no decir bar–. Es una retirada agónica, calados hasta los huesos a pesar de los supuestos impermeables, con el sendero convertido en un torrente y las rocas resbaladizas, lo que nos retrasa sobremanera e incrementa nuestro suplicio. Conscientes de que hay que asegurar cada paso, pues una posible lesión nos impediría realizar mañana un nuevo intento, vamos perdiendo altura con cautela. Aunque la lluvia es intensa, ahora en forma líquida al haber dejado atrás la cota 2500, el riesgo de ser alcanzado por un rayo ha desaparecido, lo que resulta tranquilizador cuando uno porta un par de crampones y un piolet en la mochila. Debido a la topografía, no vemos el refugio hasta que estamos a apenas cinco minutos de él. Es una lástima, sí, pero a las nueve de la mañana, de forma anticipada, estamos de nuevo en él con todo el día por delante. Los cuatro jóvenes a los que antes me refería aún restan en el interior de sus sacos de dormir aun sin saber que la gloria les espera. De menuda se han librado.

 

En el comedor, la estufa está encendida, y alrededor, se secan –o esa es nuestra intención– abrigos, pantalones, calcetines, botas e incluso calzoncillos, tanto nuestros como de otros montañeros que también han acabado calados hasta los huesos en este día tan poco propicio. Menuda tromba de agua. Debido a mi carácter inquieto y a la tregua que la lluvia nos regala, le propongo a mis compañeros ascender hasta un pico que se ve desde la terraza del refugio, de nombre Tucón Redondo (2642m). Julio acepta. Así, con Manuel aprovechando el Wifi gratuito del refugio, nos alejamos en sentido a este improvisado objetivo, no sin antes haber rechazado una invitación de Ignaci, uno de los jóvenes que han hecho vivac, de unirme a ellos en su intento al Posets, el único que se va a realizar en lo que resta de día y, para su fortuna, el único también en aprovechar una ventana de relativo buen tiempo –llueve ligeramente en dos momentos de la tarde y en la arista final se les ponen los pelos de punta– y alcanzar en el día de hoy la cumbre. Tengo la mochila, el abrigo y la ropa mojada. Nosotros ya lo hemos intentado, ahora os toca a vosotros hacer vuestro intento y mojaros –me justifico.

 

Para ascender al Tucón Redondo en principio hay un sendero que parte de detrás del refugio, pero al ser poco frecuentado uno ha de buscarse un poco la vida y evitar, sobre todo, meter las botas en el fango. Nuestras ganas de alcanzar una cima nos empujan a emprender de nuevo una ascensión venciendo la incomodidad de portar las botas de montaña mojadas y vistiendo no de la mejor forma. En este sentido, por ejemplo, en mi caso porto un polar sin camiseta, una pantalones sin calzoncillos y una bolsa de plástico agujereada como mochila improvisada con las dos cosas más esenciales que le veo a una excursión: el mapa y el agua. Julio, tan solo porta una botella de agua en la mano. De esta guisa, ligeros como el viento que trae y se lleva las nubes en el cielo, ganamos altura por los prados conscientes de que nos exponemos a un nuevo remojón. Nos encontramos con una marmota que avisa a las demás de nuestra presencia emitiendo un fuerte sonido y, poco después, con la mula, creo que de nombre Paca –no lo he podido contrastar–, que campa a sus anchas por el monte. Al vernos nos sigue e incluso nos adelanta en la subida. Tiene un abrevadero –o lo toma prestado de las vacas– donde Cristo perdió el gorro. Al dejarla atrás de nuevo, vemos cómo cual gato cosquilloso, se mueve de un lado al otro con el torso en el suelo. Qué graciosa.

 

Un evidente sendero se perfila diagonalmente de camino a lo alto de las paredes del Tucón Redondo. Hacia él nos dirigimos y, suspiro tras suspiro, alcanzamos un nuevo prado. Por su pendiente suave y caída abrupta repentina por la cara norte, esta montaña me recuerda a la sierra del Cadí. De una manera sencilla alcanzamos la ansiada cumbre, de hecho una especie de premio de consolación o, en términos culinarios, un segundo plato, si bien toda montaña debe ser respetada y hace su función. Mapa en mano, intentamos reconocer las montañas que las nubes no tapan, lo que no es el caso del Posets, que se encuentra amagado por ellas. Las que más llaman nuestra atención por su belleza estética son el Forcau Alto (2865m) y el Forcau Bajo (2786m) y, sobre todo, el corredor que se encuentra entre ellas; con nieve debe de ser interesante de superar y quizá por el lado contrario pueda descenderse. Algo más cercana está la Tuca de la Llàntia (2937m), que da nombre a nuestra habitación; de hecho, todas las habitaciones de este refugio recientemente ampliado, cuyo nombre proviene de un montañero de Barbastro de veintitrés años que falleció debido a una avalancha en el Mont Blanc, tienen el nombre de alguna montaña próxima. Sin demorarnos demasiado, nos retratamos antes de emprender el regreso, y en poco tiempo alcanzamos el refugio ante la posibilidad de que nos vaya a alcanzar la lluvia. ¡Objetivo secundario cumplido!

 

El resto del día lo pasamos en el refugio. Tras comer de nuevo en la cocina, durante la tarde Manuel nos apaliza al ajedrez mientras que Julio hace lo propio con el dominó y el siete y medio. También hay tiempo para ojear y hojear algunas revistas de montaña que nunca había visto, como Campo Base o Peñalara. Algunos artículos son realmente interesantes. A la llegada de Ignaci y sus compañeros, les pregunto cómo les ha ido y les felicito por haber alcanzado la cima pese a las dificultades. Me comenta que han estado a punto de abandonar en la arista cimera al ponérsele los pelos de punta y desprenderse de los bastones –no llevaban crampones ni piolet–. En sus palabras, he pensado en abandonar y subir mañana contigo, pues antes de salir hemos acordado que si no alcanzaba la cima, mañana a primera hora le avisaría y lo volvería a probar con nosotros. Por suerte no va a ser así y, aunque hoy estén cansados y vayan a vivaquear por segunda vez junto al refugio, mañana ya se bajarán tranquilamente al coche y regresarán a Barcelona mientras Julio, Manuel y yo, estaremos atareados con nuestra conquista personal al Posets. Antes de acostarme, tras cenar en el refugio –Julio y yo no tenemos provisiones para este día no previsto inicialmente– junto a un montañero de Alcañiz que viene con su hija y sobrino, salgo al exterior y les doy mi correo electrónico por si quieren realizar algún día una excursión con nosotros por allí.

 

 

Domingo 3 de agosto:

 

Hoy es el día del segundo intento al Posets tras la retirada de ayer por una tormenta prácticamente a los pies de la Canal Fonda. Antes de lo previsto, a las 04:45, le susurro a Julio si está despierto. Afirmativo. De Manuel no hay respuesta, pero ante el visto bueno de Julio por entrar en acción, lo despierto. Luego nos dirá que hasta las tres no ha podido dormirse, pobrecillo. Además de ser los primeros en despertarnos y desayunar, también abrimos la comitiva de camino a la cumbre del Posets, con el segundo grupo está a bastante distancia de nosotros. Hemos partido del refugio a las cinco y media alumbrados por los frontales –no hay luna–. Como nos conocemos el camino del intento de ayer, podemos mantener un alto ritmo que nos permite alcanzar el desvío al refugio de Viadós a las seis y la pasarela metálica a las seis y cuarto. A las seis y cuarenta y cinco ya estamos ante la Canal Fonda y no hay rastro de un segundo grupo que se dirija a la cumbre; el resto aún están bastante más abajo. Dos grandes neveros con la nieve durísima a estas horas hacen imprescindible el uso de crampones y recomendable el uso del piolet, para detenerse en caso de una posible caída. Tras las fotos de rigor sobre la nieve con los bellos Forcau al fondo, en especial el Bajo, superamos el primer nevero, de menor inclinación, y desprovistos de los crampones nos dirigimos hacia el segundo a través del pedregal en lo que, más que una canal, parece un nuevo valle. Equipados de nuevo, lo superamos. Atrás, bastante abajo, vemos por primera vez a gente tras –literalmente- nuestras huellas. Nosotros, solo tenemos por delante huellas de rebeco sobre la nieve. Durante la noche ha habido tormenta y ha estado nevando aquí arriba.

 

En el Collado del Diente (3010m), una vez superada la Canal Fonda, nos azota un fuerte viento. Las grises nubes, a modo de niebla, nos impiden ver el Posets, a la vez que nos insinúan que si queremos regresar con la ansiada foto de cumbre, lo mejor es no perder el tiempo. La gracia de salir los primeros, como ayer, es que en caso de tormenta, cuanto antes hayas partido, mayor probabilidad tienes de haber alcanzado la cumbre. Sería imperdonable, a mi modo de ver, darse la vuelta sin haber coronado la montaña a causa de no haber madrugado lo suficiente, tras todo un día esperando en el refugio para disponer de un segundo intento. Así, sin retrasarnos un minuto, nos quitamos los crampones, colgamos el piolet de la mochila y acometemos un gran pedregal nevado de esta noche –el terreno es mixto– envueltos por la niebla y sin más referencia que algunos hitos o rastros de un sendero que se insinúa en la nieve. La niebla nos impide ser conscientes de nuestro progreso por la Espalda de Posets y esto comporta que el ganar altura, además de físicamente, sea psicológicamente duro. Vislumbrar un objetivo, tener una referencia, siempre ayuda a alcanzarlo. Hoy no es el caso.

 

Cada pocos pasos, nos detenemos a tomar aire. Diríase que a estas alturas cuesta más reponerse del esfuerzo. Dudo que una pendiente así, a nivel del mar, se nos resistiera tanto, a pesar del peso de la mochila. De repente, el pedregal termina. El terreno, de roca y nieve, tiene una menor pendiente y se estrecha: es la arista, loma o cresta cimera, como se prefiera. He leído que no tiene dificultad alguna, pero la visibilidad es reducida y el terreno es mixto. Apenas vemos hitos y no hay ninguna huella sobre la nieve caída esta noche a excepción de las que dejamos nosotros, que nos servirán para regresar mucho más veloces y también será de gran ayuda a los que nos siguen. Avanzando con precaución, en ocasiones justo por la arista y a veces por el margen derecho o izquierdo, vamos ganando altura. Parece interminable. Cuando no nos demos cuenta aparecerá la cima de repente. Desde el collado no puede haber mucho más desnivel, solo son 365 metros –les comento. Y así es. De forma inesperada, a escasos diez metros, aparece en la niebla el vértice geodésico. ¡La cimaaa! –grito. Los tengo a cinco metros por detrás y no la ven; creen que la he divisado a lo lejos. Pero no. Ya la tenemos. Tras tres horas y veinticinco minutos, a las 9:10 de la mañana, lo hemos logrado. ¡El ansiado Posets es nuestro!

 

La emoción que nos invade es enorme. Nos subimos de inmediato a la plataforma del vértice geodésico, nos felicitamos y nos abrazamos. Estamos eufóricos. La verdad es que no lo veíamos nada claro, ni en sentido literal ni, sobre todo, en sentido figurado. Parece ser cierto aquello de que cuanto más tiempo, esfuerzo y desgaste te supone alcanzar un objetivo, más lo disfrutas. Aun así, sabemos que tenemos todo el regreso por delante y la tormenta se puede desatar en cualquier momento. Al fin, tres días después, saco mi pequeño trípode y nos tomamos cinco fotografías: una normal, una con zoom, y tres individuales. Acto seguido, deshaciendo nuestras huellas, acometemos fácilmente toda la arista cimera. De regreso por el pedregal, nos cruzamos con el primer grupo que sube. Les damos algunas indicaciones y les decimos que sigan nuestras huellas, que tienen la faena hecha. El año que viene, el mismo día –nos dirán en el aparcamiento al despedirse–. La niebla comienza a abrirse y, en grado sumo sorprendidos, observamos como la nieve que hace una hora lo semicubría todo, ha desaparecido. Toda esta gente lo tendrá mucho más fácil que nosotros. Nada que ver que haber subido con la procesión –le comento a mis compañeros.

 

Aprovechando que Manuel se cruza con sus amigos y se detiene a intercambiar sensaciones, y que ambos quieren hacer una parada para comer algo, me acerco al Diente de Llardana (3094m), un tres mil con un aspecto impresionante; diríase que es una aguja inexpugnable. No obstante, he leído que es de fácil ascenso (grado II, PD), cosa que casi me sorprende tanto como la desaparición de la nieve. Sin intención de ascenderlo, me acerco desde el collado en busca de hitos –he leído que se asciende por su izquierda– e intento intuir la ruta de ascenso. Como quien no quiere la cosa, gano altura en un terreno rocoso y flanqueo hacia la izquierda hacia unas losas de piedra mojadas. Con sumo cuidado, las atravieso –en 2009 hubo una caída fatal–y me planto ante una pendiente formada por multitud de pequeñas gradas de roca y hierba, ambas mojadas. Sé que no hay marcha atrás y me encamino hacia lo que será mi segundo tres mil del día y seguramente del año. La progresión es sencilla pero extremadamente expuesta al vacío: cualquier mal paso, tropiezo o resbalón es precipitarse unos cientos de metros al vacío, hasta la Canal Fonda. A la altura de un gran hito, un desvío hacia la derecha por un terreno menos inclinado y expuesto conduce hasta la arista y la falsa cima que se aprecia desde el collado. Fotooo –grito, eco incluido. El Posets y el pedregal –Espalda de Posets–siguen envueltos por la niebla.

 

En la cresta de este tresmil hay hasta tres “cimas” con un hito encima, si no es que hay alguna más. Pasando por una segunda llego hasta una tercera, que sin duda es la más alta de todas y por tanto la verdadera. Por si acaso, me agacho y, anivelando la cabeza, compruebo que para enfocar al resto no miro ni en horizontal ni inclinando la cabeza hacia arriba, sino hacia abajo. ¡Ya es mía! Hace 101 años, en 1913, Henri Brulle, amigo y compañero de aventuras del afamado Henry Russell, la holló por primera vez –al menos dejando constancia de ello–. Sin perder tiempo, me tomo la foto cimera e inicio el descenso. Desde aquí también hay hitos sin tener que deshacer la cresta, que bajan directamente. Como era de suponer, el destrepe impresiona mucho más por ver en todo momento el vacío y es algo más complicado, pero sigue siendo sencillo si se dan los pasos de forma segura y con la atención necesaria. Eso sí, prohibido marearse. Tras atravesar de nuevo la franja de losas de roca, el descenso por terreno roco hasta el collado ya lo considero tierra firme; el peligro ha quedado atrás. Aunque a Manuel ya se le ha muerto la batería del móvil, Julio me ha tomado algunas fotos con el suyo que resultan ser impresionantes. Como sucede con el pedregal del Pedraforca, de lejos la losa rocosa y la zona de gradas o pequeñas terrazas de roca y hierba aparentan ser totalmente verticales. Y ahí en medio, un punto rojo –mi abrigo– progresando. ¡Espectacular!

 

Desde el Collado del Diente (3010m), aún nos quedan más de mil quinientos metros de desnivel que perder. La nieve en los dos neveros de la Canal Fonda se ha vuelto menos dura, pero aún requiere el uso de crampones. Quien no los lleva, los evita a través de un terreno de roca descompuesta que es bastante más complicado y peligroso que, por ejemplo, ascender al tres mil del que provengo, aunque por otro lado, y supongo que ese es el motivo, se ahorran un par de kilos en la mochila durante los más de mil ochocientos metros de desnivel que supone atacar al Posets desde el aparcamiento de Pleta del Estallo. No es el caso de una montañera que se estrena en su uso y que junto a su compañero emprenden el regreso al coche; probarán de hacer cumbre en otra ocasión. Menuda rimaya –le comento. Al menos hace tres metros de profundidad. Parece que en la Canal Fonda aún hay nieve para rato. Superada esta, deshacemos el tramo hasta el refugio. Desde ayer, es la cuarta vez que lo recorremos. Al haberme quedado sin papel y bolígrafo en la tormenta de ayer, utilizo las fotos para tener los tiempos parciales y, a pesar de resultar repetitivo, tomo una cuarta fotografía a la pasarela metálica a través de la que cruzamos el Torrente de Llardaneta, esta vez sin tormenta y también lejos de la oscuridad de la noche, poco después de que Manuel me fotografíe frente a una vaca y su ternero, junto a un diminuto y coqueto congosto. La zona de rocas, a estas alturas, casi la tenemos memorizada. Ahora viene el poste indicador –comento. Poco después: Desde allí veremos el refugio. A las doce y media, ya estamos de regreso, aunque aún nos queda perder algo más de medio kilómetro de altura.

 

Ha llegado el momento de saldar las cuentas y recoger el material de la taquilla y añadirlo a nuestra mochila. En cuanto a lo primero, la pernoctación sale a 10 € la noche si se es federado (habilitado FEDME) y a 16,60 € en caso contrario, y las cenas a 13,50 € y 15,70 €, respectivamente. Respecto a lo segundo, se trata del saco de dormir, útiles de aseo y algo de ropa. En el caso de Manuel, también de comida. De bajada hasta el aparcamiento de Pleta del Estallo me lo tomo con calma: me duelen un dedo y una rodilla, y sé que Manuel y Julio han de cambiarse y comer. Tanto, que incluso reparo en una serpiente tallada en un tronco caído junto a la senda. No obstante, en los tramos de senda sin piedras o de subida, les puedo recortar terreno y finalmente apenas me sacan cinco minutos. Detrás de mí llega el grupo de siete u ocho componentes que ha alcanzado la cima poco después de nosotros y su ya citada despedida: el año que viene, el mismo día. Son las dos y veinte y para nada nos vemos con fuerzas y tiempo de ir hacia el Vignemale, que tendríamos que haber coronado hoy tras acampar junto a la presa de Ossoue para hoy pasar la noche en el refugio de Baysselance, al que llamaremos dentro poco desde una cabina telefónica de Benasque para cancelar la reserva. Quedará pues, para más adelante. Tres días nos ha costado, pero nos marchamos con la satisfacción de haber hollado la cumbre del Posets. No cada día uno asciende a una de las grandes montañas del Pirineo; ¡ni siquiera cada año!

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito


1 Comentarios
Enviado por Jorge el Friday 1 de July de 2016

Gran relato, David!


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