En compañÃa de Alba, Estela, Dani, Siria y Paco recorro el GR-92 en la comarca del Baix Empordà , en concreto entre los pueblos de Tamariu y Palamós pasando por Llafranc y el fotogénico Calella de Palafrugell, siendo gran parte de la ruta al borde del mar por el camino de ronda. En total unos 20km en unas cinco horas y media de caminar tranquilo con paradas incluidas.
Pasan algunos minutos de las diez, la hora de encuentro, cuando llego con Alba a la gasolinera que hay en Palamós de bajo coste, junto a la salida 324 de la C-31. Aun así, somos los primeros en llegar. Al cabo de un rato llegan Estela y Dani por un lado y Paco y Siria por otro. Esta última, dado que hoy es Sant Jordi, me regala un libro de los Simpsons de título Montgomery Burns: Manual para dominar el mundo. Es en clave de humor y tiene bastante parafernalia dentro. Dejamos mi coche aquí mismo y en los otros dos nos vamos para Tamariu, un pequeño pueblo de menos de trescientos habitantes enclavado entre acantilados al que se accede a través de una carretera llena de curvas que baja en picado hasta su recóndito emplazamiento. En una chuleta para llegar me he anotado en las rotondas o cerca de ellas, un MaxiDia, un Aldi y un Mercadona, sólo falta el Lidl para el póker de hipermercados.
A las once o así exploramos el pequeño pueblo, sobre todo su paseo marítimo. En unas rocas, junto a la playa, gozamos de una gran vista de su fachada marítima junto a una escultura de bronce que representa a una escórpora, obra de Albert Cruells. Si bien este pez venenoso apenas llega a los veinte centímetros en la realidad, esta obra de arte mide un metro setenta y pesa ciento ochenta kilos. Junto a él grabo la introducción de un vídeo que voy a grabar para mi canal de Youtube Feliz Éxito, titulado 7 errores que la gente exitosa no comete y que puedes ver aquí (incluye 10 escenarios de esta excursión diferentes: https://www.youtube.com/watch?v=obk-bru4yCI ).
Una vez de vuelta al paseo marítimo, mientras los demás lo recorren, con Alba me meto por la calle interior paralela, este pueblo básicamente tiene tres calles: esta, el paseo marítimo y la riera. Al llegar a esta tomamos las marcas blancas y rojas del GR-92, que no vamos a abandonar hasta llegar a Palamós unos veinte kilómetros más adelante. A su paso por Cataluña, este sendero de gran recorrido recorre el litoral desde Portbou hasta Ulldecona y yo he tenido la fortuna –y desfortuna, por algunos tramos urbanizados– de completar algunas de sus etapas. La que nos ocupa hoy la recorrí en 2011, hace seis años, y sin duda es más recomendable que otros tramos.
Nada más salir del pueblo nos encontramos un trampolín para saltar al mar. Si bien la época es ideal pues ni hace frío ni está atestado de turistas, hay un extranjero saltando mientras su novia, en bikini, lo graba desde la orilla, tanto su salto como cuando nada hasta ella. Una vez finaliza la grabación, me sitúo en el extremo de este. Bajo mí, el agua cristalina y fría del Mediterráneo. Siria me inmortaliza y mientras me toman algo de ventaja, aprovecho para seguir grabando mi vídeo junto al agua. Una pequeña ola casi me alcanza, cosa que aprovecho para añadirla como toma falta al final del vídeo final editado.
Menuda pasada transitar por la Costa Brava primigenia, llena de pinos, tal cual era antes de ser arrasada por la edificación de chalets de lujo dispersados aquí y allá y multitud de urbanizaciones. Sería posible acercarse al agua a través de las rocas en cualquier momento, pero no llegaríamos nunca a Palamós. Hay algún bañista primaveral, algún pescador, alguna pareja de enamorados… De esta guisa afrontamos el descenso en picado a una cala formada por cantos rodados en vez de arena. Me refiero, claro está, a Cala Pedrosa, un enclave idílico con un chiringuito que parece una casa de pueblo, también pintado de blanco, sin acceso motorizado. Adiós botas y adiós calcetines. Dentro del agua, grabo el tercer error que la gente exitosa no comete: tomar decisiones impulsado por el miedo y la duda. Paco quiere tomarse una cerveza en el chiringuito pero finalmente dice poder esperar hasta llegar al siguiente pueblo.
Abandonamos Cala Pedrosa tierra adentro, afrontando una gran subida. El GR-92 se aleja temporalmente del mar para subir hasta el Faro de Sant Sebastià. El acceso no es muy bonito, es a través del campo, hasta cuando ya falta poco y te asomas a los acantilados desde una altura de 169metros sobre el nivel del mar. Hay multitud de cactus que son una especie invasora según un plafón informativo. Junto al poblado ibérico de San Sebastián de la Guarda, de hace 2600 años, nos comemos el bocadillo sentados en unos bancos a la sombra. Paco, riojano, abre un buen vino de su tierra que entra muy bien. Son la una y algo –cierra a las dos– así que aprovechamos para subir a la Torre de Guaita de Sant Sebastià, cual torre de castillo. Su entrada cuesta un euro pero al ser Sant Jordi hoy es gratis. ¡Menudas vistas! Los dos próximos pueblos son bien visibles pero no así Palamós, que queda oculto a la vista. Abajo, los invitados de una boda disfrutan de un refrigerio con vistas al mar.
Por último, visitamos el Faro de San Sebastián, el más potente del levante de la Península. Hay una especie de terraza “chill out” que a Jorge le gusta bastante, tiene pinta de ser bastante caro. Es hotel y restaurante si no me equivoco. Junto a un mirador, nos fotografiamos y afrontamos la bajada a Llafranc a través de una carretera poco transitada que curvea, escoltada por algunos chalets de alto standing con vistas al mar. A través de unas escaleras accedemos al paseo marítimo, que está en obras. Aquí también hay bañistas tomando el sol y algunos incluso tomando un baño primaveral. En una heladería nos abastecemos de algún helado –aunque no yo– y al otro lado del paseo, multitud de escaleras nos esperan para abandonarlo y volver a tomar altura. Un bonito paseo que lleva el nombre de un fotógrafo nos conduce pasando por algunos túneles peatonales hasta Calella de Palafrugell, el pueblo más fotogénico de la jornada.
Recorremos su fachada marítima, dividida en dos playas separadas por un promontorio rocoso urbanizado. Las barcas de pescadores se sitúan junto a unas arcadas blancas, junto a bañistas que toman el sol y turistas que en las terrazas toman el vermut. ¡Hay quien no se estresa para visitar monumentos! Con Alba me acerco a ver la iglesia, también blanca como las casas, mientras que Paco se compra una cerveza y Estela y Dani van avanzando pues creen que se nos está haciendo tarde. Dado que comienzan a tener algo de “prisa”, seguimos por el GR-92 hasta la playa del Castell a través del GR-92, que se mete hacia el interior y sube bastante a través de la montaña, en vez de seguir el camino de la cabaña de Dalí o el que recorre las calas. Se hace bastante pesado y gracias a un atajo ganamos distancia y tiempo.
Una vez en la playa del Castell, seguimos hacia el núcleo urbano pasando primero por la Platja Fosca, donde hace seis años, cuando vine con mis hermanas pequeñas y otra gente, dejamos los coches. Esta vez lo tenemos en la otra punta del pueblo, en la gasolinera que antes comenté, un fácil punto de encuentro pero que ahora nos queda bastante lejos. De camino, pasamos por el cementerio y como a Alba le gusta, se mete a verlo con Siria y Paco mientras yo me como unas galletas en un banco con la gente velando a un muerto enfrente, curiosa escena. Estela y Dani nos aguardan fuera. En la puerta me llama la atención un reloj de arena con una calavera y alas. Sin duda el tiempo vuela y como suelen poner en boca de los que descansan eternamente, “yo que fui lo que tú eres, tú serás lo que yo soy”. Siempre me acuerdo de esta frase en los cementerios desde que me la encontré en uno en el Camino de Santiago hace ya más de diez años.
Una vez en la gasolinera, no vamos en mi coche yo y los otros dos conductores –Dani y Paco– hasta Tamariu y regresamos a Palamós a por Alba, Siria y Estela. Nos despedimos, repostamos y emprendemos el camino de regreso. Los años pasan, la gente cambia, pero los GR, los pueblos, las playas y las calas siguen ahí. Incluso los poblados ibéricos, los faros o los paseos marítimos. Las aguas cristalinas, los pinares originarios de la Costa Brava y la brisa marina. Y sin duda seguirán aquí cuando nosotros ya no estemos. Aprovechémoslos mientras podamos… el tiempo vuela, y la vida también.
Si quieres ver el vídeo que he grabado en esta excursión, de menos de 4 minutos y en el que aparecen 10 escenarios de la excursión, aquí lo tienes: https://www.youtube.com/watch?v=obk-bru4yCI También te invito a suscribirte a mi canal. Un saludo :-)